viernes, 14 de febrero de 2020

Adicciones Online: cómo funciona la adicción comportamental

El ser humano es adicto por naturaleza. El titular impresiona, pero, si miramos atrás, comprobamos que la historia de las adicciones está íntimamente unida a la del Homo sapiens sapiens. Los albores del siglo XXI presenciaron el nacimiento de una de las adicciones más serias a las que nos hemos enfrentado. No consiste en una dependencia de las consideradas como drogas clásicas ―alcohol, nicotina, cafeína, opiáceos, anfetaminas y otras sustancias―, sino que es una adicción comportamental en la que no interviene ninguna sustancia: es la adicción a internet y al juego online.

Todo empieza en internet

Es complicado imaginar la vida actual sin internet. Nos comunicamos a través de la red, trabajamos, lo pasamos bien, recibimos información, hacemos compras e incluso buscamos amistades o pareja. El uso patológico de internet siempre comienza como un hobby, como un «mero» pasatiempo. Ahora bien, esa compulsión que nos conduce a hacer un uso abusivo de este servicio ―abandonando otras actividades y descuidando nuestra vida laboral y/o académica― está relacionada con un flujo de transrealidad muy similar al que provocan las drogas tangibles.

Se considera que esta adicción afecta a aproximadamente un 5 % de los internautas. Los síntomas son claros: privación del sueño, abandono de otras actividades importantes, menor dedicación de tiempo a la familia, pensamientos constantes acerca de la red, etcétera. Más allá del tiempo invertido, la «prueba del algodón» es la injerencia negativa en la vida cotidiana del sujeto.

De forma muy distinta a lo que ocurre con otras adicciones ―no comportamentales―, la adicción a internet no está mal vista por la sociedad. No tanto, al menos, como ocurre con otras, como el alcoholismo, por ejemplo. Además, puede ocultarse «sin levantar sospechas», dependiendo de su estadio, incluso de cara al círculo más cercano del adicto.

Una epidemia entre la juventud

Este problema está aumentando especialmente entre niños y adolescentes como consecuencia de la moda de las apuestas en internet. Rosana Santolaria, psicóloga de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (fejar) señala que: «A nuestra asociación cada vez llegan más personas jóvenes con adicción al juego. Y algunos todavía no han alcanzado la mayoría de edad».

El perfil del adicto al juego está cambiando en los últimos años. Hoy en día, la prevalencia de esta adicción es mayor, como comentamos, en la franja de los quince a los treinta y cinco años, mientras que el juego por dinero en casinos online está más normalizado que en el pasado. Más allá de su juventud, es complicado establecer unas características comunes entre los jóvenes adictos al juego en línea. «Cada caso es distinto, aunque el patrón es similar: empiezan a jugar como una forma de ocio y de interacción social, muchas veces con alguien que ya lo ha hecho y les enseña», cuenta Bayta Díaz, que es psicóloga en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (apal).

El número de españoles adictos al juego en línea ya asciende a casi ciento cincuenta mil, de los que hay unos siete mil diagnosticados que actualmente reciben algún tipo de tratamiento. La ludopatía, reconocida desde años por la Organización Mundial de la Salud y por la Asociación Americana de Psiquiatría, altera de forma progresiva el comportamiento del individuo hasta el punto de que quien la sufre experimenta una necesidad incontrolable de jugar, equiparable, por ejemplo, al «mono» del tabaco.

Otras adicciones vinculadas a la red

La estigmatización de los problemas relacionados con la sexualidad representa un obstáculo importante a la hora de tratar a las personas afectadas. La adicción al sexo por internet se instaura asimismo entre la población por su accesibilidad y por el anonimato que conlleva. Entendemos como cibersexo tanto el cibersexo en solitario (en sitios web pornográficos), que está muy ligado a la masturbación, y el cibersexo social (a través de chats de ligue o webcams), que no lleva implícita la culpa o la vergüenza que sí que tienen hoy en día los clubes de alterne. «Como en cualquier otra sustancia, el límite está en utilizar esta tecnología por placer, o por necesidad. Igual que le puede ocurrir a un alcohólico o un drogadicto», señala Rafael Ballester, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Jaume I.

Las compras online también están empezando a considerarse como una adicción en aquellos casos en que «se adquiere a fuerza de repetir una conducta que en un principio resulta agradable (consumir) o bien como una estrategia de afrontamiento inadecuada para hacer frente a los problemas personales», según relata Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco. Ciertos investigadores apuntan a que alrededor de un 6 % de la población sufre adicción a las compras, porcentaje que se dispara hasta el 30 % en el caso de los más jóvenes. Este frenesí consumista a menudo pretende llenar ciertos vacíos existenciales del individuo adicto. En caso de que creas que tienes un problema ―padeces síntomas psicológicos, como ansiedad, estrés, nerviosismo u otros trastornos que se calman únicamente con las compras―, no dudes en buscar ayuda profesional.

¿Internet nos vuelve tontos?

La demencia digital, concepto acuñado por Manfred Spitzer, psiquiatra y neurocientífico alemán en su libro Demencia Digital: El peligro de las nuevas tecnologías, es un trastorno provocado por el uso adictivo que hacemos de los medios virtuales. Según el médico, «el uso continuado de este tipo de dispositivos provoca que el rendimiento cognitivo y la memoria disminuyan». El acceso a la información es tan sencillo ―cuando no nos acordamos, por ejemplo, de qué película ganó el Óscar del año pasado, ni siquiera tenemos que pensarlo: basta con que lo busquemos en Google― que conlleva un menor nivel de almacenamiento de conocimientos en nuestro cerebro, porque no nos hace falta. En resumen y para entendernos, «se nos oxidan las neuronas».

Como ocurre con todo en esta vida: internet es bueno, pero con moderación.

Imagen: Digital Sevilla

Fuente: muhimu

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