viernes, 28 de febrero de 2020

Epidemia TikTok

“Advertencia. Esta aplicación puede ser altamente adictiva”. Esta es la frase con la que TikTok invita en Twitter a descargar su aplicación. Su objetivo es claro: tener al mayor número posible de personas enganchadas. ¿Para qué? Lo de siempre, vender cosas y ganar dinero. Y lo están consiguiendo a una velocidad sin precedentes: ha tardado mucho menos que Facebook o Instagram en conquistar los mil millones de usuarios en el mundo, más de cuatro de ellos en España, de los cuales el 70% es menor de 24 años. Para entendernos: TikTok parece ser a las redes sociales lo que el coronavirus a la gripe. Y lo de que es adictiva no es broma. Al revés, hay un montón de gente enganchada, la mayoría niños. Es cosa sabida en los colegios: “Si no estás en TikTok, no eres nadie”.

Bien, los dueños de este juguetito han accedido a pagar una multa de 5,7 millones de dólares por captar ilegalmente datos de menores. Desde entonces, sus bases legales obligan a tener 13 años para descargar la aplicación, porque esa es la edad requerida en EE UU. Poco importa que en España ningún menor tenga derechos legales sobre las imágenes que comparte hasta los 14 años. Nadie ha pedido a TikTok que adapte sus bases legales a nuestra legislación. Total para qué, si cualquier niño de nueve se la baja mintiendo al móvil de sus padres. Eso cuando el niño no tiene su propio smartphone.

De modo que los pequeños falsean su edad para aceptar unas bases legales que los dejan desprotegidos. A partir de ahí, la aplicación recoge su información sin consentimiento parental: vídeos, correo electrónico, número de teléfono, ubicación… En Estados Unidos consideran esta manera de exponer la intimidad de los menores lo peor de lo peor. Entre otras cosas, porque allí todo el mundo cree que su vecino es pederasta y que está en TikTok siguiendo el rastro de sus retoños. Por suerte, nosotros no somos así. Nosotros somos europeos, españoles bien informados para ser exactos. Así que nos hemos tomado la molestia de restringir la cuenta de nuestros vástagos. “Mi hijo tiene TikTok, sí, pero solo juega y comparte vídeos con sus amigos del cole que son de su edad y a los que conozco personalmente”, decimos. ¿Hay algún problema?

Yo creo que sí. Y grave. Porque TikTok es una herramienta cuyo objetivo es generar tiempo de permanencia frente a una pantalla conectada con la propia imagen. Así que funciona como un sofisticado espejo mágico. Por eso los niños dicen “si no estás en TikTok no eres nadie”. Porque de hecho, sin TikTok no pueden “verse”.

Hay que reconocer que el problema del espejito viene de antiguo. Ya en la mitología griega Némesis castigó a Narciso a que se enamorara de su propia imagen. Y él, embobado, acabó arrojándose a las aguas de la fuente donde se reflejaba. Claro que Narciso era vanidoso de nacimiento —su carácter marcó su destino— mientras que nuestros niños son generosos y adorables. El problema es que gracias a TikTok todos los niños serán narcisos. Porque el algoritmo de esta red envía sus vídeos a millones de personas para que los admiren —promueve la vanidad con tecnología militar— y les invita a imitar lo que otros hacen para compararse con ellos e intentar superarlos de manera compulsiva.

Para colmo de males, los niños no hacen lo que quieren cuando están en TikTok sino lo que la plataforma determina. Porque a diferencia de otras redes, esta decide las tendencias y comunica a los tiktokers los hashtags sobre los que deben trabajar. Así TikTok sabe qué challenge van a hacer los niños antes de que ellos lo conozcan siquiera. ¿Se imaginan cuanto pagaría una marca por un poder así? Los dueños de TikTok ya lo están facturando. Por eso es tan importante que el algoritmo tenga más poder que el usuario, porque eso hace que la plataforma sea más rentable. Y así caemos una vez más en la paradoja de siempre: cuanto más inteligente es una tecnología, mayor volumen de usuarios “tontos” necesita para recaudar. Los niños no son tontos, pero están poco instruidos. Blanco perfecto.

Dicho esto, a mí TikTok me mola, no se crean. Es un universo fascinante lleno de contenidos que alberga mucha creatividad y buen rollo. El asunto es que yo no tengo nueve años, ni 14. Y además, he hecho algo que todo el mundo debería hacer antes de pisar cualquier red social: he construido mi identidad leyendo libros. ¿Se acuerdan? Esos complejos dispositivos paginados que construyen ciudadanos en vez de consumidores.

Desgraciadamente, los nativos digitales no están teniendo la suerte de construir su identidad como ciudadanos, ese lujo de los viejos. De manera que la epidemia china avanza y contagia a nuestros niños mientras nosotros discutimos sobre el veto parental, la chorrada medieval que Vox ha puesto de moda mientras se abría una cuenta en TikTok. Porque Santi está dentro, faltaría más. Allí donde hay ciudadanos poco instruidos, tienen los verdes su mejor caladero.

Mientras, los padres nos preguntamos por la edad a la que nuestros hijos deberían tener su primer móvil. Y digo yo ¿qué nos está pasando? Digamos de una vez las cosas claras. ¿Cuántos libros deberían leer antes de tener su primer móvil? Ahí está el único pin del que vale la pena discutir. Y la epidemia de la que urge salvaguardarse.

Imagen: Infogate

Fuente: Revista de Prensa

Discos duros SSD portátiles, seguros y con gran capacidad

Trabajos, apuntes, fotos familiares, vídeos y todo tipo de contenidos multimedia… Con tantos ficheros, es fácil que el disco duro del ordenador se llene, haciendo que vaya más lento y que no tengamos espacio para todos nuestros archivos. ¿La solución? Un disco duro externo. Y aunque hay muchos tipos, en esta ocasión hemos seleccionado unidades portátiles (que se puedan llevar a cualquier parte fácilmente) con tecnología SSD.

¿Qué significa? Que, a diferencia de los discos duros tradicionales, no tienen componentes móviles y son mucho más compactas, fiables y resistentes a golpes o caídas.

G-Tech G-Drive

Con 500 GB, 1 o 2 TB, tiene certificado de resistencia IP67 al agua y al polvo, caídas desde tres metros de altura y golpes. Ofrece una rápida velocidad de trasferencia de datos (hasta 560 MBps) y se conecta al ordenador a través de un puerto USB 3.1 tipo C, aunque también es compatible con especificaciones anteriores.

Samsung T5

En su interior trae los ficheros de instalación necesario para utilizar el software Samsung SSD Portable tanto en el ordenador como en dispositivos móviles (smartphones o tabletas con Android). Es ideal para establecer una contraseña para proteger los contenidos. Está disponible con capacidades de almacenamiento de 250 y 500 GB y de 1 y 2 TB. Es más pequeño que una tarjeta de visita, pesando solo 51 gramos y midiendo solo 10.5 mm de espesor.

Sandisk Extreme Portable SSD

Disponible en distintas capacidades entre 250 GB y 2 TB, es muy compacta y ligera (pesa 40 gramos) y cuenta con certificación IP55, lo que supone que es resistente al agua de lluvia y salpicaduras o derrames de líquidos, así como al polvo, a los golpes, la vibración y las temperaturas extremas. Incorpora un orificio para colocar un mosquetón u otro tipo de sujeción y llevarlo colgado de cualquier hebilla e trae precargado el software SanDisk SecureAccess, que permite crear una carpeta protegida con contraseña para almacenar la información privada.

Seagate Fast SSD

Permite crear un duplicado de los archivos y proyectos gracias al software de sincronización de carpetas incluido, con el que es posible activar la supervisión de una carpeta concreta y la propia unidad la actualiza automáticamente cuando detecta cambios en los archivos. Este mismo software ofrece también copias de seguridad y de duplicación.

WD My Passport Wireless SSD

Su precio es superior al de la competencia pero, a cambio, cuenta con una función que no tiene ningún otro: funciona de forma inalámbrica. Así, con sólo colocar una tarjeta SD o conectar un dispositivo a través de USB y pulsar un botón, puede hacer una copia de su contenido. A su vez, es posible acceder a todo ello a través de Wi-Fi. Su diseño protege la información de golpes, vibraciones y caídas de hasta 1 metro incluso cuando el disco está en funcionamiento y funciona con una batería interna con hasta 10 horas de autonomía.

Fuente: Educacion 3.0

jueves, 27 de febrero de 2020

Gratis 3 millones de imágenes de colección digital del Smithsonian

El Smithsonian anunció hoy el lanzamiento de Smithsonian Open Access, una iniciativa que elimina las restricciones del copyright del Smithsonian de aproximadamente 2.8 millones de sus imágenes de colección digital y casi dos siglos de datos. Esto significa que las personas en todas partes del mundo ahora pueden descargar, transformar y compartir este contenido de acceso abierto para cualquier propósito, de forma gratuita, sin el permiso del Smithsonian.

Entre los museos e instituciones culturales, este es el programa de acceso abierto más grande e interdisciplinario hasta la fecha. El Smithsonian continuará agregando elementos de manera continua, con más de 3 millones de imágenes designadas como acceso abierto para fines de 2020.

El contenido de Smithsonian Open Access incluye imágenes 2D y 3D de alta resolución de elementos de su colección, así como conjuntos de datos de investigación y metadatos de colecciones, que los usuarios pueden descargar y acceder sin limitación.

Los 19 museos del Smithsonian, nueve centros de investigación, bibliotecas, archivos y el Zoológico Nacional contribuyeron con imágenes o datos a este proyecto. El programa incluye contenido en artes, ciencias, historia, cultura, tecnología y diseño, desde retratos de figuras históricas estadounidenses hasta escaneos 3D de esqueletos de dinosaurios. Anteriormente, el Smithsonian puso a disposición en línea más de 4.7 millones de imágenes de colección para uso personal, no comercial y educativo.

El acceso abierto también implica que el contenido del Smithsonian esté disponible a través de licenciad Creative Commons, Google Arts & Culture, Wikipedia y otras plataformas digitales, lo que aumenta el alcance y el impacto de estas colecciones.

Fuente: Universo Abierto

Coronavirus: matemática del contagio para mantener la calma en medio del caos

La matemática del contagio es simple. Tan simple como crucial. Ahora que hemos aprendido a lavarnos las manos adecuadamente, pasamos a la fase dos, que viene con sorpresa: las matemáticas. Si renunciamos al esfuerzo, corremos el riesgo de no entender qué es todo esto que nos está sucediendo, y eso acaba con un desgraciado dejarse llevar por un pánico a menudo infundado.

Para empezar, dividámonos en tres grupos. Un secreto de las matemáticas es nunca ir demasiado lejos para lo sutil, y las matemáticas del coronavirus distinguen a la población, a todos nosotros, de una forma aproximada: están los Susceptibles (S), las personas que podrían infectarse; los Infectados (I), aquellos que ya han sido infectados; y los sanados o Recuperados (R), que son aquellos que se infectaron, han superado la enfermedad y ahora ya no transmiten el virus.

Cada uno de nosotros es capaz de reconocerse instantáneamente en una de estas categorías, cuyas iniciales forman el nombre del modelo al que los epidemiólogos recurren en las últimas semanas como un oráculo: el modelo SIR. Fin.

Vale, no, no hemos llegado realmente al final. Nos falta al menos otro concepto. Dentro del modelo SIR, dentro del corazón de cada infección, se oculta un número, diferente para cada enfermedad. En los últimos días ha surgido aquí y allá en discusiones y artículos. Se conoce convencionalmente como R0, "erre sub cero", y su significado es fácil de interpretar: R0 es el número de personas que, en promedio, cada individuo infectado infecta a su vez.

Coronavirus: R0 de 2,5

Para el sarampión, por ejemplo, el R0 se estima en alrededor de 15. Es decir, durante un brote de sarampión, una persona infectada infecta a un promedio de otras 15, si ninguna está vacunada. Para las paperas, el R0 es aproximadamente 10. Para nuestro coronavirus, la estimación de R0 está alrededor del 2,5. Aquí alguno saltará inmediatamente a las conclusiones y dejará de leer: "¡Hurra! ¡Es bajo! ¡Al diablo con las matemáticas!". No exactamente, espere. La gripe española la de 1918, tuvo un R0 de alrededor de 2,1. Y todos hemos oído hablar de ella.

Pero por ahora no queremos apresurarnos para determinar si el "erre sub cero" del coronavirus es alto o bajo. Primero nos interesa saber qué pasa cuando el R0 es menor que 1. Si cada infectado no infecta al menos a otra persona, la propagación se detiene por sí sola. La enfermedad es un incendio, un brote vacío. Si, por el contrario, R0 es mayor que 1, aunque sea ligeramente, estamos en presencia de un principio epidémico.

Para visualizarlo, sólo imagine que los infectados son canicas. Se lanza una canica solitaria, el infame paciente cero, y golpea a dos más. Cada una de ellas afecta a dos más, que a su vez afectan a dos más cada una. Y así sucesivamente. Es lo que se llama crecimiento exponencial, y es el comienzo de cualquier epidemia.

En la primera fase se infectan cada vez más personas y cada vez más rápido. La velocidad depende del tamaño de R0 y de otra variable fundamental de esta matemática transparente y decisiva: el tiempo promedio que transcurre entre el momento en que una persona se infecta y el momento en que esa misma persona infecta a otra. Esa ventana de tiempo, en el caso de Covid-19, se estima en alrededor de siete días.

Aquí sí: fin, de verdad. Una vez absorbida esta poca información, podemos resumir todos los esfuerzos institucionales, todas las medidas "draconianas", las cuarentenas, el cierre de escuelas y teatros y museos, las calles vacías, en una única intención matemática: reducir el valor de R0. Esto es lo que estamos haciendo con gran dolor y sacrificio. Porque cuando el R0 cae, la expansión se ralentiza. Y cuando R0 se lleva cuidadosamente por debajo del valor crítico de 1, la difusión comienza a detenerse. A partir de ese momento, es la epidemia misma la que se asfixia. Las personas, ya no.

¡Qué exagerados!

En los últimos días se ha abierto una falla entre aquellos que aceptan con humildad lo que viene dispuesto desde arriba y aquellos que claman que es una exageración, una locura, una "psicosis colectiva". O tal vez ni siquiera lo gritan, sino que adopta una actitud más despectiva, más intelectual, como si dijeran: "Vaya tontos, se dejan engañar", que es básicamente lo mismo.

Este tipo de escepticismo es transversal, no depende del nivel de educación ni del origen ni la edad; bueno, tal vez de la edad un poco sí: los adultos-adultos parecen particularmente inclinados. En cualquier caso, es una actitud humana y está particularmente de moda en nuestra época. Pero quien insiste en que la contención excepcional establecida es "exagerada" no ha entendido las matemáticas. O las ha tergiversado.

Un malentendido común, por ejemplo, surge de la comparación propuesta con la gripe estacional. Lo que une al Covid-19 con la gripe estacional es la forma de contagio: ocurre a través del intercambio de gotas lanzadas al aire a través de los estornudos y de la tos.

Y hay síntomas generales, por supuesto, que son similares, una confusión que causó demoras en la contención inicial y algunos accidentes desagradables como el del hospital Codogno [al que el primer ministro italiano Giuseppe Conte ha acusado de estar en el origen del foco] . Pero por el momento no hay ninguna evidencia de que el coronavirus tenga un pico estacional autónomo y luego retroceda, como la gripe ordinaria.

Respecto al pico de infecciones, también nos han venido engañando con la noticia de que en China ya se ha superado, y que pronto nos llegará también a nosotros. Es la interpretación incorrecta de un dato. Sería más correcto decir que "un" pico, el primero, se ha alcanzado y superado en China.

Esto sucedió de manera precisa y exclusiva debido a sus medidas hiperrestrictivas, es decir, bloquear a unos cientos de millones de personas en sus hogares, pero no por una característica intrínseca de la enfermedad. En resumen, al R0, en China y después en el resto del mundo, lo han arrastrado por la fuerza. Y ahora se mantiene bajo por fuerza, como si todos, obedeciendo a las instituciones, estuvieran presionando la tapa de una olla llena de agua hirviendo.

Ojo, que si las medidas se relajaran, en China como en Europa, el R0 probablemente volvería a su valor "natural" de 2.5. El contagio comenzaría a extenderse exponencialmente. Los epidemiólogos saben que la única forma de detener de verdad una epidemia es que el número de Susceptibles sea lo suficientemente bajo como para hacer poco probable el contagio.

Por ejemplo cuando la población está vacunada. Las vacunas nos hacen cambiar de Susceptible a Recuperado sin siquiera pasar por la enfermedad. Pero este no es el caso por el momento. El Covid-19 todavía es demasiado nuevo para nosotros los humanos.

Saltó de un murciélago a otro animal, tal vez una serpiente, y allí los dos códigos genéticos se mezclaron de una manera desafortunada; y de ese segundo invitado dio otro salto al hombre, como un asteroide que arroja un elemento químico desconocido a la Tierra. No tenemos anticuerpos efectivos y no tenemos vacunas. Ni siquiera tenemos estadísticas. Traducido al modelo SIR, significa que todavía somos todos susceptibles.

Pregunta de examen de matemáticas: "¿Cuántos Susceptibles tiene el Covid-19 hoy?". Respuesta: "Algo más de siete mil millones".

Pronóstico del tiempo

Otra aberración común se refiere a la furia de los medios sobre el "paciente cero" en Italia. Patient Zero es un título perfecto para una serie distópica de Netflix o para una película de zombies, de hecho ya existe. Pero el paciente italiano cero ha sido de casi cero interés para los epidemiólogos durante días.

Desde ese punto de origen fantasma, las líneas secundarias y terciarias ya se han ramificado, silenciosas trayectorias de contagio, muchas de las cuales probablemente están latentes. En Florencia, en Liguria, en Alemania, en los Estados Unidos, quién sabe dónde.

Y finalmente, está el álgebra del peligro, que también es engañoso. Dividimos el número de muertes entre el número de brotes: cero coma cero algo. Traducido: "¡No morirás!". Mientras, los virólogos se dejan la garganta repitiendo que el verdadero problema es otro. La tasa de hospitalización requerida para Covid-19 es, de hecho, bastante alta.

Si todos o la mayoría de los Susceptibles se infectan demasiado rápido, nuestro sistema de salud recibiría una colisión peligrosa. No tendríamos los recursos necesarios para enfrentarnos adecuadamente a tal eventualidad. Nos volveríamos locos.

Las acciones "exageradas" que emprendió primero China, después Italia, se basan en escenarios que también son matemáticos. No en rumores, no en impresiones vagas, tampoco en la histeria colectiva. Alessandro Vespignani, que desarrolla estos escenarios en la Universidad Northwestern en Boston, me dijo: "Es como con el pronóstico del tiempo".

La base de las simulaciones es el modelo SIR simple que hemos descrito, pero la teoría se aplica a la situación real de nuestro planeta, de nuestra sociedad. Todos los datos disponibles se utilizan para alimentar el modelo con la realidad: los mapas satelitales de la NASA, las rutas de vuelo y el número de sus pasajeros, información sobre cada interacción humana medible e incluso ciertas medidas correctivas psicológicas, como el miedo. He aquí un área en la que el Big Data se utiliza para salvar nuestras vidas.

Las simulaciones, una vez lanzadas, muestran cómo se desarrollará la epidemia en los próximos días dentro de ciertos márgenes de error, si se convertirá en una pandemia o desaparecerá. De esos análisis proceden las decisiones de los gobiernos. Que levante la mano ahora quien no se cree la predicción del tiempo, quien planea unas vacaciones en la playa para mañana mismo sabiendo que El Tiempo da 90% de probabilidades de inundación.

Susceptibles y sospechosos

He aquí un hecho curioso: la difusión de noticias falsas está bien descrita por los mismos modelos SIR que se usan para las epidemias. Incluso respecto a las fake news, cada uno de nosotros pertenece a uno de los tres conjuntos: el Susceptible, el Infectado o el Recuperado. Lástima que en este caso tengamos muchas más dificultades para elegir el lugar correcto. A menudo, ser susceptible a lo falso equivale a sospechar de la verdad. El esfuerzo por aceptar que algo radicalmente nuevo y "fuera de lo común" está sucediendo es otro rasgo profundamente humano de nuestra psique.

Una forma de renuencia hacia lo inesperado, hacia lo desconcertante y, sobre todo, hacia lo complejo, es la que nos ha llevado a tardar décadas en aceptar el cambio climático. Un mecanismo defensivo similar se desarrolla hoy contra el coronavirus. No tenemos anticuerpos contra el Covid-19, pero los tenemos contra todo lo que nos desconcierta. Es una paradoja de nuestro tiempo: mientras la realidad se vuelve cada vez más compleja, nos volvemos cada vez más refractarios a la complejidad.

Y sin embargo, lo que está sucediendo estos días no es realmente inaudito. "En Singapur, el gobierno y los funcionarios de salud trabajaron juntos para evitar la propagación de la infección. Las medidas draconianas se implementaron no sólo en los hospitales: cuarentena obligatoria para todos los casos sospechosos, multas y condenas para aquellos que no respetaran el aislamiento, cierre de un gran mercado, cierre de escuelas, controles periódicos de temperatura para todos los taxistas. Y así la epidemia fue domesticada".

Parece lo está diciendo hoy, pero David Quammen hablaba de lo que sucedió en 2003 con el SARS. Describe medidas idénticas a las adoptadas en el área italiana de Lodi, con la única diferencia de la severidad de las sanciones penales, porque nuestro sistema se basa en la confianza en los ciudadanos, en el axioma de su plena colaboración.

Spillover, el libro de Quammen, merece un artículo en sí mismo. Baste decir aquí que es la mejor manera de comprender las diversas facetas de la complejidad de esta epidemia. No vivirlo como si fuera una extraña excepción o un flagelo divino. Relacionarlo con otros desastres ecológicos de nuestro tiempo, como la deforestación, la eliminación de ecosistemas, la globalización y el cambio climático en sí. Incluso entrar en la mente del virus, descifrar sus estrategias, comprender por qué la especie humana se ha vuelto tan codiciosa de cada patógeno en circulación.

A veces Spillover da miedo, es cierto, ahí esta el murciélago negro en la portada, y a veces incluso te hace saltar, por ejemplo cuando se preguntas, en 2012, si el próximo Big One, la próxima gran epidemia esperada por los expertos, la causará un virus que aparecerá "en un mercado de una ciudad en el sur de China". ¿Predicción? No. Sólo ciencia. Y un poco de Historia. Es extraño que Spillover no esté agotado en tiendas, como los geles antisépticos y las mascarillas.

Fuente: El Mundo

miércoles, 26 de febrero de 2020

¿Por qué cabe apreciar los derechos humanos?

En una conferencia de 2004, Alain Badiou explicó que, mientras la injusticia es clara, la justicia resulta oscura. Lo menos arduo sería identificar hechos injustos. Tenemos aquí la ventaja de contar con personas que sufren, diciendo cómo su vida, libertad o propiedad es perjudicada. En la justicia, por el contrario, no hay víctimas. Por consiguiente, al procurar su definición, nos topamos con distintos enfoques, teniendo diferentes vías para concebirla de manera satisfactoria. Sin embargo, cometeríamos un error si creyéramos que la calificación de injusto está exenta de controversias. Porque no todos quienes se proclamen damnificados u ofendidos merecerán ese reconocimiento. De modo que, para manifestarnos sobre cualquiera de tales situaciones, sería necesario usar algún criterio gracias al cual nuestros debates tuvieran un marco en común. En este afán, se podría proponer la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada hace más de 70 años.

Si la filosofía política comprende el cuestionamiento del poder, los derechos humanos son un medio efectivo para consumarlo. En su nombre, criticaremos al Estado, el Gobierno y las leyes, partiendo de los postulados consagrados por Naciones Unidas. En otras palabras, siguiendo esta línea, los hombres se sienten impelidos a buscar la justicia política, un tema que ha sido considerado por varios pensadores, desde Aristóteles, pasando por Rawls, hasta, contemporáneamente, Höffe. Se trata de una reflexión que permite fijar límites a las autoridades, exigir determinadas actuaciones o requerir condenas contundentes contra quienes han despreciado nuestra humanidad. Por cierto, se hable de naturaleza o, como sostenía Hannah Arendt, condición humana, lo fundamental es que reconozcamos un elemento sin el cual muchos oprobios serían imperceptibles: la dignidad.

Consiguientemente, los derechos humanos posibilitan que rechacemos aquellos actos que son injustos e indignantes. Con todo, no es un propósito que se podría realizar sólo en el lugar donde uno ha nacido o, si fuera el caso, reside. No existe ninguna frontera que sirva para liberar a un régimen cualquiera, presente o futuro, de las críticas lanzadas al respecto. Es una consecuencia de su carácter universal, un atributo que ha sido siempre aborrecido por quienes invocan la soberanía, el amor al suelo patrio, pero para evitar una condena del partido reinante. Así, las tiranías niegan que algún otro Estado, coalición o entidad supranacional pueda entrometerse en sus asuntos internos, aunque éstos conlleven procesamientos sin garantías mínimas y ejecuciones extrajudiciales. Si dependiera de esos nocivos gobernantes, no habría Declaración alguna que respetar, sea en su territorio o afuera.

Salvo excepciones, todos somos capaces de conocer y valorar positivamente las facultades indicadas en ese valioso documento del año 1948. Esto sería posible porque, en teoría, nos corresponde la condición de seres racionales. En efecto, merced a esta cualidad, uno se daría cuenta de su importancia para nuestra convivencia. Nada más razonable que establecer un conjunto de condiciones básicas, inherentes a todo individuo, por las cuales el poder quede limitado. Es una situación por la que uno debe sentirse llamado a obrar, pues pasar de la moderación del mando, un avance positivo, al sometimiento irrestricto resulta indeseable y, además, retrógrado. Aun cuando los gobernantes anuncien el agotamiento de su vida entera para favorecernos, no conviene dejarlos sin restricciones. Es lo que, cuando pensamos en el derecho, puede señalarnos la reflexión filosófica. Por supuesto, abre apenas las variadas inquietudes que son expuestas a lo largo de las siguientes páginas.

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Fuente: Percontari Nº 24

martes, 25 de febrero de 2020

La tecnología digital emite tantos gases de efecto invernadero como la industria de la aviación

“Nuestros hábitos de consumo digital tiene grandes repercusiones ambientales. De hecho, el 4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) están vinculadas a la industria digital (…). Para el 2025, esta proporción podría alcanzar el 8%, es decir, aproximadamente el equivalente actual de las emisiones mundiales de GEI atribuidas a los automóviles. Sin embargo, es posible que los consumidores, con pequeñas acciones, den prueba de moderación para limitar su contaminación digital.” (Radio-Canada)

En la actualidad, las tecnologías digitales forman una parte integral de la vida cotidiana de los ciudadanos. Además, los usuarios suelen tener la impresión de que la tecnología digital contamina menos que la industria tradicional. Sin embargo, se estima que lo digital (desde su fabricación hasta su uso) emite tantos gases de efecto invernadero (GEI) como la aviación, su cuota ha aumentado a la mitad desde 2013, pasando de 2.5% a 3.7%. Ante esta situación, existen diversas iniciativas destinadas a reducir los impactos de la tecnología y la inteligencia artificial para ponerlos al servicio de la eficiencia energética y la preservación del medio ambiente de manera ética.

En ese aspecto, la Casa de Desarrollo Sostenible de Montreal y el Collectif Communication Citoyenne presentaron el 18 de febrero el panel “Hacia la austeridad digital, ¿un gigante detrás del mouse?” El panel estuvo compuesto por tres expertos: Charles Despins, Director de Investigación y Asociaciones, Escuela de Tecnología Superior y copresidente de la iniciativa “IEEE para las tics sostenibles”, Cyrille Maltot, Presidente y Director, División Digital, Synairgis, Québec/Francia y Sophie Paradis, Directora General del Fondo Mundial para la naturaleza de Canadá (WWF Canadá). Presentaron las posibles acciones para reducir los impactos medioambientales de lo digital.

Según los expertos, para reducir considerablemente la contaminación digital, los gobiernos deberán tomar medidas concretas e introducir nuevas políticas digitales porque los grandes productores de contenido y datos generan más de la mitad de las emisiones de GEI producidas por la industria digital.

Charles Despins explicó cómo las redes sociales y los canales de difusión generan más del 60% de las corrientes mundiales de datos y emiten una gran proporción de GEI.

Se clasifican así: en primer lugar están las películas que se ofrecen en canales de transmisión contínua (34%), videos pornográficos (27%), videos en canales como YouTube (21%) y finalmente los demás videos (18%). (Radio-Canada)

Datos importantes a tener en cuenta, los datos digitales (correo electrónico, descargas, video, solicitud web, etc) cubren un promedio de 15,000km (2018). Alrededor de 500 mil millones de correos electrónicos se envían diariamente en todo el mundo. El uso de las tecnologías de información y comunicación representa entre el 6% y el 10% del consumo de electricidad en la tierra. (Wikipedia)

Como ciudadanos, ¿qué medidas ecológicas sencillas podemos adoptar para prolongar la vida de nuestras computadoras, teléfonos celulares, tabletas, etc, y luchar contra la contaminación digital?

Podemos empezar borrando nuestros correos electrónicos. Más del 80% de nuestros correos electrónicos recibidos nunca están abiertos. Sin embargo, la eliminación de 30 de ellos equivale al consumo de una bombilla encendida durante 24 horas y el uso de un buzón de correo electrónico por una empresa de 100 empleados produce aproximadamente 136 kg. de CO2 por empleado cada año. (Wikipedia)

La Asociación Zéro Déchet de Québec propone varias acciones eco-responsables para reducir nuestra huella ecológica digital. He aquí cinco propuestas ecológicas fáciles de insertar en nuestras tareas cotidianas. (Zéro Déchet)

1. Me inclino hacia una austeridad digital

La mejor manera de reducir el impacto ambiental es, de hecho, moderar mi actividad digital. Para inclinarse hacia a la austeridad digital, regularmente cuestiono mis necesidades digitales y mis reflejos digitales para evaluar su huella ambiental. ¿Será útil una tableta si ya tengo un smartphone. ¿Es necesario poner a estas 5 personas en una copia de mi correo electrónico si solo dos de ellas están involucradas?

Cuestionarme así me permite tener un uso responsable de Internet y recurrir a alternativas menos contaminantes para mis equipos digitales. Lo ideal es que el entretenimiento digital se convierta en una actividad secundaria para mí, ya que así favoreceré otras actividades.

2. Almaceno menos fotos y documentos

Las fotos y los documentos son archivos de datos grandes. Ocupan espacio en nuestros dispositivos digitales y en la nube. Sin embargo, cuanto más datos contienen nuestros equipos, más energía necesitan para funcionar y, por esta razón, deben recargarse con frecuencia. En cuanto a la nube, cada archivo almacenado en línea carga los dispositivos que consumen mucha energía.

Por lo tanto, me aseguro de que sólo se conserven las fotografías y los documentos esenciales. Cuando no los reviso con frecuencia, los guardo en un disco duro externo, comprado de segunda mano para llevar el proceso ecológico hasta el final.

3. Ordeno mis correos electrónicos regularmente

Al clasificar los correos electrónicos se evita la sobrecarga de los servidores que consumen mucha energía. Por eso, regularmente borro los correos electrónicos que son obsoletos o que no me son útiles. Una vez que mi buzón de correo esté ordenado, tendré cuidado de vaciar la papelera para siempre. También puedo configurar una eliminación mensual de su contenido. Para ordenar mi correo electrónico, puedo dedicarme una vez a la semana.

Me aseguro de reducir el número de destinatarios en copias de mis correos cuando no todos están directamente relacionados. Al hacerlo, evito que un mismo correo electrónico se almacene en diferentes buzones de recepción y, por lo tanto, en varios dispositivos.

Comprimo mis archivos adjuntos antes de enviarlos para que mis correos electrónicos sean más livianos en datos. Esta acción reduce el consumo de energía de la fibra óptica que hace transitar los datos de Internet.

4. Compro mis dispositivos electrónicos reacondicionados

El reacondicionamiento consiste en la restauración de los dispositivos electrónicos defectuosos. Esta práctica promueve la reparación cambiando algunas partes en lugar de todo el dispositivo. Así, el reacondicionamiento ahorra recursos preciosos como los metales raros. A su vez, evita el consumo de energía y las emisiones de CO2 emitidas durante la producción de aparatos electrónicos. El 10% de los consumidores compra sus smartphones restaurados. Me uno al movimiento comprando mis dispositivos electrónicos(computadoras, smartphones, etc.) en sitios como Les Ateliers du Bocage y Backmarket.

En el mismo sentido, antes de deshacerme de un dispositivo electrónico con canales aprobados por D3E (no voluminosos), trato de repararlo con un comerciante local o en cafés de reparación.

5. Utilizo un buscador web ecológico

Investigar en Internet genera emisiones de CO2 y gases de efecto invernadero. Estas emisiones contaminantes están vinculadas a la energía utilizada por los centros de datos que alojan datos de buscadores web como Google.

Puedo mejorar el uso de Internet instalando buscadores web ecológicos con un solo clic. Tenemos a Ecosia el cual participa activamente en la reforestación al dedicarle el 80% de sus ganancias. El buscador Lilo, por su parte, transfiere los ingresos generados por nuestras investigaciones en proyectos solidarios y medioambientales.

Imagen: CEUPE

Fuente: Pressenza

lunes, 24 de febrero de 2020

¿Deben los gobiernos poner límites a la inteligencia artificial?

La Comisión Europea ha publicado esta semana el Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial, donde recoge los retos y los beneficios que ofrece esta tecnología. Entre otras cuestiones, plantea una serie de restricciones al uso de reconocimiento facial en espacios públicos, pues puede vulnerar los derechos de los ciudadanos.

La inteligencia artificial representa una oportunidad de progreso social similar a la revolución industrial o la implementación de los primeros computadores. Sin embargo, también puede representar el fin de muchas de las libertades que la sociedad ha disfrutado hasta ahora.

Esta tecnología nos ha brindado maravillosas aplicaciones, como la detección temprana de cáncer, la educación personalizada o la optimización del consumo energético. Pero también otras aterradoras, como la generación de vídeos ficticios de personas reales, la identificación de una persona a través de una simple foto o la creación de soldados cibernéticos. ¿Cómo controlar el avance de una tecnología que tiene potencial para tanto bien y mal?

Límites éticos

La película Minority Report ya nos presentaba un mundo futurista en el que podíamos predecir cuándo se iba a cometer un crimen para evitarlo. Un universo que puede no ser tan lejano, teniendo en cuenta las aplicaciones actuales de la inteligencia artificial para predecir las probabilidades de delinquir y para identificar personas a través de cámaras de vídeo.

La película planteaba el conflicto ético de condenar a alguien por algo que todavía no había hecho: ¿y si la predicción está equivocada?

Las preguntas sobre límites éticos y científicos históricamente asociadas a las vías biosanitarias o de las ciencias sociales se han trasladado también a la inteligencia artificial. Tradicionalmente, los comités de ética han sido los encargados de aprobar las investigaciones que podían desarrollarse.

Mientras que los límites en otros contextos se encuentran más claramente definidos, el rápido avance de la inteligencia artificial los está haciendo muy borrosos. ¿Dónde está la línea que separa una aplicación de la inteligencia artificial positiva para la sociedad de una que afecta a la libertad y privacidad de los ciudadanos?

Estableciendo las fronteras

Esta cuestión se encuentra en la intersección de múltiples disciplinas, como la filosofía, la privacidad, la ética y la seguridad. Por eso, deberán ser comités multidisciplinares de expertos a nivel europeo los que sienten las bases del tipo de sociedad en la que queremos convertirnos en unas décadas.

Estas decisiones pueden trasladarse a los investigadores a través del tipo de proyectos que se financian en convocatorias competitivas y ser reguladas a través de los comités de ética de cada institución investigadora.

Por su parte, los estados deberán de aplicarlas en sus programas nacionales, una cuestión que puede surgir cuando tengan que tomar decisiones sensibles en competencias de seguridad ciudadana o defensa.

Introducir programas para evaluar las iniciativas de inteligencia artificial implementadas a gran escala y situar a la sociedad en el centro de estas aplicaciones serán dos claves fundamentales para que no generen rechazo y nos desviemos del camino correcto.

La línea establecida no debe ser inamovible, y deberá revisarse de forma periódica conforme la investigación y las aplicaciones de la inteligencia artificial vayan evolucionando y se pueda analizar el impacto que tienen sobre la sociedad.

El papel de la ciudadanía

Estas directrices podrán guiar el tipo de propuestas que se plantean e implementan en las instituciones públicas y privadas, pero, ¿se debe controlar aquello que ya está al alcance del ciudadano medio?

La democratización de la tecnología esta permitiendo al ciudadano utilizar en ambientes domésticos herramientas que antes solo eran accesibles para científicos.

El documental de Netflix Unnatural Selection refleja esta tendencia al mostrar cómo algunas personas adquieren kits para realizar edición genética en casa con CRISPR. Plantea así la problemática de establecer los límites éticos de otra tecnología que tiene potencial para tantos beneficios sociales, pero que también puede utilizarse para jugar a ser dioses.

Antes se necesitaban superordenadores que ocupaban habitaciones enteras para recopilar datos a gran escala. Ahora, gracias a los avances de la inteligencia artificial y de otros campos, basta con el ordenador de un usuario medio y la información públicamente accesible en Internet.

Aunque una bomba también se puede fabricar en casa fácilmente, no es una práctica muy común en la sociedad. La mayoría conocemos sus posibles fines dañinos. Por eso, también en el caso de la IA, las instituciones educacionales a todos los niveles y divulgadores tendrán el papel fundamental de educar y concienciar socialmente sobre dónde se encuentran los límites. Es importante que centren su discurso en los posibles beneficios para evitar el rechazo social y las aplicaciones que generen conflictos éticos.

Mirando hacia el futuro

Como cualquier otra tecnología, la inteligencia artificial no es perversa o bondadosa en sí misma. Son las aplicaciones que los humanos le damos las que dictan su posible impacto positivo o negativo en la sociedad.

No podemos retrasar más las discusiones necesarias para establecer los límites y determinar cuáles son las direcciones correctas para avanzar. Por eso la Comisión Europea ya se ha puesto en marcha.

En materia de reconocimiento facial o generación automática de contenido, si no se establecen pronto unos límites éticos, correremos el riesgo de no saber diferenciar lo que proviene del mundo real de lo generado por una máquina.

Fuente: almendron.com

sábado, 22 de febrero de 2020

Hay una clarísima correlación entre conocimiento científico y ateísmo

Para el físico Alberto Clemente de la Torre no hay vuelta que dar: existe una correlación clave entre ateísmo y avance del conocimiento, y los científicos creyentes no aplican correctamente el método de la ciencia.

El profesor emérito de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UMP) es un científico militante del ateísmo, tanto que sugiere a los no creyentes tener más sexo para procrear. Ve al ateo como una persona comprometida tanto con la realidad como con la verdad y que debe inspirar con el ejemplo de vida.

Ya no publica en el European Journal of Physics, en Foundations of Physics o en el American Journal of Physics como lo hacía y, aunque ya está jubilado, todavía investiga sobre los fundamentos de la mecánica cuántica y califica como fascinante el presente y futuro de las ciencias físicas.

Luego de haber estudiado y trabajado en la Universidad de Córdoba, Universidad de Drexel (EE. UU.), en la Universidad de Cornell y en la Universidad de Heidelberg (Alemania), el Dr. de la Torre hoy dice estar retirado, pero sigue dando de qué hablar. Desde hace un tiempo dirige la cátedra “Física en perspectiva humanista” en la UMP, donde fusiona ciencia y filosofía.

Publicó decenas de artículos científicos en diferentes revistas y tiene cuatro libros: Física cuántica para filósofos, en el Fondo de Cultura Económica, Física en perspectiva humanística, Universo sin dioses y Meditaciones ateas. Llegó a la vicepresidencia de la asociación civil Ateos Mar Del Plata.

Ciencia del Sur habló unos minutos con él para tratar sobre la no creencia entre la comunidad científica.

-¿En qué está trabajando actualmente? ¿Sigue investigando y asesorando a estudiantes?

Hace ya un par de años que estoy jubilado de la universidad y del CONICET, pero uno no se jubila de una pasión y sigo haciendo lo mismo, pero con menor intensidad.

Sigo investigando en los fundamentos de la mecánica cuántica y en física general, pero me preocupo menos en publicar esas investigaciones. También hago docencia con un curso de posgrado de Física en Perspectiva Humanística. Ya no dirijo estudiantes pero sí participo como jurado de tesis doctorales.

-Varias décadas después de enseñar e investigar ciencias físicas, ¿cuál puede decir que es el principal aporte o legado que deja?

Esto no es fácil de evaluar. Con media centena de publicaciones científicas he contribuido a fertilizar el estrato de la ciencia. Algunas de estas publicaciones han tenido un impacto significativo y otras no, pero creo que lo relevante es haber participado en mantener viva la base sociológica científica.

Además de la producción científica hay dos aspectos que valoro: uno es la formación de científicos que actualmente tienen muy buen desempeño a nivel internacional y el otro es haber contribuido a la divulgación de la física en ámbitos intelectuales humanísticos y en el público en general.

En general, puedo aplicar al ámbito académico-científico y en mi caso personal aquella acertada idea de Karl Marx: “De cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades”. Yo le he dado a la universidad, al país, y a la comunidad científica internacional lo que he podido, y he recibido de ellos todo lo necesario para mi desarrollo profesional.

Creo que todos los que se quejan de no tener los medios para avanzar en realidad están escondiendo su incapacidad.

-¿Cómo evalúa este momento de la historia para la física en general y para la física cuántica y de ondas gravitacionales en particular?

Es un momento fascinante. Haber podido observar las ondas gravitacionales predichas por la teoría de la relatividad general de Einstein hace un siglo es un tour de force espectacular. Por otro lado, la ontología sugerida por la teoría de campos cuánticos, donde la realidad es vista como una permanente creación y aniquilación de partículas virtuales, brinda una maravillosa imagen de la existencia con amplio soporte empírico.

Sin duda, el futuro de la física promete más sorpresas cuando se unifiquen estas dos grandes teorías científicas. Los que predecían el “fin de la historia” eran realmente miopes culturales.

-En países teocráticos, el ateísmo no sólo está penalizado, se castiga con la pena de muerte en algunos casos. ¿Muere gente a consecuencia de su filosofía atea en nuestra era?

Existen pocos casos aislados, pero lo más preocupante es que se sigue matando en nombre de Dios. No debemos olvidar que la guerra entre Israel y el mundo árabe, las guerras entre sunitas y chiitas, los ataques terroristas en Europa y Estados Unidos son todas manifestaciones de guerras de religión que tienen su base ideológica en las diferentes Sagradas Escrituras (Biblia, Torá, Corán).

La combinación de religión con el poder poder político y militar es letal y mientras ésta exista no habrá paz en el mundo.

-¿Sufrieron los ateos por ser ateos en los últimos siglos? Algunos autores creyentes sostienen que los librepensadores más perguidos eran cristianos o creyentes.

No creo que sea así, pero toda persecución por motivos ideológicos es una aberración, ya sea por ser creyente o ateo. El dato cuantitativo de saber si son más los ateos perseguidos que los creyentes es, para mí, irrelevante.

-En el siglo XXI, en muchos países existen democracias donde se respeta la libertad de culto o credo. ¿Se respeta a los ateos en nuestras sociedades? ¿Es importante que los ateos se hagan visibles?

Muchas legislaciones contienen la libertad de culto en forma explícita pero ignoran la libertad de no-culto. Los ateos son generalmente ignorados en encuestas y formularios.

En Argentina, los ateos representan la segunda minoría después de los católicos y son mucho más numerosos que los protestantes, testigos de Jehová, judíos, etc. Sin embargo, estos grupos religiosos tienen mucha mayor presencia.

Por eso es importante que los ateos nos movilicemos, para obtener el lugar que nos corresponde en la sociedad.

-¿Qué realmente significa ateísmo?

Ser ateo es más que simplemente negar la existencia de Dios: no solo es una opción ontológica que analiza la existencia de las cosas. También propone una ética humanista no basada en el miedo ni el castigo.

En lo epistemológico el ateísmo enfrenta las verdades reveladas de la religión con aquéllas fundadas de la ciencia. En lo vivencial busca la felicidad, el bien y la justicia en este mundo, porque no hay otro.

Resumiendo: ser ateo es un compromiso con la realidad, con el bien, con la verdad y con la felicidad.

-Algunos ateos se declaran agnósticos públicamente para ahorrarse argumentos y posibles presiones. ¿Cómo ve esta postura?

La opción agnóstica de negar el juicio basada en la imposibilidad de demostrar con rigor absoluto la existencia o inexistencia de Dios (o de cualquier cosa) sería la más racional si hubiese igualdad de pruebas a favor y en contra de la existencia de Dios.

Esto no es así: las pruebas de la existencia de Dios son ínfimas (y falaces) mientras que hay infinidad de pruebas de su inexistencia. La opción más racional es el ateísmo, no el agnosticismo.

-¿Es verdad que hay una tendencia hacia el ateísmo en ciertos grupos sociales? Digamos, ¿son los científicos más proclives al ateísmo o no necesariamente? ¿Qué dice de los científicos que son muy creyentes? ¿Tienen disonancia cognitiva u otra cosa?

Hay una clarísima correlación entre el conocimiento científico y el ateísmo. Una encuesta hecha en la National Science Foundation de USA demuestra que más del 90 % de los “top scientists” no son religiosos (entre los biólogos, superó el 95 %). El mismo resultado se encontró en la Royal Society de Londres.

En una encuesta realizada en Argentina (por el equipo de Fortunato Mallimaci) se ve que el ateísmo aumenta junto con el nivel educativo. Si existen algunos científicos que creen en Dios es porque no aplican el método científico al caso en cuestión. Son semicientíficos.

-En un estudio de la Universidad de Malasia y otra de Estados Unidos se encontró evidencia del bajo índice de natalidad de los ateos comparados proporcionalmente con grupos de cristianos y otros religiosos. Los no creyentes procrean menos, por lo que habría una tendencia a la disminución de ateos. ¿Qué opina al respecto?

Posiblemente se encuentre lo mismo comparando científicos, intelectuales, pensadores y filósofos con ignorantes. Lo ́único que se me ocurre es decir a los ateos que cojan más: una nueva y agradable militancia.

-¿Qué problemas o desafíos enfrentan, a su modo de ver, hoy, los ateos alrededor del mundo?

El mayor problema es la frustración que se encuentra en la lucha contra los prejuicios, contra la soberbia del ignorante, contra la irracionalidad y contra la estupidez. Frente a esa frustración, el ateo no debe abandonar nunca su racionalidad y resaltar sus valores éticos. Lo mejor que podemos hacer es presentarnos como ejemplos de ética, de tolerancia, de simpatía, de alegría de vivir, de pensamiento crítico.

En fin, ser buenas personas. Eso puede convencer más que mil argumentos correctos.

Imagen: La Mente es Maravillosa

Fuente: Ciencia del Sur

viernes, 21 de febrero de 2020

Cincinnati y otros nombres latinos en EEUU

La presencia de la lengua latina en los Estados Unidos puede resultar sorprendente. Hay un legado del latín en el país que no puede pasarse por alto o simplemente ningunearse. Porque, si nos detenemos a observar los términos empleados allí, es posible comprobar que existe mucho vocabulario de origen latino.

Tomemos como ejemplo la toponimia. Un número significativo de lugares llevan un nombre de raíces latinas. Citaremos algunos de ellos. Comencemos por los estados. De entre los nombres dados por los españoles, encontramos los siguientes: California es el resultado de la unión de dos palabras, calida: “caliente”, y fornax: “horno”. Nevada y Montana son palabras españolas, derivadas a su vez del latín, al igual que Colorado. Oregon podría provenir de origanum: “orégano”. Florida, de foridus, a, um: “florido/a”, que fue territorio español hasta 1821. A su vez los ingleses emplearon términos latinos para denominar algunos territorios como Virginia que procede de virgo: “virgen, doncella”. Fue llamado así en honor de la reina Isabel I de Inglaterra, conocida como la “reina virgen”. Georgia o Carolina presentan también nombres latinos. Pennsylvania, unión del apellido de su colono más importante, William Penn, y sylvania, del sustantivo silva: “bosque”. Y también los franceses hicieron otro tanto con Indiana, “la tierra de los indios”.

En cuanto a las ciudades, derivan con claridad del latín Iberia (Missouri), Leon (Iowa y en Kansas), Montevideo (Minnesota y Virginia), Sacramento (California) San Antonio (Florida y Texas), Saint Augustine (Florida), San Buenaventura (California), San Jacinto (California), Santa Barbara (California), Sonora (California, Kentucky y Texas), Toledo (Ohio), Trinidad (California, Colorado y Texas), Ventura (California) o Victoria (Texas).

Hay un caso curioso que es la ciudad de Cincinnati (Ohio). Fundada como “Losantiville”, en 1790 el gobernador de esa zona cambió su nombre por el actual. Lo hizo en homenaje a la Society of the Cincinnati y a su presidente George Washington, una asociación que había sido creada por personalidades que contribuyeron de manera destacada a la fundación del nuevo país. Se inspiraban en el personaje legendario de la antigua Roma llamado Cincinato, Lucius Quinctius Cincinnatus. Según relata Tito Livio en Ab Urbe condita, 3,26-29, Roma se encontraba amenazada por un ejército de sabinos y en el año 458 a.C. el Senado decide nombrar a Cincinato dictador “para restablecer la apurada situación”. Cuando la delegación de senadores acude a comunicarle su nombramiento, Cincinato está arando su terreno al otro lado del Tíber. Accede a su petición y en seis días logra pacificar la ciudad y regresa a sus labores agrícolas. Es tomado como ejemplo de amor desinteresado a la patria, sin ningún apego por cargos y honores mundanos. Con él fue comparado George Washington, que en 1775 también asumió el mando del Ejército Continental, dejando su retiro en Mount Vernon. Una vez ganada la guerra y lograda la independencia, renunció a su puesto de comandante en jefe el 23 de diciembre de 1783, como había hecho Cincinato. Volvió de nuevo a Mount Vernon. Los dos fueron un modelo del ideal republicano de liderazgo ciudadano que rechaza el poder.

Como se puede apreciar, una parte de la toponimia del país proviene del idioma de los antiguos romanos. Resulta significativo que la lengua de uno de los más grandes imperios de la historia occidental continúe presente hoy en la que es todavía la mayor potencia del mundo.

Imagen: thoughtCo

Fuente: Notae Tironianae

jueves, 20 de febrero de 2020

Andrés Gil Domínguez: Derechos en la era del algoritmo

Moon Ribas es bailarina y en tiempo real recibe en sus pies señales de que la Tierra se sacude. Es catalana, activista cyborg y tiene sensores que le permiten detectar los movimientos sísmicos. Treinta mil embriones permanecen congelados a 196 grados bajo cero en nitrógeno líquido en bancos de los institutos de fertilidad en Argentina, suspendidos en el tiempo. Bill Gates propone cobrarles impuestos a los robots. Una orangutana llamada Sandra habita un santuario en Estados Unidos, fue recibida como persona no humana y con pasaporte internacional. De este presente a la serie Years and years donde Bethany, la joven de la familia Lyons, le confiesa a sus padres que es “trans... humana”, hay apenas unas pinceladas de diferencia. La serie es un futuro que parece ser más actual de lo que imaginamos y entre todos esos temas hay un hilo que se enlaza en un parpadeo, o en un libro que lo reúne: Inteligencia artificial y derecho (Rubinzal Culzoni, editores). Allí, el constitucionalista e investigador Andrés Gil Domínguez se pregunta y discute cómo la Justicia contempla (o llega tarde) al nuevo mundo que muta en un chasquido hacia la cuarta revolución industrial.

Si hay que ir por partes, en el comienzo estuvo la orangutana Sandra. El caso fue famoso a nivel mundial: luego de un “habeas corpus” en 2014, para tratar de rescatarla de las condiciones en las que vivía en el entonces zoológico de Buenos Aires, a ella la declararon “persona no humana” y “ser sintiente” luego de una acción impulsada por Pablo Buompadre, presidente de la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales, y Gil Domínguez. Gracias al fallo, se reconoció que Sandra tenía derecho a la vida, a la libertad y a no sufrir daño alguno. Con ese caso, la discusión abrió otras puertas para ver qué otros seres eran sintientes y la Justicia se puso a tiro con el maltrato animal; tema que, hasta entonces, venía en marcha lenta.

Durante todo ese proceso, Gil Domínguez estudió, investigó y comenzó a concluir cada vez más convencido que el antropocentrismo como base de los derechos y de lo jurídico empezaba a entrar en crisis. “Esa idea de la sintiencia como elemento determinante a la hora de considerar a un sujeto como parte del entramado democrático que tiene que tener derechos, me llevó a pensar las eventuales nuevas formas que la Inteligencia Artificial va desarrollando –explica–. Esas nuevas singularidades van a tener una sintiencia electrónica y a partir de ahí esto nos va a generar un gran debate sobre si hablamos solamente de las personas humanas y no humanas o si las personas electrónicas también van a ser titulares de derechos que se van a complementar con nosotros”. Para que no haya escandalizados por tanto futuro, explica: “Ese desarrollo tecnológico que antes era de anticipación en el cine ahora lo estamos viendo en directo. Los algoritmos están en nuestra vida. La biotecnología empieza a alargar procesos vitales. Hasta la finitud empieza a estar en crisis, también en la identidad genética. Se dan paradojas transhumanistas porque hoy por hoy, por ejemplo, aquellas personas que recurren a técnicas de reproducción humana asistida, se encuentran en situación de poder generar un hijo o hija con menos incidencia del azar, por la selección del mejor embrión disponible. Ahora, por el desarrollo de las Inteligencias Artificiales de los algoritmos, se pueden generar otro tipo de subjetividades. Hoy hay discusiones sobre cuestiones de género en las relaciones existentes entre personas humanas y bots, o humanoides que ejercen el rol de la prostitución. ¿Cuánto falta para que empecemos a discutir relaciones amorosas entre un humano y un humanoide?”

–¿Cuál fue el principal aporte del caso Sandra?

–La sintiencia empezó a ser el elemento determinante para que un agente sea incluido en el sistema democrático. Antes te reconocían cuando eras autónomo. Después de mucho tiempo se empezó a incluir a las personas con alguna discapacidad. Esa era la base del sistema democrático neoliberal. El caso de la orangutana patea eso. El hecho de ser sintiente, la capacidad de disfrutar el placer y sentir el dolor, es el umbral a partir del cual le deben reconocer derechos y protección.

–¿Que hace falta para que la Justicia responda a las nuevas situaciones?

–Es una toma de conciencia evolutiva, donde tenés grandes hitos, como el caso de la orangutana Sandra y, a partir de ahí, un desarrollo progresivo, pero la cuarta producción industrial acortó todo tipo de proceso. Con Sandra vemos cambios enormes en un período muy corto si lo comparamos con otros cambios que incorporaron personas como sujetos. Las nuevas generaciones ya nacen con la impronta de los seres sintientes con derechos así que van a tener otra cosmovisión.

–En la Argentina hay miles de embriones de laboratorio congelados ¿Cuál es el lugar de la ley en este tema?

–Lo que planteo es que hoy, con el desarrollo de técnicas de reproducción humana asistidas, cuando hay un embrión no deseado para la implantación por quien lo generó, no podés hablar de adopción, porque se adoptan seres vivos, no podés hablar de donación, porque se donan cosas y un embrión no es una cosa, entonces propongo la figura de la embrionación, un elemento nuevo donde se le da un determinado status y se lo transfiere a quien tenga el deseo. De esta manera le das un tratamiento especial a esa situación tan particular.

–¿Qué son esos embriones congelados para la Justicia?

–Es un vacío legal no constitucional. Desde el punto de vista constitucional, la unión de gametos femeninos y masculinos tiene una protección. No es una mesa, no es un vaso. Esa protección especial que va incrementándose a medida que se desarrolla. Hoy la discusión pasa por ver si esos embriones se pueden modificar genéticamente, si se pueden clonar. Eso está impactando en el antropocentrismo clásico porque si tenés esas posibilidades y las hacés, ese embrión generado a través de un esperma y un óvulo en la biología común puede comenzar un proceso de transhumanismo. Ese embrión debe tener una tutela especial. Esas son las búsquedas que se hacen. Por eso cuando no hay una voluntad de la mujer, en el derecho penal se genera una colisión de derechos. La mujer tiene derecho a la salud, a decidir sobre su cuerpo, y por ahí pasa el debate.

–¿La Justicia no va al ritmo de estos cambios?

–Siempre va muy atrás, la justicia. En términos legales ya se debería empezar a discutir cuál va a ser la protección que se le va a dar a los robots humanoides. El Parlamento europeo le encomendó a la Comisión Europea una regulación, donde asume que en algún momento la Inteligencia Artificial Fuerte nos va a superar y, en la transición, solicita que empiecen a discutirse formas de reconocimiento de la personalidad electrónica. Hay otros temas, la finitud, por ejemplo. Ya se está planteando cuándo será el momento en el que le vamos a dar muerte a la muerte. Nosotros tenemos una finitud que está contenida o determinada por lo orgánico, pero otros componentes de nuestro cuerpo podrían sobrevivir. O lo que el transhumanismo plantea, de un mejoramiento de lo orgánico a través de la nanotecnología, biotecnología que hagan que un día seamos un día amortales.

–¿Y qué debates dispara esta situación?

–Una perspectiva así te hace discutir muchas situaciones porque uno tiene pensada la familia, la pareja, la fidelidad, los hijos, para una determinada cantidad de años, pero imaginate si pudiéramos extender la finitud hasta los 130 años ¿Cómo sería? ¿Cómo sería la relación con los hijos? Si voy a tener 140 años de vida ¿Voy a tener la misma perspectiva de familia? Son cuestiones que te hacen proyectar desde la tecnología y que en términos de derechos te conmueven.

–Hablás también sobre el vínculo de los menores con Internet y de darles herramientas para que se den cuenta de qué contenidos consumir. ¿En un punto es similar a la Educación Sexual Integral?

–Es que el nivel de conectividad de hoy es una parte estructural del ser. Hoy te hace tener una identidad digital. Los vínculos son digitales. Y los chicos que vengan serán mucho más digitales. Entonces, la forma de protegerlos no puede ser igual a que la que teníamos cuando en el mundo audiovisual hablabas del horario de protección al menor y se iban a dormir, o en los cines ponían “Prohibido para mayores de 18 años” y no podías entrar. La conectividad hoy es tan amplia, tan abarcativa, que la enseñanza consiste en prepararlos para estar conectados y tengan la habilidad de ir hablando con los padres o dándose cuenta de qué es lo que pueden ver y no pueden ver. La prohibición, la desconexión les va a generar más perjuicios que beneficios en un mundo hiperconectado. Tenés que prepararlos para que, viviendo en esa comunidad digital, tengan la capacidad de construir esa subjetividad en la conectividad.

–¿Por todo eso hablás del derecho a Internet como un Derecho Humano?

–Generalmente, a lo largo de la historia, los distintos modelos constitucionales han tenido una norma de cierre: el derecho a los derechos. En el derecho constitucional liberal fue la libertad a la intimidad. Hoy, para mí, se está construyendo un nuevo derecho a los derechos: el acceso a Internet. Es el nuevo derecho humano que le da fundamento a todos los demás. Sin ese no vamos a tener acceso a la salud, a la educación, a la libertad, a tu intimidad... Hay que trabajar para construirlo y garantizarlo. Hoy la forma de acceder a los derechos es a través de Internet.

–Para entrar en las discusiones que abrirá la sintiencia artificial hablás del vínculo entre derecho y dolor. ¿Cómo aplicaría?

–El derecho ha sido la transformación del dolor en una potestad de las personas para superarlo. Viene a reparar para evitar que se reitere en el futuro. Esto ha estado signado por grandes luchas de hombres y mujeres que pelearon para que su sufrimiento no se repita. El desafío, pensando a futuro, es si los robots humanoides, los bots, lo que empiece a tener sintiencia electrónica, tendrán que pasar por el sufrimiento por el que pasaron los humanos para reconocer sus derechos, o serán reconocidos sin pasar por esta etapa. Ese es el principal puente.

Imagen: Confilegal

Fuente: Revista Ñ

miércoles, 19 de febrero de 2020

¿Qué es la infodemia de la que habla la OMS?

Vivir en un caos informativo es la tónica general diaria de muchas personas. Personas que viven desinformadas por noticias e informaciones que les llegan a través de otras personas, medios de comunicación y redes sociales. Pero debemos estar alerta, y es que se ha pasado de la toxicidad de la infoxicación, y que puede tener un carácter individual, a una epidemia informativa colectiva: la infodemia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva tiempo usando la palabra infodemic para referirse a la sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios. Recientemente, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus (director general de la OMS) señaló con motivo del coronavirus que «la gente debe tener acceso a información precisa para protegerse a sí misma y a los demás».

En la OMS, no sólo estamos luchando contra el virus; también estamos luchando contra los troles y los teóricos de la conspiración que impulsan la desinformación y socavan la respuesta al brote. Como un titular del Guardian señaló, «La desinformación sobre el coronavirus podría ser lo más contagioso del mismo».

Manifiesta el director general que posee un equipo de comunicación de riesgos y gestión de infodemias que rastrean activamente la información. Dicho equipo para la detección de infodemia trabaja mano a mano con el departamento de comunicación para proporcionar información veraz a un público más amplio. También dice estar en contacto empresas de búsqueda, sociales y digitales como Facebook, Google, Tencent, Baidu, Twitter, TikTok, Weibo, Pinterest y otras para que les echen una mano.

Ahora bien, y volviendo a la finalidad de esta publicación, ¿qué es la infodemia según la Fundeu?

En efecto, el término infodemia ha protagonizado hoy multitud de titulares en relación con la alerta de la Organización Mundial de la Salud. Según explica la propia OMS, la voz inglesa infodemic, que es la voz original que emplea, se refiere a una sobreabundancia de información (alguna rigurosa y otra no) que hace que para las personas sea difícil encontrar recursos fidedignos y una guía de confianza cuando la necesitan.

En español, se ha traducido por infodemia, voz morfológicamente bien formada, que en el contexto de las noticias sobre el coronavirus se emplea con relación a la gran cantidad de información que hay sobre el tema, mucha de la cual son bulos o rumores, por lo que vendría a equivaler a una ‘epidemia nociva de rumores que se generan durante los brotes’. Con este mismo sentido la OMS ya lo lleva empleando unos años.

Así que cuando escuches la próxima vez la palabra infodemia ya sabes a qué se refiere. Y, por cierto, no dudes en curarte de ella (y ayudar también a otras personas a ello) acudiendo o consultando directamente sobre la veracidad informativa en tu biblioteca pública o revisando los siguientes sitios web para cazar bulos.

Fuente: julianmarquina.es

martes, 18 de febrero de 2020

El cerebro almacena información como el MP3

Investigadores de la Universidad de Leipzig en Alemania han descubierto que el cerebro almacena información de la misma forma que lo hacen los archivos MP3. Los resultados se han publicado en la revista eLife.

El MP3 es una compleja tecnología creada en 1987 para que la música, una vez digitalizada, pueda ser escuchada en ordenadores y dispositivos móviles.

Básicamente, lo que hace esta tecnología es comprimir ficheros para que ocupen el menor espacio de memoria y puedan circular cómodamente a través de Internet, así como ser recuperados por dispositivos electrónicos.

Lo que esta investigación ha descubierto es que la información cerebral que se procesa en el cerebelo, la región del encéfalo que integra toda la información de las vías sensitivas y motoras, sigue el mismo sistema del formato MP3.

El cerebelo acapara más de la mitad de todas las neuronas que tiene el cerebro, pero sus células nerviosas son particulares: forman una especie de granulado que hasta ahora se pensaba que funcionaban de forma homogénea.

Tamiz neuronal

La nueva investigación ha observado que en realidad estas neuronas del cerebelo tienen una propiedad particular: funcionan como un tamiz que filtra la información para despojarla de aspectos irrelevantes y conseguir así mayor capacidad de almacenamiento. Igual que hace el MP3.

Es decir, las células nerviosas del encéfalo no son homogéneas, no tratan toda la información de la misma manera, sino que pueden detectar y transmitir impulsos eléctricos según frecuencias específicas. Y tienen la capacidad de filtrar la información según su frecuencia.

Esta capacidad de descomponer señales en función de su velocidad de repetición es similar a la transformada discreta de Fourier o DFT, que transforma una función matemática en otra: es la que se usa para la compresión digital de archivos de música en MP3.

El formato MP3 usa un así llamado algoritmo con pérdida para conseguir un menor tamaño de archivo. Ese algoritmo de compresión representa cierta cantidad de información utilizando una menor cantidad de datos: solo guarda una aproximación de la información original, que es suficiente para el objetivo pretendido.

Los archivos de imagen JPG usan también este algoritmo: aunque es imposible reconstruir la imagen original, este formato permite el archivo y gestión de esta información digitalizada como si fuera una réplica completa del original.

Simulaciones informáticas

Lo que comprobó esta investigación, a través de simulaciones informáticas, es que los circuitos neuronales del cerebelo usan el mismo sistema para archivar información: comprimen la información suprimiendo los datos que no son necesarios para el objetivo pretendido.

Esta capacidad emana del carácter granular de las células del cerebelo, que filtran la información según su frecuencia.

De esta forma, la información se reduce al menor tamaño (compresión) posible y aumenta considerablemente la capacidad de almacenamiento de información en el cerebro.

La información de los órganos sensoriales, como la que procede de los ojos o los oídos, se transmite de una célula nerviosa a otra en forma de impulsos eléctricos. Estos impulsos pueden tener tasas de repetición muy diferentes, que ocurren entre una y mil veces por segundo.

Al final de su camino, esos impulsos eléctricos llegan las células granulares del cerebelo, donde se almacena la información una vez seleccionada en función de su frecuencia.

¿Modelo universal?

Isabelle Straub, del Instituto Carl Ludwig de Fisiología de la citada universidad, lo descubrió analizando las propiedades eléctricas de las células granulares del cerebelo en ratones.

Según los investigadores, este descubrimiento ayudará a los científicos a comprender mejor cómo nuestro cerebro procesa y almacena la información temporal.

Ahora se proponen determinar si el mismo sistema de almacenamiento selectivo de información se da también en otras regiones del cerebro, asociadas a funciones diferentes.

Es decir, se trata de averiguar si el MP3 es un formato de almacenamiento de información de uso corriente en el cerebro, como lo es hoy en el universo digital que podemos disfrutar gracias a la audacia natural del cerebelo.

Fuente: tendencias21.net

Un ‘Facebook’ con IA para que los adolescentes usen las redes sociales de manera segura

PESEDIA se basa en técnicas de inteligencia artificial e incluye diferentes juegos educativos. Esta red social, desarrollada por investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) es capaz de advertir al usuario de forma muy gráfica sobre el alcance y riesgos de la información que va a publicar. Incluye también un analizador de contenido que detecta información sensible del usuario y es capaz de discernir sus sentimientos y nivel de estrés al escribir sus mensajes.

“Se trata de una red dirigida principalmente a adolescentes, ya que nuestro objetivo es que sirva como una plataforma educativa en el uso de las redes sociales. Hasta el momento, se ha utilizado ya en talleres de las cuatro últimas ediciones de l’Escola d’estiu de la UPV, con los niños y niñas de entre 11 y 14 años. Ahora bien, nuestro objetivo es poder trasladar la tecnología desarrollada a otras redes sociales para que pueda ser usada no solamente por adolescentes, sino por un público más general, que desee disponer de un agente personalizado asesor en privacidad”, destaca Estefanía Argente, investigadora de la UPV.

Para el desarrollo de PESEDIA, el equipo clasificó la sensibilidad de diferente información del usuario: edad, nombre, fecha de nacimiento, peso… y así hasta 74 variables distintas. Además, identificó aquellos factores más relevantes que hacen que un usuario acepte determinadas sugerencias mientras navega por la red social.

“También hemos desarrollado un módulo que permite analizar los datos de velocidad y forma de escritura de los usuarios cuando escriben mensajes en PESEDIA, información de la que se puede inferir los sentimientos y niveles de estrés del usuario”, explica Argente.

‘Paternalismo blando’

Con todo ello, los investigadores propusieron dos mecanismos de ‘paternalismo blando’ que ofrecen información al usuario sobre el riesgo para la privacidad de publicar un determinado contenido. Según la investigadora, esta idea consiste en mostrar mensajes al usuario, del tipo: “El riesgo de privacidad de tu mensaje es alto; la publicación podrá ser vista por más de 1000 usuarios”, con el fin de tratar de influir en su decisión, pero sin limitarla.

Explica que han trabajado con lo que se denomina ‘empuje mediante imágenes’ mostrando, por ejemplo, las imágenes de perfil de algunos de los usuarios a los que podría llegar su mensaje, y con ‘empuje mediante números’ para indicar cantidades de usuarios a los que alcanzará la publicación.

“En este sentido –dice Argente– advertimos al usuario de que podría estar dando información de dónde está o a dónde va, y podemos darle más razones para ayudarle a decidir sobre si publicar o no el mensaje correspondiente, en función de la audiencia del mensaje, del contenido del mismo –si revela datos médicos, personales–, y a los posibles problemas sociales que pudiera ocasionar. Por ejemplo, si el mensaje implica a terceras personas que podrían verse afectadas”.

Fuente: Agencia Sinc

lunes, 17 de febrero de 2020

Un videojuego móvil para involucrar a la gente en las soluciones climáticas

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha lanzado una campaña sobre la crisis la crisis climática que pretende dar respuesta a una de las preocupaciones que tienen muchos de los activistas: el cierre de la brecha entre la gente y los gobiernos.

El videojuego Misión 1,5 se lanzó en Nueva York el día 13 con el objetivo de acercar a la ciudadanía a los planes de acción climática de sus gobiernos y de la comunidad internacional.

Se trata de un juego para dispositivos móviles que pretende lograr unos 20 millones de usuarios en todo el mundo, a fin de que aprendan sobre las políticas climáticas y voten las soluciones que les parecen más adecuadas ante los impactos del incremento de las temperaturas.

El nombre del videojuego hace alusión a la adopción de medidas convenidas dentro del Acuerdo de París sobre el cambio climático, adoptado en 2015, para contener el incremento de la temperatura en el planeta en 1,5 grados centígrados respecto al comienzo de la era industrial.

«Una de las cosas que ha sido realmente importante para nosotros sobre la Misión 1.5 es asegurarnos de que podamos llegar a la mayor cantidad de personas posible», dijo Cassie Flynn, asesora de cambio climático del PNUD.

«Lo que sabemos es que esta es una industria enorme, y ¿cómo usamos esa industria para abordar uno de los mayores problemas del mundo?», se preguntó la especialista en diálogo con IPS.

Los juegos para dispositivos móviles vinculados al clima son de los más populares aseguró Jude Ower, fundador y presidente ejecutivo de Playmob, una compañía de juegos que promueven la concientización social y que diseñó Misión 1,5 (Mission 1.5 en inglés).

Recordó el alcance súper masivo de la industria del juego, con 2700 millones de jugadores a nivel mundial, por lo que puede desempeñar un importante papel en promover la acción climática.

«Jugar es lo que más hacen las personas en sus teléfonos inteligentes, aparte de usar las redes sociales”, dijo Ower a IPS después del acto de lanzamiento.

«Es una excelente manera de llegar a las personas de manera ininterrumpida y los juegos son excelentes para contar historias, para involucrar a las personas, para inspirar acciones», añadió.

En este juego, a los participantes se les hacen preguntas sobre soluciones para el cambio climático en diferentes campos, como la economía verde, los combustibles fósiles o la responsabilidad corporativa.

Las preguntas tienen tres respuestas optativas, en que una de ellas está abiertamente en contra de una apropiada acción climática pero las otras dos tienen matices que diferencian el avance en el tema y según la que seleccionen reciben 700 o 1000 puntos.

Durante el lanzamiento, tanto los promotores del juego como los asistentes jugaron con la aplicación y compartieron el puntaje recibido, mientras los resultados colectivos se proyectaron en una gran pantalla.

«Misión 1,5 está aprendiendo del mundo de los juegos y la tecnología digital», dijo Achim Steiner, administrador del PNUD, en el lanzamiento.

“Juntos intentamos identificar las diferentes formas en que las personas en todo el mundo no pueden ser simplemente espectadores del cambio climático, no simplemente siéntese en las reuniones y dé una conferencia, reciba información sobre la ciencia, informe sobre el desafío y, a menudo, informe sobre los motivos por los que no estamos actuando», añadió.

Después del juego, se les pide a los jugadores que voten sobre las acciones climáticas clave que desean ver adoptadas. Estos datos serán analizados y entregados a los gobiernos, que a menudo carecen de acceso a información confiable sobre la opinión pública sobre la acción climática.

Misión 1,5 fue probado en versión beta septiembre y entonces votaron 1,25 millones de jugadores. Se va a lanzar en los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas, y se agregarán más durante el año, a medida que la campaña avance.

El juego no está pensado solo para un público infantil, sino que se ha buscado que resulte atractivo para cualquier persona, con independencia de su edad y donde vivan.

«Este es un juego para todos. Es un juego que los padres pueden jugar con sus hijos y para que jueguen sus amigos», dijo Flynn a IPS.

«Estamos realmente entusiasmados por que podamos ayudar a todos, sin importar si saben mucho sobre el cambio climático o un poco sobre el cambio climático, pueden obtener algo de él y aprender».

Para promover su interés y llegar a nuevas audiencias, el juego estará disponible a través de anuncios en algunos de los videojuegos más populares del mundo.

Los resultados, explicó el PNUD, serán compilados y presentados por género, edad y país. Misión 1,5 permitirá a los formuladores de políticas obtener información acerca de las percepciones globales sobre la acción climática.

Con este instrumento novedoso, además los actores políticos tendrán una herramienta sobre cómo los ciudadanos perciben su futuro por el impacto de la crisis climática.

Fuente: IPS

domingo, 16 de febrero de 2020

El Ministerio de la Desinformación

El pasado otoño en Nueva York, en un encuentro con Volodymyr Zelensky, el presidente estadounidense, Donald Trump, explicó a su homólogo ucraniano recién elegido que lo sabía todo sobre su país porque en su momento fue propietario del certamen Miss Universo y un año lo ganó una ucraniana.

“Nos ayudó a conocer muy bien su país en muchos aspectos”, aseguró Donald Trump.

Como no es de extrañar, era todo falso. Una Miss Ucrania nunca había ganado el título de Miss Universo en los 66 años de historia del certamen, incluidos los 20 años en los que Trump fue dueño del concurso.

Algo que resulta tan poco sorprendente es que nadie se percató de la mentira ni se preocupó. De entre todo el torrente de falsedades que salen de la boca de Trump y de su cuenta de Twitter casi todos los días, una información como esta no tenía ni de lejos suficiente relevancia como para convertirse en noticia de última hora.

El día en el que visitó la Asamblea General de Naciones Unidas, Trump afirmó: “Hemos creado la mayor economía de la historia de nuestro país”. Sobre el tratado USMCA dijo: “Es un gran tratado, el mayor que hemos hecho nunca. El NAFTA era horrible. Este sustituirá al NAFTA”. Sobre Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, comentó: “Muchos de los miembros de su equipo están reconsiderando su postura. Son conscientes de que están en una muy mala situación”. Sobre la promesa de su famoso muro en la frontera con México afirmó: “El muro está creciendo muchos kilómetros cada semana”. Sobre la Organización Mundial del Comercio (OMC) declaró: “La OMC no ha sido una de las mejores. De hecho, fue una creación de China, que despegó como un cohete desde el día en que firmaron”. Y, sobre las nuevas plantas de automóviles, comentó: “Muchas de las grandes empresas japonesas, a petición mía, están construyendo sus plantas de automóviles en Estados Unidos, unas plantas muy grandes en Carolina del Sur y Florida”.

Ninguna de esas afirmaciones es cierta.

La economía estadounidense no va mejor que nunca y, de hecho, durante el año solo frenó. El tratado USMCA es básicamente igual que el NAFTA, pero con pequeños retoques. Pelosi no está perdiendo apoyos entre sus compañeros demócratas. No se ha levantado ni un solo kilómetro de su muro en ningún lugar en el que no hubiera ya una valla. China no creó la OMC y Toyota y Nissan no han empezado a construir plantas de automóviles en Estados Unidos. Ni en ninguna parte.

Ese día, el escándalo que ha amenazado la presidencia de Trump –la petición que le hizo a Zelensky de que le hiciera el “favor” de investigar a un rival político– estaba en pleno apogeo, el día después de que Pelosi hubiera anunciado que se iba a llevar a cabo una investigación formal previa al proceso del impeachment.

Así resultó muy sencillo que el tema de la falsa ucraniana Miss Universo no recibiera atención.

Esto es agotador. Todo.

Llevo 33 años siendo periodista. He cubierto noticias sobre el Congreso, sobre la NASA y el programa espacial militar. En ciudades y en pequeñas localidades. En el Capitolio de Florida. En tribunales con atracadores y asesinos en serie. En todo este tiempo, nunca me había topado con un funcionario público, candidato electoral, burócrata, abogado defensor o incluso un solo criminal que fuera tan sumamente poco honesto como el actual presidente de Estados Unidos. Y eso que he pasado doce años cubriendo legislaturas en Florida.

Ese es, de hecho, el rasgo más característico de la actual Casa Blanca: el presidente suelta falsedades sobre prácticamente cualquier tema mañana, tarde y noche. Miente en entrevistas individuales, en conferencias de prensa y en reuniones con los demás líderes internacionales. Miente en sus discursos “oficiales” y en sus campañas electorales.

Sin lugar a dudas, el rasgo definitorio de este gobierno es que el presidente escupe falsedades a todas horas acerca de prácticamente cualquier tema. Miente en las entrevistas que concede a título individual, en las ruedas de prensa formales y cuando está al lado de otros dirigentes mundiales. También en sus discursos “oficiales” y en mítines de campaña.

En la sede de la CIA Trump mintió el primer día de su mandato sobre el número de personas que acudieron a su nombramiento durante un homenaje a unos funcionarios que murieron estando de servicio. Se inventó millones de votos de inmigrantes ilegales para explicar por qué Hillary ganó el voto popular. Se sacó de la manga a unas autoridades japonesas que, supuestamente, le dijeron que el Partido Demócrata quería perjudicar al país para hacerle quedar mal. Le dijo al primer ministro de Pakistán que su homólogo de India quería que él mediara para resolver el conflicto de Cachemira. Minutos después, el gobierno indio publicó un comunicado para aclarar que Narendra Modi no había dicho tal cosa.

Ha mentido en varias ocasiones sobre el famoso muro en la frontera que iba a pagar México, cuando en realidad México no ha puesto ni un solo peso. Ha dicho y sigue diciendo que China está pagando los aranceles que impuso al país, lo cual tampoco es cierto. Miente una y otra vez cuando dice que la ley que permite a los veteranos ir a un médico privado cuando hay mucha lista de espera es, en parte, cosa suya, cuando en realidad vio la luz gracias a tres de sus bestias negras: el fallecido senador republicano John McCain (Arizona) y el senador independiente Bernie Sanders (Vermont), que la redactaron, y el presidente demócrata Barack Obama, que la aprobó dos años antes de la elección de Trump.

Hasta la fecha, el presidente ha dicho muchas, muchas falsedades, varias de las cuales son directamente mentiras. Trump sabe que lo que dice no es verdad, pero lo dice de todas formas. No vamos a ponernos a citar ejemplos aquí (otros periodistas se encargan de esa titánica labor); basta con pararse a pensar en lo inverosímil que resulta todo este asunto. Cada vez que el presidente de Estados Unidos abre la boca, lo más probable es que de ella solo salgan falsedades. Cuando el vetusto líder del mundo libre pone los dedos sobre el teclado de su iPhone, los mensajes que comparte en las redes sociales tienden a ser exageraciones, invenciones sin fundamento, dramatizaciones o mentiras puras y duras.

¿Y qué es lo más preocupante de todo esto? Que, tras tres años de presidencia, estos comentarios han perdido la capacidad de sorprendernos lo más mínimo. Ha dejado de ser noticia que la persona al cargo del país más poderoso del mundo y el arsenal más destructivo de la historia es mentirosa hasta la médula. Y en esas estamos.

Si Ronald Reagan es recordado por ser el presidente que ganó la Guerra Fría y Barack Obama por ser el primer presidente negro, todo parece indicar que los libros de Historia no cubrirán precisamente de halagos a Trump, el presidente casi destituido que se inventaba cosas día sí y día también.

Hace tiempo, pero menos del que podría parecer, la complicada relación de Donald J. Trump con la verdad apenas tenía consecuencias.

Pasó de ser un agente inmobiliario de las afueras a un famoso de Manhattan y, más tarde, a un presentador de televisión cuya fama se debía a su afán por llenar las páginas de la prensa sensacionalista de Nueva York. Estaba dispuesto a hacer cualquier comentario polémico, escandaloso o provocativo con tal de acaparar titulares. A todos nos daba igual que estuviera acostándose o no con la supermodelo de turno, como decía su agente inventado, o que un miembro de la familia real británica fuera a mudarse a una de sus propiedades, salvo quizá al periodista que las pasaba canutas para rellenar las columnas correspondientes dentro del plazo.

Todo eso cambió en mayo del 2016, cuando se convirtió en el candidato a la presidencia de uno de los dos principales partidos del país. De la noche a la mañana, sus declaraciones adquirieron una gran importancia y cada sílaba que pronunciaba aparecía publicada en Estados Unidos, donde muchos no le habían hecho demasiado caso hasta entonces, y en capitales de países de todo el mundo, aunque él no lo apreciara en absoluto.

Tres años y medio después, casi todos los habitantes de este planeta que han prestado un mínimo de atención saben que, cuando el presidente de Estados Unidos hace una afirmación, lo más sano es tomárselo con una dosis de escepticismo. O varias, más bien. Y como Donald Trump exige lealtad de palabra y obra (es decir, un comportamiento que normalice el suyo), este rasgo de personalidad se convirtió desde el primer momento en una necesidad para casi todas las personas que trabajan en la Casa Blanca y los máximos responsables del ejecutivo.

Y así llegamos hasta hoy. Trump ha corrido el riesgo de ser destituido por retener cientos de millones de dólares en ayuda militar aprobados por el Congreso para obligar a un mandatario extranjero a facilitar su reelección. Por si fuera poco, también está propiciando un conflicto individual con Irán, que podría convertirse fácilmente en una guerra a gran escala.

En cuanto al tema de Ucrania, hay numerosas pruebas que corroboran las acusaciones vertidas contra él, desde testimonios hasta documentos. Y en cuanto al de Irán, existen pocas pruebas que confirmen su teoría de que el país estaba preparando un ataque inminente contra Estados Unidos.

Para salir indemne del juicio en el Senado y hacerse con la reelección a finales de año, el presidente necesita que una cantidad nada desdeñable de ciudadanos estadounidenses ignore todo esto y se fíe de su palabra.

Vistos los antecedentes, el número de razones para hacer algo así es exactamente cero.

La pasada primavera, en un vuelo de vuelta a Washington a bordo del Air Force One tras una visita a Luisiana, Steve Scalise, líder republicano de la Cámara de Representantes, no pudo contener la risa mientras recordaba las ridiculeces que plagaron las declaraciones de Trump durante aquel día: “¡Los molinos provocan cáncer! ¡Y matan a los pájaros!”.

Como manda la tradición, Trump había estado echando pestes de otra de sus bestias negras: los aerogeneradores. Que si no son fiables porque cuando no hay viento no se puede ver la televisión, que si las palas matan a los pájaros y se ceban especialmente con las águilas americanas (a saber por qué), que si devalúan las viviendas que hay a su alrededor… Incluso ha llegado a decir que provocan cáncer.

No hace falta afirmar que Trump no dijo ni una sola verdad acerca de la energía eólica. Es más, Scalise insinuaba con la frivolidad de sus comentarios que no hay que tomarse las palabras de Trump en serio. Está claro que tienen valor humorístico, pero es mejor no buscarles el sentido.

Por desgracia, a nuestro país y al resto del mundo no les queda más remedio que analizar lo que dice Trump. Aunque en la mayoría de los casos diga cosas absurdas o directamente falsas, la realidad es que él habla muy en serio, y el poder del que goza es tan inmenso que sus palabras no se pueden tomar a la ligera.

Por ejemplo, sus palabras afectaron al marine y los numerosos civiles yemeníes que murieron durante los primeros días de su mandato cuando dio luz verde a una incursión de las operaciones especiales en la zona, en parte porque Barack Obama se había negado a aprobarla.

También han afectado y seguirán afectando a Oriente Medio, donde sus decisiones de retirarse del convenio nuclear con Irán (cosa que, de nuevo, se debe a la Administración Obama), trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y, más recientemente, asesinar al mayor líder militar de Irán, no han hecho sino desestabilizar aún más la región.

Y, desde luego, han afectado a los agricultores del Medio Oeste de Estados Unidos, que ahora corren el riesgo de quedarse sin sustento porque la guerra comercial de Trump con China ha destruido un mercado que estuvieron décadas cultivando.

Todas y cada una de estas decisiones se dejaron entrever durante meses e incluso años mediante declaraciones hiperbólicas sobre su visión estratégica, su dominio de la política exterior y su conocimiento del comercio internacional. Declaraciones que, tal y como se ha demostrado, eran objetivamente engañosas. Lo cierto es que Trump no sabe más de la guerra que “sus generales”. El tratado con Irán iba por el buen camino, tal y como declaraban fuentes de su propia administración. Y, visto lo visto, las guerras comerciales no son ni “buenas” ni “fáciles de ganar”.

Más que ninguna otra administración de los últimos tiempos, Donald Trump y su Casa Blanca están dispuestos a propagar información falsa sin más motivo que asegurar una segunda legislatura.

Hay ejemplos para dar y tomar. Trump y los suyos afirman que el precio de los medicamentos está bajando, que tenemos la mejor calidad de aire del mundo, que la construcción del muro fronterizo va viento en popa, que el ejército ha estrenado cientos de aviones y buques, que estamos recuperando empleos que se fueron a otros países.

El verano pasado, la Casa Blanca organizó una conferencia orwelliana a más no poder. El lobista de la industria del carbón que Trump había puesto al mando de la Agencia de Protección Ambiental estaba atribuyendo a su jefe los logros de Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, George H. W. Bush, Bill Clinton y Barack Obama en esta materia. Ahí fue cuando entramos de lleno en este mundo al revés.

Todo esto pasa tan a menudo y en tantos ámbitos que ya ni nos inmutamos. Escuchamos estas sandeces y nos encogemos de hombros. Quizá sea eso lo que buscan.

Los progresistas critican y los conservadores alaban las políticas que Trump ha puesto en marcha, desde la derogación de leyes medioambientales hasta el nombramiento de jueces procedentes de la Sociedad Federalista, pasando por una bajada de impuestos que favorece de forma desproporcionada a los más ricos. Sí, Trump ha hecho todas estas cosas, pero cualquier otro candidato republicano a las elecciones del 2016 las habría hecho casi todas, por no decir todas.

Lo único que Trump nos ha dado de su propia cosecha tendrá graves consecuencias a largo plazo: dejar por los suelos la credibilidad del Gobierno de Estados Unidos dentro y fuera del país. Por mucho que Scalise y otros republicanos quieran hacernos creer que no tiene ninguna importancia, lo cierto es que sí la tiene. Y mucha, además.

En más de 70 años de historia, la única vez que la OTAN tuvo que recurrir a la cláusula de defensa mutua fue cuando Estados Unidos fue atacado el 11 de septiembre del 2001. Soldados, pilotos y marines de 14 países arriesgaron sus vidas por defender el país.

A pesar de ello, durante los últimos tres años el presidente Trump se ha dedicado a mentir repetidamente sobre los aliados del país y sus responsabilidades financieras con la alianza militar. Ha llegado a decir que la Unión Europea se creó para perjudicar a Estados Unidos. También ha mentido sobre las condiciones de los acuerdos militares y comerciales con Japón y Corea del Sur.

Durante el primer año de Trump, el exsecretario de Defensa Jim Mattis, el consejero de Seguridad Nacional H.R. McMaster y otras personas clave de la Administración aseguraban a los altos funcionarios europeos que la relación con ellos no iba a cambiar independientemente de lo que dijera el presidente en un momento dado. No obstante, sus mensajes de tranquilidad empezaron a perder efecto cuando vieron que Trump era capaz de tomar decisiones precipitadas, como cuando anunció que abandonaría a los kurdos en Siria (que han luchado, sangrado y muerto por Estados Unidos en la guerra contra el Estado Islámico) a merced de Recep Erdoğan, mandamás de Turquía.

¿Qué pasará el día en que volvamos a necesitar de verdad a nuestros aliados habituales? ¿Cómo van a confiar en nosotros? ¿Por qué deberían confiar en nosotros?

Sin duda, lo que podría pasar en una futura crisis internacional, incluso en una tan posible y peligrosa como una guerra con Irán, es una hipótesis que, por una serie de motivos, de momento no quita el sueño a muchos estadounidenses.

Otro ejemplo más preocupante de la tóxica mezcla de osadía y deshonestidad del mandato de Trump ya se produjo en Estados Unidos hace tan solo unos meses.

El 1 de septiembre, a las 10:21 de la mañana (hora de Washington), el presidente de Estados Unidos salió de una sesión informativa sobre huracanes y decidió dar su versión de las últimas noticias en Twitter: “Además de Florida, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Georgia y Alabama probablemente se verán afectadas (mucho) más de lo esperado. Parece que será uno de los huracanes más grandes de la historia. Ya tiene categoría 5. ¡MUCHO CUIDADO! QUE DIOS OS BENDIGA”.

La cuestión es que, por aquel entonces, la opinión general del Centro Nacional de Huracanes era que Dorian pasaría en paralelo a la costa este de Florida, Georgia y las dos Carolinas, para finalmente girar al noreste y alejarse al mar. Las observaciones y advertencias se difundieron por todas estas costas.

Es decir, el hecho de que Trump incluyera a Alabama no tiene ninguna relación con la previsión real del Centro de Huracanes.

Para entender por qué lo que ocurrió después fue tan devastador, quizá es necesario haber vivido en un estado propenso a los huracanes durante unos cuantos años. En estos sitios, la regla es muy sencilla: haz caso a los análisis y a las recomendaciones de los expertos. Sin distracciones ni tonterías. Hay vidas en juego.

También es importante entender que las advertencias públicas emitidas por los expertos se han estudiado minuciosamente para lograr un equilibrio entre proporcionar una previsión meteorológica precisa y dirigir una respuesta pública de manera organizada. Las evacuaciones son muy laboriosas y tienen sus propios riesgos y costes de oportunidad. Evacuar el sureste de Florida, por ejemplo, complica la evacuación del centro del estado porque, en primer lugar, el número de hoteles y refugios que están a un día de viaje de la costa es muy limitado y, en segundo lugar, porque en las carreteras interestatales y la autopista caben tan pocos coches que enseguida se forman atascos kilométricos. Pero lo más importante es que los meteorólogos quieren mantener la confianza general en sus decisiones para asegurarse el máximo cumplimiento ante cualquier respuesta que ordenen los responsables de emergencias. Por ejemplo, la gente detesta los pronósticos que primero dicen una cosa y luego la otra, aunque se basen fielmente en los modelos informáticos, porque les resulta desesperante y los nervios ya están por las nubes.

El tuit de Donald Trump sobre Alabama se saltó todo eso a la torera.

Intentar adivinar los motivos que lo llevaron a hacerlo solo puede causar dolor de cabeza. La explicación más sencilla es que Trump siempre ha sido adicto a los dramas. Además, su último proyecto antes de llegar a la Casa Blanca fue hacer un reality en el que esa cualidad tenía su recompensa. Alabama ha sido uno de sus estados favoritos desde una visita que hizo en campaña a Mobile en agosto del 2015, donde reunió a 30.000 personas. Él simplemente incluyó a este estado en el caso del huracán Dorian.

Las consecuencias no se hicieron esperar. La oficina del Servicio Meteorológico Nacional de Birmingham se vio desbordada con llamadas de pánico que preguntaban por el gran huracán que de repente amenazaba su estado. Los meteorólogos respondieron 20 minutos después con un tuit: “El estado de Alabama NO se verá afectado por Dorian. Repetimos: Dorian no supone un peligro para Alabama. El huracán se quedará bastante más al este”.

Esta verdad dio lugar a que Trump y su gabinete político de la Casa Blanca libraran una batalla durante una semana contra los auténticos expertos, los hechos y la verdad.

En lugar de admitir el error y pasar página, Trump insistía en que tenía razón. Aseguró (falsamente) que, en el momento de publicar el tuit, todavía existía una probabilidad considerable de que Alabama se viera afectada. Y eso, a su vez, provocó una respuesta que ya había ocurrido tantas veces antes y que continúa pasando en la actualidad: su equipo intentó manipular de nuevo la realidad para encajar la mentira que su jefe había contado y que se negaba a retirar.

Con este fin, mandaron hacer un cartel de un mapa meteorológico con la información de casi una semana antes, cuando se había previsto que la tormenta cruzara la península de Florida. Después, Trump dibujó un semicírculo con un rotulador negro para incluir el sureste de Alabama.

Y esta fue la línea oficial que siguió la Casa Blanca durante días: que Trump tenía razón y que los mejores meteorólogos del país se habían equivocado. Es más, uno de los principales responsables de prensa guardó una de las copias de aproximadamente 22 x 30 cm del antiguo mapa con la previsión en su despacho, a modo de apoyo para seguir argumentando durante meses a los periodistas que Trump tenía razón.

Todo acabó siendo muy cómico y sirvió para esconder los riesgos que había provocado.

No se puede confiar en que Trump diga la verdad o corrija errores que son obvios, ni siquiera en los temas más serios. Y lo que es peor: su equipo de la Casa Blanca y sus jefes de gabinete se ponen de su lado y regañan a los compañeros que se atreven a contradecirle.

El Servicio Meteorológico Nacional y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) se encuentran entre las joyas de la corona del gobierno federal: remansos de pocas competencias independientemente de la postura política del momento. La infantilidad de Trump los sumió en el terrible caos que le rodea constantemente.

El 6 de septiembre, la sede de la NOAA hizo público un comunicado (anónimo, pero presumiblemente de parte de un representante político) respaldando a Trump y llamando la atención a la oficina de Birmingham, que, a su vez, atrajo una avalancha de repulsas por parte de prestigiosos científicos y personal del gremio. Un gran revuelo que se armó sin motivo aparente.

Y esto fue por un huracán, un fenómeno atmosférico relativamente predecible en el que la Casa Blanca no es la única fuente de información, ni siquiera la principal. ¿Qué ocurre si se trata de algo más, como un ataque terrorista, un asalto a una base militar en el extranjero o un brote de una enfermedad, y la Casa Blanca sí es la fuente principal de información o incluso la única?

¿Algo así como, por ejemplo, el asesinato dirigido al líder de una nación hostil?

Trump ha hecho que el engaño sea la seña de identidad de la Casa Blanca y ha contado con un cómplice involuntario: la propia prensa de la Casa Blanca.

En cierta medida, esto era algo inevitable, al menos al principio. Por norma general, los periodistas asumen que las personas dicen la verdad cuando hablan, y a Trump y a su equipo se les concedió el mismo beneficio de la duda. Pero esto es discutible dado su largo historial como fabulista. Recuerden que solía llamar por teléfono a los columnistas más indiscretos y, haciéndose pasar por un tal “John Barron” o “John Miller,” se inventaba historias falsas sobre sus conquistas sexuales o empresariales. Quizá no se tenía que haber confiado en Trump desde el principio.

Sin embargo, había una percepción, en gran medida impulsada por los dirigentes nacionales republicanos, de que Trump se adaptaría al trabajo, que la responsabilidad del cargo pesaría sobre sus hombros y finalmente se comportaría como un adulto.

Pero no fue así. Se da la casualidad de que estuve en el equipo de prensa del primer día de Trump al frente del cargo y pude ver con mis propios ojos cómo, delante del muro conmemorativo en la sede de la CIA al otro lado del río en Langley, en Virginia, afirmó (falsamente) que hubo al menos un millón y medio de personas en la Explanada Nacional con motivo de su estreno en el cargo y que los medios mentían al decir que la multitud era mucho menor que la de Barack Obama ocho años antes. Un par de horas después, el primer acto oficial del secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, consistió en entrar a la sala de prensa, repetir esas mismas mentiras y marcharse.

El bombardeo casi diario de falsedades que se sucedió a partir de entonces ayudó a que los periodistas, incluido este servidor, se olvidaran de esa reticencia tan arraigada a usar la palabra “mentira” en la prensa hablada o escrita. Además de la posibilidad de echar para atrás al público con un término tan potente, existe un problema de base: una mentira implica que el presunto mentiroso sabe que lo que está diciendo es falso en el momento en que lo dice. Es prácticamente imposible demostrar esto en tiempo real. ¿Cómo vamos a saber lo que está pasando por la cabeza de la gente cuando habla?

Sin embargo, a medida que pasaron las semanas y los meses comenzamos a ver que a Trump se le había proporcionado información rigurosa una y otra vez sobre cosas tan nimias como el tema de si Ronald Reagan había ganado en Wisconsin (sí lo hizo) o tan significativas como el de si China estaba pagando los aranceles que Trump había impuesto (no lo estaba haciendo). Y, a pesar de ello, continuó haciendo declaraciones falsas. Finalmente, esto llevó a que cada vez más medios de comunicación superaran su reticencia a llamar mentiroso a Trump cuando esté justificado.

Por desgracia, existen otros factores mucho más arraigados que han hecho que la relación de este presidente con la verdad parezca estar dentro de los límites de la normalidad, pero nada más lejos de la realidad.

En lugar de señalar las mentiras del Gobierno en el momento en que se producen, muchos periodistas las publican a modo de noticias. El titular es “El presidente ha dicho X”, en vez de “El presidente ha mentido acerca de X” o, más exactamente, “El presiente ha mentido acerca de X otra vez”.

Como antiguo periodista de Associated Press instruido en la responsabilidad de dar cobertura solo a los hechos, entiendo que hay veces en las que nuestro trabajo exige que seamos taquígrafos. Como alguien que ha cubierto a Trump desde el día que bajó por las escaleras mecánicas de su hotel, creo que esto hace un flaco favor a nuestro público. Y aun así, esta forma de trabajar es un clásico en casi toda la cobertura que se da a la Casa Blanca.

Parte de este problema viene condicionado por contar con periodistas que son demasiado jóvenes e inexpertos como para entender que el comportamiento de Trump no es simplemente algo poco habitual, sino que es aberrante y peligroso para una sociedad autónoma.

Antes cubrir las noticias de la Casa Blanca era una tarea para periodistas con una larga trayectoria. Para llegar hasta ahí, tenían que pasarse décadas cubriendo consejos escolares, comisiones del condado, tribunales penales, sedes de gobierno estatales, el Congreso, el Pentágono, el Departamento de Estado… Todo esto les proporcionaba una base sólida para comprender cómo funciona el Gobierno estadounidense y quiénes son las personas que hay detrás.

En la actualidad, la prensa de la Casa Blanca es totalmente diferente. Antes de trabajar allí, muchos periodistas quizá hayan cubierto solo unas cuantas campañas políticas o incluso solamente una. Se les presiona mucho para que expliquen los impuestos ad valorem, cómo funciona la emisión de valores o las fórmulas de financiación de los colegios a nivel estatal. Este es uno de los motivos, por ejemplo, por los que cuando los candidatos del 2016 prometieron eliminar los estándares académicos estatales (Common Core) y permitir que los consejos escolares locales pudieran decidir, muchos periodistas que cubrían esta noticia simplemente la redactaron deprisa y corriendo en lugar de preguntar a los candidatos a qué se referían, dado que los consejos locales ya controlan los consejos educativos.

Para ser justos, no es todo por su culpa. La crisis del 2008-2009 sembró el caos en el sector periodístico, puesto que se recortó el sueldo a los periodistas que más cobraban, es decir, aquellos que contaban con una década o más de experiencia. Esto dio lugar a un equipo de prensa a nivel nacional y en Washington mucho más joven y con menos experiencia que antes de la crisis, al mismo tiempo que el sector se transformaba para no quedarse atrás en cuanto a Internet y a las redes sociales.

Y es esta última pieza la que se considera el elemento más siniestro para “normalizar” a alguien como Trump.

La era de publicar uno o dos artículos al día, por no hablar de exhaustivos reportajes semanales, hace tiempo que acabó para la mayoría de las agencias periodísticas. Algunos “medios nuevos” tienen una cuota de cinco o seis artículos de opinión al día. No hace falta decir que no es la fórmula ganadora a la hora de producir un periodismo de calidad.

Sin embargo, ahora resulta que la máquina de ruido de Trump es perfecta para cumplir con esa cuota de cinco o seis artículos. Es más, entre los tuits matutinos, los comentarios imprevisibles en las sesiones de fotografía del despacho oval, los preámbulos de las reuniones del Consejo de Ministros y los gritos en el jardín sur al lado de las turbinas del Marine One en espera, Donald Trump genera el suficiente material como para una docena, incluso a veces dos docenas, de artículos de “contenido” todos los días. Esto contrasta con el mandato de Obama o de George W. Bush, cuando pasaban los días o incluso una semana sin que el presidente dijera algo de especial interés periodístico.

Por eso, incluso los altos cargos del equipo de prensa de la Casa Blanca (que son quienes deberían ser más sensatos) elogian sorprendentemente a Trump y a su administración por ser los más “accesibles” de la historia, pero sin reconocer que en gran parte el material es irrelevante o directamente falso.

Un ejemplo perfecto de esto es Sarah Huckabee Sanders. Como secretaria de prensa de la Casa Blanca, su trabajo principal debería haber sido proporcionar información rigurosa al público estadounidense a través de los medios informativos. Claro está que tenía derecho a “dar una vuelta de tuerca” a los hechos para dejar al presidente lo mejor parado posible, pero fue mucho más allá. Sin ir más lejos, a menudo afirmaba que Trump trabaja más que cualquier otra persona que ella haya conocido, y eso que su programa de trabajo es el más tranquilo de todos los presidentes desde hace al menos 50 años. Afirmaba que Trump era un experto absoluto en todos los detalles de los objetivos políticos de su gobierno, aunque con una rápida revisión de sus declaraciones se aprecia que no suele tener ni la menor idea de lo que dice la ley o, incluso a veces, sus propias órdenes ejecutivas.

Sobrepasar con creces los límites de una agente de prensa aún podría tener excusa, pero no así lo que hizo los días siguientes al despido de James Comey en mayo del 2017.

Cuando el FBI cuestionó la moralidad del despido de su director a manos de Trump con la esperanza de bloquear una investigación en torno a su campaña, Sanders dijo que había oído personalmente a “un sinfín de miembros del FBI” apoyar el despido. Cuando se le preguntó al día siguiente a cuántas personas se refería con “un sinfín”, exactamente dijo: “He oído a un gran número de personas que trabajan en el FBI decir que están muy contentas con la decisión del presidente”.

Todo resultó ser mentira. No una mentira pequeña, sino inventada de la nada con el único propósito de destruir la reputación de alguien. Esto se hizo público de manera sencilla y prosaica en el informe del asesor especial Robert Mueller casi dos años después. A partir de ese día, se debería haber tratado a Sanders como si llevara escrita la palabra “fracasada” en la frente y ningún periodista debería haber confiado en nada de lo que volviera a decir.

En lugar de eso, meses más tarde, cuando dimitió, aparentemente todo se había olvidado. Dos miembros del consejo de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca incluso le hicieron una fiesta de despedida.

Llegará un día en el que Donald Trump ya no sea presidente.

Quizá dentro de un año, quizá dentro de cinco. O, en la remota posibilidad de que un giro imprevisto acabe con su destitución o renuncia, quizá en solo semanas o meses. En cualquier caso, su salida de la Casa Blanca hará tener una idea clara de lo que los estadounidenses toleran de su máxima autoridad electa.

Después de Richard Nixon, el país llegó al consenso de que lo que había ocurrido no era para nada bueno, y se introdujeron salvaguardias institucionales para intentar evitar que volviera a suceder. El uso de Nixon de unos fondos ilícitos que apenas estaban regulados para pagar a los delincuentes del Watergate terminó en la aprobación de nuevas leyes para la financiación de campañas que establecían límites y exigían una mayor transparencia. Hubo otras leyes que proporcionaron protección de datos, crearon inspectores generales independientes para los organismos ejecutivos, codificaron el historial presidencial manteniendo y reforzando la ley de libertad de información.

Por debajo de todas estas reformas se encontraba la convicción compartida de que el presidente no debía mentir ni engañar. Esta era la principal virtud que Jimmy Carter vendía en 1976: que él no mentiría al pueblo estadounidense. Era una posibilidad muy remota, pero el mensaje le hizo ganar.

¿Qué valor tiene la verdad para los estadounidenses cuatro décadas después? Las encuestas muestran que la gran mayoría de la gente sabe muy bien que Trump y su gobierno están siendo totalmente deshonestos. Una encuesta de la CNN realizada en septiembre reveló que solo un 28 % de los estadounidenses cree toda o casi toda la información que viene de la Casa Blanca. Incluso entre un 40 % y un 45 % continúa defendiendo a Trump. He hablado con muchas personas de ese colectivo que desconfían de Trump, pero le apoyan de todas formas. Entre los motivos principales: todos los políticos mienten. Entonces, ¿por qué es tan grave que lo haga Trump?

Y eso es quizá la peor mentira y la más corrosiva que Trump ha vendido a sus defensores: que todo el mundo es corrupto, que todo el mundo miente, por lo que los republicanos también pueden aliarse con un mentiroso corrupto que esté de su lado.

He visto esta actitud en los partidarios de Trump, desde Wisconsin hasta Nuevo Hampshire o Florida, cuando se enfrentan a la prueba irrefutable de las falsedades y actuaciones en interés propio de Trump. Un concejal de Plymouth (Nuevo Hampshire), cuya población es de 6752 habitantes, comentó que no le importaba si Trump era un mentiroso porque todos los políticos lo eran, aunque en ese momento no supo dar ningún ejemplo. Un tesorero del comité republicano del condado del oeste de Iowa me comentó que no le importaba que Trump estuviera intentando llevar un contrato gubernamental multimillonario a su propio complejo de golf al sur de Florida porque todos los responsables electos encuentran la manera de hacerse con dinero público.

Pues bien, no todo el mundo es corrupto. No todo el mundo miente.

De hecho, la mayoría de los políticos no mienten y hacen todo lo que está en su mano para evitarlo. Intentan presentar hechos desfavorables sobre ellos mismos de la manera más favorable posible. Se obcecan. Cambian de tema. Evitan a los periodistas y al público. Sin embargo, en general, procuran no mentir porque saben que como mínimo les traerá dolores de cabeza y a unas malas puede ser el fin de su carrera política.

Al menos esa era la situación antes de Trump.

El comportamiento de los partidarios más fervientes de Trump en la Cámara, algo que se ha visto claramente durante las audiencias del proceso de impeachment, sugiere que habrá un grupo de cargos públicos que intentará hacer de los “hechos alternativos” una característica permanente de la futura política estadounidense.

Es difícil estimar lo peligroso que podría ser eso. La revelación de que Nixon había mentido sobre algo tan importante le llevó a su caída cuando un considerable porcentaje de los votantes de su propio partido decidieron que ese comportamiento era inaceptable. Cuarenta y seis años después, con una serie análoga de hechos que ya son de dominio público sobre que Trump intentó amañar su camino a la victoria en su reelección, los votantes republicanos parecen estar dando a Trump un aprobado, aceptando a cambio una serie de mentiras sin sentido en su propia cara.

¿Cómo sobrevive un autogobierno cuando un número notable de participantes simplemente se niega a aceptar los hechos porque son perjudiciales para un líder que consiente sus prejuicios?

En astrofísica, existe la máxima de que la gravedad al final siempre gana. Una vez gastadas las fuerzas nucleares fuertes y débiles, una vez que los fotones se separan y se dispersan, la gravedad siempre permanece e inexorablemente hará que se sienta su presencia.

Esto forma parte del mundo del día a día. Se pueden ignorar los hechos, pero no desaparecen solo con desearlo. Decir que el cambio climático es un engaño no evitará que Miami, Norfolk y Annapolis se inunden cada vez que se produzca una marea primaveral. Afirmar que el norcoreano Kim Jong Un ya no está interesado en las armas nucleares resulta que no implica que sea así.

Incluso si la verdad triunfa después de la época de Trump, tendrá que ser el público estadounidense quien lo haga posible. El ciudadano medio, ese que no se pasa horas al día controlando las noticias de la televisión por cable y de Twitter, tendrá que decidir que mentir es una forma de gobierno inaceptable. Que los responsables del dinero público y del bienestar del pueblo tienen la obligación principal de decir la verdad.

Los medios informativos no pueden llevar la batuta en este asunto. Las noticias son un negocio y, en los negocios, el cliente siempre tiene la razón. Si, en este caso, el cliente prefiere oír mentiras que estén en sintonía con sus miedos y prejuicios, hay muchos medios de comunicación que ofrecen ese servicio.

La pregunta que los estadounidenses deben hacerse es si tenemos derecho a recibir información precisa de nuestra Casa Blanca o no. ¿Permitiríamos que el alcalde de una pequeña localidad mienta con tanta frecuencia sobre los negocios de la ciudad? ¿Y qué ocurriría en el caso de la directiva escolar?

En retrospectiva, es fácil entender por qué la falsa ganadora ucraniana de Miss Universo fue tan fácil de pasar por alto en las fotos del 25 de septiembre.

En esos 17 minutos, Trump afirmó falsamente que no había presionado al nuevo presidente ucraniano para que investigara a Joe y Hunter Biden a pesar de que la transcripción de la conversación telefónica dos meses antes no dejaba lugar a dudas. Afirmó que otros países europeos no estaban ayudando a Ucrania tanto como Estados Unidos, cuando sucede justo lo contrario.

Defendió los esfuerzos de su abogado Rudy Giuliani para impulsar la desacreditada teoría de la conspiración de que Rusia no había ayudado a Trump a ganar las elecciones del 2016, y que Ucrania había hecho una encerrona a Rusia con pruebas falsas. Repitió de forma falsa y repetida que China había “dado” a Hunter Biden 1500 millones de dólares (unos 1300 millones de euros).

Y, entre otras mentiras, había una declaración a Volodymyr Zelensky que casi podría calificarse como declaración de política. Al pedir Zelensky ayuda para recuperar Crimea del dominio ruso, Trump básicamente se lavó las manos y dijo que la invasión y anexión había sucedido bajo el mandato de su predecesor Barack Obama (“es solo una de esas cosas...”) e instó a Zelensky a colaborar con el líder ruso Vladimir Putin. “Realmente habéis progresado con Rusia”, le dijo Trump. “Seguid por ese camino”.

La expresión disgustada de Zelensky durante la mayor parte de la sesión habla por sí misma. Corregir a Trump sobre el concurso Miss Universo fue la menor de sus preocupaciones. Y de las nuestras.

Fuente: Huffington Post