El tráfico ilegal de fauna y flora silvestres es la cuarta actividad ilegal más importante del mundo, después de los estupefacientes, la falsificación y el tráfico de personas. Es una actividad muy rentable (se calcula que tiene un valor de 23.000 millones de dólares anuales), basada principalmente en la caza furtiva. Pangolines, rinocerontes, los elefantes o tigres son algunos de los animales más amenazados —debido al elevado valor de sus partes del cuerpo en el mercado negro—, pero muchas otras especies también están en el punto de mira.
Para evitar ser detectados, los cazadores furtivos utilizan técnicas sofisticadas y que cambian rápidamente. Por ello, los conservacionistas recurren cada vez más a la alta tecnología como última línea de defensa para proteger a los animales que son cazados para vender sus colmillos, cuernos, caparazones, carne, pieles o escamas, o para convertirlos en exóticas mascotas.
Sensores inteligentes para una respuesta rápida
La clave para combatir con éxito la caza furtiva es responder rápidamente a la primera señal de su presencia en el área protegida. Y los sensores inteligentes se han convertido en una importante herramienta, incluso para ir un paso por delante de los cazadores furtivos. En el Parque Hluhluwe-iMfolozi, un importante punto de conservación de rinocerontes en Sudáfrica, se ha instalado una valla inteligente para detectar cualquier incursión o manipulación a lo largo de su longitud, señalando el lugar de la actividad. Así, una alerta automática en el centro de control moviliza un equipo de respuesta rápida para enfrentarse a los cazadores furtivos antes de que ningún rinoceronte resulte dañado.
Aunque las cámaras trampa se han utilizado desde hace décadas para captar imágenes de la vida salvaje, cada vez se usan más para rastrear los movimientos de los cazadores furtivos. Un ejemplo es TrailGuard AI, “un críptico sistema de alerta basado en cámaras contra la caza furtiva diseñado para detener a los cazadores furtivos antes de que maten”. Las diminutas cámaras emplean algoritmos de redes neuronales profundas para detectar a los humanos en las imágenes activadas por el movimiento, y luego notifican al personal del parque de forma inalámbrica.
Algunos parques optan por instalar sensores acústicos que escuchan los sonidos bruscos provocados por disparos, motosierras, motores de camiones o explosiones. En comparación con las cámaras trampa, los sensores acústicos son más baratos, graban de forma continua, pueden detectar eventos a mayor distancia y su ángulo de detección es de 360 grados. Colocar una red de estos sensores permite triangular el origen de ruidos sospechosos y proporcionar información detallada en tiempo real a través de una red inalámbrica. El resultado es una alerta con una ubicación precisa o incluso el despliegue automático de drones para investigar y recoger pruebas.
Predecir los movimientos de los cazadores furtivos
Cualquiera que tenga una cuenta en Netflix ha experimentado la aplicación de la inteligencia artificial (IA) para predecir lo que la gente probablemente hará, basándose en su comportamiento anterior. Un profesor de informática de Harvard, Milind Tambe, y su equipo han tomado como base ese conocimiento para desarrollar PAWS (Asistente de Protección para la Seguridad de la Vida Silvestre), un sistema de IA —basado en el aprendizaje automático y la teoría de juegos— que puede predecir el comportamiento de los cazadores furtivos.
PAWS utiliza los datos básicos registrados por los guardas de los parques en sus patrullas, como los lugares en los que se han colocado trampas para cazadores furtivos o se han encendido hogueras, combinados con información sobre la disposición natural de un parque, como la pendiente, los límites del parque y las zonas con más animales. Con todos estos datos, aprende el modelo de comportamiento de los cazadores furtivos e indica dónde es mayor el riesgo de caza furtiva. A continuación, el sistema sugiere rutas de patrulla para maximizar la probabilidad de encontrar e interrumpir la actividad de caza furtiva ilegal. PAWS ha sido probado sobre el terreno durante varios años en parques de Uganda y de Camboya, y esas pruebas han confirmado que su rendimiento predictivo es superior a la intuición humana. El sistema se ha incorporado a la herramienta de código abierto Spatial Monitoring and Reporting Tool (SMART), una plataforma ampliamente utilizada por los guardabosques y los parques de todo el mundo.
Genética para trazar el origen del tráfico ilegal
Las bases de datos de ADN también se están utilizando para combatir las mafias criminales que alimentan la caza furtiva. En 2015, las autoridades de Nepal se incautaron de un número importante de partes de tigre, que sospechaban habían sido cazadas furtivamente en varias zonas del país. Recurrieron a la ayuda del Centro de Dinámica Molecular-Nepal, que había creado una base de datos recogiendo heces de tigres de todo Nepal y construyendo perfiles de huellas de ADN individuales del 60% de los 200 tigres salvajes que se calcula que viven en el país. Los científicos pudieron relacionar seis de las muestras con el Parque Nacional de Bardiya, lo que alertó a las fuerzas del orden y condujo a una exitosa investigación para localizar y detener a los cazadores furtivos.
En la última década se han perdido más de 10.000 rinocerontes a causa de la caza furtiva en todo el continente africano. Sus cuernos, ricos en queratina, pueden venderse por más de 60.000 dólares el kilo. Sudáfrica tiene, con diferencia, la mayor población de rinocerontes del mundo, pero su número ha disminuido drásticamente en los últimos años. En 2021, los cazadores furtivos mataron un total de 451 rinocerontes en el país, frente a un máximo histórico de 1.349 registrado en 2015. Desde 2009, la Universidad de Pretoria ha estado desarrollando la base de datos RhODIS (Sistema de Índice de ADN de Rinocerontes), que contiene muestras de ADN de crímenes de rinocerontes, así como de rinocerontes vivos, con el objetivo de que todos los ejemplares africanos de esta especie estén en el sistema. La base de datos permite a los investigadores relacionar a los cazadores furtivos con las escenas del crimen y se han producido varios procesamientos de gran repercusión.
En cuanto a los asediados elefantes de África, un artículo publicado en Nature Human Behaviour en febrero de 2022 mostraba cómo una forma relativamente nueva de trabajar con el ADN (el llamado cotejo familiar) puede revelar detalles sobre las redes criminales que persiguen a los mayores mamíferos del planeta. La técnica consiste en secuenciar el ADN de un solo colmillo confiscado y compararlo con la base de datos de ADN de todos los elefantes y colmillos registrados desde 2002, identificando a cualquier familiar cercano cuyo ADN figure en la base de datos. Cuando estas pruebas genéticas se combinan con otra información recopilada por los agentes de la ley, como los registros telefónicos y la documentación de los envíos, permiten a los investigadores crear mapas detallados con códigos de colores que muestran la procedencia de los colmillos y sus conexiones con otros envíos de marfil ilegal. Esta “trazabilidad genética” —una técnica cada vez más habitual de lucha contra el crimen, que se utilizó para capturar al Asesino de Golden State en 2018— puede ser clave para desmantelar las organizaciones transnacionales que pagan a los cazadores furtivos de elefantes.
Prometedoras tecnologías que no son la panacea
En África la protección de la fauna es una profesión peligrosa. Cientos de guardabosques han sido asesinados en los últimos años, casi dos por semana, la mayoría abatidos por cazadores furtivos en emboscadas. Los drones son una parte cada vez más importante del arsenal de esos guardas que deben jugarse la vida cada día. Aunque estos “ojos en el cielo” pueden tener una utilidad limitada en las espesas selvas del parque nacional más peligroso del mundo —Virunga, en la frontera oriental de la República Democrática del Congo, hogar de los afamados gorilas de montaña—, esta tecnología ha demostrado su valía a campo abierto, en los extensos parques de Kenia y Sudáfrica.
Pero no vale cualquier dron. Deben ser silenciosos y capaces de volar largas distancias. Son especialmente eficaces si van equipados para detectar a los cazadores furtivos al anochecer por su calor corporal, cuando los helicópteros de vigilancia están en tierra y la gran mayoría de los cazadores furtivos están activos. Y aunque sean de gran ayuda para detectar a los presuntos cazadores furtivos, los guardas del parque aún deben perseguirlos con sus propios (y muchas veces precarios) medios.
Muchos guardabosques de África y Asia están mal pagados y carecen de equipos básicos como ropa de abrigo, botas o tiendas de campaña, por no hablar de un seguro de vida, un seguro médico o de discapacidad de larga duración. Las soluciones de alta tecnología pueden entusiasmar a los donantes del primer mundo, deseosos de ayudar a proteger a las especies amenazadas; pero estos equipos también pueden resultar muy caros y desviar el dinero de proyectos que abordan las causas fundamentales de la caza furtiva en las comunidades locales.
Fuente: OpenMind
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