¿A qué se dedica la sociología de este presente complejo? El cambio permanente de esta era obliga a ciencias y disciplinas a buscar respuestas para los interrogantes que se multiplican y transforman demasiado rápido. Con mucha menos adrenalina, en 1987, Anthony Giddens y Jonathan Turner compilaron el clásico La teoría social hoy en el que pretendían responder a los desafíos que ese entonces les presentaba a la sociología. Es un conjunto de ideas clave para entender el mundo previo a la caída del Muro de Berlín en el que no hay mujeres y todas las firmas eran de hombres blancos ensayistas de los países centrales. Más de treinta años después, tres sociólogos destacados publican un libro que, aunque no lo admitan, le presenta batalla a ese clásico académico ya desde el nombre. Se llama La teoría social ahora (Siglo Veintiuno), ya fue publicado en Estados Unidos y sus editores son el argentino Claudio Benzecry y los estadounidenses Monika Krause e Isaac Ariail Reed.
Benzecry, profesor en la Northwestern University, estuvo en Buenos Aires presentando este libro que trata de poner a la sociología a la altura de los desafíos del más dinámico presente. “Hicimos el libro en tres años, hay autores mujeres y de varios lugares del mundo. También hay temáticas variadas desde feminismo hasta poscolonialismo, Estados Unidos como imperio, la tensión con Europa. El libro de Giddens y Turner no resuelve estas tensiones, no hay una conversación entre los autores. Nosotros tenemos un capítulo con un mundo descentrado desde una perspectiva de 1500 años donde lo que siempre estuvo en el centro fue el Océano Pacífico y China. Los autores de nuestro libro son profesores de buenas universidades de Estados Unidos y de Europa, pero, por sobre todas las cosas, especialistas en ciertas áreas, y era decir, ‘no es la selección de los que les fue bien, sino la selección de gente muy específica en cada área’. Hay una cosa mucho más de promover una conversación entre teoría social y teoría sociológica, de pensar como lo global y lo transatlántico a la hora de pensar la generación de teoría, y hay algo de hacerse cargo de que no puede ser este mundo insular de torre de marfil de señores blancos”.
–¿Qué lugar tiene hoy el sociólogo en Estados Unidos? ¿Qué tan visible es?
–Hay una idea de lo público muy distinta de la que estamos acostumbrados en la Argentina y de la europea, en el sentido de que nunca se llama al sociólogo para que dé alguna clave de lectura de la sociedad. Entonces, surge mucha gente que quiere incidir en un campo ampliado de lectura, y que acepta las reglas de la no ficción literaria. Matt Desmond (sociólogo de Princeton), escribió un libro que se llama Desalojado (Evicted), con el que ganó el premio Pulitzer, el Premio Nacional de ensayo y fue un bestséller sociológico. Pero lo lees y no hay nada de sociología, está todo centrado en las narrativas personales y la estructura social aparece en las notas al pie. Cuando se usa este libro para enseñar sociología a los alumnos que recién empiezan, ellos te dicen: “En esta parte del libro hay una señora a la que le dan estampillas para programas de comida y se la patina en una torta y en un pavo, al final son todos una mierda”. Y vos decís, el libro quiere comunicar que dado lo ilógico, lo irracional en que eso se administra, es mucho más lógico que la persona se lo reviente en un gasto, porque realmente no sirve para nada, pero el libro falla en comunicarlo, y parte de lo que falla es la lógica de que, si salís de los argumentos complejos, abandonás la sociología.
–¿Y qué modelo es el que perdura?
–La sociología estadounidense tiene esa impronta tan empiricista que dice cosas como: “Tenemos que asegurarnos que las madres consigan leche a los dos años de edad de sus hijos”. Y uno dice ok porque un estudio cuantitativo señala que el 7% de los chicos que a los dos años tomaron más leche les va mejor en la vida que a los que no tomaron…”. Uno ve que se olvidan de escribir la parte donde aparecen las cosas sociológicas obvias, la estructura social, el trabajo invisible detrás de casi todo, las convenciones, etcétera.
–También vemos que hay cierta hibridación académica. Se toman herramientas de otras disciplinas, y después ya no se sabe muy bien qué es la sociología ni la antropología, ni la historia. Los cruces son siempre interesantes pero a veces terminan disolviendo el punto de análisis inicial.
–Sí. Nosotros decíamos:“¿Cuál es la conversación ahora, de qué manera sigue siendo una conversación sociológica”. ¿No? hay que pensar cosas que estuvieron fuera del canon, y que de repente son préstamos de otras disciplinas, pero hay una cosa de disciplina. De ese modo, en el libro, algunos capítulos van a tomar vida propia y van a arrastrar el libro para una lectura general. En contrapartida, hoy se lee muy poco del libro de Giddens y Turner.
–¿Cómo ves desde afuera el desarrollo de la sociología argentina?
–Lo veo en particular en mi papel de editor de una colección en Siglo Veintiuno. Me parece que se vive un gran momento, el de la post reapertura del Conicet, el del descentramiento de la UBA hacia otras universidades públicas, privadas, de los centros de estudio y las universidades del conurbano, que produjeron una riqueza intelectual importante. Acá no hay sociólogos muy grandes de edad, no hay que esperar a crecer tanto como para competir con los padres fundadores. Está Maristella Svampa, Lucas Rubinich, Gabriel Kessler. Tenés gente más joven como Arel Wilkis, el decano de IDAES; Alejandro Dujovne, director de la maestría de Sociología de la cultura de UNSAM; Mariana Lluzi; Gabriel Vommaro; Mariana Heredia; Mariana Genet; entre muchos otros. Aquí, a diferencia de Estados Unidos, se siguen haciendo grandes preguntas. Por qué la desigualdad, por qué el peronismo, por qué la inflación, por qué las elites; son preguntas sobre la modernidad argentina. Muchos de ellos se formaron en Francia, Estados Unidos, Brasil y volvieron y formaron sociólogos acá. Entonces, a mí me parece que es un momento excepcional.
–¿Qué entendés hoy por Sociología de la cultura? ¿No se volvió un paraguas demasiado amplio para abarcar muchas temáticas?
–En Estados Unidos, las dos secciones más grandes de la Asociación Americana de Sociología son: la de género –que también es una especie de paraguas que cubre muchas temáticas que estudian mujeres– y la otra es cultura. Porque tenés gente que hace producción cultural, sociología de la cultura, arte, etcétera. Después hay gente que lo que piensa es que los sentidos y las representaciones se organizan en acción social, que es como una Cultura (con mayúscula). Y tenés gente, sí, que lo que quiere ver son repertorios culturales en acción, creo que en parte crecieron porque nunca se dijo qué eran. En Estados Unidos, hubo un primer momento en que esos repertorios eran contextos, organizaciones, instituciones, la estratificación explica la producción cultural, después hubo un momento más complejo y más interesante cuando entró la tradición bourdiana, digo, la idea de la cultura como reflejo ya había desaparecido igual, pero refracción, y no todo en redes de colaboración, horizontal dónde está la competencia, el antagonismo. Después, vino Jeffrey Alexander y dijo: “¡No! Lo que hay que hacer no es sociología de la cultura, sino sociología cultural.” Con la idea esta de que el sentido organiza, la acción social es la más importante. Y ahora creo que estamos en un momento en el que de a poco salen investigaciones más ricas que lo que hacen es decir, viste, la cultura con c minúscula, ¿no? Pero hay algo de no haber especificado qué es, que fue lo que permitió que creciera. Hasta 1982 no había sección de cultura en la Asociación Norteamericana de Sociología. Pero después vino un crecimiento exponencial que tuvo que ver con, “bueno, nosotros no discriminamos a nadie, si vos decís que haces cultura, hacés cultura”.
Fuente: clarin.com
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