“¡Tuviste sexo con una estrella porno mientras tu esposa estaba embarazada!”, dijo Joe Biden. “¡No tuve sexo con una estrella porno!”, replicó Donald Trump. Este intercambio tal vez sea el momento decisivo en el primer debate presidencial rumbo a las elecciones de 2024 en Estados Unidos. En otros tiempos, cualquier candidato que enfrentara una acusación así, y respondiera como lo hizo Trump, hubiera estado aniquilado. Pero en la era demagógica e irracional en la que vivimos, las palabras “sexo” y “estrella porno” podrían catapultar a Donald Trump a una segunda victoria.
George Lakoff, uno de los mayores expertos en comunicación política del mundo, explica que cuando alguien dice, por ejemplo, “no pienses en un elefante”, el cerebro automáticamente evoca la imagen de un elefante para poder procesar la instrucción. Esto se debe a que la negación lingüística requiere primero la activación mental del concepto que se desea negar. Así, en lugar de evitar pensar en un elefante, la instrucción activa la idea del animal en la mente de quien la escucha. Lakoff utiliza este ejemplo para ilustrar cómo los marcos mentales y lingüísticos moldean el pensamiento y cómo las negaciones, paradójicamente, resaltan la misma idea que intentan suprimir.
Así, cuando un político dice “no soy corrupto” o “no pienso manipular a mi sucesora en la presidencia”, en realidad está comunicando a la gente lo contrario, sin importar si su intención sea realmente negar acusaciones de deshonestidad o si de verdad no quiere manipular a su sucesor o sucesora. Por eso en un debate se debe hablar con afirmaciones para defenderse de los ataques: “soy honesta”, en vez de “no soy corrupta”, por ejemplo.
Pero en una auténtica carambola de tres bandas, la negación de Trump ante una acusación de Joe Biden fue un chispazo de comunicación a su favor. La frase “no tuve sexo con una estrella porno” trajo a la mente del público el tema de la promiscua vida íntima de Trump, algo que ha sido enormemente publicitado por los escándalos y juicios en su contra. De hecho, la frase es, como prácticamente todo lo que dijo el candidato republicano en este debate, una mentira absoluta. Trump sí tuvo relaciones con una actriz porno. Ese hecho ha sido confirmado, tanto por la propia mujer, como por los tribunales que lo encontraron culpable de desviar recursos de su campaña para pagar el silencio de la implicada.
Sin embargo, esas palabras también le permitieron al demagogo destacar su vitalidad, contrastándola con la percepción mayoritaria de Biden como alguien demasiado viejo para ser presidente un segundo periodo. Mientras que la frase podría ser vista como un intento de negar una falta moral para evitar el castigo del electorado, en realidad destaca la idea de que Trump sigue siendo un hombre sexualmente activo, en comparación con el declive físico y mental de Biden. Nos puede parecer repulsivo o envidiable, pero Trump logró que la audiencia se lo imaginara en la cama con una actriz porno, mientras que Biden hablaba con voz temblorosa y frases inconexas de sus logros como presidente, los cuales, por cierto, son reales.
Y es que el reto para Biden en el debate no era demostrar que él gobierna mejor que Trump, o que este es inmoral, corrupto, racista, ignorante, agresivo y autoritario. Todo eso es verdad, pero gracias al poder del discurso populista, la verdad le ha dejado de importar a millones de ciudadanos dispuestos a votar por él. El reto para Biden era demostrar con contundencia –a sus propios electores y al mundo– que tiene la energía y la capacidad física y mental para ser un buen presidente otros cuatro años. Lamentablemente, no lo logró. Sus gestos, su voz, sus palabras y su desempeño general mostraron a un líder que ha llegado al límite de sus posibilidades.
Fuente: Letras Libres
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