Según la televisión rusa, en Ucrania no se combate con ucranianos. Los que mueren a manos de las tropas rusas son nacionalistas o sencillamente nazis.
Alina, empleada en un banco, hace tiempo que cambió su mensaje de estado de WhatsApp por la ‘Z’, la usada para apoyar la escalada militar de Vladimir Putin en Ucrania: “De verdad que quiero que haya paz, pero son Estados Unidos y Ucrania los que nos llevan tiempo amenazando”. De fondo se escucha que tiene algo en el fuego. También la tertulia nocturna de Piervi Canal, una de las principales cadenas televisivas del país.
En la pantalla cuatro hombres en torno a una mesa hablan de las “falsificaciones” occidentales del ataque a Bucha, del nazismo creciente en Ucrania, del gobierno títere Occidental de Kiev. Periodistas rusos empotrados en los batallones rusos graban cómo ayudan a la población civil y cómo se protegen de unas balas ucranianas que pasan muy cerca. “Sé que una guerra está mal, pero en Rusia somos guerreros, siempre hemos hecho la guerra, y les vamos a dar a los ucranianos lo que se merecen, por todo lo que han hecho a los rusos de Donbás”, comenta Alina.
El sufrimiento de los ucranianos no ha llegado a los ojos de Alina. Su principal ‘pero’ al belicismo ruso es que “no vamos a poder viajar en mucho tiempo, por eso quiero que esto acabe rápido”. Mientras, la televisión emite testimonios de una mujer mayor encantada con la presencia rusa en Donbás: “Tengo una pensión de 200 dólares, es todo una broma, los ucranianos lo gastaron todo en armas, son unos nazis; gracias a ustedes, chicos, les deseo la victoria”, dice la mujer a los soldados rusos, envueltos en polvo y barro junto a un carro de combate. La 'operación militar especial' sigue.
Una operación militar, casi “quirúrgica”
“Occidente tiende a subestimar el poder de los medios controlados por el estado de Rusia”, lamenta Stephen Cushion, profesor de la Cardiff School of Journalism, Media and Culture de la Universidad de Cardiff. Lo cierto es que, a pesar de unas bajas rusas que se suponen abultadas en el conflicto, la aprobación de la gestión de Putin se ha disparado. Ya era alta, un 63% de noviembre de 2021, cuando comenzó el despliegue militar en torno a Ucrania. Ahora tiene un respaldo del 83%. Para apuntalar la tranquilidad, las autoridades rusas han ordenado el cierre de cualquier medio que se desvíe de la versión del gobierno.
Es interesante que la mayor parte de los rusos son contrarios a la guerra. Parece una contradicción, pero sucede que muchos de ellos se han creído que es una operación militar, casi “quirúrgica”, sin bombardeos a la población civil. “No quiero creer que lo de Bucha sea verdad, y lo que tengo claro es que [el presidente ucraniano] Volodimir Zelensky es una marioneta de Occidente”, dice Natalia, que trabaja en una empresa de exportación. Igual que Alina, se expone a quedarse sin trabajo por culpa de las sanciones. Ninguna de las dos culpa a Putin de sus problemas.
El gobierno ruso ha cortado significativamente el acceso a fuentes independientes de noticias online y en las plataformas de redes sociales. Se ha aprobado una nueva legislación que permite a las autoridades rusas encarcelar a cualquiera que aporte lo que se considere que son "noticias falsas" sobre lo que está sucediendo en Ucrania. “La confianza total de muchas personas en la televisión estatal rusa ha dado forma a una visión ideológica del mundo que está desconectada de muchas de las realidades del gobierno de Putin”, lamenta Stephen Cushion, autor de ‘The democratic value of news: Why public service media matter’
Los periodistas rusos no hablan sobre una guerra, ni siquiera sobre una invasión o un ataque.
El Estado les exige que lo etiqueten como una "operación especial" , diseñada para proteger la seguridad del país frente a una alianza en expansión: la malvada OTAN.
Según la encuesta del Centro Levada, un 43% de los ciudadanos cree que la ofensiva militar busca “la defensa del pueblo ruso”, frente a un 25% que considera que es una operación preventiva para evitar un futuro ataque ucraniano contra Rusia. El argumento también aplica para 2014: “Moscú puso en marcha una sublevación armada en Donbás porque hubo un golpe de Estado en su patio trasero”, explica Kirill, que ha decidido salir del país una temporada con su familia no porque esté contra la guerra sino porque rechaza sus efectos. Los rusos están incómodos con la nueva realidad: precios altos, dificultades para viajar y realizar pagos a empresas extranjeras como Netflix o Apple y sanciones de todo tipo. Pero prefieren buscar soluciones individuales a crear una alternativa a la sociedad civil. A día de hoy, apenas hay protestas. A pesar de que el descontento bulle a fuego lento.
Fuente: RFI
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