Carla Crespo Melgar es una de las siete investigadoras más destacadas del sur global en lo que respecta a la producción sostenible de alimentos con técnicas innovadoras. Este reconocimiento surge del certamen organizado por OWSD-Fundación Elsevier que cada año pone de relieve la labor de jóvenes científicas.
Con apenas 40 años y oriunda de La Paz, Bolivia, Crespo Melgar ha cosechado numerosos logros académicos de la mano de una visión de la bioquímica centrada en la resolución de los problemas que aquejan a la sociedad mediante estrategias innovadoras.
Ha investigado diferentes temáticas centradas en el potencial biotecnológico de microorganismos en la industria, la agricultura y la salud. Una de sus investigaciones, por ejemplo, trata sobre el uso de microorganismo para contrarrestar infecciones urogenitales en mujeres, evitando el uso indiscriminado de antibióticos.
En Bolivia, donde la minería es considerada un sostén económico clave, también investigó el empleo de bacterias para limpiar cursos de agua contaminados por metales pesados como zinc, cromo y plomo.
Durante su doctorado, que alternó entre la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y la Universidad de Lund, en Suecia, describió un microorganismo “extremo” que crece sin oxígeno y a más de 60°C en Bolivia, al que llamó Caloramator boliviensis y cuya maquinaria permite construir moléculas complejas. Con microorganismos que pueden crecer a altas temperaturas y residuos agrícolas buscó producir el biocombustible etanol.
Asimismo, para frenar brotes de infecciones en truchas juveniles criadas en el lago Titicaca añadió probióticos –microorganismos vivos benéficos para la salud– en la alimentación de esta especie. También buscó fortalecer con probióticos alimentos como las barras de quinoa en planes destinados a poblaciones vulnerables de su país.
Como docente universitaria, junto con sus colegas, impulsó el rediseño de la currícula de su carrera, la bioquímica, priorizando la resolución de los problemas e incorporando el estudio del cambio climático y las energías alternativas.
Crespo Melgar es actualmente directora del Instituto de Investigaciones de Fármaco Bioquímica de la UMSA y desde allí lidera un grupo de investigadores de gran trayectoria.
Entre la gran variedad de temas que usted trabaja, en la actualidad se enfoca en el desarrollo de cultivos resistentes. ¿En qué consiste la estrategia?
Exploramos los probióticos como biofertilizantes y biopesticidas para el control fitosanitario de enfermedades en cultivos de quinoa. Entendimos la necesidad de llevar la investigación más allá de nuestros laboratorios, y lograr definitivamente un producto. Entonces hemos salido de nuestra zona de confort y buscamos asociarnos con la Asociación Nacional de Productores de Quinua (ANAPQUI), entidad muy sólida en la producción de este alimento.
A través de ellos nos hemos asociado con comunidades del altiplano, en especial del altiplano sur de Bolivia, una de las regiones donde se produce la quinoa, la más apaleadas por el cambio climático y más vulnerables. Su población se sostiene a base de este cultivo y cuando las inclemencias del clima son muy fuertes se destruye su producción y no tienen sostén económico.
Por eso entendimos que ya es momento de trabajar más allá del laboratorio. Viajar a las comunidades y entender sus problemas en la producción. Vemos que están dañando sus propios ecosistemas de cultivo, pero también que son altamente vulnerables como comunidad ante el cambio climático.
El primer año hicimos talleres donde pudimos intercambiar saberes. Porque nosotros no somos productores de quinoa, somos investigadores. A través del diálogo de saberes nosotros hemos ido aprendiendo cómo se cultiva la quinoa, cuáles son sus prácticas culturales y cuáles los problemas que enfrentan. Cómo investigadores también planteamos soluciones y capacitamos a productores en algunas técnicas que ellos realizan empíricamente.
¿En qué punto está ahora la investigación?
Las inclemencias climáticas en esa región son la sequía (que es extrema y prolongada, con 295 días en el año de sequía), la helada (con temperaturas mínimas extremas) y vientos.
Hemos validado lo que habíamos obtenido en laboratorio en el terreno y con la Anapqui.
Para llevar los microorganismos a una parcela pasamos muchas etapas de validación; en el laboratorio, en estaciones experimentales, donde aprendimos a trabajar con los agrónomos y seleccionamos a los mejores microorganismos. Éstos no solo promueven el crecimiento de quinoa sino que también toleran la sequía.
Hemos sembrado parcelas demostrativas con los productores, reviviendo su actividad cultural para la siembra; ellos tienen sus rituales y tradiciones de los que hemos sido partícipes.
La industria es también bastante exigente. No solo esperan que las plantas estén saludables; quieren corroborar que realmente sea costo-beneficioso, mejore la calidad del producto, y el rendimiento de la quinoa en las parcelas elegidas.
Fuente: scidev.net
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