jueves, 2 de mayo de 2024

El mundo es un gran teatro: cuando los hablantes se animan a romper la cuarta pared


William Shakespeare, en su Como gustéis, ya lo dijo claramente: “el mundo es un gran teatro y los hombres y mujeres son actores”. Sinceramente, estoy completamente de acuerdo en esto. Y así, igual que en el teatro, cuando hablamos con los demás entran en juego dos niveles distintos que a veces se superponen. Por una parte, está lo que estamos diciendo, que podría considerarse como el texto de los actores y las actrices en escena. Pero, por otra, está el propio hecho de que estamos ahí, con los demás, hablando; de alguna manera, este estar ahí hablando se podría relacionar con la actuación teatral. Si aceptamos esto podríamos explicar por qué en muchas ocasiones los hablantes actuamos como la gente del teatro y nos dedicamos a romper la cuarta pared. Sí, a dejar la escena por un momento y hablar de la propia representación, o, en nuestro caso, de nuestro papel como hablantes.

Pensemos, por ejemplo, en los adverbios modales. Lo normal es que expresen cómo ha sucedido esto que estamos contando, como cuando digo que María trabaja duramente o que Mi hijo ha llegado tranquilamente en tren. Estos adverbios son, si os ha gustado la metáfora, parte del texto de lo que estoy contando porque hablan concretamente de “cómo trabaja María” o de “cómo ha llegado mi hijo en tren”. Qué distintos son, sin embargo, otros adverbios en -mente como cuando digo: Lamentablemente, María trabaja mucho. En esta ocasión, el adverbio no habla de cómo trabaja María, sino de qué me parece a mí, que os lo estoy contando, que María trabaje mucho. En cierto modo es como si hiciera un aparte y os contara mi opinión. Como si dijera: María trabaja mucho y eso a mí me parece lamentable.

Estos adverbios en -mente no son los únicos que rompen la cuarta pared. Por el contrario: existen muchos más ejemplos. Pensemos en las oraciones condicionales. En principio, sirven para establecer en qué condiciones es verdad lo que estoy diciendo. Así, cuando les decía a mis hijos: Si no tenéis muchos deberes, nos vamos a merendar al parque, la oración condicional limitaba las posibilidades de que fuéramos a merendar al aire libre. Los días que tenían muchos deberes, no íbamos; los que no, sí. De este modo, estas condiciones eran parte de lo que estaba diciendo, sin más. Pero ¿qué ocurre cuando ahora, que son ya mayores, les digo cosas como: Si tienes hambre, hay carne en la cocina? Obviamente, que tengan hambre no repercute en que la carne esté o no en la cocina. Se trata de otra cosa. De nuevo, estamos rompiendo la cuarta pared, pues estamos comentando nuestra propia sugerencia. Es como si nos alejáramos de la escena principal (hay carne en la cocina) y comentáramos: Lo digo por si tiene hambre. Es decir, solo en el caso de que tenga hambre, nuestra sugerencia estará justificada.

Un ejemplo más: las oraciones causales. De nuevo en este caso uno espera que establezca una relación lógica con el resto del enunciado, como cuando digo Juan no ha venido porque está enfermo y todos entendemos que la enfermedad de Juan es la razón de que no esté con nosotros, de tal modo que, si no estuviera malo habría venido. Pero ¿qué ocurre cuando decimos cosas como Ha llovido porque el suelo está mojado? Aquí que el suelo esté mojado no es la razón por la que ha llovido (más bien es la consecuencia). De nuevo, estamos mezclando los dos niveles. En el texto del actor pone ha llovido y nosotros damos dos pasos a un lado, desaparecemos del centro del escenario y hacemos un comentario (lo sé porque el suelo está mojado).

En todos estos casos, y en otros que podréis imaginar vosotros mismos, estamos ante lo que los gramáticos llaman adjuntos a la enunciación. Qué curioso, ¿verdad? Todos nos sentimos en ocasiones actores en el loco teatro del mundo, lo que no todos sabíamos es que las gramáticas de las lenguas lo tenían tan incorporado. No debería sorprendernos. Y es que, volviendo de nuevo a Shakespeare, ya nos dijo en La Tempestad que los humanos “estamos hechos de la misma materia que los sueños”.

Fuente: Letras Libres

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