domingo, 27 de noviembre de 2022

Qué hicieron Charlie Brown y Snoopy para ser primero una revelación y después una revolución


Cuando la NASA lanzó una misión a la Luna la semana pasada, la cabina no tripulada incluía un Snoopy de peluche con un traje de vuelo naranja. El sabueso espacial estaba entre los pequeños objetos que sirven de “indicadores de gravedad cero”, que señalan visualmente que la cápsula ha alcanzado “la ingravidez de la microgravedad”.

Resulta que la agencia no podía haber elegido un símbolo de la cultura pop mejor: durante siete décadas, Snoopy y el resto de la pandilla de Peanuts han desafiado las fuerzas del tiempo, libres de la atracción gravitatoria de las tendencias.

Los mundialmente queridos personajes de los dibujos animados siguen apareciendo a diario en tiras cómicas, libros y tiendas de regalos, así como en especiales de animación. Aparecen también en los nuevos como en los clásicos programas navideños, como A Charlie Brown Christmas (La Navidad de Charlie Brown), que ahora se transmite en Apple TV Plus. Peanuts está en el éter con tanta seguridad como los riffs de jazz del Vince Guaraldi Trio que rebotan en la radio cuando llega la Navidad.

Este año, la sede central de la marca Peanuts, ubicada en en Santa Rosa, California, tiene otro motivo para celebrar reuniones en su museo y biblioteca y ceremonias en su pista de hielo: es el centenario del nacimiento del creador de la tira cómica, Charles M. “Sparky” Schulz, que nació el 26 de noviembre de 1922 en Saint Paul, Minnesota.

Schulz murió en febrero de 2000, el mismo fin de semana en que se publicó su última tira original. Sin embargo, lo que lanzó al zeitgeist en 1950 sigue siendo una marca indeleble en la cultura popular. ¿Por qué Peanuts perdura con tanta fuerza, permaneciendo tan firmemente en el tejido de esa cultura popular, cuando tantos aspectos del entretenimiento de masas casi desaparecen?

Jeannie Schulz, viuda del dibujante y presidenta de la junta directiva del Museo Charles M. Schulz, lo explica de forma concisa: “Sparky aprovechó una humanidad universal y la tradujo en líneas sencillas con un humor sutil”.

Esas líneas elegantes, conmovedoras y astutamente sencillas se vincularon con la religión, los deportes, la guerra, la salud mental y el amor no correspondido. Con motivo del centenario, The Washington Post preguntó a personalidades de diversos ámbitos lo que la creación de Schulz ha significado para ellos.

Por qué leen chicos y grandes

El productor Lee Mendelson se dirigió a Schulz a mediados de los años 60 con una idea: Coca-Cola estaba interesada en un proyecto televisivo. De esa semilla surgió uno de los dos mayores programas navideños de animación de esa década, un clásico que, al igual que Cómo el Grinch robó la Navidad, fusionó la genialidad de las mentes artísticas.

Schulz se asoció con el animador Bill Melendez y, trabajando con un plazo de apenas meses, los tres hombres crearon La Navidad de Charlie Brown, una obra maestra atrevida y con corazón. Charlie Brown luchaba contra la depresión estacional, Snoopy hacía vuelos de fantasía y Linus Van Pelt pronunciaba el monólogo bíblico que, en boca de un niño, sigue conmoviendo a los espectadores sin importar la edad o la fe.

“A lo largo de mi vida, probablemente he visto La Navidad de Charlie Brown más veces que cualquier episodio de la televisión”, dice Jimmy Kimmel, presentador de su popular late-night. “Es una de las principales razones por las que decidí tener más hijos”, suma.

Kimmel cree que ese especial refleja la mayor excelencia de lo que un niño de Minnesota acabó dando al mundo. “En cuanto nuestra hija Jane aprendió a leer, le compré todas las antologías de Peanuts”, dice el cómico. “Compré un dibujo original de Snoopy hecho por Charles Schulz que bien podría ser una falsificación. Lo aprecio aunque lo sea”.

“Lo mejor de Peanuts es tan bueno como cualquier otra cosa. Para mí, es uno de los mayores logros del arte y la literatura estadounidenses”, resume el presentador.

El jefe de Pixar, Pete Docter, director de películas como Inside Out y Up, dice que esa brillantez estaba firmemente arraigada en la tira cómica, que se lanzó en menos de una docena de periódicos antes de acabar siendo contratada en miles, convirtiéndose en una de las tiras más leídas del mundo.

“Schulz fue lo suficientemente valiente como para hablar de cosas humanas, adultas y a menudo no graciosas en su tira”, dice Docter. “Presentaba a niños que se enfrentaban a la ansiedad, la inseguridad, los celos, el amor no correspondido, lo que daba a Peanuts un peso y una importancia reales”.

Al haber crecido en Minnesota, Docter se sintió atraído por un mundo que lo acompaña hasta hoy en día. “De niño, estaba totalmente enganchado a Snoopy y a la diversión y el humor escapista de ese personaje”, dice. “Pero, fuera Schulz consciente de ello o no, fueron esas cosas emocionales más profundas las que me hicieron seguir leyendo en la edad adulta. Esos personajes, aparentemente sencillos, tienen verdadera complejidad y profundidad. Y además, siguen siendo divertidos 70 años después. ¿Cuántos cómics pueden afirmar eso?”.

El autor de Bay Area (El área de la bahía), Gene Luen Yang, considera cómo el cómic de Schulz evolucionó de revelación a revolución silenciosa. Dice Yang, autor de novelas gráficas como American Born Chinese (Americano nacido chino): “Es tan influyente que casi todos los cómics con formato de tira hoy en día, ya sea en el periódico o en la web, han tomado prestado un poco de esa innovación”.

Deportes e igualdad

Schulz, siempre atleta, se aficionó al béisbol, al golf y al hockey desde muy joven. También se aficionó a deportes como el tenis, y estas pasiones aparecían regularmente en sus tiras. Sin embargo, antes de entablar amistad con algunos atletas profesionales, bien avanzada su carrera, Schulz no podía saber cuánto los animaba a través de su trabajo.

“Como joven patinador que crecía, siempre era divertido ver la tira cómica y celebrar todo lo que vivíamos en la pista”, dice el patinador artístico Scott Hamilton, que ganó el oro olímpico en 1984. “Ver a los personajes de Peanuts cobrar vida sobre el hielo hacía que pareciera que lo que hacíamos era algo más que patinar. Teníamos un lugar en la cultura popular”.

Schulz se trasladó al norte de California a finales de los años 50, pero no se le quitaba de encima la infancia en Minnesota. En Santa Rosa, construyó el Redwood Empire Ice Arena, también conocido como Snoopy’s Home Ice, en 1969. Y allí, a principios de los 80, Hamilton empezó a trabajar con Schulz en espectáculos sobre hielo.

“Sparky era muy práctico en todo lo que hacía”, dice Hamilton. “En una de las producciones que hice para él, tenía el sueño de representar una fiesta de cócteles en la que yo interpretaba al anfitrión. El personaje se interesaba por una chica de la fiesta, pero otra invitada se la llevaba por delante, algo así como sus historias de la niña del pelo rojo del cómic. Justo cuando parece que ha perdido a la chica, ella vuelve después de que todos los demás invitados se hayan ido”.

Añade Hamilton: “Ver lo mucho que le gustaba a Sparky esa producción la convirtió en uno de mis recuerdos favoritos de patinaje de todos los tiempos”.

Schulz también se convirtió en un firme defensor de la igualdad en el deporte, lo que incluyó su ingreso en el consejo de administración de la Women’s Sports Foundation, fundada en 1974 por el ícono del tenis y activista de los derechos civiles Billie Jean King para “hacer avanzar la vida de las mujeres y las niñas a través del deporte y la actividad física”.

Schulz no sólo dibujaba a Snoopy haciendo grandes saques tenísticos; también hacía referencia a su amiga King. “Sparky era en realidad muy tímido, y sus tiras cómicas eran una gran fuente de inspiración y consuelo para mí, especialmente cuando viajaba por el mundo durante mi carrera de tenista”, dice King. “Sabía que si añadía mi nombre a una tira de Peanuts, estaba comprobando cómo estaba y quería tener una charla. Estuvimos muy unidos hasta que falleció, y siempre lo apreciaré”, suma.

Mendelson, que murió en 2019, creía en la serendipia creativa. Una vez dijo a The Post que la primera vez que escuchó la música de Vince Guaraldi -mientras conducía por el puente Golden Gate- pensó que podría usarla algún día.

El cantautor Ben Folds considera que la música de Guaraldi es inseparable del clásico de animación Peanuts al que acompañaba. “Cuando haces coincidir la música con Peanuts y la época y lo que hacía y decía, entonces empieza a golpear como el tiempo de la Sonata de Piano de Beethoven”, dice Folds sobre el soleado sonido de la Costa Oeste de Guaraldi que “destilaba el jazz y lo volvía popular”.

Las canciones de Peanuts de Guaraldi y los especiales animados eran “un binomio perfecto”, dice, y añade que la música “simplemente capta el ambiente”.

Eso “se hizo notar” cuando le pidieron a Folds que escribiera el tema musical del reciente especial de Peanuts en streaming, It’s the Small Things, Charlie Brown (Se trata de las pequeñas cosas, Charlie Brown). Meditó sobre la música de Guaraldi en lugar de intentar imitarla: “No traté de soltar riffs, simplemente me dejé llevar por el color”.

Cómo hacer que un niño se sienta incluido

Este mes, el creador de Jump Start, Robb Armstrong, apareció en un panel del Museo Schulz con otros célebres dibujantes para compartir historias personales sobre el Sparky que conocieron. Mientras se sentaba en el escenario, Armstrong valoró que Schulz “hizo que otros artistas en ciernes realizaran su sueño, persiguieran su sueño o allanaran el camino en su viaje”. “Era uno de los seres humanos con más corazón que he conocido”, dice Armstrong.

Un Armstrong de 6 años se inspiró en Peanuts en el verano de 1968, cuando Schulz introdujo a la tira un personaje negro: Franklin. La reacción de Armstrong fue: “Estoy en esta tira”. Un cuarto de siglo más tarde, Schulz dio a Franklin el apellido “Armstrong” en un guiño a su amigo y colega, un honor que el creador de Jump Start califica de “otro mundo”.

Barbara Brandon-Croft, la pionera creadora del cómic De dónde vengo, también se sintió interpelada y fortalecida en 1968. “Me entusiasmaba ver un personaje negro en Peanuts. Aunque la presencia de Franklin fuera sólo eso -un niño negro entre el grupo-, marcó absolutamente la diferencia”, dice. “Cuando creces como un ‘otro’ -que es lo que este país nos planteó-, cuando te ves representado, te da un sentido de pertenencia”.

Un perro en el espacio

Schulz, veterano del ejército en la Segunda Guerra Mundial, estuvo durante mucho tiempo fascinado por la aviación, y la NASA y Peanuts tienen una larga relación que incluye el Premio Snoopy de Plata, que se otorga a los contratistas y empleados destacados de la NASA.

En 1969, Schulz apareció en público junto a los astronautas del Apolo 10 que viajaban en el módulo llamado “Charlie Brown”. Ese fue también el año en que un futuro astronauta se inspiró en Snoopy y el espacio.

“En 1969, los Mets ganaron las Series Mundiales, [los astronautas] aterrizaron en la Luna y yo fui a ver Un niño llamado Charlie Brown, la nueva película de animación, en el Radio City Music Hall”, dice Mike Massimino, profesor de ingeniería y asesor espacial. “Todo ocurrió con pocos meses de diferencia, y en cierto modo estableció las pasiones para el resto de mi vida”.

Ese año, Massimino recibió como regalo un juguete de peluche de Snoopy como astronauta. En 2009, en su segunda misión espacial de la NASA, Massimino llevó ese mismo juguete de Snoopy al espacio, un símbolo de su duradero apego a Peanuts.

Tras señalar que sus intentos de convertirse en astronauta fracasaron tres veces antes de ser aceptado, Massimino dice que admira el espíritu de resistencia optimista de Charlie Brown. “Charlie Brown es el amigo y la persona que quería ser, y Snoopy es el astronauta genial que quería ser”, dice Massimino. Y añade el astronauta: “Creo que es la mejor tira cómica y los mejores personajes jamás creados”.

Fuente: The Washington Post

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