En Bolivia, durante muchos años las campañas electorales se desarrollaron principalmente en las calles. Sin embargo, en los últimos tiempos, al igual que otras actividades sociales, han migrado progresivamente a los entornos digitales. El país vive así una vertiginosa transición hacia la campaña digital. Especialistas como Patricia Cusicanqui, señalan que la campaña “migró de las calles a las redes” y que el volumen de noticias falsas se multiplicó respecto al proceso anterior. Esto se observó en los días previos a las elecciones presidenciales de agosto de 2025, el mismo día de las elecciones, mostrando un impacto final en los días posteriores, ya que gran parte del debate se dio en redes sociales como Facebook y TikTok.
Dentro del análisis y monitoreo a redes sociales, Bolivia Verifica constató que siete de cada diez contenidos que analizaron en redes durante agosto estaban directamente relacionados con las elecciones y que la mayoría eran fabricados o manipulados.
Con los análisis realizados en redes sociales, se comprobó que la tecnología va mutando en todos los espacios de la sociedad, mostrando espacios electorales donde las contiendas son un conjunto de personas, publicaciones y comentarios. Funcionando de la mano de algoritmos y dinámicas sociales, que refuerzan identidades y narrativas a través de burbujas de filtros y cámaras de eco.
¿Qué son las burbujas de filtros y las cámaras de eco?
Las redes sociales no muestran la realidad completa. Para hacer más cómoda nuestra experiencia, plataformas como Facebook, Instagram o TikTok usan algoritmos que registran nuestra ubicación, los clics en determinadas publicaciones, cuanto tiempo cada usuario se queda viendo un video o textos, así como los historiales. El resultado de esta segmentación es que las personas quedan apartadas de información que no concuerda con sus puntos de vista y/o búsqueda. Esta personalización crea lo que se conoce como “burbuja de filtros”, un entorno en el que solo llegan contenidos que confirman nuestros gustos y opiniones.
Eli Pariser, activista digital, es quien acuñó el término y advirtió que estos filtros aíslan a las personas de puntos de vista diferentes o ideas nuevas. Esta personalización, gestionada por las diferentes plataformas, crea un universo informativo único, invisible y difícil de abandonar.
A la burbuja algorítmica se suma un componente social: la “cámara de eco”, un entorno social en el que las personas se exponen casi exclusivamente a ideas que refuerzan sus opiniones, mientras se filtran o excluyen puntos de vista contrarios. Esto ocurre, por ejemplo, cuando nos relacionamos solo con amigos o grupos que piensan igual que nosotros, las opiniones se repiten y refuerzan una y otra vez. La especialista Mariana González explica que las cámaras de eco utilizan algoritmos y la propia selección de los usuarios para alimentar sus creencias con contenido similar al que ya consumen, por lo que los usuarios descartan o silencian activamente la información que desafía su visión del mundo. Esto genera una polarización ideológica. Además, las plataformas priorizan ofrecernos el contenido que más buscamos o con el que interactuamos.
Así, nos encontramos ante dos fenómenos: una burbuja de filtros, que nos aísla de cierta información, a través de selección algorítmica de contenidos, y la cámara de eco, que produce una repetición activa dentro de comunidades que comparten la misma ideología.
¿Cómo incidieron los algoritmos de las plataformas digitales en la circulación de narrativas de desconfianza electoral durante la primera vuelta de 2025 y en la posterior instalación de percepciones de fraude tras el 17 de agosto?
Para entender cómo se construyeron las narrativas de fraude se revisaron publicaciones entre julio y agosto de 2025, periodo que cubre la preparación de la primera vuelta y las primeras reacciones tras el 17 de agosto.
Artículos, notas, videos o publicaciones en redes sociales, en formato texto o imágenes, abordaron directamente el tema del fraude electoral o pusieron en duda la legitimidad de los resultados.
1. La supuesta invasión de venezolanos
La aparición de “influencers” o creadores de contenido como actores políticos jugó un rol importante en los procesos de desinformación. Un reportaje de El País mostró que TikTok superó a Facebook como plataforma principal para la difusión de desinformación. Uno de los post más virales fue el que afirmaba que 3,9 millones de venezolanos provenientes de Chile y Perú llegarían a Bolivia para votar y cometer fraude. La cifra era absurda: Bolivia tiene alrededor de 12 millones de habitantes. Sin embargo, un vlogger con 55.000 seguidores compartió el mensaje en TikTok y superó el millón de reproducciones. Este ejemplo ilustra cómo la combinación de algoritmos (burbuja de filtros) y comunidades afines (cámara de eco) amplifica mensajes falsos.
2. Videos de boletas marcadas y quemadas
A pocos días de los comicios circuló un video en el que supuestamente se quemaban papeletas marcadas a favor de Eduardo del Castillo (candidato del Movimiento Al Socialismo) y Andrónico Rodríguez (Alianza Popular). El propósito era sembrar dudas sobre la transparencia del conteo de votos. Tras una verificación de las noticias difundidas por una cuenta que suplantaba a la Agencia de Noticias Fides, el Tribunal Electoral corroboró que las supuestas papeletas no llevaban las características de impresión oficial.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) recordó que todas las boletas oficiales tienen elementos de seguridad y que, tras el escrutinio, se depositan en sobres bajo custodia.
Otro clip mostraba boletas marcadas a favor de Samuel Doria Medina, líder de la Alianza Unidad, halladas en supuestas oficinas de campaña. El contenido era falso, el TSE recordó que el material electoral se fabrica bajo cadena de custodia, con boletas de alta seguridad (código QR, tintas fluorescentes e invisibles) y que los jurados revisan y firman cada papeleta, para la verificación de votos emitidos. A pesar de estas explicaciones, el video se replicó miles de veces y reforzó la narrativa de fraude, sobre todo entre simpatizantes del partido gobernante.
3. La empresa Smartmatic y el “fraude tecnológico”
Otra línea narrativa atribuía el puntaje que obtuvo la dupla Paz y Lara a una acusación contra la empresa Smartmatic, mencionando que fueron parte de fraudes en otros países.
Chequea Bolivia verificó que Smartmatic no tiene contrato con el proceso electoral de 2025. El TSE implementó un sistema propio (SIREPRE) que publica resultados preliminares en base a fotografías de actas.
El éxito de estas historias y su viralización se explica en parte por la arquitectura de las plataformas. En TikTok, el algoritmo suele mostrar videos que ya tienen muchas interacciones y que generan emociones fuertes. Lo cual generó la rápida viralización de este contenido y la interpretación de sus usuarios ante la situación electoral que los rodeaba en redes sociales.
El papel de la prensa digital
Medios nacionales también contribuyeron al debate sobre la desinformación. El País publicó un reportaje donde expertos explican que la guerra sucia digital recurrió a inteligencia artificial para clonar voces e imágenes de candidatos, multiplicando el volumen de noticias falsas.
El portal ATB Digital reportó que el crecimiento de cuentas bolivianas en TikTok y la dificultad de conocer el gasto en publicidad electoral contribuyen a un clima de desinformación. La investigación detectó un gasto de 200,000 bolivianos en solo dos cuentas de Facebook. Por su parte, Bolivia Verifica produjo artículos analizando las tendencias de cámaras de eco, advirtiendo que la difusión constante de videos, campañas de desprestigio y encuestas falsas está saturando el debate.
Consecuencias para la democracia y cómo combatir la desinformación
La avalancha de rumores tuvo efectos concretos, además de gran llegada, no solo a nivel nacional, sino también internacional. La limitación de los algoritmos en redes sociales crea una realidad alterada a los usuarios, donde lo que leen y replica refuerza la burbuja de filtros y amplia la cámara de eco, ocasionados impactos directos en los espacios democráticos.
Lo ocurrido el día de las elecciones y posteriores como parte del impacto de la tecnología en los espacios cívicos y electorales es generar líneas de erosión de la confianza de ciudadanas y ciudadanos en las instituciones a través de narrativas faltas o que buscaban generar desconfianza del proceso electoral.
La polarización se amplificó en la población, estudios del Observatorio de Desinformación Electoral mostraron que en agosto las interacciones se concentraron en dos opciones políticas y que los usuarios se radicalizaron. La falta de consumo responsable de contenido en redes creó espacios aislados de información externa o diferente a la que compartía dentro de ciertos círculos, etiquetando aquellos diferentes como “fake news”
¿Qué se puede hacer?
La primera vuelta de 2025 demuestra que algoritmos y dinámicas sociales convergen para amplificar narrativas de fraude. Las burbujas de filtros, al seleccionar contenidos que coinciden con los intereses del usuario, facilitan la exposición constante a bulos; las cámaras de eco, al reforzar activamente las creencias dentro de comunidades homogéneas, convierten rumores en certezas. El resultado es una ciudadanía polarizada que percibe el proceso electoral a través de lentes distintos. El TSE, por su parte, insiste en que el material electoral tiene altas medidas de seguridad y que la ciudadanía puede confiar en los jurados
A largo plazo, muchos expertos proponen regular los algoritmos para que ofrezcan una dieta informativa más variada y transparente. También piden exigir a las plataformas que informen quién financia la publicidad política. Finalmente, la educación digital es clave: se necesita enseñar a las personas a identificar desinformación y a entender cómo funcionan las burbujas de filtros y las cámaras de eco. La democracia depende cada vez más de nuestra capacidad de navegar por un ecosistema digital lleno de trampas.
Mirando al futuro
Las elecciones de agosto de 2025 en Bolivia dejan varias lecciones, que debemos entender antes de la segunda vuelta electoral que tendrá lugar en octubre de 2025. La primera es que las campañas ya no se libran solo en mitines y debates televisivos: las redes sociales son el nuevo campo de batalla. La segunda es que la desinformación organizada, ya sea producida por actores políticos o por creadores de contenido que buscan atención, puede moldear la percepción de millones de personas. Y la tercera es que romper las burbujas y los ecos es una tarea colectiva, se necesita de usuarios críticos, medios responsables y reguladores capaces de adaptar las leyes al mundo digital.
En un contexto en que el país se dirige hacia una segunda vuelta inédita, estas reflexiones son más urgentes que nunca. La calidad de nuestra democracia estará condicionada por lo que suceda en las próximas semanas en los grupos de Facebook, en los hashtags de TikTok y en los chats de WhatsApp. La pregunta es si la ciudadanía boliviana permitirá que rumores y fantasmas sigan guiando el debate o si asumirá el reto de informarse mejor y exigir transparencia.
La difusión e información verificada y sin alteraciones en cualquier entorno es lo único que ayudará a la ciudadanía a tomar decisiones el día de las elecciones. Limitarnos a la información en videos, post o imágenes que aparecen en nuestras pantallas principales, mediada por algoritmos, puede alejarnos de la realidad.
Fuente: Muy Waso
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