Ayer tuvo lugar en San Francisco una presentación de Tools for Humanity y su proyecto Worldcoin, ahora ya simplemente World, a cargo de sus cofundadores, Alex Blania y Sam Altman. Tenía que haber estado allí, o al menos estaba invitado, pero me fue imposible por razones que os explicaré en no mucho tiempo.
Alex, que ha estado ya dos veces como invitado en mi clase para hablar del proyecto con los alumnos de mi curso de innovación, hizo cinco anuncios importantes para la compañía: el desarrollo de un nuevo Orb, que incorpora un chip más avanzado de Nvidia, Jetson, que permite que las verificaciones de pruebas de humanidad del World ID a partir del escaneo del iris, que en ningún caso es almacenado por la compañía, sean más rápidas y eficientes que antes y que, como prácticamente todo en la compañía, puede ser fabricado por cualquiera que se adhiera a unas especificaciones en código abierto.
Además, mueve todas sus operaciones a World Chain, una cadena de bloques con el apoyo de proveedores de servicios y aplicaciones de blockchain de primer nivel, como Optimism, Alchemy, Uniswap, Safe, Dune o Etherscan, que integra de forma nativa World ID y proporciona a todos los humanos verificados acceso al espacio de bloque prioritario.
También se incorporan nuevas funcionalidades que permiten incrementar la privacidad, la seguridad y la escalabilidad del sistema. World ID Credentials permite a los titulares de un World ID almacenar de manera opcional la información de sus pasaportes físicos con tecnología NFC en la World App de su dispositivo sin que ni la compañía ni nadie pueda acceder a los datos almacenados fuera del dispositivo, con el fin de poder utilizar su World ID para demostrar datos específicos como la edad, la nacionalidad y la titularidad del pasaporte sin revelar su identidad. Además, World ID 3.0 incluye World ID Deep Face, que permitirá comprobar que estás interactuando realmente con la persona que ves, y servirá para combatir el fraude en la red. Finalmente, AMPC (Anonymized Multi Party Computation) refuerza aún más la privacidad y la seguridad en el tratamiento de datos confidenciales.
Todo esto se convierte en una plataforma con idea de evolucionar a una super app a medida que los desarrolladores vayan incorporando funcionalidades, que permite que esas aplicaciones de terceros se ejecuten directamente dentro de World App y se integren de manera anónima con su ID de World, Wallet y Contactos. Las mini apps son aplicaciones de uso diario optimizadas para personas reales que permiten desde chatear o enviar dinero a amigos, a recargar el móvil, crear y ejecutar encuestas con la seguridad de que solo las contestan personas y no bots, o jugar con otras personas verificadas en su red. Para desarrolladores, las mini apps son aplicaciones web que ejecutan un SDK que permite que cualquier persona se comunique sin problemas con World App.
El proyecto Worldcoin, ahora World, me llamó mucho la atención desde sus inicios, y más aún después de que Vitalik Buterin refrendase la parte criptográfica del mismo. Pero además de mi interés como usuario e investigador, se convirtió en una parte importante de mis cursos como profesor, porque resume de maravilla el problema de la resistencia a la innovación: desde sus inicios, este proyecto ha tenido que enfrentarse a mil millones de objeciones por parte de personas demasiado vagas como para leerse sus detalladísimas especificaciones, y que saltaban inmediatamente en cuanto veían algo relacionado con la biometría, el escáner del iris o las criptomonedas.
Cuando esas objeciones provienen simplemente de ignorantes a nivel individual, no pasa nada: ¿no te gusta porque eres demasiado vago como para documentarte? Tú mismo: esto no es obligatorio para nadie, no te escanees ni te acerques al proyecto si no quieres, tú te lo pierdes. El problema surge cuando esos ignorantes, además, desencadenan un proceso de alarma social: «¡¡¡oh, dios mío, les están robando los ojos a un montón de jóvenes!!!», y como resultado de ese proceso, viene una agencia gubernamental que, incumpliendo su obligación de investigar el proyecto y certificar su validez y la idoneidad de sus procedimientos, se alinea con todos esos ignorantes y toma la decisión de prohibirlo en todo un país.
Cuando ese proceso de verificación y de resolución de dudas se hace como en Alemania (probablemente el país más celoso de la privacidad del mundo), como en Francia o como en el Reino Unido, no hay problema: la agencia correspondiente anuncia que está investigando, se abre un proceso de información transparente con la compañía, y punto. Pero cuando esto ocurre en países como Kenia o como España, las autoridades, aparentemente incapaces de investigar nada de manera competente, directamente lo prohíben, mostrando la verdadera medida de su ignorancia.
La realidad es clara: World no «roba» la información de nadie, no la almacena, no la comparte y además, no deja de hacerlo porque sea muy noble y muy leal, sino porque técnicamente no puede hacerlo. Simplemente, toma una imagen de un iris, extrae una parte, la convierte mediante un procedimiento criptográfico transparente en un identificador único a partir del cual no puede de ninguna manera accederse a la identidad del usuario, y usa ese identificador como prueba de que ese usuario es humano. Algo, además, fundamental en un mundo en el que, cada vez más, no estamos en condiciones de asegurar que las personas con las que interactuamos son realmente humanos o son bots. En muchos sentidos, este proyecto es la forma de paliar uno de los problemas que la inteligencia artificial generó cuando superó el test de Turing, que hace que ya no seamos capaces de diferenciar entre personas y algoritmos.
El protagonismo de este proyecto va a ir aumentando con el tiempo, porque es la primera solución completa y exhaustiva a un mundo en el que vamos a convivir cada vez más con inteligencias artificiales. Terminará convirtiéndose en una herramienta adoptada por cada vez más compañías e instituciones, incluso gobiernos, para poder llevar a cabo procesos como el desarrollo de rentas básicas incondicionales sin que puedan venir bots o personas inexistentes a reclamarlas, algo fundamental en la sociedad del futuro que se está configurando.
Fuente: Enrique Dans
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