Como nuestros lectores recordarán, con el Año Nuevo llegó la noticia de un ataque ucraniano sobre Makiivka que dejó importantes bajas entre las Fuerzas Armadas rusas. Aunque al principio se dudaba sobre la magnitud de las pérdidas, el propio Ministerio de Defensa ruso fue subiendo la estimación hasta que finalmente no tuvo más remedio que un importante número de bajas, aunque se sospecha que podrían haber sido más.
Como es habitual en estos casos, se esperaba una represalia y, según el Ministerio de Defensa ruso, esta habría llegado hoy, con un ataque sobre unas instalaciones militares ucranianas en Kramatorsk que habrían dejado –siempre según fuentes rusas– más de 600 fallecidos entre las filas ucranianas. El problema aquí es que no hay prueba alguna no del ataque –del que sí hay constancia– sino de que se hayan producido bajas, al menos en números reseñables.
Lo interesante del caso es cómo funciona la maquinaria de propaganda rusa. Es indiferente si han causado o no bajas a los ucranianos. Lo que importa a sus intereses es ser capaz, rápidamente, de extender una narrativa que permita contrarrestar la que se había diseminado acerca de: 1) el alto número de bajas del ataque a Makiivka; 2) los errores en el mando que hicieron posible que un número tan alto de uniformados estuviese en una misma instalación y; 3) los fallos de seguridad que permitieron la localización de la misma.
Así pues, lo de menos es si el ataque a Kramatorsk ha surtido efecto, aunque hay poderosas razones para pensar que no lo ha hecho en absoluto. Lo relevante aquí es que una vez desde el Ministerio de Defensa ruso y los medios oficiales se han comenzado a publicar informaciones sobre un supuesto ataque, la maquinaria rusa en Internet se ha puesto en marcha, buscando imponer la narrativa de una Rusia capaz de responder a cada ataque con una destrucción mucho mayor.
Fuente: Revista Ejercitos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario