En los últimos años, los negocios entre Bolivia y Rusia en materia energética se han profundizado, así como el alineamiento de la diplomacia boliviana a los intereses del Kremlin. En 2024 se firmaron nuevos acuerdos económicos tras la visita del presidente Luis Arce a su par Vladimir Putin. Se comenzó a recibir combustible ruso, y se firmó un contrato con una firma rusa para la extracción de litio. Todo esto en medio de una bruma de secretismo y falta de información.
El 6 de junio, el presidente Arce se reunión con Putin en San Petersburgo, donde habían compartido una exposición en un foro económico, y sellaron, al menos verbalmente, varios acuerdos. Unos días después, a fines del mismo mes, los medios de prensa informaban sobre el arribo de combustible ruso a los puertos de Arica (Chile) para ser trasladado a Bolivia. Era un momento conveniente, pues el país ya venía con racionamientos en el suministro de diésel debido a la falta de dólares para comprarlo en el mercado internacional.
Lo que en un principio fue negado por los funcionarios públicos -aparentemente por el temor de sufrir sanciones de Estado Unidos que mantiene sanciones económicas contra Rusia por su invasión a Ucrania- después fue reconocido. Incluso el embajador de Rusia, Mikhail Ledenev, anunció el mes pasado que si se llegaban a acuerdos favorables se podía satisfacer a Bolivia por un año.
La Nube pidió información al respecto al Ministerio de Hidrocarburos y Energías (MHE), YPFB, y a la Embajada de Rusia en Bolivia; pero no se obtuvo respuesta.
Analistas en materia energética advirtieron sobre la falta de transparencia en estos acuerdos entre ambos países, y el riesgo a exponer los intereses del país en favor del gobierno de Putin.
«En el caso de Bolivia la influencia se refleja de manera clara en el alineamiento de la política exterior del gobierno del presidente Luis Arce con los objetivos estratégicos de la diplomacia rusa en diferentes foros internacionales. Desde el inicio de la guerra en el este, el voto boliviano en la ONU, por ejemplo, ha respondido al interés del Kremlin”, dice Henry Oporto, director de la fundación Milenio.
Oporto añadió que «luego del más reciente viaje del presidente Arce a Moscú, Rusia ha comenzado a enviar diésel a Bolivia a través de puertos chilenos y es muy probable que el suministro continúe tomando en cuenta las dificultades que enfrenta el país para importar combustibles por las vías tradicionales». Y es que a Bolivia se le acabaron los dólares y lidia con problemas para mantener el suministro de combustibles.
Considerando que la importación de combustibles representa casi un 67% del total importado, Rusia se convertiría en un importante proveedor para Bolivia, «sorteando incluso las prohibiciones internacionales y desafiando la amenaza de sanciones», se lee en una nota de Milenio.
El investigador del Centro de Documentación e Información Boliviana (CEDIB), Gonzalo Mondaca, recordó también el reciente contrato suscrito entre la estatal YLB y la firma rusa Uranium One Group, en el que se acuerda una inversión de $us 970 millones para una planta de extracción directa de litio en el Salar de Uyuni. Los detalles del contrato aún no han sido difundidos, y Mondaca se pregunta si la inversión, que estaría a cargo de la empresa rusa, será devuelta en dólares o en producción de litio. Asimismo, cuestiona en qué condiciones se da la importación de combustible ruso.
El investigador de la Fundación Solón, José Carlos Solón, manifestó: «No puedo decir que se hace un intercambio de litio por combustibles, pero es claro que hay una agenda bilateral con Rusia», y es importante conocer qué ocurre en materia de transición energética en el país más extenso del mundo.
Todo esto sin mencionar la planta de energía nuclear que construye la estatal rusa Rosatom en El Alto.
“La influencia política del Kremlin puede crecer más a medida que Rusia acrecienta su papel como proveedor de combustibles, generándose una relación de potencial dependencia que aquél puede aprovechar en beneficio de sus empresas”, apuntó Oporto.
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