lunes, 5 de agosto de 2019

Los 50 mejores pensadores del 2019

Las personas reflexivas son las más capacitadas para cambiar el mundo y hacerlo en positivo. “Solo hay un bien: el conocimiento. Solo un mal; la ignorancia” dijo el filósofo Sócrates.

Unas palabras certeras cuando se debe reivindicar el poder del pensamiento frente a la corriente antiintelectual de aquellos que desdeñan la razón. Basta ver el panorama político y el ascenso al poder de quienes a buen seguro avergonzarían al clásico griego. El brexiter Nigel Farage, el italiano Matteo Salvini o el recientemente elegido presidente británico Boris Johnson…pero seguramente el polémico Donald Trump sea el máximo exponente de política show apelando a las pasiones en vez de la sensatez.

“Solo sé que no sé nada” sería otra de las frases célebres de Sócrates en la humildad de la búsqueda del conocimiento. Ahora en cambio hay políticos que parecen saberlo todo cuando en realidad saben más bien poco, como todos.

Desde el 2014 la revista británica Prospect rinde tributo a la clase intelectual: científicos, filósofos y escritores que están remodelando nuestros tiempos.

La lista pre seleccionada incluye 50 voces disruptivas “mentes que quieren cambiar el mundo, en lugar de simplemente explicar por qué el mundo es como es” explican en su editorial. Los lectores están llamados a elegir el mejor pensador/a del 2019.

En el mismo se reivindica el papel de los intelectuales en nuestra sociedad, que han quedado al margen de la élite económica cuando podrían ser más decisivos al aportar más soluciones.

Se destaca en el contexto un cambio de era marcada por la tecnología que también está “remodelando la vida intelectual” con el uso de procesadores avanzados como herramienta fundamental.

Asimismo la lista del 2019 muestra una paridad que no había en años anteriores, 50 / 50 de hombres y mujeres intelectuales. Desde En Positivo repasamos la trayectoria de algunos de los importantes nombres que figuran en esta lista.

Svetlana Alexievich: desde que ganara el Premio Nobel de Literatura en 2015, la primera escritora de no ficción en hacerlo, las obras de la escritora bielorrusa se han traducido recientemente al inglés. Las entrevistas de Alexievich con soldados rusos en Afganistán, sobrevivientes de Chernobyl, personas que fueron niños en la guerra con Alemania y muchos otros producen conmovedores relatos de sufrimiento en el mundo soviético.

Frances Arnold: es la primera mujer estadounidense en recibir el premio Nobel de química, y la quinta mujer en general en esa categoría, Arnold es conocida por su trabajo innovador que utiliza la evolución dirigida para crear enzimas. Aplicando el principio de adaptación de las especies a diferentes ambientes, Arnold aprovechó el cambio genético y la selección para desarrollar proteínas para catalizar diversas reacciones químicas. Sus resultados han ayudado a lograr una fabricación más ecológica en campos como los productos farmacéuticos, y contribuido a los avances en energía renovable.

Caucher Birkar: nacido en una aldea kurda en Irán en 1978, el matemático solicitó asilo en el Reino Unido en 2000 y luego se convirtió en profesor en Cambridge. El año pasado ganó una Medalla Fields, el premio más alto en matemáticas, por su contribución a la geometría algebraica, una forma de comprender objetos geométricos usando ecuaciones. Cuando se mudó por primera vez a Inglaterra, cambió su nombre a Caucher Birkar, que en kurdo significa “matemático migrante”.

Juan Martín Maldacena: el argentino bien puede ser recordado como el primer físico teórico verdaderamente grandioso del siglo XXI. Sin pretensiones pero profundamente imaginativo, está abordando la gravedad, la información y el tejido del universo. En Princeton, Maldacena descubrió una sorprendente equivalencia entre la teoría de cuerdas y la teoría cuántica, ofreciendo cierta unidad entre las teorías actualmente incompatibles en el corazón de la física fundamental. Su trabajo condujo a la hipótesis de que una conexión entre partículas cuánticas, llamada entrelazamiento, podría estar relacionada con agujeros de gusano en el espacio-tiempo.

Houman Haddad: el ejecutivo de la ONU detrás del programa “Building Blocks”está trabajando para introducir la nueva tecnología blockchain en los campos de refugiados. El software de reconocimiento facial y el almacenamiento de información pueden aumentar la eficiencia para obtener dinero y, por lo tanto, alimentos para los campos de refugiados (los resultados iniciales sugieren una reducción del 98 por ciento en las tarifas bancarias) y permitir a los refugiados construir una “billetera digital”, esencial para demostrar su identidad.

Marwa al-Sabouni: esta arquitecta fue bombardeada en la guerra, pero esto no le ha impedido escribir de manera elocuente sobre cómo el mal diseño de los edificios puede plantar la semilla del conflicto social. En su magnífico manifiesto de memorias, La batalla por el hogar, nos cuenta que durante la década de 1990 no había parques o centros culturales para mezclarse con diferentes tipos de personas; se sintió “encarcelada tras las rejas de la nada”. Su plan para reconstruir su país una vez que termine la guerra civil es creativo y significativo.

Katharine Hayhoe: científica atmosférica de formación, ahora es profesora de ciencias políticas y directora del Centro de Ciencias del Clima de Texas Tech. La autora de más de 120 publicaciones revisadas por pares, que cubren el papel del metano, los incendios forestales y los bosques en la historia del clima, así como el inminente número de muertos por las olas de calor del verano, se distingue entre los científicos del clima por aportar un rasgo inusual a su activismo: su fe En un país donde gran parte de la derecha cristiana se entrega al negacionismo climático, el trabajo de Hayhoe con audiencias religiosas ha llevado a su compañero científico John Abraham a llamarla “quizás la mejor comunicadora sobre el cambio climático”.

Robert Plomin: ¿Importa la genética? Hace treinta años, el consenso, al menos entre los científicos sociales, era que nutría la naturaleza de forma confiable. Plomin no está de acuerdo. Ahora que hemos mapeado el genoma humano, somos capaces de predecir con mayor precisión la propensión a las enfermedades mentales y si tendrá éxito en la escuela. De manera crucial, Plomin no cree que los genes sean necesariamente el destino; el título de su libro Blueprint es algo engañoso. Más bien muestran cómo las tendencias innatas tienen más probabilidades de ser activadas por factores ambientales. Entonces, si no podemos ayudar a los genes con los que nacemos, podemos cambiar la sociedad para igualar las probabilidades.

Fuente: En Positivo

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