Mientras el covid-19 frenaba a la economía mundial, la tecnología aceleraba su revolución, sobre todo en China, empeñada en ascender a primera potencia en este campo. La guerra comercial y el intento de Donald Trump de poner palos en las ruedas del desarrollo chino han azuzado la furia con la que el gigante asiático se abre camino para garantizar que está preparado si Washington impone el desacoplamiento de sus economías. Europa, que había perdido el primer tren tecnológico e intentaba volver a subirse, ha dejado que el coronavirus la apee y tendrá que hacer un mayor esfuerzo para no andar a la zaga.
Pekín ha adoptado una conducta "protecnología, proexperimentación y provelocidad", afirma Kai-Fu Lee, expresidente de Google en China y fundador y presidente de Sinovation Ventures, uno de los mayores fondos de capital riesgo tecnológico chino. Esa actitud es la que ha llevado a la sureña ciudad de Shenzhen a proclamarse como el nuevo Silicon Valley, en el que la inteligencia artificial (IA) es la principal herramienta de trabajo. En Shenzhen, la crisis ha estimulado la voluntad de implementación de los avances científicos abstractos y el uso de los datos para impulsar la digitalización de pymes y del mundo rural chino.
El salto más arriesgado de estos días ha sido el lanzamiento de la primera moneda digital avalada por un banco central. China ha comenzado a usarla de forma experimental en transacciones reales en tres ciudades: Shenzhen, Chengdu y Suzhou, además de en Xiong’an, la nueva área de integración de Pekín, Tianjin y la provincia de Hebei, que aspira a convertirse en el gran distrito financiero y tecnológico del norte del país. La decisión del Banco Popular de China está propiciada tanto por la necesidad de internacionalizar el yuan e independizarse del dólar estadounidense, como por el extendido uso del pago con móvil. Los consumidores chinos nunca adoptaron las tarjetas de crédito y saltaron directamente a pagar con las aplicaciones de WeChat y Alipay. En el 2019, unos 830 millones de compradores 'on line' movieron un negocio de 1,3 billones de euros, el mayor mercado 'on line' del mundo.
Soberanía tecnológica
La tecnología tiene el potencial de mejorar extraordinariamente la calidad de vida de los habitantes del planeta, pero si en un primer momento se creyó que internet sería el gran impulsor de un desarrollo humano más igualitario, se ha hecho evidente que, por el contrario, fomenta la desigualdad. La creciente brecha digital amenaza con dejar atrás a amplios sectores de población en los países industrializados y a multitud de países en vías de desarrollo. En febrero pasado, tras reconocer que más del 90% del almacenaje y la gestión de datos de la UE está en manos de empresas extracomunitarias, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, consideró urgente recuperar la "soberanía tecnológica" e invertir en IA.
La IA no es una tecnología única, sino una serie de aplicaciones que van desde el reconocimiento facial hasta la automatización de actividades como la resolución de problemas, la toma de decisiones y el aprendizaje cada vez más similar a como lo hacen las personas. Los robots son su principal exponente, y las redes 5G, las generadoras del ecosistema en que se desarrollará el internet de las cosas, con miles de millones de dispositivos conectados. De ahí, la batalla entre China y EEUU por dominar la implantación de esta tecnología y el malestar de muchos países por las presiones para que se decanten por una u otra superpotencia.
La grave falta de confianza y el abismo geopolítico que se abre entre Washington y Pekín amenazan con romper la globalidad del ecosistema de internet que, desde su nacimiento hace 31 años, ha abierto la información a miles de millones de personas y revolucionado la forma de comunicarse y los sistemas económico y social. No solo existe el riesgo de un mundo tecnológico separado en dos -Occidente y Oriente-, sino que se extiende la tendencia hacia la fragmentación tecnológica con la adopción de tecnologías nacionales propias para alcanzar la autonomía digital. Rusia, la UE, Irán, la India y Japón, entre otros, trabajan en la creación de sus propios sistemas de internet para impedir quedarse colgados en el hipotético caso de que fuesen desconectados de la red global.
Según las Naciones Unidas, la fragmentación tecnológica crea inestabilidad porque facilita la guerra cibernética. Los estados que tienen sus propios sistemas digitales con la posibilidad de desconectarse de la red global son más propicios a lanzar un ciberataque masivo. Además, los drones han experimentado un crecimiento exponencial y alientan la carrera armamentista. De ahí que la tecnología precise más que nunca de cooperación y acuerdos internacionales para encauzar sus avances.
Imagen: Periodista Digital
Fuente: elPeriodico
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