Es difícil creer que hayan pasado ya dos décadas desde que las entonces oxidadas puertas del ex matadero municipal de Cochabamba se abrieron para dar paso a un proyecto que, en su momento, se preveía casi imposible, por tener que arrancarlo sin más recursos que la creatividad y la fuerza del grupo.
Hoy, cuando celebramos los 20 años del proyecto mARTadero (y los 100 años del inmueble patrimonial que lo alberga), es inevitable recordar el texto que Angélika Heckl, quien junto a Fernando García y otros artistas visionarios fundarían el colectivo NADA (Nodo Asociativo para el Desarrollo de las Artes), escribió para el día de la inauguración: “Dreams Come True”. Nunca esas palabras tuvieron tanto peso y significado como ahora.
El mARTadero en números
Desde su concepción, el mARTadero ha sido mucho más que un simple espacio cultural. Ha sido un laboratorio de ideas, un crisol alquímico donde se fusionan las ideas con los hechos, las artes con la vida. Un lugar donde los sueños realmente han tomado forma y han dado lugar a una transformación tangible, no solo del edificio, sino de toda una comunidad barrial. Con más de 3.600 actividades realizadas, que abarcan desde presentaciones escénicas y conciertos musicales hasta talleres de formación y laboratorios teatrales, el mARTadero ha puesto a Cochabamba en el mapa cultural mundial, atrayendo a artistas de más de 42 países.
Pero la magnitud del mARTadero no se mide solo en números. Claro que es impresionante saber que se han apoyado más de 130 propuestas de colectivos bolivianos a través de los “Micros para avanzar” (microfondos destinados a impulsar ideas innovadoras), o que más de 30 intervenciones urbanas han sido llevadas a cabo por el TAU (Taller de Acupuntura Urbana), dejando una huella indeleble en la fisonomía de la ciudad. Sin embargo, lo que realmente define al mARTadero es su capacidad de adaptación, de reinvención constante y de resonancia en las vidas de quienes han pasado por sus puertas.
La historia del mARTadero es la historia de un sueño colectivo, sostenido y alimentado por las manos y mentes de miles de personas que han visto en este espacio una plataforma para expresar sus inquietudes, para cuestionar y para proponer alternativas a las realidades que nos circundan. Es un sueño que ha trascendido fronteras y que ha tejido redes, conectando a más de 40 organizaciones y colectivos tanto a nivel nacional como internacional, fortaleciendo una comunidad global que comparte una visión: la de un futuro donde la cultura y el arte sean motores de cambio social, con la fuerza humanizadora que tienen.
Los más de 26 murales de mosaiquismo, realizados por el colectivo femenino KUSKA, que adornan las paredes del mARTadero y de la ciudad, son una muestra palpable de ese espíritu transformador. Cada uno de esos murales no es solo una obra de arte; es una declaración de intenciones, un grito colorido y vibrante que habla de la fuerza del trabajo colectivo y del poder de la creatividad para embellecer y dignificar espacios.
A lo largo de estos 20 años, el mARTadero no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que ha crecido y florecido, a pesar de las dificultades que surgieron en el camino. Desde la autogestión y la independencia, el proyecto ha demostrado que es posible sostener un espacio cultural dinámico y relevante, aun en un entorno que no siempre es favorable para el arte y la cultura. Su enfoque innovador y progresivo ha sido clave para su éxito, y ha servido como modelo de inspiración para otros espacios similares en Bolivia y más allá.
Así, el relato de las dos décadas recorridas del proyecto mARTadero es como desentrañar las páginas de un libro cargado de historias, de momentos vibrantes que han dejado huella tanto en la comunidad local como en la escena artística internacional. Desde sus inicios, el mARTadero ha sido un espacio donde lo posible se entrelaza con lo inesperado, donde cada actividad se convierte en un eco resonante de su misión: transformar la sociedad a través del arte.
Rituales de creatividad y comunidad
El mARTadero, a lo largo de dos décadas, ha sido testigo y protagonista de actividades que han marcado hitos en la historia cultural de Cochabamba y más allá. Un ejemplo temprano de ello fueron el CONART (que inauguró la curaduría de arte contemporáneo en el país e impulsó la creación del proyecto) y la Bienal de Arte Urbano (BAU). Esta bienal no solo transformó físicamente las calles de la ciudad con murales y arte público, sino que también transformó la forma en que los ciudadanos interactúan con su entorno. Cada edición de la BAU ha traído consigo una explosión de creatividad que no se limita a los límites del espacio físico, sino que se extiende a la imaginación de todos aquellos que participan, ya sea como artistas o como espectadores, y que se extiende a través de la Realidad Aumentad (AR) a entornos virtuales expandiendo su acción.
Otra actividad icónica han sido los encuentros escénicos, como el Festival Bertolt Brecht de Teatro, que se celebra anualmente en el mARTadero desde 2004. Este festival, coorganizado con el ICBA, ha ofrecido un espacio donde la teatralidad se encuentra con la reflexión social, presentando obras que no solo entretienen, sino que también invitan a la crítica y a la introspección. Durante el festival, el mARTadero se convierte en un hervidero de ideas, donde actores y dramaturgos de diversas partes del país y del mundo se reúnen para explorar las fronteras del teatro contemporáneo.
En el ámbito musical, los continuos conciertos de rock (como el Grito Rock, gestado y nacido dentro del proyecto mARTadero, el joven Bamba Fest, o el Llajta Rock que -aun habiendo arrancado fuera- se despliega ahora exitosamente en sus instalaciones), conviven con Ciclos de Música Experimental, Festivales del Sur Aural, siendo una serie de eventos particularmente memorables. Estos ciclos han proporcionado una plataforma para que músicos innovadores, tanto locales como internacionales, exploren nuevas sonoridades y formas de expresión. La atmósfera del mARTadero ha sido el telón de fondo perfecto para estos encuentros sonoros, donde las ondas acústicas se mezclan con la arquitectura industrial del ex matadero, creando una experiencia auditiva única.
Pero más allá de las grandes actividades que han puesto al mARTadero en el mapa, hay también aquellas iniciativas que, en su aparente modestia, han tenido un impacto profundo en la comunidad. Un ejemplo de esto son los talleres para niños, como el de Libre Expresión y Educación Medioambiental, Artes Visuales, Robótica, Parkour, Break Dance, Arquitectura, Música. Estos programas han ofrecido a los niños de la zona sur de Cochabamba un espacio donde pueden explorar su creatividad sin restricciones, al mismo tiempo que aprenden sobre la importancia del cuidado del medio ambiente. Este tipo de actividades son el corazón del mARTadero: pequeñas semillas de cambio plantadas en la mente de los más jóvenes, que con el tiempo crecen y florecen en formas inesperadas.
Espacio, Gestión y Principios
Lo que hace que el mARTadero sea un proyecto cultural tan singular y duradero son sus tres pilares fundamentales: el Espacio, su Gestión Cultural y sus Principios. Estos pilares no solo han sostenido al proyecto a lo largo de los años, sino que también le han proporcionado una base sólida desde la cual ha podido crecer y evolucionar.
El Espacio, este imponente edificio construido en 1924, alguna vez matadero modelo, y que ha sido transformado en un epicentro de creatividad. Con sus 3.000 m2, el mARTadero no es simplemente un contenedor de actividades, sino un ente viviente que respira arte y cultura. La arquitectura industrial del lugar, con su carácter patrimonial, no solo le da una identidad única al proyecto, sino que también inspira a quienes lo visitan. Cada rincón del espacio cuenta una historia, y esas historias se entrelazan con las nuevas narrativas que surgen en cada intervención artística. El carácter flexible y descentralizado del edificio lo hace ideal para acoger una diversidad de actividades, desde exposiciones de arte hasta laboratorios teatrales, permitiendo que la creatividad fluya libremente sin las limitaciones que otros espacios más convencionales podrían imponer.
La Gestión Cultural del mARTadero es otro de los pilares que ha contribuido a su éxito. A lo largo de los años, el equipo multidisciplinario que ha estado al frente del proyecto ha demostrado un compromiso inquebrantable con la misión del mARTadero. Este equipo, compuesto por profesionales de diversas áreas, ha sido capaz de adaptarse a las cambiantes realidades sociales, políticas y económicas, manteniendo siempre una visión clara, independiente y crítica, de hacia dónde se ha de dirigir el proyecto. La gestión asamblearia y autónoma del mARTadero ha sido clave para su sostenibilidad, permitiendo una toma de decisiones horizontal y participativa que refleja los valores fundamentales del proyecto. La capacidad de generar conexiones y trabajar en red ha sido otra de las fortalezas de este equipo, estableciendo vínculos con organizaciones tanto a nivel local como internacional, lo que ha permitido al mARTadero expandir su influencia más allá de las fronteras de Cochabamba.
Finalmente, Los principios que rigen al mARTadero son el tercer pilar que sostiene su estructura. Estos principios incluyen la innovación, la investigación, la experimentación, el rigor conceptual y formal, la integración, el intercambio y la interculturalidad, y son aplicables a todas las actividades que se desarrollan en el espacio. Son una guía para el mARTadero en cada paso que ha dado, asegurando que el proyecto se mantenga fiel a su visión original mientras sigue innovando y adaptándose a las necesidades del tiempo presente. Estos principios también reflejan el compromiso del mARTadero con la creación de un futuro mejor, uno donde el arte y la cultura son herramientas fundamentales para la transformación social.
Impacto global y reconocimientos
A lo largo de estos 20 años, el mARTadero ha acumulado una impresionante lista de reconocimientos, tanto a nivel nacional como internacional. Estos no son solo premios, sino testimonios del impacto que el proyecto ha tenido en el mundo del arte y la cultura. En 2007, el proyecto fue reconocido con el Premio Agentes de Cambio por MTV Latinoamérica, un reconocimiento a su capacidad para inspirar y movilizar a la juventud a través del arte. Tres años más tarde, en 2010, recibió la Medalla al Mérito Institucional por su contribución al Desarrollo Humano y Social, otorgada por el Gobierno Autónomo Municipal durante el Bicentenario de Cochabamba, un claro indicio del impacto profundo que el mARTadero va teniendo en la comunidad local.
Uno de los momentos más destacados en la historia del mARTadero fue cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) lo seleccionó como una de las 18 prácticas exitosas en América Latina, en la categoría de cultura como común denominador para el desarrollo. Este reconocimiento internacional colocó al mARTadero en un lugar destacado en la escena cultural mundial, validando su enfoque innovador y su compromiso con el desarrollo sostenible a través del arte.
Pero también la Asamblea Plurinacional, la Cámara de Senadores y las OTB de la zona, le han dedicado sendos reconocimientos por la labor realizada.
El impacto del mARTadero no se limita solo a los premios y reconocimientos; también se refleja en la cantidad de estudios, investigaciones y artículos académicos que se han realizado sobre el proyecto. Este espacio ha sido objeto de análisis en universidades y centros de investigación de Latinoamérica y el mundo, sirviendo como un ejemplo de cómo la cultura y el arte pueden ser motores de transformación social. Estos estudios no solo documentan la historia y las actividades del mARTadero, sino que también analizan su modelo de gestión y su enfoque único, ofreciendo valiosas lecciones para otros proyectos culturales en todo el mundo.
Hacia el futuro: mARTadero 3.0
A medida que el mARTadero celebra sus 20 años, también se prepara para el futuro con su fase 3.0. Esta nueva etapa del proyecto se centra en la cre-acción, un concepto que combina la creación artística con la acción social. En un mundo cada vez más digital y globalizado, el mARTadero busca adaptarse a los nuevos tiempos sin perder de vista su misión original. La incorporación de tecnologías como la realidad aumentada y el arte digital son solo algunos ejemplos de cómo el mARTadero está innovando en esta nueva fase, asegurando que siga siendo un espacio relevante y dinámico en las próximas décadas.
El Maker Space Lab, una de las nuevas incorporaciones en esta fase 3.0, será un espacio diseñado para fomentar la creación a través de la experimentación y el uso de nuevas tecnologías. Este laboratorio no solo está destinado a los artistas, sino que también está abierto a la comunidad en general, promoviendo la colaboración y el intercambio de ideas entre personas de diferentes disciplinas y antecedentes. La visión es clara: hacer del mARTadero un hub de innovación cultural, donde las ideas se convierten en acciones concretas que tienen un impacto real en la sociedad.
Legado en permanente construcción
A lo largo de estos 20 años, el mARTadero ha demostrado que los sueños, cuando se trabajan colectivamente, pueden convertirse en realidad. Desde su humilde comienzo en un edificio olvidado de la zona sur de Cochabamba, el proyecto ha crecido hasta convertirse en un referente internacional de la gestión cultural y la transformación social. Su éxito no se debe solo a la belleza de las obras de arte que socializa, sino también a la profundidad de su compromiso con la comunidad y con los valores que promueve.
El legado del mARTadero no es solo el de un espacio físico; es el de una idea, una visión de lo que puede ser posible cuando el arte y la cultura se utilizan como herramientas para el cambio. A medida que el proyecto avanza hacia el futuro, sigue siendo un faro
Este aniversario es, sin duda, un momento para celebrar, pero también para reflexionar sobre el camino recorrido y los desafíos que aún quedan por delante. En un contexto global cada vez más incierto, donde la cultura a menudo se ve relegada a un segundo plano, el mARTadero sigue apostando por posibilitar el ejercicio de los derechos culturales, siendo un faro de esperanza, un lugar donde los sueños no solo se sueñan, sino que se construyen, ladrillo a ladrillo, idea por idea, con la convicción de que es posible transformar el mundo a través del arte, desde cada uno de nosotros y colectiva y colaborativamente.
Con la mirada puesta en el futuro, el mARTadero sigue adelante, con la certeza de que los sueños, cuando se comparten y se trabajan colectivamente, realmente se hacen realidad.
Por todo ello, durante este año y, especialmente, en este septiembre, celebraremos todo esto. Con un concierto el sábado 7 y un gran evento múltiple el 14 (con ferias de artesanía y comida, exposiciones de Mamani Mamani con las Kuska, conciertos musicales, proyecciones audiovisuales, y actividades variadas para todas las edades durante todo el día). Una gran fiesta dentro de un mes celebrativo en nuestra ciudad, recibiendo la primavera.
Así que, en este doble aniversario, celebremos juntos no solo lo que ha sido, sino lo que está por venir. Porque si algo nos ha enseñado el mARTadero en estos 20 años es que los sueños no tienen fecha de caducidad; se renuevan, se reinventan, y siguen vivos mientras haya quienes estén dispuestos a seguir soñando. Y en el mARTadero, los sueños no solo se sueñan, se construyen, se viven y se comparten.
Fuente: Opinion
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