La importancia del anonimato en Internet va más allá que los casos de troleo o el tener una 'cuenta B' para hacernos pasar por alguien que no somos. Lo vemos con casos que salen a la luz a raíz del acuerdo de venta de Twitter a Elon Musk, que ha avivado una vez más el debate sobre cómo regularlo (a pesar de que seguimos a la espera de saber si se llegará a completar o no). Entre las medidas que el empresario tecnológico lanzó de forma aleatoria en su cuenta esas semanas, estaba la de “autenticar a todos los humanos reales”. Por el momento, nadie tiene demasiado claro cómo pretende hacerlo, pero parece que la intención es poder identificar a todas las personas detrás de los perfiles.
El concepto en sí del ‘anonimato’ en Internet ya nos hace un buen spoiler de qué significa, pero el debate detrás de este término es mucho más complejo de lo que parece. Por ejemplo, Twitter permite que los usuarios publiquen en la plataforma sin usar su verdadero nombre, sino un pseudónimo. Obliga a dar un correo electrónico y un número de teléfono, pero en sus Términos y Servicios no especifican que tenga que ser uno personal o que nos pertenezca. Esto permite que haya personas de diferentes países y diferentes ámbitos que publiquen en la red social de forma más o menos “anónima”.
Revertir el anonimato puede poner en riesgo la vida de personas en países autoritarios
Si se revirtiera la posibilidad que da una plataforma como Twitter para publicar de forma anónima (o con un pseudónimo, más bien), no estaríamos hablando sólo de las complicaciones para identificar a sus más de 300 millones de usuarios, sino de lo que supondría para muchos que gracias a ello pueden informar y mantenerse conectados sin ponerse en peligro o, incluso, poner en riesgo su vida.
Esto es algo que puede pasar. Especialmente en países donde la libertad de expresión no es tan respetada como en países europeos y occidentales y podrían perseguir y ejecutar a una persona por disentir con las medidas políticas, la religión o ser homosexual, como es el caso de países como Colombia o los países del Golfo. En países así -que vemos registrados en índices de informes como este de Article 19- Twitter es una especie de ‘espacio seguro’ de discusión en el que no hay que revelar la identidad, pero aun así se puede ser partícipe de las discusiones globales y también denunciar temas que perjudican a la sociedad.
Es, además, una herramienta para periodistas, activistas y defensores de derechos humanos y ha trabajado con la sociedad civil para asegurar el espacio, tal y como explica la organización en defensa de la libertad de información AccessNow. “Este compromiso por las ‘conversaciones sanas’ no ha sido coser y cantar, pero volverle la espalda ahora dañaría seriamente los derechos humanos en una de las plataformas de discurso público más importante”, asegura Carolyn Tackett, su coordinadora de Campañas.
Hacer que todos y cada uno de los usuarios desvelen más datos personales reales sobre su identidad podría llevar a persecuciones y detenciones de personas que están denunciando hechos de su país. Por ejemplo, el de una mujer transexual en Arabia Saudí que manifiesta en un espacio de la red social que quiere dejar el Islam y recibe amenazas de muerte (abandonar la religión está penado por la ley), como recoge este reportaje en Rest of World. O el caso de un usuario residente en Myanmar (Birmania) que usó Twitter tras el levantamiento militar para recaudar fondos para los civiles.
“Internet ha supuesto nuevas posibilidades de informar de otras maneras, para hacer un bypass y puentear límites a la hora de ejercer por ejemplo la libertad de prensa”, nos explicaba la coordinadora de la Plataforma por la Libertad de Información y Expresión (PL), Yolanda Quintana, en nuestro programa de Twitch. Por tanto, tienen que respetarse los mismos derechos que tendríamos en cualquier otra esfera de nuestra vida.
Ser completamente anónimo en Internet no es tan fácil como parece
Ser completamente anónimo en Internet -o sea, que nadie pueda saber quién hay tras un perfil- es muy, muy difícil. Crearse cuentas, interactuar con otros usuarios en plataformas digitales o descargar aplicaciones para ello deja una huella digital gigantesca que luego puede seguirse paso a paso para llegar a la identidad real de una persona.
Hemos ido explicando en varias ocasiones cómo se forma esa huella digital y hasta qué nivel de detalle puede perfilarse a una persona en función de los datos personales sobre ella que haya disponibles, más todos los datos que se recogen a nivel técnico de los dispositivos que se usan. La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) dice precisamente en un informe sobre la huella digital que perfilar a una persona hasta el punto de que se pueda identificar a partir de su actividad en Internet o los datos de sus dispositivos con técnicas de ‘fingerprinting’ puede ser “legítimo” para usar “mecanismos de autenticación de factor múltiple”, por ejemplo. O sea, para identificarnos.
Estos datos técnicos son los que llevan a identificar a una persona que se camufla tras un pseudónimo. Un ejemplo reciente es el polémico caso del activista francés al que la Europol pudo detener gracias a los datos que obligó a entregar al proveedor de correo Protonmail. Este servicio se considera respetuoso con la privacidad de las personas, pero bajo un requerimiento judicial, está obligado a entregar cierta información. En este caso, fue la dirección IP, que ubica aproximadamente a una persona. De ahí que en situaciones complejas en las que se necesita una capa de anonimato más potente se recomiende usar herramientas especializadas como Tor.
A más datos, menos posibilidad de mantener el anonimato (o el pseudonimato)
¿Cuál sería la única solución para no tener que entregar datos sobre un usuario? No recogerlos. Justo al contrario de lo que parece proponer Elon Musk con su promesa de “autenticar a todos los humanos reales”. Especialmente, teniendo en cuenta las complicaciones a las que ya se enfrentan otras grandes plataformas como Facebook e Instagram (de Meta) o Google para verificar la identidad y la edad de la gente de una forma estándar.
De ahí que cada cierto tiempo el anonimato en la red vuelva a la agenda política: hay partidos que buscan prohibirlo para poder identificar siempre de forma sencilla a delincuentes que operan online o a personas que difunden discurso de odio en las plataformas, por ejemplo. "Hay que perseguir el crimen pero lo que no se puede hacer para perseguir el crimen es perseguir el anonimato", aseguraba en Twitch el abogado Javier de la Cueva, especializado en tecnologías de la información y anonimato en Internet.
Fuente: Maldita Tecnologia
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