En el año 2009, el periodista inglés Philip Hoare sorprendió al mundo con un ensayo vibrante sobre la historia de la caza de ballenas y la presencia de estas criaturas en la literatura. Más de una década después de su “Leviatán o la ballena”, Hoare publica en español “Alberto y la ballena” (Ático de los libros, 2021), un trabajo que gira alrededor de la figura de Durero y en el que de nuevo proyecta algunas de sus obsesiones, aunque esta vez lo hace con una pluma más literaria y con un afán de experimentar y jugar con el lector. Un nuevo estilo que, según confiesa, surge de la liberación de haber nadado con frecuencia con cachalotes y haber relativizado lo que consideramos real e imaginario. Charlamos con él una mañana luminosa en Madrid, donde se encuentra para la presentación de su libro.
―Sí, ayer por la tarde fui al Prado. Fuimos directos y me coloqué delante de su autorretrato básicamente para decirle “gracias, Albert”. Y había dos mujeres escocesas mirando el cuadro y me puse a darles una charla, debieron pensar que era un loco (risas). Pero ese autorretrato es realmente asombroso, y sus ojos… Uno de ellos está torcido, y produce un efecto muy extraño y es muy desconcertante. Una de las mujeres dijo: “podría haberse pintado el ojo bien”. Pero es obvio que él no quería hacerlo. La manera en que nos mira con sus ojos es también la manera en que mira a las cosas, a los animales, a las personas, al mundo natural… Así que hay esta conexión, como si dijera “no soy realmente perfecto y lo que veo no es necesariamente la cosa real, porque tengo estos ojos torcidos. No te fíes del todo de lo que estoy haciendo”. Hay una ambigüedad, una incertidumbre, que es lo que más me gusta de él. Y por eso el libro no tiene comillas ni citas textuales, porque ¿qué es lo real?
―También ha mirado usted a través del ojo de una ballena, ¿es como mirar por el ojo Durero?
―Muy buena cuestión, porque para mí el ojo desviado de Durero es casi como el ojo de la ballena. Hay muchos ojos en el libro. Esa es la herramienta del artista, pero también es algo más, es la conexión. ¿Conoces estas pinturas medievales de santos en las que salen de los ojos lo que parecen unos rayos láser? Es como si los ojos pudieran cambiar la apariencia de las cosas, porque el cerebro lo cambia… El color, por ejemplo, es una reconstrucción del cerebro, y creo que Durero era consciente de esto.
―Dice usted que Durero “abolió la distinción entre alucinación y realidad”. ¿Es lo que está pasando un poco en tiempos de crisis, pandemias y fake news?
―Pues se parece un poco. Tenemos pandemias, hambrunas, amenazas naturales… Son cosas muy reales. Cuando Durero pintaba el Apocalipsis estaba reimaginando la Biblia, pero estaban sucediendo también este tipo de cosas. Uno de los motivos por los que su grabados son tan potentes es porque los hace de manera moderna, no como las ilustraciones de los monjes medievales, con monstruos raros. Hay monstruos, pero hay personas reales. Los ángeles son personas reales, y se parece a cómo funciona la ciencia ficción, que tiene un punto de realidad, pero luego tienes la fantasía. Y cuando lo mezclas es cuando funciona, son situaciones fantásticas, como sueños. Y por ese motivo aquellas imágenes cruzaron Europa y llegaron a América.
―Durero fue el primer artista verdaderamente internacional, con medios de reproducción masiva, ¿fue el Banksy de su época?
―Sí, aunque para mí fue más como [Andy] Warhol. Por las impresiones hechas por su estudio que eran vendidas por todo el mundo. También retrató a Marilyn Monroe, y Durero hacía eso, retratar a los famosos y el glamour, así que pienso que era muy moderno a su manera y tenía una especie de sentido comercial del arte. Y podíais comprar tu Durero, no tenías que gastar la fortuna de un rey para tenerlo en tu pared.
―Dice también que Durero “convirtió lo medieval en moderno” y sus criaturas tienen ese punto de monstruos que se empiezan a convertirse por primera vez en animales, ¿es por eso que nos fascinan?
―Creo que es exactamente por eso. Antes de él están estas extrañas bestias peludas y con cuernos. Una de las imágenes producidas en serie más famosas por Durero es bastante monstruosa, es la imagen del rinoceronte, y hoy sabemos que nunca vio ninguno en su vida. Posiblemente vio una morsa, pero sabemos que nunca vio un rinoceronte. Y su pintura contiene pequeños elementos de esa fantasía, está muy adornado, pero a la vez es un rinoceronte reconocible. Y eso nos atrapa, porque parece muy moderno… Es como un animal que ves en el zoo o en un documental.
―Dice usted que es más realista el rinoceronte imaginario que el real.
―Claro, porque nadie lo había visto antes. Y porque sus grabados siguieron imprimiéndose incluso después de que Durero muriese y se hicieron inmortales. Y porque le da a los animales una personalidad sensible. Pinta cada pelo o pinta los reflejos en los ojos y lo hace de la misma forma en que pintaría los de un emperador o un príncipe. Está tratando a los animales igual que a los seres humanos, con un sentido de la personalidad, de la realidad… Notas que le gustan los animales. Cuando pinta un perro sabes que le gustan los perros.
―¿Siguen habiendo un legado de Durero y de las ballenas entre nosotros?
―Lo veo con frecuencia en algunos videojuegos, donde ves que aparecen algunos elementos de los monstruos de Durero o de sus grabados del Apocalipsis. También creo que la fuerza de su imaginación, también porque es en blanco y negro, a pesar de lo cual tienen volumen y son creíbles, ha inspirado al mundo del cómic. Sus ángeles, por ejemplo, son como superhéroes. Es más, creo que es de ahí de donde vienen.
―En las sondas Voyager se enviaron dibujos del cuerpo humano que recuerdan a los de Durero y también se enviaron canciones de ballenas, ¿qué siente al saber que sus dos obsesiones viajan por el espacio?
―Es muy extraño, pensar en lo que pensaran otras civilizaciones sobre nosotros. Le estamos mandando cosas que no son de la cultura humana, como es el canto de la ballena. Me pregunto qué pensarán, aunque seguramente lo encuentren cuando ya nos hayamos cargado todo.
―El padre de Durero fabricaba astrolabios, ¿eso imprime carácter?
―Sí, porque cuando era niño estuvo muy expuesto a las astronomía/astrología y los materiales que usaba su padre para hacer sus grabados, y los libros de Alberto Magno sobre la historia animal, todo eso estaba a su alcance. Su padre era también era un buen artista, Durero tuvo al alcance estas técnicas y también los medios científicos. Esta mezcla es algo muy alemán.
―El grabado “Melancolía” es el objeto más analizado de la historia del arte ¿tiene usted su propia teoría?
―Creo que es un estado psicológico. Creo que es el sentimiento de frustración del artista que no puede hacer lo que quiere hacer. Por entonces él tenía estos problemas económicos con el emperador. Y “Melancolía” es también un estado creativo. Cuando tuve ocasión de ver algunos de los originales con los que se imprimió, mirando a la cara del ángel con detalle pude comprobar que estaba sonriendo. Claramente es una sonrisa. Y me encanta, porque es un juego de ambigüedad. Él se divertía con eso, no quería estar limitado por una sola opción, quería estar en todas partes y representarlo todo, porque el mundo es asombroso.
―Ruskin pidió a sus aprendices que reprodujeran los grabados y les resultó imposible, ¿incluso hoy sería difícil hacer lo que hacía Durero?
―Estoy convencido. Un amigo que es profesor de la escuela de arte en la Escuela de Diseño de Rhode Island y ha pasado veinticinco años tratando de hacer eso. Es un gran artista, es grabador, y no es capaz de alcanzar el mismo detalle. Otros han dicho que es imposible entender cómo consiguió ese nivel de detalle, es como si lo hiciera en alta definición, con más píxeles por centímetro cuadrado, es simplemente increíble. Todavía no podemos reproducirlo.
―¿Como si no fuera humano? Usted llega a de ir de él que es un “Mesías salvaje”.
―Mmmm… Esto es un poco ‘faústico’, ya sabes, lo del talento que le da Mefistófeles a cambio de su alma… Puede que Durero tuviera que vender su alma, aunque espero que no (risas).
―Cuando habla de los cabellos del pintor que aún se conservan, fantasea con crear un Durero nuevo a partir de sus genes, ¿cómo cree que se adaptaría a nuestro mundo?
―Estaría haciendo videojuegos. Claramente es lo que estaría haciendo.
―¿Y de qué tema?
―Probablemente los cuatro jinetes del Apocalipsis, ja, ja, ja.
Fuente: Vozpopuli
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