miércoles, 12 de mayo de 2021

La vida de un escriba medieval


Si una persona de la Edad Media quería una copia de un libro o un poema, obtener uno no era tan simple como visitar una librería local. Cada libro, antes de la invención de la imprenta, era copiado a mano del original lo que implica que era un proceso dispendioso. Esta es una mirada de cinco minutos al proceso de copiar un libro.

Primero, el cliente tiene que ver cómo tomar prestado el códice de alguien dispuesto a desprenderse de este por los meses que tardará en ser copiado. Ya que eran bienes tan costosos, este acuerdo debía ser uno de gran confianza entre amigos, o uno de cuidado (y tal vez un intercambio monetario) entre desconocidos. Una vez se tenía a la mano el original, se tendría que encontrar un escriba para copiarlo. Los escribas eran contratados en las ciudades, pero si un cliente vivía fuera de la ciudad, lo más probable es que recurriera a alguien del clero ordenado para hacer la copia, ya que eran ellos los que enseñaban a escribir. La mayoría de monasterios tenían sus propios scriptorium para así copiar los trabajos sagrados de sus propias bibliotecas. No obstante, los encargos privados no eran desconocidos. Vale la pena notar que algunos de estos códices que han sobrevivido tienen errores de copiado que probablemente eran hechos porque el copista era analfabeto. ¡Parece que los clientes contrataban escribas de donde podían!

El escritorio de un escriba no se veía como un escritorio moderno, ni se veía como los tipos de mesas planas que usualmente vemos en películas o televisión. Los escribas hacían su trabajo en escritorios que son más parecidos a atriles. Las páginas eran sostenidas en un ángulo inclinado, de más de 45 grados. Esto parece doloroso para un escritor moderno, pero en realidad era muy útil para permitir que la tinta fluyera bien y de manera pareja desde la pluma. Si miran de cerca la tinta de una manuscrito medieval (y, afortunadamente, hay muchas páginas web que tienen copias digitales), podrán usualmente ver los lugares donde la tinta se empieza a acabar, y la pluma es sumergida de nuevo. Si alguna vez han intentado hacer ejercicios de caligrafía o pintura, podrán imaginar lo seguido que el escriba tendría que sumergir su pluma.

A veces, también se pueden ver los lugares donde el escriba ha cambiado de tinta. Recuerden que toda la tinta era hecha de manera artesana con ingredientes que tenían que ser recolectados y preparados, y cada pluma cortada y afilada a mano. Si un escriba cometía un error, tenía que rasparlo del pergamino con un cuchillo bien afilado (teniendo cuidado de no arruinar el resto del pergamino), entonces el proceso de copiado era lento. A veces se pueden encontrar en los manuscritos líneas hechas con lápiz o renglones, como guías que ayudaban a asegurar que el texto fuera escrito de forma paralela en la página en blanco. Las ilustraciones eran agregadas después de que el texto en la página estaba completo ¡Imaginen lo que significaba cometer un error en una página que ya estaba iluminada! Este era un trabajo minucioso, hecho a la luz del sol o de una vela, y podía tardar meses en completarse.

Después de que un escriba había copiado un trabajo, se dejaba a un lado hasta que había suficientes trabajos diferentes para encuadernarlos entre dos cubiertas. Esto significa que los códices eran personalizados, y podían contener un rango de trabajos que van desde poesía, historia, hasta recetas. Como pueden imaginar, esta es una de las mejores partes de un manuscrito: adivinar la personalidad detrás del cliente o clienta que había comisionado todos los trabajos de un códice. Era como ver los estantes de libros de una persona moderna para hallar pistas sobre quiénes son. La encuadernación era (de nuevo) hecha a mano, con portadas hechas de madera que usualmente eran cubiertas con cuero como decoración, y a veces con oro y joyas, dependiendo de la riqueza del cliente, y el significado del texto (por ejemplo, los trabajos religiosos usualmente exhiben más cuidado en la creación y decoración).

En un mundo de libros de bolsillos y electrónicos, es interesante pensar sobre qué textos nos importarían tanto como para pasar por el largo y arduo proceso de copiarlos a mano. Aunque esto es solo un acercamiento de cinco minutos a este proceso, podrán ver que las elecciones de lectura eran bien pensadas antes de emprender el proyecto de copiar un códice. Los libros son un lugar muy útil para comenzar a conocer a las personas del pasado.

Fuente: El Mercurio salmantino

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