Cuando José Alfonso vio los datos de la casa y la pulsera de monitorización que llevaba su madre, notó que algo no cuadraba y la llamó por teléfono. Le preguntó si había pasado algo el miércoles. Ella no le había dicho nada por no preocuparle, pero había tenido una infección y habían venido a ponerle un antibiótico. Antes de fallecer, su madre, de 76 años, se apoyaba en un sistema de domótica para arreglarse en la casa.
“Lo que apareció en primer lugar fue una alteración en el EDA, que es la conductividad de la piel, que depende de la sudoración que se tenga, y también en el ritmo cardíaco”, apunta José Alfonso Vera Repullo, que es investigador del proyecto HIMTAE y profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT). “Esto se generó justo en el momento en el que llegó alguien a casa; tengo registro de cuando llaman a la puerta y la abren”. Todo indicaba que se había producido una situación de estrés.
La madre de Vera ha sido una de las personas que ha probado el sistema de domótica y monitorización personal que desarrolla la UPCT con el proyecto HIMTAE. El propósito es asistir a los ancianos, sobre todo a aquellos que viven solos. Pero tiene una particularidad: con él se puede determinar el estado emocional de las personas en cada momento. Así es posible una mejor atención.
Para conseguir esto, el proyecto ha recurrido a la domótica, la sensorización de la casa centralizada en un asistente comercial, como Google Home o Alexa, y ahora planean integrar la robótica. En este último campo llevan tres años trabajando, pero más recientemente han sumado fuerzas con la empresa alicantina Bumerania.
Esta compañía, nacida al inicio de la pandemia, ya trabajaba en su propio robot de asistencia a mayores. A raíz del acuerdo con la Politécnica de Cartagena, prevén integrar ambas tecnologías: robótica y domótica, que en realidad comparten el objetivo: detectar las emociones de los ancianos para atenderlos mejor.
“En ese mismo espacio, el robot se hace también con los mandos de la domótica”, explica Isidro Fernández, CEO de Bumerania. “El escenario sería el de una persona mayor o dependiente que tiene un robot en su casa que le vigila la salud. Por ejemplo, si con la pulsera inteligente que lleva se detecta que la temperatura de la persona ha bajado, el robot pondrá la temperatura de la casa adecuada a la persona. Pero, también, llegada cierta hora de la mañana abrirá las persianas de la casa o, por la noche, apagará la televisión”.
El robot de Bumerania, que se llama Temi, se maneja mediante comandos de voz y él mismo se carga cuando está bajo de batería. Este autómata, una especie de robot aspirador alto rematado por una tableta como rostro, se guía por lidar y tiene dos cámaras de profundidad. Está programado para intentar mantener activo al anciano. Detecta que se ha levantado y le propone actividades, como hacer un curso de cocina o recibir una clase de yoga, que despliega en la tableta.
También es capaz de tener esa empatía que busca el proyecto de la Universidad. Reconoce las emociones gracias a la inteligencia artificial, en este caso, a una red neuronal entrenada con 33.000 imágenes de rostros etiquetados con sus correspondientes estados de ánimo. “Si la persona está triste, el robot observa su cara, lo detecta y a lo mejor le pregunta: ¿Quieres que llamemos a tu nieto?”, plantea Fernández.
La domótica de la UPCT utiliza otras fórmulas para conocer las emociones de las personas. “Los sensores necesarios para determinar el estado de ánimo de una persona son los detectares de movimiento y de consumo eléctrico”, señala el profesor Vera. “Saber la actividad que tiene la persona dentro de la vivienda, como, por ejemplo, si está mucho tiempo acostado o en el sofá, nos da una idea de su estado emocional. Y a esto se unen los consumos. Por ejemplo, si la persona, se ducha nosotros lo sabemos porque se produce un consumo en el agua caliente”.
A base de pruebas, han descubierto que, si una persona está decaída, una de las primeras señales es que se reduce el consumo energético de la vivienda. “En casos de depresión profunda, los desplazamientos a lo largo de un día son muy pequeños, aparte de que no hay casi movimiento en las persianas”, indica el investigador.
En el proyecto HIMTAE participan alrededor de 20 personas, entre ingenieros de diferentes especialidades, psicólogos y pedagogos. La idea es que estos sistemas domóticos se basen en productos ya disponibles en el mercado y sean de bajo coste. La instalación puede requerir una inversión de entre 500 y 800 euros, con todos los sensores necesarios y la configuración de Alexa o Google Home.
Determinar las emociones de las personas que vivan solas y sean dependientes sirve para adelantarse a los acontecimientos. Así, las familias pueden enterarse antes si hay un problema. El objetivo es una mejor atención y poder combatir ciertos deterioros cuando aún no son significativos.
En Bumerania hablan incluso de una función de acompañamiento: “Nosotros queremos que las personas mayores puedan tener un robot en su casa como tienen un lavaplatos u otro electrodoméstico. Porque, a la velocidad que envejece la población en Europa, en unos años no va a haber gente joven que pueda cuidar a tantas personas mayores. El robot va a cumplir esa función”, apunta Fernández. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2019 había 1.000 millones de personas mayores de 60 años en el mundo. Para 2030, ya serán 1.400 millones.
Para ilustrar el cariño que estos autómatas domésticos pueden suscitar, el CEO de Bumerania cuenta una anécdota: una señora mayor que había probado el robot, cuando se lo iban a llevar de vuelta, se agarró al tronco de Temi porque decía que era el único que le había hecho caso en los últimos tiempos. Fernández aclara que se lo regalaron.
Este autómata doméstico ya es comercializable, aunque el lanzamiento oficial será en junio. Bumerania planea alquilarlo a personas mayores por 125 euros al mes con un servicio de telemedicina. Aunque también se podrá comprar por 6.000 euros.
Para la Universidad Politécnica de Cartagena, la integración de la robótica y de la domótica es una parte fundamental de su planteamiento inicial, además de la puerta a nuevos proyectos de investigación. En todo caso, como recalca Vera, no se trata de sustituir una relación personal: “Esto es un complemento al contacto humano”.
Fuente: El Pais
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