Cuando comenzó la guerra de Ucrania, me impactó mucho saber que la mayoría de los rusos apoyaban la agresión del Presidente Vladimir Putin. Tuve una sensación similar cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales estadounidenses en 2016. En esos momentos mi familia vivía en Los Ángeles y todos a mi alrededor estaban atónitos. La semana siguiente desapareció la constante congestión de tráfico, como si la ciudad entera estuviera de luto
A pesar de las diferencias entre ambos sucesos, gran parte de los miembros de la institucionalidad rusa y estadounidense reaccionaron de manera similar. No querían creer que sus conciudadanos pudieran apoyar la brutal invasión a un país vecino o la elección de un populista arrogante.
De manera similar, al principio no creí a las encuestas de opinión pública rusas que mostraban que la mayoría de los ciudadanos apoyaba la guerra de Ucrania. Después de todo, las encuestas en regímenes autoritarios son poco confiables. Así que empecé a preguntar su opinión a varios conocidos en Rusia, todos de alrededor de 60 años, con quienes no había estado en contacto durante 20 años. Para mi sorpresa, entre un 80 y un 90% de ellos apoyaban la guerra. Son gente que me conoce desde que nací y eran amigos de mis padres, pero prefirieron escuchar la televisión estatal rusa en lugar de mis argumentos.
Esto no es ninguna coincidencia, ya que el constante flujo de propaganda anti-ucraniana del Kremlin no comenzó ayer. A lo largo de los últimos ocho años, los canales de la TV pública rusa han estado transmitiendo día y noche acerca de los supuestos “ucronazis” y la opresión de los hablantes del idioma ruso en la región del Donbás, en el este de Ucrania, y sobre cómo la OTAN está a las puertas de Rusia, lista para aplastarla.
Las llamadas clases intelectuales se burlaban de esta propaganda. ¿Quién creería esta basura? ¿Cuán estúpidos creían los presentadores de noticias de la TV estatal Olga Skabeeva y Dmitry Kiselyov que eran los rusos? ¿Quién podría creerle a Margarita Simonyan, la editora en jefe de la emisora RT en inglés? Putin está intentando desviar hacia Ucrania la atención sobre los problemas internos de Rusia, decíamos, pero pronto la mayoría de la gente se dará cuenta de lo que está pasando.
No fue así. En su lugar, nos convertimos en víctimas de nuestras burbujas informativas. Pensábamos que todos los televidentes de la programación estatal verían las tretas propagandísticas rusas. Y si alguno de ellos no lo hicieran, bueno, ¿qué puede hacer uno?
La condescendiente actitud de las clases intelectuales rusas hacia quienes ven la TV estatal rusa y los lectores de periódicos masivos no es nueva. Cuando estaba en la junta de directores del popular periódico Argumenty i Fakty en la década de los 2000, la mención de mi lugar de trabajo daba pie a una reacción de desdén similar: era cool trabajar en un periódico como Vedomosti (en ese entonces propiedad parcial del Financial Times y el Wall Street Journal), pero no en AiF. Y, sin embargo, en ese tiempo AiF tenía nueve millones de lectores, mientras que Vedomosti, 300.000.
De manera similar, cuando nuestro equipo relanzó Trud con el propósito de convertirlo en un periódico masivo de alta calidad, fue muy difícil contratar periodistas. Querían una prima de entre el 50 y el 100% por sobre lo que podían ganar en periódicos “de calidad”
En las mentes de la intelligentsia rusa hay arraigado desde hace tiempo un desprecio hacia los públicos de medios masivos. Incluso cuando era posible lanzar nuevos medios independientes, iniciativas como Vedomosti, Kommersant, Smart Money, Insider, Republic y TV Rain (Dozhd) se centraron en un estrecho público de personas cultivadas que escucharían o leerían las explicaciones de cómo funciona el mundo, difundidas por personas igual de cultivadas. Esta fuerte competencia por un pequeño nicho de mercado significó que los lectores educados y relativamente adinerados, al menos, tuvieron acceso a información de alta calidad durante los últimos 20 años.
Lamentablemente, nadie quiso producir contenido de calidad para el mercado de masas. Si bien Putin no permitiría hoy iniciativas de medios independientes como esta, en la década de los 2000 sí habría sido posible. El problema (que ciertamente aqueja también a otros países) era que los mejores gerentes de medios y periodistas no querían trabajar en este segmento.
En contraste, Putin comprendió qua la televisión estatal y los periódicos de masas eran claves para ganar y mantener su influencia política. No tenía un monopolio mediático, y la penetración de Internet en Rusia es de cerca del 85%, por lo que la mayor parte de la gente tenía acceso a fuentes de información alternativas. Pero la única persona que intentó generar un producto de calidad para un público masivo fue el líder opositor Alexei Navalny, cuyos videos solían recibir millones de visualizaciones. Esta es la principal razón por la que Putin lo intentó asesinar. Cuando fracasó en este cometido, lo encarceló.
Cuando Trump asumió el cargo, Estados Unidos tenía sólidas instituciones democráticas desarrolladas durante más de 200 años. Pero cuando Putin llegó al poder en 1999, la Rusia post soviética había sido independiente por apenas ocho años y su poderosa presidencia por sobre instituciones débiles era una invitación al despotismo.
Creo que Putin se retirará pronto de Ucrania occidental. Ya ha perdido la guerra, y es solo cuestión de tiempo antes de que lo admita. Pero, si bien Ucrania se reconstruirá rápidamente con la ayuda internacional, el destino de Rusia será sombrío. Probablemente Putin intensificará la represión en casa y se constituirá en una amenaza internacional constante debido a sus armas nucleares.
Para sacar a Putin del poder se necesita que cambie la percepción que los rusos tienen de él. Por sí solas, las sanciones económicas no lo lograrán, porque puede usar su máquina propagandística (y, de hecho, lo hace) para hacer creer que estas medidas son parte de la guerra de Occidente contra Rusia.
En lugar de ello, se necesitan medios que hablen a los partidarios de Putin en su propio idioma. Crear medios así será mucho más difícil que hace una o dos décadas, pero es posible. Rusia sigue conectada a la internet, por lo que el contenido producido fuera del país se difundirá con rapidez. Pero un gran obstáculo es la financiación. Es improbable que los modelos basados en suscripciones generen ingresos suficientes, porque el público objetivo a menudo carece de ingresos disponibles. Y los ingresos por publicidad serán limitados debido al temor de las empresas rusas a ser asociadas con estos medios. En consecuencia, la principal fuente de fondos debería venir del micromecenazgo –de forma similar a como lo hace hoy la oposición rusa- y de donantes occidentales.
Fuente: Project Syndicate
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