Desde la irrupción de la pandemia de la covid-19, la digitalización que experimentó nuestro país terminó siendo superior, en apenas dos meses, a la de los cinco años precedentes. No obstante, fue una transformación digital que fue forzosa y coyuntural, pero no estructural. En el ámbito educativo, el gran avance fue adaptar el sistema para que se pudiesen impartir las clases en el formato digital. Sin embargo, en este momento, lo verdaderamente urgente e importante es ser capaces de formar para lo digital: en esto consiste la digitalización de la educación.
Durante los últimos años, tanto las instituciones educativas como los propios alumnos se han interesado por el avance de la formación digital, algo que se ha visto incrementado debido a la pandemia y a la imposibilidad de asistir físicamente a los centros. La crisis sanitaria ha acelerado la digitalización de la educación, imponiendo clases en remoto en programas tradicionalmente presenciales. Algo que, además, ha ocurrido en todas las etapas del sistema educativo, ofreciendo una formación 100% en remoto, pero aún queda mucho trabajo por delante para que el proceso se complete y, sobre todo, madure.
Si echamos un vistazo a los datos del interés que la formación no presencial despierta, se puede observar que, durante los meses de confinamiento más estricto, se produjo un ‘boom’ en casi todos niveles. Un ejemplo es la búsqueda de las palabras «cursos online» en Google: en ella se observa una curva que crece a nivel vertical en el último año, pero también cómo poco a poco se va deshinchando. Así, a medida que se vuelve a la presencialidad, los datos del buscador se han situado en este mes de julio al mismo nivel estival de 2019; ello tras haberse multiplicado hasta por cuatro en los inicios de la pandemia.
Este rebote, sin embargo, no nos tiene que hacer dudar de que la formación continuará en su proceso de digitalización: es un formato prácticamente inevitable y necesariamente bueno, pues favorece el acceso a la formación (y la mayor frecuencia de la misma).
En el ámbito de la formación online, una de las áreas con margen de mejora es la reducción de la tasa de abandono. Al margen de los motivos personales que cada alumno pueda tener, el abandono está muy influenciado por las dificultades que hoy ofrece el medio digital no solo para añadir valor pedagógico a los estudios, sino también para ejercer un alto nivel de control en cuanto al aprendizaje y la experiencia de los alumnos, factores básicos para que la motivación y compromiso de los estudiantes sea siempre la máxima.
La educación es la única vía para que una sociedad y una economía prosperen. Y, ya sea de manera online o presencial, en estos momentos la demanda nos impulsa a la formación en competencias digitales. Esta formación de competencias –y profesionales– digitales es crítica para mantener nuestra competitividad, pero también es una muy buena opción para poder aumentarla. Es también una oportunidad para el desarrollo profesional de millones de personas que corren el riesgo de quedarse fuera del sistema, como es el caso de aquellos estudiantes que no encuentran plaza en un grado universitario o en un ciclo formativo, profesionales con competencias obsoletas, ‘cautivos’ de la llamada gig economy, subempleados y desempleados.
Tenemos que ser educados para vivir en un mundo que se vuelve vulnerable frente a desafíos como la ciberseguridad; un mundo en el que debemos estar cómodos trabajando con los programas informáticos, con la inteligencia computacional y la programación. En el que, además, es básico conocer la potencial gestión de todos los datos e información que generamos en la red; en definitiva, se trata de intentar adaptarnos a un mundo que cada vez es más rápido, pero también más imprevisible.
La buena noticia es que ya empieza a crearse un ecosistema de formación con el objetivo y la capacidad de acelerar la digitalización de nuestras capacidades profesionales y productivas. Es el caso de las escuelas de bootcamps, la formación en competencias digitales, las universidades que incorporan programas de formación inmersiva en sus ofertas y la entrada de Code en España.
Imagen: El Mundo
Fuente: Ethic
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