viernes, 30 de agosto de 2019

El origen del meme viral del gato y la mujer

El meme de la mujer gritándole a un gato sentado en la mesa está en camino de convertirse en uno de los más populares de 2019 . Los usuarios de distintas redes sociales han compartido la imagen con un texto que describe situaciones comunes que muchos han vivido.

En todas ellas una mujer llorando le reclama a un minino blanco que parece sorprendido por la situación, mientras una amiga intenta darle consuelo. Cada escena pertenece a dos situaciones diferentes y si no fuera por el meme, las mujeres y el felino probablemente nunca hubieran estado juntos.

Una de las dos imágenes que aparecen pertenece a la serie de telerrealidad "The Real Housewives of Beverly Hills", donde se da seguimiento a la vida de mujeres ricas de Los Ángeles, California. Taylor Armstrong y Kyle Richards, tía de Paris Hilton, son dos de las mujeres que aparecen en ese programa y quienes protagonizan la escena del meme.

En el episodio 14 de la segunda temporada de "The Real Housewives of Beverly Hills", emitido en 2011, Taylor Armstrong lloró durante una discusión y su colega Kyle Richards la intentó tranquilizarla. Ese momento fue incluido por el periódico británico Daily Mail en un texto sobre el capítulo.

La segunda foto está protagonizada por un gato blanco detrás de un plato con ensalada en lo que parece una mesa de restaurante. La fotografía fue tomada por Miranda y Zach Raymond, sus cuidadores. De hecho es la primera publicación en la cuenta de Instagram Smudge Table Cat, dedicada a este minino donde se le ve disgustado por comer vegetales o dormido en algún sillón, quien tiene más de 400,000 seguidores.

El famoso gato es de raza angora y vive en Ottawa, Canadá, con sus papás Miranda y Zach Raymond, quienes se dedican a tomarle fotos. El meme donde aparece comenzó a circular por redes sociales desde junio de este año, pero antes ya habían comenzado a juntar las fotos en una publicación.

El 1º de mayo la usuaria de Twitter @MISSINGEGIRL publicó ambas imágenes juntas y dijo "estas fotos juntas me están haciendo perder la cabeza", pero todavía no estaban unidas en un solo montaje y tampoco tenía texto. Al día siguiente un tuitero unió las fotos y las publicó, sin embargo, seguía faltando el mensaje que detonó el meme.

Pasó casi un mes para que se otro persona publicara en Twitter el meme con todos los elementos con los que se hizo famoso: las imágenes unidas en un collage y el texto que siempre comienza con la frase "me dijiste que…" seguido de una expectativa y el gato contesta a todas las reclamaciones.

El meme se ha vuelto tan popular que hasta el ex presidente Vicente Fox Quesada lo utilizó en una publicación reciente en su cuenta de Twitter, pero en lugar de la cara del gato puso la del actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador.

La fama del gato ha llegado a tanto que ya sacaron productos con el famoso rostro del minino, hay desde stickers, tazas y playeras. Los usuarios se han encariñado con el animal que han hecho dibujos donde él es el protagonista.

Fuente: Infobae

jueves, 29 de agosto de 2019

Spotify, el Gran Hermano musical

La música es emocional y, por lo tanto, lo que escuchamos a menudo indica algo profundamente personal y privado. Esto quiere decir que las plataformas de reproducción de música ocupan en la actualidad una posición única dentro de la economía de plataforma en general: poseen un caudal de información relacionada con nuestros estados emocionales, nuestros estados anímicos y nuestros sentimientos. Se trata de un acceso sin precedentes a nuestras vidas interiores, que se disimula tras una dudosa ilusión de privacidad. Por ejemplo, cuando un usuario selecciona una sesión para “escuchar en privado”, el efecto que genera hace que sienta que se trata de una relación unidireccional entre la persona y la máquina. Lógicamente, esa personalización de su producto es la manera con la que Spotify engatusa a los usuarios, pero por lo que parece, en un acto que a estas alturas ya no debería sorprender a nadie, Spotify ha estado vendiendo a empresas multinacionales el acceso a esos datos de escucha.

Mientras que otras plataformas tienen que realizar una mayor inversión para reconstruir el perfil emocional de los usuarios, Spotify consigue agilizar el proceso proponiendo casillas que los usuarios pueden marcar para indicar cuál es su estado de ánimo: Éxitos felices, Empujón de ánimo, Ritmos de furia, La vida es una mierda. Todos los anteriores son ejemplos de lo que se puede ver en la página de inicio de Spotify bajo la categoría “estado de ánimo”, que contiene en la actualidad 85 playlists [listas de reproducción]. Si necesitas un empujón por la mañana, ahí tienes Levántate feliz, Un día perfecto o Listo para empezar el día. Si te sientes alicaído, ahí están Me siento abatido, Onda triste, Bajo de ánimo, Separarse, Ritmos tristes, Indie triste y Demoledor. Si estás de luto, tienes hasta Superar la pérdida, con el eslogan: “Si alguien a quien amas se vuelve un recuerdo, consuélate con estas canciones”.

Con el paso de los años, los servicios de reproducción musical han insistido en la narrativa de unas listas de reproducción basadas en estados de ánimo y han sugerido, con un marketing agresivo, que el auge de la escucha basada en estados de ánimo y actividades era un servicio que prestaban por igual a los oyentes y a los artistas (una forma de ayudar a los usuarios a navegar por una variedad infinita y abrirse camino en una gigantesca biblioteca de cuarenta millones de canciones). Es un arma muy poderosa de la mitología, elaborada por la propia industria, que rodea a la denominada revolución del streaming: que las plataformas celebren esa grandiosa recontextualización de la música en listas de reproducción basadas en estados de ánimo como si fuera un motor de descubrimiento. En la actualidad, Spotify está inmersa en una campaña que se centra en los estados de ánimo (el eslogan de la compañía en Twitter es “Música para todos los estados de ánimo”) que viene acompañada de su propia campaña de influencers.

Pero una minuciosa ojeada al historial de Spotify demuestra que la decisión de delimitar al público según sus estados de ánimo formó siempre parte de una apuesta estratégica por aumentar el negocio publicitario de Spotify en los años anteriores a su OPV y, hoy en día, el acceso desmesurado que tiene Spotify a unos datos basados en estados de ánimo es uno de los pilares del valor que tiene ante las marcas y los anunciantes, puesto que les permite segmentar los anuncios en Spotify según los estados de ánimo y las emociones. Además, desde 2016, Spotify comparte estos datos anímicos directamente con las empresas de marketing y publicidad más grandes del mundo.

Streaming inteligente vigilante

En 2015, Spotify comenzó a intentar convencer a los anunciantes de los beneficios que otorgaba anunciarse en base a estados de ánimo, momentos y actividades en lugar de géneros. Eso sucedió un año después de que Spotify adquiriera la empresa de “inteligencia musical” Echo Nest. En conjunto, comenzaron a analizar los 1.500 millones de listas creadas por los usuarios que estaban en manos de Spotify. Estudiar esas listas de reproducción permitió a Spotify analizar en profundidad los contextos en los que se producía la escucha en su plataforma. Y en ese sentido, más o menos en el mismo momento en que Spotify se dio cuenta de que albergaba 400 mil listas para barbacoa generadas por usuarios, Brian Benedik, el por entonces vicepresidente de publicidad y asociaciones para Norteamérica de Spotify, señaló en una entrevista con Ad Age que la empresa se centraría en los estados de ánimo para intentar desarrollar su maquinaria publicitaria: “Esto no es algo que se lanza así sin más”, afirmó Benedik, “Es una evolución estratégica del negocio publicitario de Spotify”. El 1 de mayo de 2015, los anunciantes ya podían dirigir sus anuncios hacia los usuarios del servicio gratuito con interrupciones publicitarias basándose en actividades y estados de ánimo: “Las categorías anímicas como feliz, tranquilo y triste permitirán que una marca como Coca-Cola emita su campaña “Destapa la felicidad” cuando la gente esté escuchando música estimulante”, explicaba el artículo de Ad Age.

Cuatro años después, Spotify es el servicio de streaming mediante suscripción más grande del mundo, y cuenta con 207 millones de usuarios en 79 países diferentes. Y al haber crecido Spotify, su maquinaria publicitaria ha explotado. De esos 207 millones de usuarios, Spotify afirma que 96 millones son suscriptores, lo que significa que 111 millones de usuarios dependen de la versión con anuncios incrustados. Los ejecutivos de marketing más importantes de Spotify han declarado que el objetivo de la compañía es “decididamente” ser el tercer actor más importante en el mercado de los anuncios digitales, detrás de Google y Facebook. En ese sentido, desde 2015, el uso estratégico de la segmentación basada en emociones y estados de ánimo no ha hecho sino afianzarse cada vez más en su modelo de negocio.

“En Spotify tenemos una relación personal con más de 191 millones de personas que nos enseñan sus verdaderas caras sin filtro alguno”, se puede leer en una presentación publicitaria actual. “Eso genera un montón de interacción auténtica con nuestro público: miles de millones de puntos de datos cada día en múltiples dispositivos. Estos datos alimentan la inteligencia de reproducción de Spotify, “nuestra arma secreta que aporta a las marcas la ventaja para que puedan ser relevantes en los momentos a tiempo real”. En otro argumentario orientado a las marcas declaran: “¿Lo más emocionante de todo esto? Esta nueva investigación está comenzando a revelar cuáles son los comportamientos fuera de internet de la generación streaming a través de sus hábitos de streaming”.

Hoy en día, Spotify Ad Studio, un portal de autoservicio que automatiza el proceso de compra de anuncios, promete dar acceso a “conjuntos de datos abundantes y estructurados”, que permitirán a las marcas dirigir sus anuncios de manera instantánea utilizando categorías anímicas y de actividad como por ejemplo Chill-out, De camino al trabajo, Cena, Concentración/Estudio, Noche de chicas y mucho más. Y en toda la página de Spotify for Brands [Spotify para marcas] hay repartidos un número de “estudios” e “informes estratégicos” relacionados con investigaciones que Spotify ha llevado a cabo sobre los hábitos de streaming: “Eres lo que reproduces”, repiten una y otra vez.

En un estudio de 2017 titulado Comprender a la gente a través de la música, edición milenial, Spotify (con la ayuda de la “empresa de marketing juvenil e investigación milenial” Ypulse) se propuso ayudar a los anunciantes para que pudieran apuntar mejor a los usuarios milenial basándose precisamente en el estado de ánimo, la emoción y la actividad. Spotify explica que “al contrario que las generaciones anteriores, los milenials no son fieles a ningún género musical en particular”. Spotify combina esto con una mayor reticencia hacia las etiquetas y hacia lo binario, y señala el creciente número de individuos que se identifica como género fluido y la creciente población de milenials que no posee trabajos tradicionales (que atribuye a preferencias del consumidor). “Esto complica la meticulosa segmentación de mercado que utilizan los comerciantes”, se compadece Spotify.

Para el estudio, también realizaron 600 entrevistas en profundidad del estilo “un día en la vida”, que registraron como “diarios de conducta”. Se realizó una vigilancia de todos los participantes, de acuerdo con sus características demográficas, el uso que hacían de la plataforma, su comportamiento en relación con las listas de reproducción, la utilización que hacían de las funciones y sus gustos musicales (y en Estados Unidos, donde la privacidad se toma menos en serio), Spotify e Ypulse emparejaron los datos de streaming que poseía Spotify con la información adicional de terceras partes sobre “intereses generales, estilo de vida y hábitos de compra”.

El resultado es un nodo interactivo en la página de Spotify for Brands en el que se detallan siete diferentes “momentos clave para reproducir audios que los comerciantes pueden explotar”, incluidos Trabajando, Descansando, Cocinando, Tareas, Jugando, Ejercicio, Fiesta y Conduciendo. De forma diligente, Spotify también resume las recomendaciones sobre cómo usar esta información para vender mierda, junto con algunas historias de éxito como las de Dunkin’ Donuts, Snickers, Gatorade, Wild Turkey y BMW.

Lo más sorprendente de todo es que, para cada uno de estos “momentos”, existe una trayectoria animada que escenifica el típico “viaje emocional”, que afirma poder predecir los diversos estados emocionales que experimentarán los usuarios al escuchar una playlist concreta. Por ejemplo, los oyentes que estén “trabajando”, serán más susceptibles de comenzar sintiéndose presionados y estresados, antes de pasar a estar energéticos y concentrados y terminar sintiéndose bien y realizados al final de la cola de reproducción. Si escuchan la música mientras hacen las tareas, el estudio afirma saber que comenzarán sintiéndose estresados y vagos, luego pasarán a motivados y entretenidos y terminarán sintiéndose también bien y realizados.

En el mundo de Spotify, la información sobre los hábitos de escucha se ha convertido en el combustible que alimenta una maquinaria de medición rentabilizable, que infla los números para atraer a los anunciantes hacia la plataforma. En un entorno de escucha que funciona con datos, la materia prima ya no es la música, la materia prima es la escucha, la materia prima son los usuarios y sus estados de ánimo, la materia prima son los hábitos de escucha en tanto que datos de conducta. De hecho, lo que Spotify llama “inteligencia de streaming” debería entenderse como vigilancia de los usuarios para alimentar su propio crecimiento y capacidad para vender a las marcas datos sobre estados de ánimo y momentos.

Un leviatán de anuncios

El potencial que tiene la música para proporcionar datos relacionados con los estados de ánimo se estudia desde hace ya tiempo. En 1990, el Journal of Marketing publicó un artículo titulado “Música, estados de ánimo y marketing”, que analizaba parte de esta historia, aunque lamentaba cómo “a pesar de ser una destacada herramienta de promoción, los profesionales del marketing no comprenden ni controlan bien la música”. El texto resumía cómo “los vendedores dependen de los músicos de manera precaria para obtener información sobre la selección o composición de la música “adecuada” para determinadas situaciones”. Esta visión de la música como un medio engorroso para los fines de un vendedor es absurda, aunque también lo es la lógica que domina la actual era de plataformas musicales algorítmicas. Como cabía esperar, el objetivo de este artículo de 1990 era superar los retos que se les presentaban a los profesionales del marketing y buscar nuevas maneras de extraer valor de la música más allá del control de los propios músicos: y estudiar los “efectos sobre la conducta” que tiene la música, “haciendo especial hincapié en el expresionismo emocional de la música y el papel que tiene a la hora de influir en los estados de ánimo”, para poder crear nuevas formas de poder y control.

Hoy en día, los anunciantes solicitan más que nunca datos relacionados con los estados de ánimo, para que alimenten al menos parcialmente la segmentación publicitaria automática y personalizada. En 2016, el holding más grande del mundo de agencias de publicidad y RRPP, WPP, anunció que había firmado un acuerdo plurianual con Spotify, mediante el cual se otorgaba al conglomerado un acceso sin precedentes precisamente a la información sobre estados de ánimo de Spotify. La alianza con WPP, como queda patente, formaba parte del plan de Spotify para incrementar su negocio publicitario antes de la OPV.

WPP es la sociedad matriz de varias de las empresas más antiguas y más grandes de publicidad, RRPP y consultorías de marca del mundo, incluidas Ogilvy, Grey Global Group y al menos 18 más. En su cartera, WPP posee empresas que trabajan con numerosas megacorporaciones y conocidísimas marcas, y ayudan a promocionar de todo, desde coches, Coca-Cola y KFC hasta bebidas alcohólicas, bancos y Burger King. Con el paso de las décadas, estas empresas han trabajado en campañas que abarcan desde Merrill Lynch y las patatas fritas Lay’s, hasta Colgate-Palmolive y Ford. Asimismo, en la cartera de WPP también hay empresas tecnológicas que afirman ser expertas en ventas publicitarias basadas en la automatización y la personalización; y ahora todas ellas se beneficiarán de la información sobre estados de ánimo que posee Spotify.

El anuncio en 2016 de la alianza mundial entre WPP y Spotify en cuanto a “datos, conocimiento, creatividad, innovación, soluciones programáticas y nuevos mercados en crecimiento” habla por sí sola:

WPP cuenta ahora con las preferencias y hábitos de escucha de los 100 millones de usuarios de Spotify en 60 países. El acuerdo plurianual proporciona un valor diferenciador a WPP y a sus clientes al aprovecharse del conocimiento sobre la conexión que existe entre la música y los estados de ánimo y actividades del público. Se ha demostrado que los atributos musicales como el ritmo y la energía son altamente relevantes a la hora de predecir el estado de ánimo, lo que permite a los anunciantes comprender a su público mediante una nueva dimensión emocional.

Más aún, las agencias de publicidad propiedad de WPP podrán ahora acceder a la “Plataforma de gestión de datos Wunderman Zipline®” y acceder directamente al “estado de ánimo, a los hábitos de escucha y el uso que hacen de las playlists, a la actividad y a la ubicación” de los usuarios de Spotify. Potencialmente, también harán uso de “los datos de Spotify sobre cómo emplean los dispositivos conectados”, mientras que la empresa propiedad de WPP, GroupM, mantendrá el acceso específico a “una inyección exclusiva de datos de Spotify” en una plataforma propia que ha elaborado para crear anuncios corporativos segmentados. De acuerdo con el anuncio, las empresas de WPP también servirán como socios de lanzamiento para los nuevos tipos de publicidad y los nuevos mercados que presente Spotify, al tiempo que proporcionarán “visibilidad sobre la planificación de productos de Spotify y acceso a las pruebas beta”.

Cuando se anunció la colaboración, Anas Ghazi, la por entonces directora gerente de alianzas globales de la Data Alliance de WPP, indicó que todas las agencias de WPP podrían “utilizar esta información… Si piensas en cómo la música condiciona tu actividad y tus pensamientos, esta es una maniobra nueva y única para que podamos encontrar públicos. El estado de ánimo y los momentos son los nuevos métodos para comprender al público”. Y Harvey Goldhersz, el por entonces CEO de GroupM Data & Analytics, salivó: “El conocimiento que desarrollaremos a partir de los datos de conducta de Spotify ayudarán a nuestros clientes a conseguir una ventaja material en el mercado, y les ayudará a emitir anuncios que correspondan con el estado de ánimo del consumidor y con el tipo de dispositivo utilizado”.

Sinergias en curso

Aunque el acuerdo se anunció a través de la WPP Data Alliance, si ahora se visita la página de esa organización en particular, esta redirige de nuevo a la página principal de WPP, probablemente como consecuencia de una reestructuración corporativa que WPP llevó a cabo a lo largo del año pasado. Actualmente, la única prueba pública de la relación entre WPP y Spotify figura en la empresa de datos e información Kantar, propiedad de WPP, que WPP describe como la “empresa líder mundial en datos, información y consultoría de marketing”.

¿Qué podría estar haciendo Kantar con esta información de usuario? La actual presentación de vídeo que aparece en su página web es útil al respecto: afirma ser la primera agencia en utilizar “reconocimiento facial para probar los anuncios”, y declara estar explorando nuevas tecnologías que van “desde los biodatos, la biométrica y la asistencia sanitaria hasta capturar los sentimientos humanos e incluso las intenciones de voto mediante el análisis de las redes sociales”. Y, finalmente, admite que “al aprovechar los macrodatos, la inteligencia artificial y la analítica… podrán predecir las actitudes y los comportamientos”.

Cuando les contactamos para saber si la relación entre Kantar y Spotify había cambiado desde el anuncio inicial de 2016, Kantar envió a The Baffler el siguiente comunicado:

La colaboración de 2016 con Spotify supuso el primer capítulo de muchas colaboraciones y ha seguido evolucionando para satisfacer las necesidades dinámicas de nuestros clientes y del mercado. Spotify sigue siendo un valioso socio de amplia iniciativa y de Kantar mediante sinergias en curso.

Solo un año después del anuncio de la alianza, en 2017, Spotify confirmó de nuevo su deseo de establecer relaciones directas con las agencias de publicidad más grandes del mundo al contratar a dos ejecutivos de WPP: Angela Solk, actualmente directora mundial de alianzas con agencias, cuyo trabajo en Spotify incluye enseñar a WPP y a otras agencias cómo sacar provecho de los datos de primera mano que posee Spotify. (En el primer año de Solk con Spotify, ayudó a crear la campaña Smirnoff Equalizer; en una entrevista que concedió en 2018, reflexionaba sobre la “belleza” de esa campaña de contenido de marca y la capacidad de Spotify para obtener información sobre los oyentes y convertirla en “parte del ADN de Smirnoff”). Spotify también contrató a Craig Weingarten como director de industria, automoción. En la actualidad, Weingarten dirige el equipo de ventas de anuncios para la industria del motor de Spotify, con sede en Detroit.

Según su propio relato mediático, Spotify ofrece a las marcas un acceso a los datos que las otras plataformas de la competencia no ofrecen, y se ha ganado la reputación de estar más que dispuesta a compartir sus datos de primera mano. En los congresos de publicidad y en los anuncios en prensa, el destacado ejecutivo publicitario Marco Bertozzi ha hecho hincapié en cómo Spotify espera compartir ampliamente los datos que obtienen de primera mano, y ha llegado incluso a confesar: “Cuando otros jardines cercados responden no a las preguntas sobre datos… nosotros respondemos sí”. (Bertozzi fue también el cerebro que estuvo detrás de una campaña interna de Spotify etiquetada de forma adorable como “#LoveAds”, cuyo objetivo era combatir el creciente desagrado de la sociedad hacia la publicidad digital. #LoveAds comenzó como un mantra del equipo de publicidad, pero como Bertozzi explicó con orgullo a finales de 2018, “#LoveAds se volvió un movimiento dentro de la empresa”).

Spotify ha invertido un gran cantidad de energía en la destreza de su equipo publicitario con respecto a las diferentes opciones de publicidad que existen en todos los dispositivos (probablemente por la inminente ubicuidad de Spotify en el coche y en el denominado “hogar inteligente”), así como en la “publicidad programática” o, lo que es lo mismo, la publicidad segmentada que se vende a través de un proceso automático, que por lo general sucede en cuestión de milisegundos (Spotify pretende ser el principal vendedor de este tipo de publicidad en el ámbito de audio). Y también está la plataforma de autoservicio, las ventas directas del inventario, el mercado privado de Spotify (un inventario al que se accede solo mediante invitación para anunciantes selectos), las ofertas programáticas garantizadas (un volumen garantizado de impresiones a un precio fijo), etc. La lista de términos de la jerga publicitaria podría continuar hasta el infinito.

Intentar mantener un control de los productos publicitarios y alianzas de Spotify es abrumador, pero lo que queda claro es que el revuelo que rodea a estas alianzas se ha centrado por lo general en los datos relacionados con los “estados de ánimo y momentos” que Spotify ofrece a las marcas, por no mencionar la afición de la empresa a permitir que las marcas combinen sus propios datos con los de Spotify. En 2017, el ejecutivo de Spotify Brian Benedik declaró en The Drum que el acceso de Spotify a los hábitos de escucha y a los datos de primera mano es “una de las razones de que algunas de estas marcas multinacionales como Samsung, Heineken, Microsoft y Procter and Gamble estén trabajando con nosotros de una manera mucho más cercana que nunca… eso ni lo ven ni lo obtienen de ninguna otra plataforma del mercado”. Y parece que las cosas solo irán a peor. Julie Clark, la directora mundial de ventas automatizadas, confirmó a principios de año en una entrevista que sus prestaciones de segmentación estaban aumentando: “También hay datos de primera mano más profundos que pronto estarán disponibles”.

Mejorar el estado anímico

Hace poco realicé un experimento en Spotify relacionado con los estados de ánimo. Creé una nueva cuenta y solo escuché la playlist “Superar una pérdida” en bucle durante varios días. Presté especial atención a los anuncios que me presentó Spotify y, aunque no estoy segura de que escuchar la lista “Superar una pérdida” fuera el motivo de que recibiera un anuncio singularmente nostálgico de Home Depot sobre cómo las alfombras tienen memoria, o un anuncio de un nuevo álbum especialmente angustioso llamado Entre el caos, saber hasta qué punto Spotify vincula estados de ánimo y emociones con anuncios publicitarios hace que esto parezca posible. Lo que sí está claro es que durante el tiempo que pasé escuchando en exclusiva canciones para superar el duelo, Spotify no paró de recomendarme que mejorara mi humor. Con el título de “Otros del estilo Superar la pérdida…” me recomendó playlists con la temática del Día del padre y del Día de la madre, y listas llamadas “Sensación de calidez”, “Banda sonora de canciones de amor”, “canciones de amor de los 90”, “Baladas de amor” y “Éxitos acústicos”. Evidentemente Spotify no quería que me abandonara a la pena, sino que quería que mi humor mejorara, quería que estuviera feliz.

Eso pasa porque Spotify quiere sobre todo que la vean como una plataforma que mejora el estado de ánimo. En los blogs de Spotify for Brands, la empresa enfatiza constantemente de qué manera su plataforma se distingue de otros reproductores de contenido digital, sobre todo porque ofrece a los anunciantes la oportunidad de llegar a los usuarios a través de un medio que muchos consideran un “estimulante positivo”: un medio al que acuden para “que la música les ayude a superar esos momentos menos deseables del día, mejorar los más positivos e incluso descubrir nuevas cosas sobre su personalidad”, afirma Spotify.

“Somos bastante únicos en el sentido de que poseemos las orejas de la gente… si eso se combina con los datos psicográficos que tenemos, eso se vuelve algo muy poderoso para las marcas”, afirmó en 2015 Jana Jakovljevic, que por entonces era la directora de soluciones programáticas y que ahora trabaja para la empresa de tecnología publicitaria de inteligencia artificial Cognitiv, que afirma ser “la primera tecnología de red neuronal que descubre patrones en los hábitos de consumo” y utiliza el “aprendizaje profundo” para predecir lo que harán los consumidores y dirigirse a ellos.

El hecho de que la experiencia acumulada en Spotify pueda preparar a alguien para emprender semejante reorientación profesional merece cierta reflexión, aunque lo más interesante es que Jakovljevic añadió que Spotify estaba utilizando estos datos de muchas maneras, entre ellas para determinar exactamente qué tipo de música recomendar, algo que merece la pena recordar: los datos que se utilizan para vender anuncios en la plataforma son también los datos que alimentan las recomendaciones. La plataforma puede recomendar música que contente a los anunciantes y prometerles, al mismo tiempo, un espacio publicitario que mejore el estado de ánimo. El problema no es que Spotify monitorice y mine los datos de nuestros hábitos de escucha para luego utilizar sus “segmentos de público” como moneda de cambio, sino que utiliza las recomendaciones para crear entornos más aptos para los anunciantes y que manipula los futuros hábitos de escucha en la plataforma.

Para atraer a los anunciantes, Spotify también celebra su posición como experiencia en segundo plano y destaca en particular cómo esto puede beneficiar a los anunciantes y a las marcas. Jorge Espinel, que fue durante cinco años director de desarrollo de negocios mundial en Spotify, dijo una vez en una entrevista: “Nos encanta ser una experiencia en segundo plano. Estás compitiendo por la atención del consumidor. Todo el mundo está luchando por estar en primer plano. Nosotros somos capaces de luchar por el segundo plano. Y en verdad nadie lo hace. Estás con tu correo, tus redes sociales, etc.”. En otras palabras, les conviene mucho más a los anunciantes que Spotify siga siendo una experiencia en segundo plano.

Cuando una plataforma como Spotify intenta convencer a los anunciantes con su experiencia en segundo plano que mejora el estado de ánimo, y luego cocina estos objetivos para servir lo que recomienda a los oyentes, es fácil observar una retorcida forma de manipular la conducta. Está directamente relacionada con lo que Shoshana Zuboff, en La era del capitalismo vigilante: La lucha por un futuro humano en la nueva frontera de poder, denomina el “mercado de futuros conductuales”, según el cual “numerosas empresas están deseando apostar sobre nuestro comportamiento futuro”.

De hecho, Spotify no solo pretende monitorizar y minar nuestro estado de ánimo, sino también manipular nuestro comportamiento futuro. “Lo que realmente nos gustaría hacer en última instancia es predecir el comportamiento de la gente a través de la música”, declaró en 2017 Les Hollander, el director mundial de monetización de audios y podcasts. “Sabemos que si estás escuchando tus playlist de chill-out por la mañana, puede que estés haciendo yoga, o puede que estés meditando… así que te presentaremos un anuncio contextualmente relevante con información, tono y ritmo aptos para ese momento en particular”. ¡Todo muy Zen!

El uso que hace Spotify de su información sobre estados de ánimo y emociones como moneda de cambio en el mercado general de datos debería considerarse de forma más amplia en el contexto de la fiebre de la industria tecnológica por cuantificar nuestras emociones. Existe una pujante industria alrededor de la tecnología que afirma que mina nuestros estados emocionales para alimentar proyectos de IA, como por ejemplo las empresas de coches que afirman que pueden utilizar el reconocimiento facial para leer nuestro estado de ánimo y evitarnos riesgos en la carretera; o las patentes de Facebook sobre software de reconocimiento facial; o las desconcertantes tecnologías como Affectiva, que afirman estar desarrollando una industria que gira en torno a la “IA emotiva” y los procesos de “computación afectiva” que miden las emociones humanas.

Está por ver cómo aprovechará Spotify esas tecnologías para conservar su reputación de ser una plataforma que mejora el estado de ánimo. Aun así deberíamos admitir que es bueno que Spotify manipule en la plataforma las emociones de la gente hacia sentimientos de calma, satisfacción y felicidad. Lógicamente, esto tiene consecuencias enormes para la música, pero ¿qué representa eso para las noticias, la política y la cultura en general, cuando la plataforma desempeñará un papel mucho más determinante a la hora de mediar en todo lo anterior, sobre todo a medida que crece el trabajo que hacen con los podcasts?

En el blog de Spotify for Brands, el gigante de streaming explica que sus investigaciones demuestran que los milenials están cansados de la mayoría de las redes sociales y plataformas de noticias, y sienten que estos medios les afectan de manera negativa. Spotify es una solución para las marcas, explica, porque es una plataforma a la que la gente acude para sentirse bien. Como es lógico, al enfocarlo de esta manera, Spotify omite de forma conveniente por qué esas otras formas de difusión no sientan nada bien: porque son plataformas que dan prioridad a su propio producto y beneficio por encima de todo, porque son plataformas regidas por nada más que la tecnología vigilante y la maquinaria publicitaria.

Imagen: galeria.dibujos.net

Fuente: ctxt.es

miércoles, 28 de agosto de 2019

Sociólogos frente al mundo nuevo

¿A qué se dedica la sociología de este presente complejo? El cambio permanente de esta era obliga a ciencias y disciplinas a buscar respuestas para los interrogantes que se multiplican y transforman demasiado rápido. Con mucha menos adrenalina, en 1987, Anthony Giddens y Jonathan Turner compilaron el clásico La teoría social hoy en el que pretendían responder a los desafíos que ese entonces les presentaba a la sociología. Es un conjunto de ideas clave para entender el mundo previo a la caída del Muro de Berlín en el que no hay mujeres y todas las firmas eran de hombres blancos ensayistas de los países centrales. Más de treinta años después, tres sociólogos destacados publican un libro que, aunque no lo admitan, le presenta batalla a ese clásico académico ya desde el nombre. Se llama La teoría social ahora (Siglo Veintiuno), ya fue publicado en Estados Unidos y sus editores son el argentino Claudio Benzecry y los estadounidenses Monika Krause e Isaac Ariail Reed.

Benzecry, profesor en la Northwestern University, estuvo en Buenos Aires presentando este libro que trata de poner a la sociología a la altura de los desafíos del más dinámico presente. “Hicimos el libro en tres años, hay autores mujeres y de varios lugares del mundo. También hay temáticas variadas desde feminismo hasta poscolonialismo, Estados Unidos como imperio, la tensión con Europa. El libro de Giddens y Turner no resuelve estas tensiones, no hay una conversación entre los autores. Nosotros tenemos un capítulo con un mundo descentrado desde una perspectiva de 1500 años donde lo que siempre estuvo en el centro fue el Océano Pacífico y China. Los autores de nuestro libro son profesores de buenas universidades de Estados Unidos y de Europa, pero, por sobre todas las cosas, especialistas en ciertas áreas, y era decir, ‘no es la selección de los que les fue bien, sino la selección de gente muy específica en cada área’. Hay una cosa mucho más de promover una conversación entre teoría social y teoría sociológica, de pensar como lo global y lo transatlántico a la hora de pensar la generación de teoría, y hay algo de hacerse cargo de que no puede ser este mundo insular de torre de marfil de señores blancos”.


–¿Qué lugar tiene hoy el sociólogo en Estados Unidos? ¿Qué tan visible es?

–Hay una idea de lo público muy distinta de la que estamos acostumbrados en la Argentina y de la europea, en el sentido de que nunca se llama al sociólogo para que dé alguna clave de lectura de la sociedad. Entonces, surge mucha gente que quiere incidir en un campo ampliado de lectura, y que acepta las reglas de la no ficción literaria. Matt Desmond (sociólogo de Princeton), escribió un libro que se llama Desalojado (Evicted), con el que ganó el premio Pulitzer, el Premio Nacional de ensayo y fue un bestséller sociológico. Pero lo lees y no hay nada de sociología, está todo centrado en las narrativas personales y la estructura social aparece en las notas al pie. Cuando se usa este libro para enseñar sociología a los alumnos que recién empiezan, ellos te dicen: “En esta parte del libro hay una señora a la que le dan estampillas para programas de comida y se la patina en una torta y en un pavo, al final son todos una mierda”. Y vos decís, el libro quiere comunicar que dado lo ilógico, lo irracional en que eso se administra, es mucho más lógico que la persona se lo reviente en un gasto, porque realmente no sirve para nada, pero el libro falla en comunicarlo, y parte de lo que falla es la lógica de que, si salís de los argumentos complejos, abandonás la sociología.

–¿Y qué modelo es el que perdura?

–La sociología estadounidense tiene esa impronta tan empiricista que dice cosas como: “Tenemos que asegurarnos que las madres consigan leche a los dos años de edad de sus hijos”. Y uno dice ok porque un estudio cuantitativo señala que el 7% de los chicos que a los dos años tomaron más leche les va mejor en la vida que a los que no tomaron…”. Uno ve que se olvidan de escribir la parte donde aparecen las cosas sociológicas obvias, la estructura social, el trabajo invisible detrás de casi todo, las convenciones, etcétera.

–También vemos que hay cierta hibridación académica. Se toman herramientas de otras disciplinas, y después ya no se sabe muy bien qué es la sociología ni la antropología, ni la historia. Los cruces son siempre interesantes pero a veces terminan disolviendo el punto de análisis inicial.

–Sí. Nosotros decíamos:“¿Cuál es la conversación ahora, de qué manera sigue siendo una conversación sociológica”. ¿No? hay que pensar cosas que estuvieron fuera del canon, y que de repente son préstamos de otras disciplinas, pero hay una cosa de disciplina. De ese modo, en el libro, algunos capítulos van a tomar vida propia y van a arrastrar el libro para una lectura general. En contrapartida, hoy se lee muy poco del libro de Giddens y Turner.

–¿Cómo ves desde afuera el desarrollo de la sociología argentina?

–Lo veo en particular en mi papel de editor de una colección en Siglo Veintiuno. Me parece que se vive un gran momento, el de la post reapertura del Conicet, el del descentramiento de la UBA hacia otras universidades públicas, privadas, de los centros de estudio y las universidades del conurbano, que produjeron una riqueza intelectual importante. Acá no hay sociólogos muy grandes de edad, no hay que esperar a crecer tanto como para competir con los padres fundadores. Está Maristella Svampa, Lucas Rubinich, Gabriel Kessler. Tenés gente más joven como Arel Wilkis, el decano de IDAES; Alejandro Dujovne, director de la maestría de Sociología de la cultura de UNSAM; Mariana Lluzi; Gabriel Vommaro; Mariana Heredia; Mariana Genet; entre muchos otros. Aquí, a diferencia de Estados Unidos, se siguen haciendo grandes preguntas. Por qué la desigualdad, por qué el peronismo, por qué la inflación, por qué las elites; son preguntas sobre la modernidad argentina. Muchos de ellos se formaron en Francia, Estados Unidos, Brasil y volvieron y formaron sociólogos acá. Entonces, a mí me parece que es un momento excepcional.

–¿Qué entendés hoy por Sociología de la cultura? ¿No se volvió un paraguas demasiado amplio para abarcar muchas temáticas?

–En Estados Unidos, las dos secciones más grandes de la Asociación Americana de Sociología son: la de género –que también es una especie de paraguas que cubre muchas temáticas que estudian mujeres– y la otra es cultura. Porque tenés gente que hace producción cultural, sociología de la cultura, arte, etcétera. Después hay gente que lo que piensa es que los sentidos y las representaciones se organizan en acción social, que es como una Cultura (con mayúscula). Y tenés gente, sí, que lo que quiere ver son repertorios culturales en acción, creo que en parte crecieron porque nunca se dijo qué eran. En Estados Unidos, hubo un primer momento en que esos repertorios eran contextos, organizaciones, instituciones, la estratificación explica la producción cultural, después hubo un momento más complejo y más interesante cuando entró la tradición bourdiana, digo, la idea de la cultura como reflejo ya había desaparecido igual, pero refracción, y no todo en redes de colaboración, horizontal dónde está la competencia, el antagonismo. Después, vino Jeffrey Alexander y dijo: “¡No! Lo que hay que hacer no es sociología de la cultura, sino sociología cultural.” Con la idea esta de que el sentido organiza, la acción social es la más importante. Y ahora creo que estamos en un momento en el que de a poco salen investigaciones más ricas que lo que hacen es decir, viste, la cultura con c minúscula, ¿no? Pero hay algo de no haber especificado qué es, que fue lo que permitió que creciera. Hasta 1982 no había sección de cultura en la Asociación Norteamericana de Sociología. Pero después vino un crecimiento exponencial que tuvo que ver con, “bueno, nosotros no discriminamos a nadie, si vos decís que haces cultura, hacés cultura”.

Fuente: clarin.com

Compartir datos privados por el bien público

Tras el paso del Huracán Katrina por Nueva Orleans en 2005, la compañía de marketing directo Valassis puso a disposición de las agencias y voluntarios de emergencia su base de datos para ayudar a mejorar la entrega de la ayuda. En Santiago de Chile, analistas de la Universidad del Desarrollo, la Fundación ISI, la UNICEF y el GovLab colaboraron con Telefónica, la principal operadora de telefonía móvil del país, en el estudio de patrones de movilidad por género para diseñar una política de transporte más equitativa. Y como parte del proyecto Open Data Access de la Universidad de Yale, las compañías del sector de la salud Johnson & Johnson, Medtronic y SI-BONE dieron acceso a los investigadores a datos de 333 ensayos clínicos que anteriormente estaban vedados, abriendo las puertas a la posibilidad de innovaciones en medicina.

Son apenas tres ejemplos de “iniciativas de colaboración de datos”, una forma emergente de asociación en la que las partes intercambian datos por el bien público. Por lo general, implican entidades públicas que usan datos de corporaciones y otras entidades del sector privado para beneficiar a la sociedad. Pero también pueden ser de provecho para el sector privado: por ejemplo, las compañías farmacéuticas comparten datos sobre biomarcadores para acelerar sus propios procesos de desarrollo de medicamentos. Asimismo, las iniciativas de uso compartido de datos tienen un inmenso potencial de mejora de la inteligencia artificial (IA). Sin embargo, se deben diseñar con responsabilidad y tomando en consideración las inquietudes sobre la privacidad de los datos.

Para valorar más en detalle el potencial y las limitaciones de estas iniciativas es esencial comprender las circunstancias y necesidades de la sociedad y las empresas que forman parte de ellas. GovLab ha identificado más de 150 iniciativas de colaboración de datos en varios continentes y sectores, incluidas compañías como Air France, Zillow y Facebook. Nuestros estudios sugieren que tales proyectos pueden crear valor de tres maneras principales.

Para comenzar, estas iniciativas pueden mejorar los análisis situaciones y causales. Sus valiosos conjuntos de datos ayudan a las autoridades de gobierno a comprender de mejor manera temas como problemas de circulación o la desigualdad financiera, y a diseñar políticas más ágiles y centradas en la evidencia para abordarlos.

Más aún, este tipo de intercambio de datos elevan la capacidad predictiva de quienes toman las decisiones. Las vastas cantidades de datos públicos y privados actuales pueden generar potentes proyecciones hacia cómo se desarrollarán las cosas en el futuro, ayudando así a que las autoridades planifiquen e implementen medidas más eficaces.

Por último, y lo más importante, estas iniciativas pueden hacer que la IA sea más sólida, precisa y con mayor capacidad de respuesta. Aunque los analistas sugieren que la IA estará al centro de la gobernanza del siglo veintiuno, su desempeño depende de los modelos que la sustenten. Y la sofisticación y precisión de ellos dependen de la calidad, profundidad, complejidad y diversidad de los datos que los alimenten. En consecuencia, las iniciativas de colaboración de datos juegan un papel vital en la creación de mejores modelos de IA, al eliminar compartimentos estancos y añadir datos de fuentes nuevas y alternativas.

El compartir datos entre entidades públicas y privadas tiene un gran potencial de beneficio para la sociedad. Por ejemplo, las autoridades que analizan los patrones de circulación o el desarrollo económico en ciudades podrían aportar mayor precisión a sus modelos si añaden registros de detalles de llamadas generados por proveedores de telecomunicaciones. Y los investigadores podrían mejorar sus modelos de predicción meteorológica si añaden datos de operadores de satélites comerciales. El intercambio de datos podría ser igualmente útil para el sector privado, al ayudar a las empresas a fortalecer su reputación de marca, canalizar más eficazmente su gasto en investigación y desarrollo, elevar las utilidades e identificar nuevos riesgos y oportunidades.

Sin embargo, con todos estos avances y promesas, la colaboración de datos es todavía un campo emergente, y apenas estamos comenzando a entender sus beneficios y desventajas potenciales. La manera de abordarla que tenemos en GovLab pone énfasis en el beneficio mutuo que puede conllevar y apunta a la creación de relaciones de confianza entre los proveedores y los usuarios de datos.

Como parte de este proceso, hemos comenzado a diseñar un marco institucional que coloque la colaboración responsable de datos al centro de las operaciones entre las entidades de los sectores público y privado. Esto implica la identificación de los principales gestores de datos de estas organizaciones, a fin de que puedan impulsar el diseño e implementación de esfuerzos de colaboración sistemáticos, sostenibles y éticos. El objetivo es crear una red de personas de ambos sectores que se hagan cargo de promover la gestión de datos.

Considerando el aumento de la preocupación sobre la privacidad de los datos y su mal uso –la llamada “techlash”, o reacción contra las empresas tecnológicas-, es comprensible que algunos sientan suspicacia de las iniciativas de uso compartido de datos. Estamos conscientes de estas legítimas inquietudes y de las razones de la erosión más general de la confianza pública. Pero creemos también que las mejores maneras de abordarlas es construir marcos más rigurosos y enfoques más sistémicos.

Las iniciativas de colaboración de datos hacen converger datos que de otro modo estarían aislados y experticia dispersa, ayudando a que la oferta corresponda a la demanda de esa información. Si son bien diseñadas, pueden garantizar que las instituciones y personas adecuadas usen los datos de manera responsable para aprovechar plenamente el potencial de las políticas sociales innovadoras. Y la aceleración del crecimiento de estas iniciativas es crucial para el desarrollo futuro de la IA.

Compartir datos tiene sus riesgos, pero también el potencial de transformar el modo como nos gobernamos. Al aprovechar el poder de las iniciativas de colaboración de datos, los gobiernos pueden desarrollar políticas más inteligentes que contribuyan a mejorar las vidas de sus pueblos.

Imagen: Freepik

Fuente: https://www.almendron.com

martes, 27 de agosto de 2019

La agricultura familiar debe realizar una transformación radical para enfrentar el cambio climático, las nuevas tecnologías y cambios en la demanda alimentaria

El Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Julio Berdegué, realizó hoy una charla magistral durante el lanzamiento regional del Decenio de la Agricultura Familiar 2019-2028, en República Dominicana.

“Nuestros países enfrentan hoy tres poderosas olas de cambio, que ya ejercen sus efectos: el cambio climático, las nuevas demandas que trastocan lo que entendemos por alimentación, y el vertiginoso cambio tecnológico”, dijo Berdegué.

“Se trata de tres motores de cambio omnipresentes, que operan en simultáneo y que inciden sobre las sociedades rurales con una magnitud como no hemos visto en los 12 mil años desde que nuestros ancestros inventaron la agricultura.”

Durante su charla magistral, Berdegué analizó el impacto de esos tres fenómenos, y las maneras en que los países pueden reaccionar a ellos en el marco del Plan de Acción del Decenio de la Agricultura Familiar 2019-2028.

“Hay que emplear la Década como un espacio político, social e incluso cultural, para que la agricultura familiar realice su aportación a los Objetivos de Desarrollo Sostenible mediante su propia transformación, de cara a estas grandes olas de cambio”, explicó Berdegué.

Efectos de 2 grados más de temperatura en la región

Según Berdegué, el 40% de la superficie total de América Latina y el Caribe habrá alcanzado, o sobrepasado, el umbral de 2 grados en los próximos 11 años, y hacia 2050 toda la región estará bajo un nuevo régimen climático:

“Millones de agricultores familiares verán afectadas, en algunos casos de manera radical, sus estrategias y sus medios de vida y sus sistemas productivos”, señaló.

“En un mundo con más dos grados, que está a la vuelta de la esquina, simple y sencillamente no será posible practicar la agricultura tal y como lo hacemos hoy. Si no actuamos ya, la agricultura familiar enfrentará una situación que sólo puedo calificar de catastrófica”, explicó Berdegué, haciendo un llamado fervoroso a los gobiernos para que sus planes nacionales incluyan estrategias de transición climática para la agricultura familiar.

Una nueva alimentación y un aumento explosivo en la demanda alimentaria

En las próximas décadas el mundo verá un explosivo aumento de la demanda de alimentos a nivel global. “América Latina y el Caribe produce solo el 13% de los alimentos del orbe, pero aporta el 45% de las exportaciones netas globales de alimentos, muy por encima de cualquier otra región del mundo, más que Europa, más que Estados Unidos”, explicó Berdegué.

Para que la agricultura familiar participe de manera destacada en la respuesta regional a la importante expansión de la demanda global de alimentos, Berdegué señaló que los países deben realizar inversiones, crear programas y políticas que permitan –por ejemplo– aumentar la participación de la agricultura familiar en aquellos rubros y productos en los que pueden tener ventajas comparativas, como la pesca, los cafés y cacaos de calidad, las frutas y verduras frescas, los lácteos y ciertos tipos de carnes.

Otro cambio que debe enfrentar la agricultura familiar es la transformación del sistema alimentario de la región, el cual –según Berdegué– “ha fracasado en su objetivo más elemental, que es alimentar saludablemente a la población”. El Representante de la FAO explicó que 294 millones de personas en América Latina y el Caribe, (47% de la población), sufren una o más formas de malnutrición, 151 millones de personas viven con sobrepeso y 105 millones con obesidad.

“La agricultura familiar debe hacer suya la bandera de la alimentación saludable, hasta ser reconocida como el principal campeón de la tarea de recuperar nuestros sistemas alimentarios para el bienestar general de la población”, explicó Berdegué.

La agricultura 4.0

La microelectrónica, la ciencia de datos, la inteligencia artificial, la teledetección y las tecnologías de registro distribuido; esas son sólo algunas de las tecnologías que están alterando dramáticamente la agricultura, los sistemas alimentarios y la vida de sociedades rurales.

Según el Representante de la FAO, las nuevas tecnologías tienen el potencial de facilitar la sostenibilidad y resiliencia de la agricultura y los sistemas alimentarios, pero destacó la necesidad de impulsar la innovación en la agricultura familiar, para que no se quede atrás.

“Qué políticas y programas necesitamos para que el resultado final de esta radical transformación tecnológica, no sea una nueva brecha de desigualdad, entre aquellos pocos agricultores que cuentan con los medios, y la inmensa mayoría que se quedan rezagados en la era del azadón y el arado?

Berdegué citó un estudio del McKinsey Global Institute, que señala que el 58% de los empleos en la agricultura latinoamericana tienen un alto potencial de ser automatizados, y llamó a todos los países a proponer planes nacionales para “que los millones de mujeres rurales que trabajan en la agroindustria, tengan un futuro cuando sus empleos sean amenazados por la automatización”.

Fuente: FAO

lunes, 26 de agosto de 2019

Perturbadores imágenes del individuo deshumanizado y dominado por la tecnología

Tetsuya Ishida es un artista de culto en su país pero poco conocido fuera de Japón, un hueco que trató de llenar el Museo Reina Sofía organizando la primera gran retrospectiva sobre su obra.

Un artista a conocer pues algunos de sus cuadros nos devuelven imágenes reconocibles que retratan, en gran medida, la sociedad en la que vivimos y puede que el mundo del futuro. Pero, frente al pesimismo del artista, nos queda la esperanza de que aún estamos a tiempo de cambiar de rumbo, apostando por un buen uso de la tecnología y nuevos modelos de crecimiento económico más sostenibles y justos.

Estallido de la burbuja

De corta carrera – falleció a los 32 años-, este artista reflejó con incisiva lucidez las amargas consecuencias de las sucesivas crisis que perturbaron la economía mundial a partir de 1973 y, más concretamente, el momento de recesión que vivió Japón tras el estallido de la burbuja especulativa en 1991.

Tetsuya Ishida reflejó el sentimiento de una generación cada vez más escéptica, embestida por la falta de expectativas. Su obra es testimonio de una época ya que la incertidumbre y el estancamiento del período oscuro que le tocó vivir, así como su reflexión sobre el trabajo, tiene muchos paralelismos con la crisis que desde 2008 afecta a la economía y la política a escala planetaria.

Más allá de sus connotaciones locales, puso rostro a la desolación generalizada de una sociedad radicalmente alterada por los despidos masivos y la especulación. Sus pinturas, dibujos y cuadernos son un testimonio excepcional del malestar y la alienación del sujeto contemporáneo, denunciando sin tapujos su deshumanización.

Ishida desarrolló un poderoso imaginario repleto de personajes híbridos y máquinas antropomorfas que reflejan la soledad, incomunicación y aislamiento, así como la profunda crisis de identidad que afecta al individuo en un mundo que lo ha convertido en una pieza intercambiable de un complejo engranaje al servicio de la producción y el consumo.

Encarnan el grado extremo de dominación de las tecnologías y la subordinación sin límites a una nueva forma de esclavitud que no distingue entre trabajo y consumo.

Tetsuya Ishida, un artista sin filtros

Posiblemente la fuerza de su realismo pictórico radica en su capacidad para conectar con el espectador sin necesidad de filtros. La crudeza con que el artista interpela el presente nos devuelve una sensación de impotencia compartida.

El apático trabajador que protagoniza la acerada crítica de Ishida ha sucumbido con resignación a sus sueños y esperanzas. Al igual que los personajes de muchas producciones manga y anime, el artista utiliza la caricatura para mostrar al empleado adoctrinado que acata, sin derecho a réplica, su función instrumental en el engranaje productivo.

Berutokonbea jŌ no hito (Cinta transportadora de personas, 1996) refleja, por ejemplo, los procesos de transformación de la cadena fordista de trabajo mientras que en Kaishu (Retirado, 1998) el cuerpo troceado y empaquetado parece reducir su condición a la de un producto cualquiera cuyo tiempo de vida útil está marcado desde origen por la fecha de caducidad.

Ishida también dedicó parte de su obra a la escuela, la infancia y la adolescencia como primeros momentos de instrumentalización social y cultural del sujeto. La presión ejercida por una educación encauzada hacia los imperativos de productividad, competitividad y eficiencia, así como la escuela como espacio reglado de domesticación y control son evidentes en pinturas como Mebae (Despertar, 1998).

Fuente: Nobbot

Tendencias en el ámbito de la tecnología financiera (fintech)

Fintech está avanzando a un ritmo de desarrollo irrefrenable en sus diferentes verticales. Este avance al unísono cambiada y fomenta tendencias, que, aparecen prácticamente a exactamente la misma velocidad de desarrollo de los ecosistemas de la economía digital.

Incluso de esta forma, hay una serie de tendencias que podríamos calificar de extendidas a medio plazo. Repasaremos las primordiales de entre estas tendencias.

Desarrollo de la Regulación Financiera (Regtech)

Con unos ambientes regulativos, poco a poco más complejos, las soluciones Regtech están llamadas a un desarrollo exponencial en el futuro próximo. Mediante las soluciones, las entidades podrán dar contestación de forma más veloz y eficiente a esos ambientes complejos, en los que, además de esto, el compliance requiere cada vez mayor medida de recursos humanos.

Estas soluciones tecnológicas se dirigen de forma directa tanto al abaratamiento de costos, como, al recorte de tiempo empleado en los procesos. Es algo extendido del poco a poco más presente la industria financiera. Desde los propios informes regulativos, hasta verificaciones de cumplimiento, análisis de administración de peligro, etcétera, son aquellas que se hallan contestación en las herramientas Regtech.

Tecnologías biométricas

No cabe duda que la expansión de las distintas capacidades que el software está mostrando en los últimos tiempos, ha traído nuevos sistemas y posibilidades, mas, asimismo, nuevos peligros.

Es verdad que las soluciones de seguridad cada vez son más eficientes, mas, incluso de esta forma, hay áreas específicas en las que el margen de desarrollo se está mostrando realmente extenso.

El empleo de la tecnología biométrica es una de estas áreas de desarrollo donde, por el momento, prácticamente no se ve el techo. En un caso así, la tecnología verdaderamente da pasos desmedidos. Desde herramientas relacionadas con el reconocimiento de voz, hasta, otras basadas en el escaneo de iris, entre muchas opciones, cada vez la biometría se halla más cerca de su aplicación a nivel general como elemento de barrera de seguridad.

Para entender la relevancia de esta clase de tecnología, sencillamente centrémonos en la gran demanda creciente de fórmulas para contrastar la identidad de los clientes del servicio. Mas, asimismo, de forma de conectar al cliente del servicio con la oferta y la contestación a sus necesidades. Indudablemente una tendencia con un campo de desarrollo enorme.

Dispositivos móviles y incremento de la bancarización

Viviendo en una sociedad occidental damos por hecho que muchos de los servicios y beneficios que, como occidentales tenemos, alcanzan al mundo entero. Esto desde entonces no es de esta forma en ningún aspecto, tampoco de los servicios financieros.

Desde la óptica de un ciudadano occidental el acceso a los servicios financieros semeja algo fácil, puesto que verdaderamente lo es. Mas, existen millones de personas a lo largo del planeta que no tiene ninguna posibilidad de acceder a servicios financieros, alén de lo que Fintech puede llegar a ofrecer.

El acceso a estos servicios por medio de dispositivos móviles está dejando que a lo largo del planeta poco a poco más personas puedan administrar sus finanzas personales, sus pagos, sus ingresos, mediante herramientas fáciles con un extenso potencial tecnológico. Un buen ejemplo lo tenemos en África, donde el desarrollo de la contratación de cuentas de pago mediante móviles es sencillamente increíble en los últimos 5 años.

Fuente: replanet.es

domingo, 25 de agosto de 2019

Contenido traumático en internet: hablan los escudos humanos que nos protegen

La mayoría de plataformas, redes sociales, foros, chats o juegos online nacieron sin límites. Entre sus paredes virtuales podías hacer, más o menos, lo que quisieras. Pero para no acabar convirtiendo la red en un universo de violencia, pornografía y actividades delictivas, pronto se empezaron a establecer filtros. Normas de comportamiento.

En los últimos años, ante el auge de los discursos de odio y, también, el temor a la poscensura, estos filtros se han reforzado. Hoy, la mayoría del contenido es revisado de forma automática por una inteligencia artificial. Cada plataforma tiene la suya. Pero, casi siempre, las decisiones de esta IA tienen que ser confirmadas y refinadas por un par de ojos humanos. Una persona que lee, escucha y ve todo lo que el resto del mundo no quiere ver. Son los escudos humanos de internet.

Moderador de contenidos: ¿quién es quién?

Una búsqueda rápida en LinkedIn arroja cerca de 400.000 personas trabajando en el campo de la moderación de contenidos. Y no es demasiado suponer que existan muchos moderadores que no están en esta red social. El filtrado de vídeos, fotos y mensajes se ha convertido en un gran negocio en el que conviven consultoras y empresas más pequeñas con corporaciones que acaparan los contratos con las grandes redes sociales como Facebook, YouTube o Twitter. Además, muchas plataformas online cuentan con sus propios moderadores en plantilla.

“El trabajo de los moderadores de contenido ha sido visto de forma negativa en el pasado. Sin embargo, moderar contenido inapropiado online es un trabajo vital que debe hacerse para proteger a los usuarios inocentes […]”. Así define el trabajo TaskUs, una consultora digital que modera contenido, entre otras tareas, para empresas como Mailchimp, Eventbrite o Hootsuite. Un trabajo que es especialmente difícil en la esfera de las redes sociales.

Facebook es, ante todo, grandes cantidades de información. Cada minuto, se publican más de 500.000 comentarios y cerca de 150.000 fotos en la mayor red social del planeta. En ella conviven 2.400 millones de personas. Para la titánica tarea de revisar (y, quizá, censurar) todo ese contenido en tiempo real cuenta con el ejército de Cognizant. Una gran parte de sus casi 300.000 empleados en todo el mundo controla que todo lo que se publica en Facebook cumpla con sus normas.

Cognizant ha recibido mucha atención en los últimos meses. Reportajes como este de ‘The Verge’ profundizan en las condiciones en las que trabajan los moderadores de internet. Pero Cognizant no es la única. Lionbrigde, LiveWorld o consultoras clásicas como Accenture juegan su papel para impedir que el contenido traumático llegue a la mayoría de los usuarios. Pero ¿cómo lo viven los propios moderadores?

Estos son los testimonios de tres de ellos. Sus identidades están protegidas porque su trabajo está sujeto a una estricta política de confidencialidad y para no dañar a la empresa de la que son o eran empleados.

En la trinchera de internet

“Durante la entrevista [de casi dos horas] me mostraron imágenes de todo tipo. Sexuales, violaciones, matanzas, decapitaciones, bombas, atentados, insultos… Querían ver cómo reaccionaba a ellas y cómo actuaría si las recibiese”. Por este y otros motivos, Mario A. decidió no continuar con el proceso de selección para un puesto de trabajo de moderador de contenido en Cognizant el pasado mes de mayo.

“Fueron muy insistentes preguntándome si me veía capaz de soportarlo. Que a mucha gente le costaba porque era bastante duro”, continúa. “Estamos acostumbrados a ver contenido sensible en internet. Pero lo hacemos de forma esporádica. Este trabajo sería estar consumiendo ese tipo de contenido siete horas al día cinco días a la semana. Y estás obligado a escucharlo con audio, con los gritos y los llantos, lo que lo hace aún más duro”.

Facebook es la red social que más presión pública recibe para controlar el contenido. Las acusaciones de no hacer suficiente para frenar los discursos de odio (algunas tan duras como la efectuada por la ONU en relación al genocidio de los rohinyá en Myanmar) han hecho mella en la compañía. Desde 2017, la red social ha aumentado su equipo para moderar el contenido antes de su publicación. En la actualidad trabajan en ello más de 30.000 personas entre empleados de Facebook y de terceras compañías, entre las que destaca Cognizant.

El proceso empieza con una queja de un usuario o un post señalado por un algoritmo de inteligencia artificial. Automáticamente pasa a ser revisado por un moderador. Sea el contenido que sea, siempre es una persona la que toma la decisión final. Lo hace en base a un conjunto de reglas que Facebook actualiza constantemente en busca del equilibrio (si acaso es posible) entre libertad de expresión y censura objetiva.

Hoy por hoy, esas normas son muy detalladas (y parcialmente públicas). Buscan erradicar la violencia, reforzar la seguridad de las personas y comunidades y proteger la propiedad intelectual. Además, señalan gran cantidad de contenido inaceptable que debe ser siempre bloqueado. Estas normas se amplían y se revisan con regularidad. De hecho, su estudio forma parte de la jornada de trabajo habitual de los moderadores de contenido. Una realidad que se repite no solo en Facebook.

“Comienzo mi jornada laboral abriendo material de apoyo para facilitar nuestra tarea como correos, material teórico con información sobre cada política específica dividida por tipo de contenido o bases de datos”, explica Rubén M. analista de contenido para una popular plataforma de vídeo online. “Una vez hecho esto, analizo y modero los vídeos almacenados en la queue de español teniendo en cuenta el target programado para el día o la semana de trabajo”.

Tiene, aproximadamente, 20 minutos para estudiar el caso concreto de cada vídeo. La mayoría de sus vetos van destinados a frenar discursos de odio, contenido violento y vídeos sexuales y de menores. Se pasa ocho horas al día (descansos aparte) haciéndolo. Asegura que no le afecta en especial, que lo lleva bien. Aun así, explica que la empresa para la que trabaja pone a su disposición un psicólogo en caso de necesidad.

“El mayor desafío al que uno se enfrenta para moderar contenidos de este tipo es tratar de no caer en juicios personales o, más bien, de evitar basar nuestras decisiones en valoraciones subjetivas. Nos ocupamos de temas delicados que requieren de una visión totalmente imparcial y neutra”, añade Rubén M. De nuevo, la censura objetiva y neutra. Un concepto cada vez más habitual que habría rechinado en los albores de internet.

La difícil tarea de vigilar la red de redes

Hay casos en los que muchos usuarios parecen entender la censura. ¿Por qué tenemos que ver un vídeo de una decapitación? ¿O de una violación? Sin embargo, también hay quien defiende que, sea como sea, la libertad de expresión debe prevalecer por encima de todo. Casos como los que señala Juan Soto Ivars en su ‘Arden las redes’ bucean, precisamente, en esas zonas grises de la poscensura.

Pero volvamos a la moderación de contenido. Sin entrar en debates éticos, las plataformas buscan cubrirse las espaldas, sobre todo, ante comportamientos delictivos. En el año 2012, una investigación del canal británico Channel 4 reveló que un juego online de tipo vida virtual estaba siendo utilizado para distribuir pornografía infantil. Ellos no lo sabían. A partir de ahí, no pasó ni un solo minuto más sin que el juego estuviese vigilado.

“Cada moderador tenía acceso a toda la conversación que estaba teniendo lugar en la sala. Todo lo que pasa en la sala se podía moderar, incluido los mensajes privados”. José D. formó parte de ese equipo hasta hace cuatro años. “Veíamos de todo. Desde cibersexo, que iba desde comentarios infantiles hasta cosas de adultos, hasta tendencias suicidas”.

“Una vez, un usuario empezó a decir cosas muy deprimentes, que se sentía solo, que se iba a beber una botella de vodka, que tenía un cuchillo y no sabía qué iba a hacer… Teníamos la responsabilidad de poder parar algo que podría ser muy importante. Fue bastante duro. Estuve revisando su chat y era todo así. Le di autenticidad y lo reporté”, explica José D. “Me lo llevé a casa. Durante bastante tiempo estuve pensando qué habría pasado. Nunca supe nada más”.

En este caso, el problema no era solo consumir el contenido, sino implicarse. Y es que los moderadores estaban en contacto constante con los usuarios de la plataforma. “Un problema que sí que teníamos era que los moderadores recibíamos mensajes de acoso. Algunos usuarios se enteraron de mi nombre real y me enviaban mensajes a mi dirección personal. Hubo un compañero que controlaba las salas de América Latina al que le crearon un perfil falso en Twitter con una foto suya y su nombre en el que le llamaban pedófilo”, añade este ex moderador de contenido.

Prohibir contenido pedófilo o frenar un suicidio. Son acciones fácilmente comprensibles. Pero cuando se censura una foto en la que parece que se muestra un pezón o un post de opinión que puede ocultar (o no) información falsa, la cosa se complica. Y ya si analizamos la moderación de contenidos en países donde no están garantizadas las libertades individuales, el tema se vuelve insostenible.

Hace ahora un año, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos pidió formalmente a los gobiernos y a las empresas de internet que protegiesen el derecho a la libertad de expresión por encima de todo. Al fin y al cabo, la censura se sabe donde empieza, pero nunca donde acaba.

¿Es posible expresarse libremente y no herir sentimientos al mismo tiempo? Mark Zuckerberg y los suyos aseguran que sí. Muchos expertos creen que es imposible. El debate sigue abierto. Los escudos humanos de internet siguen vigilando.

Fuente: Nobbot

Un sistema algorítmico permite completar la escritura de antiquísimas tablillas de arcilla

Esta historia comienza hace en la majestuosa biblioteca de Asurbanipal, el último gran rey de Asiria (669-627 a.C.). Dentro de su palacio en la ciudad de Nínive -actual Irak- se alojaba una espectacular colección de más de 20.000 tablillas de arcilla entre las que se encontraba el Poema de Gilgamesh, el poema épico más antiguo de la humanidad.

En el 612 antes de Cristo, las fuerzas babilonias arrasaron Nínive, y todos los conocimientos albergados en su biblioteca fueron destruidos. Textos de escritura cuneiforme sobre historia, arte, literatura, ciencias, religión, magia quedaron hechos trizas. “Cuando los arqueólogos descubrieron el sitio (en 1847), había dos habitaciones repletas de fragmentos”, explica Enrique Jiménez, investigador de la Ludwig-Maximilians Universitat de Múnich. Pequeños trozos de arcilla, rotos y esparcidos por todas partes, algunos tan diminutos que, a pesar de contar con símbolos sumerios y acadios, se hacía prácticamente imposible para los humanos identificar su significado. De ahí nació la idea en la que está trabajando Jiménez desde hace un año.

“Este sistema de escritura es muy ambiguo”, explica el investigador español. “Hay hasta 30 formas distintas de leer un solo símbolo. Si tienes el contexto, todo resulta mucho más fácil”, indica. Por eso lleva meses construyendo una base de datos que cuenta ya con 11.000 fragmentos de tablillas que no ha leído nunca nadie. Su objetivo es ambicioso: reconstruir los inicios de la literatura mundial con la ayuda de la inteligencia artificial (IA). Mientras indexa imágenes e información, Jiménez está desarrollando paralelamente un algoritmo para poder llenar los vacíos, es decir, identificar exactamente aquellas piezas que van juntas. Todos los fragmentos se digitalizan y se transcriben. “Queremos llegar a los 15.000 para finales de este año, lo que nos permitirá buscar todos los fragmentos inéditos de la biblioteca de Asurbanipal en un segundo”.

Para demostrar la eficacia de su método, Jiménez lo ha estado probando con tablillas literarias procedentes de la famosa biblioteca de Sippar, una ciudad al noroeste de la antigua Babilonia, en lo que hoy en día es Irak. Dice el historiador Beroso el Caldeo (350-270 a. C.) que fue en esta ciudad donde Noé enterró todos los escritos de la tradición mesopotámica antes de que llegara el diluvio universal.

En colaboración con el doctor Anmar Fadhil, de la Universidad de Bagdad, Enrique Jiménez ha podido estudiar el Enuma eliš, un poema babilonio que narra el origen del planeta, y completar un poco más la obra de El Justo Sufriente, un texto precursor del sueño de Job que aparece en la Biblia. “Durante 3.000 años, nadie pudo leer esta obra. Ahora hemos podido decodificar el mensaje y restaurar el texto, que ya era un clásico en la antigüedad”. Estas tablillas de escritura cuneiforme permiten a los investigadores aprender importantes detalles sobre la vida cotidiana en Mesopotamia.

La cuestión ahora será desentrañar las piezas complementarias entre un sinfín de restos antiguos ya excavados. “Tenemos muchas copias de los mismos textos, pero todas están rotas”, lamenta Enrique Jiménez. Así que, hasta dentro de 40 o 50 años siendo muy optimistas, el sistema de IA no habrá podido reconstruir toda la literatura acadia. “Sin conocer los clásicos, no se puede entender una civilización”, concluye.

Fuente: La Vanguardia

sábado, 24 de agosto de 2019

3 cosas que debes saber sobre el Big Data

Nunca antes en la historia se había generado la cantidad de información que se genera hoy en día, y para manejarla se hace necesario el uso de nuevas herramientas.

¿Qué es el Big Data?

El Big Data es la tecnología que ha abierto las puertas hacia una nueva forma de trabajar con enormes cantidades de datos, lo que ha permitido el desarrollo de la Inteligencia Artificial basada en el “aprendizaje profundo”. Es una plataforma que permite dividir, organizar, simplificar, administrar y analizar grandes cantidades de información que no pueden ser procesadas mediante herramientas tradicionales.

¿Por qué es necesario el Big Data?

Según IBM, si todos los bits y bytes de datos generados por los seres humanos del último año fueran guardados en CD, se generaría una gran torre que iría desde la Tierra hasta la Luna y de regreso. Esa información que se crea constantemente no sirve de nada si, por su volumen, no está organizada o no puede ser analizada. Para eso está el Big Data.

¿Qué tipos de datos se tratan con Big Data?

La variedad de datos que se pueden tratar mediante el Big Data es tremendamente diversa: desde la información obtenida de las redes sociales, pasando por los datos que se crean mediante máquinas que se conectan entre sí, hasta la información obtenida por el reconocimiento de huellas digitales, escaneo de la retina y facial, la información genética o los datos generados por las personas.

Fuente: nationalgeographic

jueves, 22 de agosto de 2019

Millennials, ¿sordos antes de los 35?

Aunque siempre han existido personas con problemas de audición o con sordera total, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una severa advertencia a los jóvenes millennials: la sordera prematura puede convertirse en un problema de salud global en su generación y las siguientes. Entre los responsables está, por ejemplo, la contaminación acústica de las grandes ciudades. Pero hay un factor que sobresale: el uso de auriculares, que los jóvenes suelen emplear a un volumen excesivamente alto.

Según los expertos, si no se toman las medidas adecuadas, en 30 años, más de mil millones de personas que hoy alardean de un oído perfecto podrían padecer problemas serios de audición, mucho antes de que los que suelen acuciar en la vejez. En las ciudades, el nivel de ruido es muy preocupante y sobrepasa en muchas ocasiones los decibelios que el oído humano puede soportar sin sufrir daños. La contaminación acústica afecta a toda la población por igual.

Los jóvenes, sin embargo, añaden a este cóctel acústico un ingrediente aun más peligroso que el runrún de las urbes: la costumbre de escuchar música o ver contenidos audiovisuales con los auriculares puestos, de manera constante y a todo volumen. Como aclara Mercedes Lamas, audiometrista y especialista en audición de los centros Oi2, “siempre han existido problemas de audición en todas las generaciones, pero sí que es cierto que los millennials están más expuestos a padecer problemas auditivos de manera precoz debido a su estilo de vida auditivo, regido por los todopoderosos auriculares y la falta de protección en su disfrute”. Cuando dice “precoz” se refiere a antes de los 40 años de edad.

¿El problema son los cascos?

“Sí”, confirma la experta. Según Lamas, el uso frecuente de auriculares puede provocar el envejecimiento prematuro del sistema auditivo, “sobre todo cuando el exceso de volumen es la pauta”. Y los datos así lo demuestran. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHNES) realizada en Estados Unidos indica que la prevalencia de hipoacusias (oír menos de lo normal) en la población adolescente ha aumentado del 3,5 % al 5,3 % entre 1994 y 2006.

Se calcula que esta prevalencia seguirá progresando, ya que entre los años 1990 y 2005 se ha incrementado el uso de los auriculares de inserción (los que se meten dentro del pabellón auditivo) en un 75 %. De hecho, un estudio realizado en la Facultad de Medicina de Cuenca (Ecuador) en 2017 entre adolescentes de entre 12 y 20 años, ha concluido que el 48 % de ellos tenía problemas de acúfenos al quitarse los auriculares.

¿Algún síntoma de sordera prematura?

Según esta misma investigación, la principal consecuencia del uso sin medida ni control de auriculares es la hipoacusia. Inicialmente, los síntomas son casi imperceptibles, pero a medida que se acrecienta la afección se irán presentando señales mucho más evidentes como los acúfenos (zumbidos que se presentan mayormente en lugares silenciosos y que serán subjetivos), cefaleas, sensación de taponamiento de oído, habla que parece que proviniera de una boca tapada o que se escucha lejos...

Dichos síntomas pueden desaparecer en minutos, horas, días o inmediatamente después de que la exposición al ruido termina, pero esto no quiere decir que la audición se recuperará al 100 %. La persona tendrá dificultad para mantener una conversación en lugares ruidosos, hablar por el móvil y percibir sonidos agudos. “También pueden provocar tinnitus, pitidos que percibimos en los oídos cuando nos quitamos los auriculares y que, aunque suelen desaparecer, podrían quedarse de manera permanente”, añade la audiometrista. “De hecho —continúa—, hay un estudio que confirma que las personas que utilizan auriculares con frecuencia suelen presentar lesiones auditivas a los 5 años y son irreversibles”.

¿Cuestión de decibelios?

Sí, y de cabeza, como alega Mercedes Lamas. El volumen de los auriculares no debe exceder el 60 % del máximo permitido por el terminal, que suele rondar por unos 130 db. Si se escucha más de una hora en este porcentaje, el riesgo de padecer daños en el oído aumenta exponencialmente. Según el estudio mencionado, el límite para que un auricular de inserción no afecte a la audición está en 2 minutos a un volumen máximo de 110 db. Baste decir que algunos aparatos de uso personal doblan esa cantidad. La experta concluye con un tiempo limitado de uso diario: 60 minutos y a una altura muy moderada. Insisten todos los especialistas en que los daños son irreversibles.

¿Prevenir? Sí, mejor que curar

Así de sencillo. La salud auditiva, como la visual o dental, hay que cuidarla a diario. Además de las recomendaciones sobre el uso y disfrute de los auriculares, Lamas resume sus prácticas en tres claves:

1. Realizar un mantenimiento periódico de nuestros oídos, teniendo en cuenta que no se deben introducir objetos dentro de ellos para su limpieza. Cuando decimos objetos nos referimos a bastoncillos, horquillas, llaves, etc.

2. La mayoría de las personas expulsan la cera de forma natural, aunque en algunos casos no es así, bien porque la persona genera mucha cera o bien porque el conducto auditivo es muy sinuoso y no se puede expulsar bien. Para los casos más problemáticos lo ideal es que la persona acuda a un especialista para que le realice la limpieza pertinente y evitar así que se pueda dañar el oído intentando limpiarlo.

3. Para las personas que expulsan la cera con facilidad, es suficiente realizar un mantenimiento con el agua que cae de la ducha, pero es imprescindible secarlos adecuadamente para evitar la humedad. Hay que tener en cuenta que la cera es una protección natural por lo que tampoco es recomendable limpiarse los oídos a diario, ya que esta nos protege del agua y de las infecciones.

Fuente: Eroski

App identifica enfermedades del banano

Utilizando inteligencia artificial (IA), un equipo de investigadores internacionales creó una aplicación para teléfonos móviles que permite identificar cinco enfermedades y una plaga común de las plantas de banano. El sistema de vigilancia permite tomar medidas tempranas de contención ante el brote de los patógenos.

Usando más de 20.000 fotos de plantas de banano afectadas por el marchitamiento por Xanthomonas, por el hongo Fusarium, la sigatoka negra y amarilla, el cogollo racemoso y los efectos del ataque de los gorgojos, los científicos pertenecientes al Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), con sede en Colombia; el Instituto Imayam de Agricultura y Tecnología (IIAT), de India; y de la Universidad Texas A&M (Estados Unidos), le enseñaron a un software a identificar los síntomas de cada una de estas enfermedades habituales en los bananos de todo el mundo.

“Luego de un año de trabajo logramos 90 por ciento de éxito”, explicó a ScDev.Net Michael Gomez Selvaraj, investigador del CIAT y autor principal del trabajo publicado en Plant Methods.

El banano es una de las frutas más consumida en el mundo, y en 2018 las exportaciones totales superaron los 23 millones de toneladas métricas. Su producción se distribuye principalmente entre Sudamérica, África y Asia, y en muchos casos constituye el sustento de pequeños agricultores.

La aplicación Tumaini —que significa esperanza en suajili— fue probada en Colombia, en República Democrática del Congo, India, Benín, China y Uganda, y estará disponible en forma gratuita para celulares con sistema operativo Android en aproximadamente un mes.

“Los pequeños agricultores no tienen acceso a la ciencia y para los científicos es difícil obtener datos de las plantaciones menores. Por eso la aplicación busca ser un puente entre estos dos mundos”, destacó Gomez Selvaraj. De esta forma, ambos podrán contener de mejor manera las enfermedades.

“La aplicación es muy visual, por lo que si el agricultor no sabe leer, igualmente podrá utilizarla y, además, no necesita tener conexión a internet”, agregó el investigador. De momento, estará disponible en cinco idiomas: español, inglés, francés, suajili y tamil.

Cada vez que un agricultor toma una foto y el sistema la escanea, esa información se integrará a una base de datos mundial, lo que permitirá generar una visión global del estado de las plagas. Esto es fundamental hoy si se considera la expansión geográfica, cada vez más rápida, de las enfermedades.

Fuente: Sci Dev América Latina y el Caribe

miércoles, 21 de agosto de 2019

El ‘big data’ puede salvar a la educación

La educación en el siglo XXI tiene un reto que no tuvo en los dos siglos anteriores en los que se masificó: luchar contra el promedio. En la época presente, resulta inservible plantear siquiera un modelo educativo que finja adaptarse a todos los estudiantes, cuando en la realidad tan solo se piensa en el mítico estudiante promedio: el que va a clases, el que hace la tarea, el que tiene errores, el que no brilla pero tampoco está en la cuerda floja.

Formular sistemas educativos basados en el alumno promedio plantea un problema para los que son más lentos (quienes optan por la deserción educativa) y genera estrés en los más avanzados (y usualmente conflictivos).

En este contexto, nuevas luces se presentan para los educadores y administradores educativos: la ‘big data’, un concepto relativamente nuevo en este ámbito y cuyos primeros resultados generan grandes expectativas.

En su ensayo ‘Aprender con big data’, los investigadores Víctor Mayer-Schönberger y Kenneth Cukier ofrecen luces sobre cómo el modelo educativo estándar no ha cambiado cualitativamente en los últimos dos siglos, cuando se popularizó la idea de acceso universal a las aulas. Pero con los avances en la educación en línea, este modelo ha sufrido un verdadero revés, cambiando paradigmas y creando otros. De este modo, ya no es necesaria la presencia física de una persona en un establecimiento para que se pueda generar aprendizaje; simplemente al desbloquear la pantalla de un celular o encender una computadora, el alumno puede empezar su proceso educativo a la hora que le plazca y en el lugar que quiera.

La educación en línea o basada en Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC) no solo es una necesidad en las sociedades hiperconectadas del presente siglo. Este tipo de educación genera, a su vez, una enorme cantidad de datos que sirven, a posteriori, para mejorar los procesos educativos y crear entornos de aprendizaje mucho más efectivos.

En su ensayo, los investigadores acercan al lector a esta realidad con un ejemplo muy claro: una clase sobre ‘machine learning’ del profesor Andrew Ng a través de Coursera, una plataforma de aprendizaje en línea. En el sistema tradicional, el docente llega a este tópico asumiendo que el promedio de estudiantes está en la capacidad de entenderlo, revisarlo y pasar inmediatamente a la siguiente lección. Pero en la educación en línea, un profesor como Ng puede saber cuánto tiempo tarda el alumno en esta lección, qué elementos le resultaron más complejos, cuántos volvieron a lecciones anteriores para entender el ‘machine learning’, cuántos siguieron con sus clases, cuántos desertaron… En fin, con base en información de miles de estudiantes, el profesor Ng ha sido capaz de retroalimentarse eficazmente para adaptar sus clases a las necesidades de los estudiantes y saber que la lección debía incorporar nuevamente conocimientos que se impartieron en el inicio del curso y que era necesario reforzar antes de acceder a este tópico.

En este proceso de revolución tecnológica en el espectro educativo hay voces críticas que ponen de relieve una de las dificultades de este modelo: el acceso de la gran población al mismo y la falta del elemento humano. Esto puede crear un conflicto que muchos reducen a que es mejor mantenerse en el sistema actual porque la educación en línea puede resultar obsoleta si no es controlada por un docente en tiempo real. Los autores del ensayo ya habían pensado en el problema y escriben: “Los cursos por Internet son transformadores, pero probablemente como suplemento de otros entornos educativos más formales, no como sustituto de los mismos”.

Al asumir al ‘big data’ como parte del aprendizaje, la probabilística nos ofrece también mejores resultados. Es bien conocido que los docentes en la actualidad eligen los textos con base en experiencias previas, pero sin mucho conocimiento sobre su efectividad en los contextos en los cuales servirán como guías para los estudiantes. En ese sentido, los cálculos probabilísticos basados en datos de plataformas educativas no solo ayudan a mejorar los contenidos, sino a acertar en cuáles serán mejor digeridos por parte de los alumnos en determinados sitios. Una muestra de ello ya se puede ver en la actualidad con Duolinguo, una aplicación de aprendizaje de idiomas que determinó que en la enseñanza de inglés a hispanohablantes es mejor comenzar con los artículos, ya que son los de mejor comprensión para este grupo.

La necesidad de retroalimentarse con esta gran cantidad de datos es uno de los temas centrales que expone Ben Williamson en su libro ‘Big data en la educación’, quien concluye, entre otras cosas, que la minería de datos educativos permite que el aprendizaje no solo sea individualizado, sino también identificar las falencias en grandes grupos de estudiantes y llenarlas con contenidos útiles.

Al mismo tiempo, cuando este concepto se vuelve parte de la cotidianidad de las autoridades educativas, éstas buscan verdaderas respuestas a las problemáticas de los estudiantes con la finalidad de otorgarles herramientas que les ayuden en su proceso cognoscitivo. Asimismo, esto impulsa a que otros alumnos creen entornos digitales que faciliten el aprendizaje a sus pares, para que así la mayoría -y ya no solo el promedio- hablen un lenguaje en común.

Tal como lo resalta Williamson, desde que se creó la educación de acceso universal, siempre los educadores han buscado sistemas para evaluar los conocimientos de sus alumnos y conocer su progreso. En los dos siglos pasados, los exámenes eran la regla. En el siglo XXI, el ‘big data’ ofrece una visión más real.

Imagen: IEBS

Fuente: ElComercio.com

martes, 20 de agosto de 2019

Imágenes satelitales muestran la contaminación del incendio en Santa Cruz


Los incendios incontrolables que se registran en Santa Cruz, han arrasado más de 500 mil hectáreas de bosques, cultivos y pastizales. Esto, además, genera contaminación por monóxido de carbono que se rastrea con imágenes satelitales.

Mira en el mapa, en tiempo real, los lugares afectados por el fuego.

Son más de 6 mil focos de calor que se registraron en lo que va de agosto en seis municipios: Roboré, San José, San Ignacio, Concepción, San Rafael y San Matías. El fuego provocó también la muerte de animales silvestres, como tortugas y armadillos.

Imagen: windy.com

Fuente: Los Tiempos

lunes, 19 de agosto de 2019

Cómo mejorar la comprensión lectora en Inglés con recursos digitales

En el Instituto Jaume Balmes de Barcelona se han desarrollado dos experiencias en dos etapas de ESO para trabajar varias habilidades en la asignatura de Lengua Inglesa, siendo la principal la comprensión lectora. Nos lo cuenta Eleonora Nakova, profesora de inglés del centro.

La compresión lectora es una competencia que se define como la capacidad de comprender, valorar y utilizar textos escritos para lograr objetivos personales y desarrollar el propio conocimiento. A día de hoy esta es una de las dificultades más importantes que se presentan a la hora de estudiar una lengua extranjera.

Un lector competente es aquel que puede interactuar con el texto para construir un significado, a partir de conocimientos previos, sobre la información que proporciona el texto y del propósito de la lectura.

En este diálogo interactivo intervienen dos procesos cognitivos: por un lado, la movilización de conocimientos previos (personales, lingüísticos y culturales) y, por otro, la formulación de hipótesis sobre la información que contiene el texto. Por este motivo, se han de buscar maneras alternativas de presentar los textos a trabajar.

Experiencia en primero de la ESO

La primera propuesta fue aplicada a primero de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria en España). Con la colaboración del departamento de tecnología, se les enseñó a configurar y manejar robots Zowi y en otra sesión se repartió un guión teatral adaptado a su nivel.

Se crearon grupos de 4-5 alumnos y empezaron a ensayar la lectura y, una vez perfeccionado su nivel de comprensión y pronunciación, tuvieron que realizar una lectura dramatizada con los robots como los personajes de su obra. De esta manera no solo se trabajaron las competencias de comprensión lectora, sino también la apreciación literaria de obras teatrales.

Esta actividad captó la atención de todos los alumnos. Este es un aspecto a destacar dado que en esta etapa mantener la atención en un texto por un tiempo prolongado resulta difícil.

En cuanto a la evaluación de la actividad, se pudo evaluar la comprensión lectora en Inglés y la expresión oral. La valoración de los alumnos fue muy positiva y señalaron que les gustaría repetir la experiencia y que de esta manera no se daban cuenta del tiempo que han estado leyendo en inglés.

Experiencia en cuarto de la ESO

La segunda propuesta fue aplicada al cuarto curso de ESO. En este caso, el objetivo principal fue mejorar la comprensión lectora en Inglés utilizando recursos digitales por resultar más motivadores para los alumnos. El proyecto se desarrolló durante el mes de noviembre y la temática se centró en mujeres que han contribuido a la sociedad o han luchado por una causa importante.

En esta propuesta se utilizaron cinco textos diferentes presentados como códigos QR en diferentes partes de la clase. Los textos trataban sobre la vida de cinco mujeres que habían aportado algo importante a la sociedad, pero que no habían obtenido ningún reconocimiento. La dificultad de los textos era similar a los que se trabajan normalmente en clase.

La actividad se realizó en parejas donde uno escanea y el otro escribe las respuestas en un cuestionario del Moodle de clase. De esta manera conseguimos que todos lean un texto bastante largo sin apenas notarlo, ya que la tarea implica movimiento por el aula, discusión oral sobre las respuestas y expresión escrita, ya que las tienen que apuntar.

A continuación, se les pidió que investigaran sobre otros casos de mujeres importantes para la sociedad y prepararan su propio código QR con un texto breve y algunas preguntas de comprensión lectora en Inglés.

La evaluación tiene en cuenta las respuestas a la comprensión lectora que se han recogido en el cuestionario y la producción escrita propia. La valoración de esta actividad por parte del alumnado ha sido totalmente positiva, destacando el carácter dinámico y motivador de la propuesta.

Conclusiones

Es un hecho constatable que cada día los jóvenes leen menos, pero como docentes está en nuestras manos ofrecer experiencias relacionadas con la lectura inolvidables y motivadoras. Mediante estas dos propuestas hemos conseguido que el alumnado de diferentes niveles de la ESO lea en inglés con herramientas inusuales, a través de su pantalla favorita (la de su móvil) y acompañados por un simpático mini robot.

Los resultados de ambas actividades han sido muy positivos, tanto a nivel académico como personal. No se trata de sustituir los textos ni libros sino de intentar acercarnos a los gustos de los adolescentes y ofrecerles un cambio metodológico que puede ayudarles e impulsarles a disfrutar más de la lectura.

Fuente: https://www.educaciontrespuntocero.com