El otro día abrí TikTok por casualidad y me encontré con un vídeo de una joven restaurando una vieja guitarra eléctrica de estructura hueca. El vídeo consistía en un montaje de primeros planos en los que se la veía por encima del hombro mientras lijaba y raspaba la madera, quitaba los trastes, remendaba las grietas con masilla y pintaba la guitarra de un púrpura radiante. Resumió días de trabajo en un clip de 30 segundos. Fue fascinante.
Por supuesto, no fue el único vídeo que vi ese día. En apenas otros cinco minutos de navegación, vi a un historiador hablando de las canciones que Tolkien escribió para El Señor de los Anillos; a un marinero desconcertado por un barco que había encontrado volcado en alta mar; a una madre que hablaba entre lágrimas de cómo criar a un niño con TDAH; a un hombre latino que describía de forma concisa un altercado con su vecino racista; y a un lingüista que hablaba de cómo la generación Z utiliza las metáforas de los videojuegos en la vida cotidiana.
Podría seguir. Lo haré. Y probablemente tú también. Así es internet ahora. Antes era una reserva de textos y fotos, pero poco a poco se ha ido convirtiendo en un bosque de vídeos. Este es uno de los cambios tecnológicos que definirán nuestro futuro: estamos entrando en la era de la imagen en movimiento.
Durante siglos, las personas que tenían que comunicarse a distancia solo disponían de dos opciones: podían escribir algo o enviar una imagen. La imagen en movimiento era demasiado cara de filmar, editar y difundir. Solo los profesionales podían emplearla. El smartphone, internet y las redes sociales como TikTok han transformado rápida y totalmente esta situación. Ahora es habitual que, cuando alguien quiere lanzar una idea al mundo, no saque un teclado y escriba, sino que encienda una cámara y hable. Para muchos jóvenes, el vídeo es el medio por excelencia para expresar ideas.
Como han señalado expertos en medios de comunicación como Marshall McLuhan, un nuevo medio nos cambia. Cambia la forma en que aprendemos, la forma en que pensamos y sobre qué pensamos. La imprenta de masas contribuyó a crear una cultura de las noticias, la alfabetización masiva, la burocracia y, según algunos, la idea misma de la evidencia científica. ¿Cómo cambiará el vídeo de masas nuestra cultura?
Para empezar, yo diría que nos está ayudando a compartir conocimientos que eran sumamente difíciles de plasmar en texto. Yo, por ejemplo, soy ciclista de larga distancia y si necesito arreglar mi bicicleta, no me molesto en leer una guía. Busco un vídeo explicativo. Si buscas expresar —o absorber— un conocimiento visual, físico o propioceptivo, la imagen en movimiento casi siempre gana. Los deportistas no leen una descripción textual de lo que hicieron mal en el último partido, sino que ven los vídeos. De ahí la enorme popularidad, en las plataformas de vídeo, de los vídeos instructivos como los tutoriales de maquillaje o las demostraciones de cocina (o incluso material para aprender a programar: yo aprendí Python viendo a programadores hacerlo).
El vídeo ya no es una mera transmisión, sino una conversación. Es una forma de responder a los demás, señala Raven Maragh-Lloyd, autora de Black Networked Resistance y profesora de cine y medios de comunicación en la Universidad de Washington (EE UU). "Estamos asistiendo a un aumento de la participación del público", señala, como cuando la gente hace "duetos" en TikTok o vídeos de respuesta en YouTube. Los creadores ven en las plataformas de vídeo una forma de replicar al poder.
Mis alumnos me dijeron: “Si un vídeo dura más de siete segundos, no lo vemos".
También hay un léxico cada vez más sofisticado de estilos visuales. Los creadores de vídeo de hoy se inspiran en la estética de las películas antiguas para transmitir sus ideas. Brianna Wiens, profesora adjunta de Medios Digitales y Retórica en la Universidad de Waterloo (Iowa, EE UU), dice que admira cómo un neurocientífico utilizó el vídeo stop motion, una técnica de los primeros tiempos del cine, para producir debates en TikTok sobre las vacunas durante el apogeo de la pandemia de la COVID-19. También podemos pensar en el GIF animado, que se inspira en el "zoótropo" del siglo XIX y reproduce en bucle un breve momento en el tiempo para visualizarlo una y otra vez.
De hecho, a medida que el vídeo se integra en la vida cotidiana, su tamaño aumenta y disminuye. Hay retransmisiones en Twitch en las que se puede ver a alguien durante horas y vídeos virales en los que alguien plasma una idea en apenas unos segundos. Estos últimos tienen un poder retórico especial porque son muy fáciles de ingerir. Estaba dando una clase llamada Vidas Digitales y mis alumnos me dijeron: "Si un vídeo dura más de siete segundos, no lo vemos", comenta Wiens riendo.
¿Incrementa el uso de la imagen en movimiento los peligros a los que nos enfrentamos? Posiblemente. Quizá premie demasiado a las personas con el atractivo y el carisma adecuados (esto no es necesariamente un peligro nuevo, pues el texto y la radio también tuvieron sus cosas). Desde el punto de vista tecnológico, el vídeo es aún adolescente. Todavía no resulta fácil buscar, recortar, pegar, anotar y cotejar, ni utilizar el vídeo para organizar tranquilamente nuestros pensamientos, como hacemos con el texto. Hasta que surjan esas herramientas (algo que ya está empezando a ocurrir) su poder será limitado. Al final, puede que la imagen en movimiento se convierta en algo tan común que acabe con la cultura impresa.
Los expertos en medios de comunicación no están especialmente preocupados por este último peligro. Las nuevas formas de comunicación rara vez acaban con las antiguas. De hecho, como señaló el difunto sacerdote y académico Walter Ong, la creación de la televisión y la radio implica escribir mucho texto —todos los guiones. La cultura actual de los medios en movimiento está posiblemente aún más impregnada de escritura. Los vídeos de Instagram y TikTok incluyen a menudo pies de foto ingeniosamente dispuestos, texto "diegético" que comenta la acción o visualizaciones de datos. Se lee mientras se mira, se escribe mientras se graba.
"Estamos creando todo tipo de híbridos y relaciones interesantes", señala Lev Manovich, profesor de la City University de Nueva York (EE UU). No cabe duda de que las herramientas para componer y editar vídeo también mejorarán, tal vez con la ayuda de la inteligencia artificial para autoeditar, redactar y resumir.
La empresa Reduct ya ofrece una función interesante: modificar un vídeo mediante la edición de su transcripción. Si se recorta una frase, se recortan los elementos visuales relacionados. Los abogados de oficio lo utilizan para analizar y editar vídeos policiales. A menudo están hasta las cejas de material, pues la irrupción de las cámaras corporales que llevan los agentes ha generado un océano de grabaciones, como me cuenta Robert Ochshorn, director general de Reduct.
Fuente: MIT
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