viernes, 8 de julio de 2022

¿Quieres cobrar tu salario en streaming?


Esta semana ha sido muy cripto para mí. Publiqué una entrevista con un profesor brasileño de ciencias de la computación, Jorge Stolfi, que dice que en la academia todos saben que la tecnología detrás de bitcoin es “basura”. Un tuit suyo provocó en junio una carta al Congreso de EE UU firmada por 1.500 profesores y expertos donde advertían del peligro de confiar demasiado en las criptomonedas. La pieza provocó discusiones entre fans de bitcoin y detractores. El profesor Stolfi se ha entretenido durante horas a contestar a críticos en Twitter, entre ellos, un tuitero con 232 seguidores.

Luego miércoles y jueves estuve en una conferencia de Ethereum en Barcelona. Aproveché que se celebraba aquí para acercarme. Son encuentros que organizan comunidades locales: hay mucha charla, taller y contactos. Se celebran un montón de estas conferencias por todo el mundo, algunas más grandes o con más tradición. Ethereum Barcelona celebraba la primera edición durante tres días en total en el Centro de Convenciones Internacional, junto al Fórum.

El ambiente era de “tecnohippies”, según un asistente que había dado una charla. A pesar del criptoinvierno, el ambiente aquí era de normalidad: “No es una conferencia para inversores de capital de riesgo”, dijo el mismo asistente. “Aquí la gente ha venido a ver qué se hace”, añade. Los nervios por la caída de las criptomonedas no eran los protagonistas, aunque otro asistente admitió que seguía todo con cierta intranquilidad.

“Es la primera vez que veis una conferencia de expertos en ciberseguridad que van descalzos”, dijo un presentador de un panel con tres empleados de empresas de seguridad. El escenario tenía un frondoso césped artificial y se animaba a los presentadores a ir sin zapatillas. La conferencia estaba dominada por hombres, con variantes de ropa moderna y deportiva. La sensación era que cualquier persona con quien se charlaba tenía algo para vender. O quizá trabajaba para alguien que tenía algo para vender.

Las ferias de muestras suelen ser para esto, pero aquí el objetivo inicial era explicar para qué servía y cómo funcionaba lo que se vendía: había un sistema de votación, una red social que pretendía que muchas horas de Spotify nos permitiera recibir merchandising de regalo de un cantante (imagino cientos de móviles stremeando al mismo artista 24 horas) o una mochila de datos para el metaverso.

¿Quieres cobrar tu salario en streaming?

Uno de los más curiosos fue SuperFluid, que permite fraccionar los pagos por segundo de uso: “¿Por qué esperar a cobrar a fin de mes y darle crédito a tu empleador si en su lugar puedes ir cobrando por cada segundo trabajado?”, decía Francesco Renzi, fundador de la startup. “Salarios en streaming”, lo llamaba. Aunque podría servir también para pagar el alquiler o una suscripción. Bromeaba con la idea de que era fascinante ver una cifra crecer en cantidades irrisiorias cada segundo y a la vez admitía que daba una ansiedad terrible sobre todo “si estás pagando en lugar de cobrando”. En realidad no sabía aún para qué podría servir y lo comparó con !quien inventó la rueda no sabía que podría servir para un coche”. También admitió que a la gente le costaría entender cifras tan pequeñas: “Son cantidades superpequeñas, superdifíciles de entender”.

La impresión general es que los conferenciantes y participantes trabajan en proyectos nacientes, llenos de promesas, pero faltos de concreción o adopción masivas. Nadie debe venir aquí a criticar sus actividades porque son los primeros en admitir los retos de hacer entender al público general lo que hacen: “A mí me siguen llamando estafadora. ¿Alguien puede explicarme como superarlo?”, dijo una presentadora.

Este periódico y otros han publicado innumerables explicativos de los NFT, los DAO y Web3, pero el esfuerzo es medio en vano. A mí me siguen preguntando qué es cada una de estas cosas y nunca siento que la otra persona entiende en realidad lo que le cuento.

La dificultad de entender la utilidad final de estos proyectos, junto a la volatibilidad de las criptomonedas y a la aparente falta de una próxima adopción masiva de usuarios hacen difícil su explosión.

Hace unos días se viralizó un vídeo de Marc Andreessen, uno de los mayores inversores de capital de riesgo de Silicon Valley y creador de Netscape. En un podcast le preguntaban que pusiera ejemplos de usos útiles de web3 en el mundo del audio. Después de unos minutos y tres preguntas sin responder claramente, dijo algo así: “Mira, es inyectar economía. Es inyectar, a un nivel muy fundamental, dinero salido de internet, economía nacida en internet e incentivos en un sistema que simplemente no ha tenido eso”. No solo parece incomprensible. Lo es. Son esas frases que hacen sospechar que todo este edificio está montado sobre una estructura que incluso quienes invierten millones de dólares están esperando que alguien les explique para qué sirve realmente.

En la feria de Ethereum Barcelona también se percibía esa impresión. En un panel de cómo web3 “salvará el mundo”, todos los proyectos tenían una pata de NFT o blockchain, pero no era nada troncal para el éxito del negocio. En una industria donde lo que el consumidor realmente quiere es el mantra, es raro ver a docenas de ingenieros imaginar aplicaciones confusas. Enseñé a un amigo el título de la charla como “Cómo crear productos Defi en LATAM para maximizar su adopción” y la respuesta fue: “No entiendo ni una palabra”.

El esfuerzo para explicar las ventajas de algo que ni siquiera se entiende para qué sirve es imposible. Diego Mazo, el conferenciante, era el primero que admitía el reto de llevar su producto de “finanzas descentralizadas” o “Defi” a los consumidores. En una de sus diapositivas distinguía entre los innovadores, a los que llamaba “maestros de los money legos”, de “mi padre, mi tía”. Entre ambos mundos, había un abismo.

Hubo varias presentaciones de DAOs [Organizaciones Autónomas Descentralizadas], los célebres clubes que permiten invertir, colaborar y votar en las decisiones de un proyecto: una especie de asociación tecnológica con distintas finalidades. Alona Shevchenko, fundadora de UkraineDAO, empezó su charla con la pregunta a la audiencia: ¿Sabéis qué es un DAO? Primero nadie respondió. Luego alguien gritó: “¡Caoos!” Se refería a la dificultad de gestionar grupos tan numerosos donde haya mucha gente con intención de opinar. Es como un grupo de WhatsApp a lo grande. “Es verdad que no es muy descentralizado, ni autónomo y no muy organizado, pero lo intentamos”, admitió Shevchenko.

UkraineDAO nació como un grupo de Telegram que vendió un NFT de la bandera de Ucrania por casi 7 millones de dólares, una de las 10 mayores ventas en su momento. La venta era un modo de ayudar al país en su defensa contra Rusia. Podría haber recibido el dinero por otra vía pero quizá la venta de un NFT lo agilizó. Shevchenko usó una cita de la antropóloga Margaret Mead sobre cómo un pequeño grupo de gente comprometida puede cambiar el mundo. Este tipo de lemas baratos reconfortantes suelen oírse en estas conferencias.

En la presentación de otro DAO pusieron el discurso de Charles Chaplin en El gran dictador como metáfora de su lucha contra un presunto fascismo de la vida actual. Otro conferenciante mezclaba la esclavitud de la deuda con la que cargamos, las revelaciones de Snowden y un presunto proyecto para atontar a los niños de la educación pública desde los años 70. En suma, el gobierno lo hace todo mal.

Estas críticas procedentes de un grupo de gente a quienes les cuesta explicar lo que hacen realmente y para qué es, al menos, atrevida.

Imagen: depositphotos

Fuente: El Pais

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