martes, 18 de mayo de 2021

¿Cuánto creemos en las teorías de la conspiración?


¿Fue la gran crisis financiera de 2008 producto de un plan oculto? ¿El coronavirus se diseñó en secreto en un laboratorio y su propagación no es fortuita?

Estas y otras preguntas podrían encajar con lo que en el terreno de las ciencias sociales denominamos una “teoría de la conspiración”. Este concepto hace referencia a la creencia en explicaciones de determinados hechos que son alternativas a la versión oficial. Por ejemplo, la existencia de grupos o planes secretos que difunden deliberadamente una versión falseada de la realidad para obtener así algún beneficio.

Entre otras posibles razones, la prolongada desconfianza institucional y la aparición de los medios digitales como ecosistema comunicativo han provocado que estas teorías estén hoy en todas partes.

¿La sociedad española cree en teorías de la conspiración?

Conocemos muchos de los mecanismos psicológicos que ilustran por qué somos proclives a creer en este tipo de explicaciones. En muchos casos, pasan por la reducción de la incertidumbre y un intento de construir respuestas grupales a la sensación de ser vulnerables ante amenazas potenciales.

Sin embargo, en España no se han realizado demasiados estudios basados en muestras grandes y representativas de población. Al menos así era hasta el año 2017. Entonces, un equipo de expertos de las Universidades de Huelva, Granada y Vigo condujo una investigación que se ha llevado a cabo como parte de la 5ª Ola  del Panel Ciudadano para la Investigación Social en Andalucía (PACIS), financiada por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC).

Dicho estudio se basa en la administración de una encuesta a 1 103 personas andaluzas, una muestra probabilística altamente representativa de la sociedad andaluza.

Los resultados no nos dejan indiferentes, pues parece haberse instalado una amplia desconfianza entre la ciudadanía. Por ejemplo, muchos andaluces se suman a la idea de que es probable o muy probable que “ocurran muchas cosas en el mundo de las que no somos informados”.

En un plano más específico, algunos enunciados conspirativos recabaron un fuerte apoyo. Es el caso de la creencia en que “el incendio de Doñana tiene mucho que ver con la aprobación de la modificación de la Ley de Montes, con la que un 45% de la población mostró un alto nivel de acuerdo (en una escala de 1 a 7, una puntuación igual o superior a 6 puntos).

Siguiendo esta misma lógica, ideas como que "la crisis financiera fue deliberadamente provocada por los políticos y grandes empresarios” también obtuvieron un 48% de apoyo.

Incluso teorías de la conspiración con una acentuada marca sexista obtuvieron un relativo apoyo popular. Por ejemplo, una de cada cuatro personas encuestadas mostró un alto grado de acuerdo con que “el gobierno oculta deliberadamente las cifras de hombres que son maltratados por las mujeres”.

Un perfil social para cada teoría conspiratoria

Si nos preguntamos qué tipo de persona tiende a prestar apoyo más a menudo a este tipo de creencias, encontramos que no existe un único perfil sociológico que señale a las más proclives a creer en teorías de la conspiración. No obstante, la edad, la religiosidad o la orientación política son algunos de los factores que deben ser considerados.

Según este mismo estudio, el perfil difiere en función del tipo de creencia conspirativa en cuestión. Por ejemplo, la creencia en “Eurabia” o una supuesta invasión del Islam es mayor entre los andaluces de mayor edad, asociados al espectro político de la derecha y que se declaran católicos.

En cambio, la creencia en que los políticos y grandes empresarios provocaron deliberadamente la crisis económica es más popular entre los andaluces que simpatizan con la izquierda.

Existe una relación entre la creciente difusión de estas teorías de la conspiración y cambios en las pautas de consumo de la información por parte de la sociedad. Por ejemplo, nuestro equipo ha constatando que existe una elevada desconfianza y falta de credibilidad por parte de la ciudadanía respecto de la información recibida.

Además, tal y como hemos publicado recientemente, también parece claro que un uso intenso de las redes sociales digitales (que sustituyen a otros medios como fuente de información) está asociado a un mayor apoyo a este tipo de creencias.

La pandemia, un terreno abonado para la mentalidad conspirativa

Si un escenario de incertidumbre impulsa la creación y propagación de teorías de la conspiración, parece evidente que la pandemia es un perfecto caldo de cultivo para estas. Las teorías de la conspiración, además, florecen en situaciones de crisis.

Para explicar este fenómeno y otros aspectos sociales del escenario pandémico, nuestro equipo de la Universidad de Huelva (ESEIS/COIDESO) ha formado parte, junto a científicos sociales de otros 67 países, de un ambicioso proyecto internacional titulado Covid-19 study on Social & Moral Psychology.

Esta investigación ha demostrado que, en España, nuestro grado de creencia en estas explicaciones conspirativas sobre el covid-19 es significativo, aunque muy similar al promedio del conjunto de países estudiado.

Hemos detectado, por ejemplo, que más de una quinta parte de la población española (el 21,9%) muestra un alto grado de acuerdo con la idea de que el coronavirus “es un arma biológica diseñada por científicos”.

También se constata que el 18% muestra un gran acuerdo con que el covid-19 “es una conspiración para acabar, definitivamente, con los derechos de los ciudadanos y establecer un sistema autoritario”.

El peligro de creer en teorías de la conspiración

Estos datos no facilitan la labor de nuestras autoridades sanitarias ni las tareas de contención de la enfermedad. De hecho, investigaciones recientes, como la que vemos en este artículo, muestran que creer en teorías de la conspiración se asocia a un menor seguimiento de las recomendaciones sanitarias durante la pandemia.

Por su ubiquidad y por la facilidad con la que hoy tenemos acceso a gran cantidad de información no contrastada, no es improbable que muchos lectores de este texto hayan ayudado, siquiera inconscientemente, a propagar alguna de estas teorías de la conspiración.

Quizás sea el momento de recuperar una manera más pausada y concienciada de consumir y trasladar información a las personas de nuestro entorno, también durante la pandemia de covid-19.

Fuente: The Conversation

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