jueves, 2 de diciembre de 2021

Robots, ‘roboces’ y otros engendros mecánicos


En el mundo hay cerca de 2,5 millones de robots. Casi tantos como habitantes tienen ciudades como Roma o París. Muchos de los robots son máquinas (brazos articulados) que ejercen tareas repetitivas en fábricas de ensamblaje de vehículos y electrodomésticos. En estas máquinas nada hay que recuerde a las personas.

Aún es pronto para que los robots caminen por las calles como turistas, acompañantes de personas mayores o en dirección a sus puestos de trabajo. Cuando ocurra, la sociedad se enfrentará al valle inquietante. Este concepto creado por el ingeniero robótico Masahiro Mori en 1970 plantea que un robot con una apariencia que recuerde a un humano gusta a las personas hasta cierto punto (Wall-E). Pasado ese punto, un robot que simula, sin lograrlo, los rasgos humanos, desconcierta, desasosiega (Sony de Yo, robot).

El valle inquietante explica por qué Terminator con aspecto de Arnold Schwarzenegger es atractivo y por qué perturba la visión del esqueleto robótico, aunque ambas formas pertenecen a la misma máquina de matar.

El cine lo tuvo claro desde las primeras películas con robots: los toscos engendros mecánicos con cabeza, brazos y piernas del cine mudo parecen amenazadores con su sola presencia. La falta de rasgos inquieta: ¿hostil o pacífico?

A continuación, recordamos algunos de los robots en el cine y la televisión y cómo el valle inquietante influye en la percepción de las criaturas mecánicas.

Houdini contra Q

Q es un engendro mecánico que intentó matar a Harry Houdini en la película The Master Mystery (1918). Nos hace recordar una armadura con una boca como la abertura de buzón y los ojos con la expresividad de un pez muerto.

La palabra robot aún no existía entonces. Faltaban dos años para que la creara el dramaturgo checo Karel Čapek. Pero la imagen de Q inspiraría durante décadas los diseños de robots de ficción y verdaderos.

Houdini incluyó a Q en uno de sus espectáculos de magia. El público gritó horrorizado y hubo quienes abandonaron el teatro sin pararse a considerar que Q no era más que un disfraz.

María de hierro

Dentro de cinco años, María, un robot con forma de mujer, vendrá al mundo. Recubierta de una simulación de ojos, labios, cabello y piel humana, María causará conmoción, creará división entre los obreros, y los conducirá a la destrucción de las máquinas que hacen posible el sustento vital en la ciudad. Así lo cuenta la película Metrópolis (1927).

Hoy, la María de Metrópolis, como androide metálico, es un personaje del cine mudo conocido por el gran público. Aquellas personas que no han visto la película reconocen al personaje en cuanto lo ven en pósteres, camisetas y otras representaciones.

La María metálica tiene ojos almendrados, una boca pequeña con labios finos, cintura estrecha y pechos pequeños. El conjunto recuerda a una escultura griega de los primeros tiempos que toma vida y resulta más frágil que amenazadora. No es raro que siga inspirando la creación de androides femeninos hipersexualizados con aspecto metálico en el cine, los cómics y la publicidad.

Ultimatum a la tierra

«Klaatu barada nikto», es la única frase que puede detener a Gorg, un robot alienígena con el poder de destruir la Tierra en la película Ultimátum a la Tierra (1951). La frase es conocida por el público aficionado a la ciencia ficción retro y tiene su propia entrada en Wikipedia.

Gorg tiene el sencillo aspecto de un muñeco de goma… de 2,3 metros de estatura. Pero más que su tamaño, inquieta que no tenga ojos ni boca. Su cabeza nos recuerda a un motorista con casco que al entrar en un banco nos hace preguntarnos, por un momento, si es un mensajero o un atracador. Es imposible adivinar las intenciones de Gorg.

El pistolero de ‘Westworld’

«No hay papel pequeño, sino actores mediocres», dijo Konstantin Stanislavski. Un ejemplo es el papelito del pistolero de Westworld (1973) interpretado por Yul Brynner, cuyo estrellato había decaído entonces. Sin embargo, Brynner se impone en Westworld y eclipsa a los protagonistas, los entonces emergentes James Brolin y Richard Benjamin.

El pistolero impresiona con su cuerpo atlético, el porte chulesco, la mirada acerada que no aparta en ningún momento y una sonrisa permanente. Representa al vaquero pendenciero que se jacta de desenfundar rápido el revólver, pero con una ventaja: no tiene miedo, no se esconde y no teme morir.

En una galaxia lejana, vivían dos robots…

Los robots protagonistas de La guerra de las galaxias (1977) se encuentran en distintos puntos del valle inquietante.

¿Por qué amamos a R2D2 y nos resulta indiferente C3PO e incluso molesto? Puede que influya en que los pitidos de R2D2 nos recuerden a los que emite un sencillo juguete infantil mientras que C3PO habla demasiado.

Pero, probablemente, si C3PO solo emitiera pitidos, su aspecto resultaría poco atractivo: los ojos redondos parecen ojos de buey de barco con rejas, la nariz que parece tajada en una trifulca y una pequeña boca rectangular inexpresiva. Aunque vagamente recuerda a María de Metrópolis, no tiene las formas redondeadas de esta y tiene a la vista las entrañas metálicas: cables, circuitos y otras piezas que nos recuerdan que es un robot.

R2D2 es entrañable con su cabezón giratorio y su cuerpo a la manera de un cubo sostenido por cuatro patas. Está por completo alejado de la forma humana. Nos recuerda a un inocente juguete de fabricación casera.

Terminator

Tal y como ocurre con Freddy Krueger, el Terminator interpretado por Arnold Schwarzenegger es un personaje adorado por gran parte del público, aunque sea una máquina de asesinar.

La primera vez que vemos a la máquina asesina tiene la apariencia del joven y atlético Arnold Schwarzenegger. Tememos por la suerte de los protagonistas, pero la apariencia de la máquina no resulta repulsiva. Las botas, los pantalones y la chupa de cuero le hacen atractivo e imponente. Incluso mata a decenas de personas, pero, incluso así, no provoca rechazo.

El guionista y director James Cameron muestra la violencia como espectáculo más que como drama. Cuando Terminator se repara a sí mismo provoca asco. Cuando pierde la piel en la fundición revela su esqueleto mecánico y pasamos del asco a la repulsa. No es más mortífero que con la piel de Schwarzenegger, pero sí más siniestro. No es raro que los robots en Terminator Salvation no tengan piel. Les da un aspecto más fiero.

El valle de los robots obsoletos

Steven Spielberg juega con distintos grados de valle inquietante en Inteligencia artificial.

El robot-niño interpretado por Haley Joel Osment es hiperrealista. El robot-gigoló interpretado por Jude Law recuerda a un muñeco de látex sofisticado.

En el bosque de los robots obsoletos, se ocultan robots cuyo aspecto nos hace recordar a muertos vivientes con cuerpos grotescamente mutilados.

Sonny y las leyes de la robótica

Sonny, la máquina protagonista de Yo, Robot (2004), aunque sensible y pacífica, tiene un rostro que desconcierta. Sonny tiene la piel blanca y pulida sin los volúmenes, los surcos y las imperfecciones de la piel humana. Por esto nos recuerda a una persona con apenas tiempo de vida tras una larga agonía. Es un aspecto que rechazamos porque huimos de aquello que nos recuerde que somos mortales.

Así se crea en el espectador una desconfianza hacia el robot que beneficia a la historia. Nos identificamos con el reparo que siente Will Smith por la máquina.

Sencillamente, Ava

El guionista y director Alex Garland sabe cómo jugar con el público en Ex Machina (2015) empleando el valle inquietante.

Ava, la protagonista robótica, tiene un rostro hermoso y cálido, demasiado humano.

La parte posterior de su cabeza y los elementos transparentes de su cuerpo nos recuerdan que es artificial. Las partes robóticas, en lugar de crear rechazo, despiertan un sentimiento cálido, quizá por su líneas redondeadas. Es la evolución de la estética de María de Metrópolis.

Consideramos que Ava es una muchacha desvalida, frágil y necesita protección.

Con estos ejemplos vemos que la fallida apariencia humana recuerda a cuerpos y rostros demacrados, deformes, destrozados o que recuerdan a la agonía de la enfermedad. Un problema que pronto conoceremos y que el cine descubrió ya desde sus orígenes.

Fuente: Yorokobu

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