El físico Juan Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, con sede en Múnich (Alemania), es considerado uno de los padres de la computación cuántica, la tecnología disruptiva que promete cambiar el mundo como en su día lo hicieron los experimentos de Faraday. Los ordenadores cuánticos pueden resolver problemas que a los clásicos les llevaría millones de años. «Es una revolución, pero las revoluciones llevan tiempo y lo más importante está aún por descubrir», ha dicho el investigador, Premio Príncipe de Asturias en 2006 y premio Wolf en 2013 -considerado una antesala del Nobel-. Con él se ha inaugurado el ciclo Diálogos de Futuro, organizado por ABC y la Fundación La Caixa para reflexionar con la ayuda de prestigiosos especialistas en ciencia, investigación y medio ambiente sobre temas trascendentales para la sociedad.
Preguntado por José Manuel Nieves, periodista especializado en ciencia y tecnología, Cirac ha reconocido que es muy difícil predecir cómo la computación cuántica repercutirá en la sociedad, «de igual manera que cuando apareció internet no sabíamos lo que representa hoy en día».
Según ha explicado, los ordenadores cuánticos resuelven los mismos problemas que los clásicos, pero de una manera distinta, con otras leyes de la física. Son las leyes del mundo microscópico, en las que pasan cosas tan increíbles como la superposición cuántica, «el primer shock» cuando alguien se acerca a este campo. Cirac lo compara con tocar la pata de un elefante sin haberlo visto nunca. «Estas leyes nos dicen que una partícula puede estar en dos sitios a la vez. Pero si la observamos, esa capacidad desaparece. Llevándolo al mundo macroscópico, es como si la Luna no estuviera ahí cuando no la miramos. A Einstein esto le volvía loco», explica. Y si al genio le costaba aceptarlo, para el resto de los mortales parece de ciencia ficción. Cuando hacía el doctorado, Cirac se lo intentó explicar a su abuela, de una aldea de Galicia. No quiso que se rieran de su nieto: «'Fenomenal Ignacio, muy bien, pero no se lo digas a nadie', me dijo».
Más que átomos en el universo
Pero cuando los científicos ven propiedades extraordinarias, intentan hacer cosas extraordinarias con ellas. Si un ordenador clásico procesa la información en ceros y unos, en uno cuántico, cada cúbit o bit cuántico puede ser cero y uno al mismo tiempo. Y ahí radica su potencia. «Jugamos con ese mundo en el que todas las cosas ocurren a la vez. Y eso es muchísimo mas rápido», señala. Claro que construir ordenadores cuánticos es terriblemente complicado, ya que los cúbits tienen que estar aislados para poder conservar sus superposiciones. Ya se ha conseguido un ordenador con 200 cúbits, en la Universidad de Hárvard. No parece muy impresionante, pero su capacidad es exponencial. «Si tuviéramos 300, el número de combinaciones sería mayor que el número de átomos en el universo. Podría hacer un cálculo mejor que cualquier ordenador que tengamos ahora mismo», dice el físico.
¿Llegará el momento en el que todos tengamos una computadora así en casa? Cirac no está del todo convencido, ya que no puede imaginar para qué necesitaríamos esa potencia de cálculo si nos dedicamos a navegar por internet o enviar correos electrónicos. «Aunque no sabemos cuáles serán las necesidades de los consumidores dentro de treinta años», matiza.
Para lo que sí se emplearán estas máquinas es para resolver cálculos en el ámbito de la física, la química -como el desarrollo de fármacos-, aplicaciones de inteligencia artificial... O para problemas de optimización: por ejemplo, qué recorrido debe hacer un viajante que visita 50 ciudades para emplear el menor tiempo posible.
Dominio de China
Cirac recuerda que Google consiguió en 2019 la supremacía cuántica (cuando un ordenador cuántico realiza una tarea que está más allá del alcance del superordenador convencional más poderoso) y que China ha logrado superar al gigante de internet, iniciando una carrera en la que, advierte, Europa no puede quedarse atrás. «Sería peligroso que países que no son democráticos se situaran por delante. Es importante que demos no solo apoyo académico para estas investigaciones sino también un impulso a la industria», afirma. Uno de los riesgos, por ejemplo, sería la desprotección de las comunicaciones encriptadas frente a los ordenadores cuánticos, algo que podría producirse en una década y para lo que habrá que prepararse.
Imagen: MTP
Fuente: ABC
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