El caso de las tunas en Achumani se convirtió en el centro de atención de autoridades, medios de comunicación y, especialmente, de las redes sociales. Lo que comenzó con una fuerte indignación y rabia al ver cómo una mujer era agredida por dos hombres, pasó rápidamente al escarnio digital y, finalmente, se transformó en un espectáculo mediático.
En esta era de información inmediata y consumo masivo de redes sociales, los contenidos nos llegan a tal velocidad que muchas veces no logramos procesarlos ni entenderlos por completo. Nos dejamos llevar por una imagen o un título llamativo, sobre todo si coincide con nuestras preconcepciones o intereses, y reaccionamos o compartimos sin mucha reflexión. Son esos segundos iniciales, donde una publicación apela a nuestras emociones—rabia, humor, tristeza, indignación—los que suelen determinar si un contenido se vuelve viral.
Las redes sociales no solo son un espacio para compartir información, sino también un performance donde los usuarios construyen una representación seleccionada de sí mismos. La mayoría prefiere mostrar momentos de felicidad, logros personales o experiencias como viajes, mientras que pocos exponen las dificultades o miserias de su vida cotidiana.
Esta dinámica facilita que nos conectemos con emociones colectivas que generan conmoción. Por eso, se ha dicho con razón que las redes sociales son espacios propensos a la indignación y el escarnio. Participar en estas dinámicas, ya sea en un linchamiento virtual o en apoyo a una causa social, permite a muchos alinearse con lo que su entorno considera correcto. Sin embargo, esta empatía puede ser tanto genuina como superficial, movida más por el deseo de validación social que por una empatía real.
El caso de la señora agredida por recolectar tunas ilustra este fenómeno. Apenas ocurrió el hecho, al día siguiente ya se habían desplazado al lugar varios medios de comunicación y creadores de contenido, todos con el objetivo de contactar a la mujer para "ayudarla". Sin embargo, gran parte de estas acciones parecían más orientadas a la autopromoción. Incluso funcionarios de la alcaldía acudieron al sitio, no para resolver un problema estructural, sino para tomarse fotos y publicarlas en sus redes sociales.
Dos medios conocidos por ser sensacionalistas, Red Uno y Bolivisión, compitieron por tener la primicia. Finalmente, Red Uno, en coordinación con la policía, que empleó todos sus recursos para localizar a la mujer, logró la primicia de la noticia. Organizaron una conferencia de prensa no solo para escuchar su versión, sino también para exhibir su "ayuda": le entregaron un refrigerador, una cocina y juguetes, todo grabado y ampliamente difundido en redes sociales.
El viceministro de Gobierno también apareció entregando dinero frente a las cámaras, pero no sin antes generar polémica al sacar parte de la cantidad de dinero, loque no quedo desapercibido ante las cámaras y que provocó una ola de memes y críticas en redes sociales. Por otro lado, tanto el alcalde de La Paz como el presidente del país se reunieron con la señora: el primero le otorgó un kiosco y un puesto de venta (publicando en sus redes sociales en dos ocasiones), mientras que el segundo se menciona que prometió una vivienda social.
En plataformas como TikTok, el tema alcanzó tal repercusión que, en la madrugada siguiente al incidente, al menos cuatro tiktokers acudieron al lugar para realizar transmisiones en vivo, logrando más de mil espectadores en horarios inusuales. Durante todo el día, se generaron discusiones y propuestas de "ayuda", mientras algunos creadores de contenido monetizaban sus transmisiones o pedían donaciones mediante códigos QR para financiar un evento denominado "Tuna Fest".
Este evento, propuesto mayoritariamente por creadores de contenido de alcance medio o bajo en seguidores, recuerda al "Mega Aptapi" de 2015, donde personas ajenas a las comunidades afectadas promovieron una acción que terminó enfocándose más en ellos mismos que en las causas originales. De igual manera, en este caso, la organización del "Tuna Fest" parece responder más al interés personal de los organizadores que a un acto genuino de solidaridad.
Estos comportamientos reflejan un fenómeno recurrente: la explotación de causas sociales para beneficio personal. Algunos creadores graban a vendedores sin su consentimiento, les compran o entregan dinero mientras filman su empatía o altruismo(tipo de contenido denominado porno miseria). Sin embargo, al final, son ellos quienes más se benefician, obteniendo likes, visualizaciones e ingresos monetizados.
Empatizar con hechos evidenciados a través de las redes sociales es importante y seguirá siendo una herramienta clave para visibilizar injusticias. No obstante, estas acciones no están exentas de ser manipuladas por políticos, figuras públicas o creadores de contenido con intereses personales. Además, estas iniciativas no solucionan problemas estructurales como el racismo o la desigualdad. En algunos casos, acciones violentas como el escrache, incluso exacerban las divisiones sociales, especialmente cuando la reacción en redes se reduce al escarnio.
Fuente: Jicha
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