“Si el Estado boliviano quiere potenciarse, la empresa privada ligada al imperialismo tiene que desaparecer o ser fuertemente controlada”, recita un texto escolar público que corresponde al bachillerato en Bolivia.
“Un oficial del Ejército le coloca a la autoproclamada Añez la banda presidencial en una clara muestra simbólica del Golpe de Estado”, leo en otra de las páginas del mismo libro. No hay nada de los hechos que el Gobierno se empeña en esconder: el referendo del 21F, la violación a la Constitución por parte de Evo Morales y sus secuaces.
Estas frases son sólo algunas de cientos que fueron plasmadas en estos textos que el gobierno de Luis Arce –exministro de Economía de Morales- repartió en los colegios entre 2021 y 2022. Con ellos se busca difundir el discurso oficialista y la ideología política del MAS, y así grabar en la mente de las nuevas generaciones una única versión de los hechos más recientes ocurridos en la historia boliviana.
Este proyecto propagandístico ha sido calificado por expertos, maestros y padres de familia como una campaña de adoctrinamiento al puro estilo de un gobierno totalitario. Desde el Ministerio de Educación, sin conceder entrevistas ni brindar información requerida para este reportaje, simplemente se negó que haya adoctrinamiento. Mientras que Roberto Aguilar, exministro de Educación, matizó los términos, relativizó lo que ocurre y sostuvo que no se debe confundir “adoctrinar” con “ideologizar”.
Para la exautoridad, que ahora se dedica a la investigación académica en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), no hay tal adoctrinamiento, sino “una interpretación, una forma de ver y comprender la vida, la sociedad, el mundo”.
El contenido de los textos de sexto de secundaria no sólo “interpreta” la historia de la misma manera en la que el MAS y sus líderes la hacen, sino que suprime hechos relevantes para comprenderla con mayor veracidad, y estos acontecimientos presentes en la memoria de buena parte de la población, son justamente aquellos que las actuales autoridades y los miembros de su partido niegan o evitan recordar.
“Fue golpe, no fraude”, la idea que se busca posicionar en la historia
En las páginas 167 y 168 del Texto de Aprendizaje Sexto Año de Escolaridad 3er Trimestre 2021, se habla de un “supuesto” fraude electoral que en realidad para las autoridades y autores de estos textos no fue más que “un incidente en el conteo preliminar de los votos”. Este “incidente”, detalla el texto, generó una movilización “de la oposición política en el país” que carecía de sentido, pues la victoria de Evo Morales en las elecciones de 2019 estaba asegurada. “La discordia se encontraba en el margen con el que el MAS ganaría las elecciones y no así en el hecho mismo de cuestionar su triunfo”, se lee.
En ese texto no encontré nada sobre lo que sucedió luego de la dimisión de Morales, como la renuncia consecutiva de las principales autoridades del MAS en la cadena de sucesión constitucional.
Tampoco se narra la violencia desencadenada por sectores afines al exmandatario luego de que éste dejara el país, o el popular estribillo “¡Ahora sí!, ¡guerra civil!”, o la participación de altas autoridades del MAS en las reuniones en la Universidad Católica Boliviana (UCB).
Sobre esas reuniones, en el texto de último grado de 2022, sólo se señala que asistieron el “embajador de Brasil como representante de los intereses norteamericanos y del gobierno de Bolsonaro, Tuto Quiroga, Fernando Camacho, Waldo Albarracín por el Conade y miembros de la Iglesia Católica”.
Sí se alude que las movilizaciones contra Morales se iniciaron “bajo la consigna del 21F”, pero no se da ninguna información sobre lo que fue el 21F: un referendo en el que el No a la reelección de Morales -vía modificación de la Constitución- se impuso con el 51,3% de los votos.
Aunque desde el Ministerio de Educación nunca se respondió sobre la ausencia de estos acontecimientos, el exministro Roberto Aguilar manifestó que algunos de ellos serían “hechos históricos interpretados” desde “una de las visiones que tiene el país”. Desde su punto de vista “la historia tiene complejidades en ser reconstruida”.
Una mirada oficial y sin miradas alternas
Para María Luisa Soux, investigadora y docente de Historia, esto es un adoctrinamiento. El término en la definición de la Real Academia de la Lengua Española hace referencia a la acción de “inculcar a alguien determinadas ideas y creencias”. “Es un rasgo característico de gobiernos totalitarios”, señala la experta, que recordó que métodos similares se aplicaron en la época del Partido Nacionalista Obrero Alemán liderado por Adolfo Hitler (fundado en 1920); y la del Partido Comunista de Joseph Stalin (fundado en 1912).
El adoctrinamiento en las escuelas no quedó únicamente en los inicios del siglo XX, explicó Soux, sino que se extendió al inicio del actual (XXI) con uno de los aliados favoritos del Gobierno boliviano: Venezuela. Allí, el Partido Socialista Unido, de Hugo Chávez, hoy representado por Nicolás Maduro, practicó y practica el adoctrinamiento en sus colegios.
“Esto es algo característico de los Estados hegemónicos. Buscan construir una verdad oficial y sólo admiten su propia verdad y no miradas alternas, eso es adoctrinamiento. Así se minimiza el rol de la verdadera educación”, resaltó Soux.
Los padres reclaman pero las autoridades se hacen de oídos sordos
“El MAS es fuerte con el tema del adoctrinamiento, al mismo estilo que en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cuando estaba el ministro Roberto Aguilar se hicieron los reclamos, pero él los minimizaba”, contó José Antonio Pereira, expresidente de la Asociación Nacional de Padres de Familia de Colegios Privados de Bolivia.
Para Daniel Caballero, presidente de Padres y Madres de las Juntas Escolares del Macrodistrito Centro de La Paz, a través de los textos escolares “se quiere borrar la historia de Bolivia” con la complicidad de “una junta de padres de familia que lastimosamente es servil” al Ministerio de Educación. “Ellos hacen y deshacen, tenemos una mordaza”.
Desde el 23 de junio se solicitó al Ministerio de Educación -mediante carta y constantes mensajes vía teléfono- información sobre el contenido, elaboración e inversión en estos textos. Pero nunca se obtuvo respuesta.
En una conferencia de prensa realizada el 1 de noviembre, al ser cuestionado al respecto, Pary respondió de forma escueta que no existe adoctrinamiento y que no se puede hacer acusaciones con base en declaraciones de “un dirigente trotskista” o un “diputado de la extrema derecha”.
De acuerdo con datos del Sistema de Contrataciones Estatales (Sicoes) entre 2021 y 2022, el Ministerio de Educación destinó al menos 98,4 millones de bolivianos a la impresión y distribución de textos escolares. La Editorial del Estado Plurinacional de Bolivia se adjudicó 98,2 millones de bolivianos a través de contrataciones directas.
Roberto Aguilar -quien aseguró que en su gestión no se publicaron textos escolares de forma masiva-, defendió la idea de que no existe adoctrinamiento en estos libros, sino la transmisión de una ideología. Adoctrinar es imponer una forma de pensar, pero ideologizar es difundir una forma de ver y entender el mundo, recalcó.
“En el contexto de los textos educativos, lo que se tiene que tratar de evitar imperiosamente es el adoctrinamiento. Bajo ninguna circunstancia se puede aceptar elementos de adoctrinamiento, pero ahí viene la pregunta: ¿dónde está el adoctrinamiento?”, relativizó Aguilar.
¿Rural vs. urbano?
La efectividad del adoctrinamiento aplicado por el Gobierno podría ser mucho más alta en el área rural del país. Los entrevistados coincidieron en que en estas zonas no sólo se utilizan con mayor frecuencia y alcance los textos escolares, sino que los mismos profesores contribuyen a eliminar el pensamiento crítico y a que el discurso oficialista del MAS se instale en la mente de los alumnos.
En el futuro, estas diferencias en la educación en el área urbana y rural pueden generar una profunda división de pensamientos entre ambas poblaciones, dijo un maestro que pidió el anonimato.
Fuente: Pagina 7
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