El nombre de Mahsa Amini lleva más de cinco semanas apareciendo en los medios de comunicación de todo el mundo. Prensa, radio, televisión y redes sociales se han hecho eco de la muerte de la joven kurda de 22 años que se encontraba con su familia de turismo en Teherán, capital de Irán.
Con el pretexto de no llevar el velo obligatorio conforme a lo estipulado por la República Islámica, la joven fue detenida por los guardianes de la moral. Mahsa falleció el 16 de septiembre después de haber sido ingresada en el hospital y permanecer varios días en coma con claros signos de violencia corporal.
La respuesta de buena parte de la población iraní al conocerse la noticia se extendió por todo el país: de Teherán a Shiraz, pasando por Kerman e Isfahán y el Kurdistán iraní.
Ser mujer en Irán en 2022
En un Irán ahogado por las sanciones internacionales, sumido en una grave crisis económica y profundamente castigado por la Covid-19, ha nacido esta rebelión que devuelve la esperanza en el cambio.
La República Islámica de Irán, cuyo líder supremo indiscutible es Alí Jamenei, al que queda subordinada la presidencia del gobierno, se rige en gran medida por la sharía o ley islámica, tal y como se contempla en la Constitución de 1979.
Esta ley influye directamente en los derechos y deberes de todos los iraníes, pero especialmente sobre los de la mujer, a la que considera subordinada al hombre: hereda la mitad que su hermano, su testimonio en un juicio tiene la mitad de valor y, en caso de divorcio, la custodia de los hijos pasa directamente al marido.
Asimismo, las mujeres no pueden acceder a ciertos cargos de poder, necesitan permiso del padre o del marido para realizar algunos trámites y se consiente el sigheh, contrato matrimonial temporal con una dote y una fecha de finalización acordada mutuamente. De esta forma, la prostitución encuentra un vacío legal en este estatus, al ser la duración mínima de una hora.
Todos los imperativos morales y religiosos se reflejan también en su cotidianidad, en el ocio, donde parece que todo está prohibido, como relata en su blog personal el dibujante iraní Touka Neyestani, exiliado en Canadá:
“En todas partes me reía a carcajadas, lo que no estaba permitido. Me encantaba comer platos que no estaban permitidos. Prefería beber Pepsi en lugar de bebidas de yogur, y eso no estaba permitido. No se permitía leer ninguno de mis libros ni a mis escritores favoritos. Trabajé en periódicos y revistas que no estaban permitidos. Pensaba en cosas que no estaban permitidas. Tenía deseos que no estaban permitidos.”
Desde el 16 de septiembre, las mujeres luchan no solo contra la obligatoriedad del pañuelo, sino contra todo lo que representa: luchan por el derecho a decidir sobre sus vidas y sobre sus cuerpos. El campo de batalla se ha establecido de una forma muy evidente en las calles, donde en símbolo de protesta, aupadas y respaldadas por sus compañeros, las mujeres iraníes se cortan el cabello y desafían las fuerzas de la ley.
Estos actos, sin embargo, están siendo brutalmente reprimidos mediante detenciones, golpes y muertes, cifradas en más de doscientas según la ONG Iran Human Rights. Las víctimas están siendo también menores de edad.
La viñeta toma la palabra y los dibujantes alzan sus lápices
El activismo está cogiendo fuerza en las calles, pero también a través de manifestaciones artísticas que se comparten en las redes sociales, especialmente mediante Instagram.
La viñeta satírica es una herramienta clave a la hora de denunciar los abusos con pocas o ninguna palabra. De forma sencilla y contundente se convierte en un estandarte para los iraníes y una forma de comprender desde fuera qué está pasando.
Mana Neyestani, con más de un millón de seguidores en su cuenta de Instagram y publicando sus caricaturas de forma habitual en medios como IranWire, Cartooning for Peace o Dw Persian, tuvo que huir de Irán en 2006 tras un malentendido con una de sus viñetas, por lo que fue encarcelado en la prisión de Evin.
Pasó por Emiratos, Turquía y Malasia antes de llegar a Francia, donde actualmente vive como refugiado político. Sus cómics, autobiográficos como Una metamorfosis iraní, y ficcionados como L'Araignée de Mashhad, giran en torno a las repercusiones directas que el régimen actual tiene en la sociedad iraní y su cotidianidad.
Sin embargo, es por su trabajo como caricaturista por lo que es toda una celebridad para los iraníes: dibuja con sátira mordaz a los clérigos y representa al ayatollah Jamenei, aunque esté prohibido, con lo que señala y denuncia las injusticias. Tras la muerte de Mahsa Amini, mujeres y niños han sido los protagonistas de sus viñetas. La mujer empoderada y combativa y la fractura del poder y la autoridad aparecen en dibujos duros pero llenos de fuerza y esperanza por el cambio.
Mana es uno de los viñetistas que está haciendo de bisagra entre Irán y el exterior, compartiendo la actualidad para que ambas partes se mantengan informadas y conectadas y puedan seguir la rebelión que están liderando las mujeres.
Sin embargo, no es el único: Touka Neyestani, exiliado en Canadá, hace de la figura de Jamenei el blanco de su sátira, con un dibujo que nos remite a los grabados de Goya; Hadi Heidari, en Francia, habla de la falta de libertad mediante metáforas como la jaula o el fuego y dibuja a Mahsa Amini y a Nika Shakarami como estandartes y piezas clave de la rebelión.
Y ellas también (se) dibujan: Firoozeh Mozaffari, activista desde Irán, Zeynab Nikche o Nahid Zamani, así como las cuentas womanlifefreedom.art o freeiranianwomen2022 reúnen y comparten dibujos y viñetas con el hashtag #mahsaamini. El pelo, el pañuelo y metáforas que aluden a la prisión, la libertad y la lucha inundan sus dibujos, donde los colores verde, blanco y, especialmente, el rojo, se funden en una única reivindicación.
Las viñetas denuncian pero también hacen memoria. Para comprender qué está sucediendo y hacerlo a través de historias individuales que nos transmiten también lo colectivo, se puede leer a Marjane Satrapi (especial mención a Bordados), Parsua Bashi, Shaghayegh Moazzami o Amir Soltani y Khalil Bendib, entre otros.
Irán, más allá de los titulares
Al margen de los cómics, el arte da muchas opciones para entender la situación actual de las iraníes. La literatura ofrece las obras de la Premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, la poesía de Forugh Farrojzad o análisis históricos como De la Revolución Islámica a la Revolución nuclear o El Sah o la desmesura del poder. También podemos aproximarnos al país a través del cine, las artes plásticas, o siguiendo el trabajo de mujeres como la abogada Nasrin Sotoudeh y la antropóloga Fariba Adelkah, que se han visto privadas de la libertad por defender sus derechos y los de las iraníes.
Aunque la solidaridad internacional no tardó en hacerse eco de las protestas por el asesinato de Mahsa, desde Occidente es posible hacer que no sea un apoyo efímero y amplificar sus voces, contribuyendo a que el apagón digital dentro del país sea menor.
Fuente: The Conversation
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