martes, 7 de julio de 2020

No saber

«Me da la impresión de que quienes menos van a aprender de esta crisis
son quienes lo tienen todo claro»
Daniel Innerarity

Recuperar la ignorancia.

Entendiendo la ignorancia como un lugar.

Esto es, no tanto un no saber como un territorio que uno habita por voluntad propia y del que parte periódicamente para sucesivos aprendizajes, que lo son precisamente porque se procede de allí.

Me interesa esa metáfora geográfica porque entiendo la ignorancia como distancia, la lejanía que permite ver, entender.

Recordar nuestra ignorancia primordial, radical. Ignoramus et ignorabimus. Vaciar para llenar.

El mapa blanco de Salviati que cita Harari. Otra vez la geografía. Quizá por eso queremos saber, aunque sepamos que no podremos saber, porque el viaje implica una aventura. Homero, Kavafis, Thelma y Louise.

Orson Welles: «Mi gran aportación a Ciudadano Kane fue la ignorancia; no sabía que hubiera cosas que no se podían hacer».

Parar. Volver a pensar las cosas y darse cuenta. Sentir nuevo lo que era costumbre. Regresar a un cierto asombro: la terraza de un bar, un paseo, tus hijos. Desaprender.

Admiro a esos científicos que hoy nos gobiernan y que reconocen no saber casi nada. O que cada día sabemos un poco más (la misma ignorancia matizada por el optimismo). La medida de los vasos. Un desconocimiento explícito que, a nosotros, habitantes del ecosistema corporativo, nos está vedado. Expertos. Especialistas. Saber todo de casi nada.

Recuperar la duda, la única actitud honesta frente al saber. Incluso frente a la fe. Uno cree porque duda.

Ovide Decroly, colocarse al lado del niño que aprende, no delante. Acompañarle, ponerle frente a su ignorancia, no frente a alguien que encarna la certidumbre: el profesor, el maestro, la ley, la verdad. Aprender, no educar.

Bergamín lo llamó «analfabetismo», la razón intacta, pura, del niño. Frente a la domesticación, que es el miedo a la ignorancia como generadora de ideas, de rebeldía, de libertad. «Me ha costado toda la vida aprender a pintar como un niño».

La poesía parte siempre de ese lugar, del reconocimiento de una imposibilidad racional, y busca la música, el corazón, el atajo a la verdad del que habla Margarit, una verdad que apenas podemos sentir. Apenas podemos aproximarnos.

Poesía que se debe decir o cantar. Que es oral, y por tanto ligera, cambiante, mudable. Sócrates negando el libro (solo sé que no sé). La verdad negro sobre blanco, la revelación, textos sagrados. En el principio fue el verbo: la acción, la vida como cambio, adaptación, movilidad. Pero el libro no es verbo, no es diálogo. Platón tratando de reproducir la oralidad del maestro y fijándola para siempre. ¿Y si no hubiera muerto? Palabra frente a letra.

«La ciencia no piensa», pero aprende, progresa. Un día encerrará al virus en una cajita, una nueva cajita. Y la pondremos junto a las otras. Ordenar nos tranquiliza. Marie Kondo.

Hasta entonces, ¿por qué no aprovechar esta herida abierta, esta llaga que nos hace mucho más sensibles, esta ignorancia que quizá, por qué no, podría ser atrevida, como la del refrán?

¿Por qué no?

Fuente: Yorokobu

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