Sal Khan, director general de Khan Academy, ofreció una apasionante charla TED la primavera pasada en la que predijo que los chatbots de inteligencia artificial pronto iban a revolucionar el ámbito educativo.
“Estamos en la cúspide del uso de la IA para lo que quizá sea la transformación más grande e importante que haya ocurrido en la educación”, afirmó Khan, cuyo grupo educativo sin fines de lucro ha dado clases en línea a millones de estudiantes. “Y lo haremos ofreciéndole a todos los estudiantes del planeta un increíble tutor personal de inteligencia artificial”.
Los videos de la conversación sobre el bot tutor de Khan acumularon millones de reproducciones. Poco después, los ejecutivos del sector tecnológico, entre ellos Sundar Pichai, director ejecutivo de Google, empezaron a hacer predicciones similares en el campo educativo.
“Creo que, con el paso del tiempo, podemos darles a todos los niños y personas del mundo —independientemente de dónde se encuentren o de dónde provengan— acceso al tutor de IA más poderoso”, afirmó Pichai en un pódcast de Harvard Business Review unas semanas después de la charla de Khan. (El año pasado, Google presentó un chatbot de inteligencia artificial llamado Bard. Además, donó más de 10 millones de dólares a la Khan Academy).
La visión de Khan de los robots tutores proviene en parte de un sueño que tuvo Silicon Valley durante décadas: plataformas de enseñanza automatizadas que personalizan las clases al momento para cada estudiante. Los defensores aseguran que desarrollar dichos sistemas ayudará a cerrar las brechas de logros en las escuelas al ofrecer enseñanza pertinente e individualizada a los niños con mayor rapidez y eficiencia que los profesores humanos.
En la búsqueda de dichos ideales, a lo largo de los años las empresas tecnológicas y filantrópicas han instado a las escuelas a adquirir una computadora portátil para cada niño, han abogado por plataformas de tutoriales en video y han financiado aplicaciones de aprendizaje que personalizan las clases de los estudiantes. Algunas intervenciones en línea sobre matemáticas o literatura han reportado efectos positivos. Pero muchos esfuerzos tecnológicos para la educación no han demostrado reducir mucho las brechas de logros académicos o mejorar los resultados de los estudiantes como los índices de graduación del bachillerato.
Ahora, la propagación de las herramientas de IA generativa como ChatGPT, que puede proporcionar respuestas a preguntas de biología y capaz de generar informes de lectura de libros que parecen escritos por humanos, está renovando el entusiasmo por la educación automatizada, aun cuando los críticos advierten que no hay evidencias que sustenten la idea de que los robots tutores transformarán la educación para bien.
Las plataformas de aprendizaje en línea como Khan Academy y Duolingo han integrado tutores de chatbot de IA con base en GPT-4. Ese es un gran modelo de lenguaje, desarrollado por OpenAI, que está alimentado por bases de datos de textos gigantescas y puede generar respuestas ante prompts o instrucciones del usuario.
Además, algunos ejecutivos del ámbito tecnológico prevén que, con el tiempo, los profesores robots tendrán la capacidad de responderles a los estudiantes e inspirarlos como lo hacen los queridos profesores humanos.
“Imagínate que pudieras darles ese tipo de profesor a todos los estudiantes las 24 horas del día, los 7 días de la semana, cuando quisieran y gratis”, aseveró Greg Brockman, presidente de OpenAI, el verano pasado en un episodio del pódcast Possible. (El coanfitrión del pódcast es Reid Hoffman, uno de los primeros inversionistas en OpenAI). “Sigue siendo un poco ciencia ficción”, añadió Brockman, “pero es mucho menos ciencia ficción de lo que solía ser”.
Al parecer, la Casa Blanca está convencida. En una orden ejecutiva reciente sobre inteligencia artificial, el presidente Joe Biden le instruyó al gobierno “moldear el potencial de la IA para transformar la educación mediante la creación de recursos para apoyar a los educadores que despliegan herramientas educativas habilitadas por la IA, como la tutoría personalizada en las escuelas”, según una hoja informativa de la Casa Blanca.
Aun así, algunos investigadores de la educación afirman que los centros educativos deberían desconfiar del revuelo alrededor de la enseñanza asistida por IA.
En primer lugar, señalan que los chatbots de IA inventan cosas sin reparos y podrían darles a los alumnos información falsa. Convertir las herramientas de IA en un pilar de la educación podría poner a las fuentes poco fiables en la categoría de autoridades en el aula. Los críticos también afirman que los sistemas de IA pueden tener sesgos y a menudo ser vagos, lo que impide a profesores y alumnos comprender exactamente cómo elaboran sus respuestas los chatbots.
De hecho, las herramientas de IA generativa pueden tener efectos perjudiciales o “degenerativos” en el aprendizaje de los alumnos, señaló Ben Williamson, profesor del Centro de Investigación en Educación Digital de la Universidad de Edimburgo.
“Hay prisa por proclamar la autoridad y la utilidad de este tipo de interfaces de chatbot y de los modelos lingüísticos subyacentes que las alimentan”, afirmó Williamson. “Pero aún no existen pruebas de que los chatbots de IA puedan producir esos efectos”.
Otra de las preocupaciones es que el revuelo alrededor de los tutores chatbot de IA no probados podría desviar la atención de intervenciones más tradicionales centradas en el ser humano —como el acceso universal a la educación preescolar— que han demostrado aumentar los índices de graduación de los estudiantes y la asistencia a la universidad.
También hay preocupaciones de privacidad y propiedad intelectual. Muchos grandes modelos lingüísticos se alimentan a partir de enormes bases de datos de textos extraídos de internet, sin compensar a sus creadores. Esto podría ser un problema para los profesores sindicalizados, preocupados por una remuneración laboral justa. (En fechas recientes, The New York Times demandó a OpenAI y Microsoft por esta cuestión).
También preocupa que algunas empresas de IA puedan utilizar los materiales que introducen los educadores o los comentarios que hacen los alumnos para sus propios fines comerciales, como mejorar sus chatbots.
Randi Weingarten, presidenta de la Federación Estadounidense de Profesores, que cuenta con más de 1,7 millones de miembros, dijo que su sindicato estaba trabajando con el Congreso en regulaciones para ayudar a garantizar que las herramientas de IA sean justas y seguras.
“Los educadores utilizan la tecnología educativa todos los días y quieren tener más poder de decisión sobre cómo se despliega la tecnología en los salones de clases”, aseveró Weingarten. “El objetivo aquí es promover el potencial de la IA y protegerse de los graves riesgos”.
Esta no es la primera vez que los reformadores de la educación han defendido las herramientas de enseñanza automatizadas. En la década de 1960, sus defensores predijeron que los dispositivos mecánicos y electrónicos llamados “máquinas de enseñanza” —que estaban programados para hacer preguntas a los estudiantes sobre temas como ortografía o matemáticas— iban a revolucionar la educación.
Popular Mechanics capturó el zeitgeist en un artículo de octubre de 1961 titulado: “¿Los robots serán los profesores de tus hijos?” . Este describía “una serie de enseñanzas automáticas experimentales” que se extendieron por escuelas de todo Estados Unidos en las que los estudiantes trabajaban de forma independiente, ingresando respuestas en los dispositivos a su propio ritmo.
El artículo también advertía que las novedosas máquinas planteaban algunas preguntas “profundas” para los educadores y los niños. ¿Se convertiría el maestro en “simplemente una niñera glorificada”? Preguntaba el artículo. Y: “¿Qué efecto tiene la enseñanza automátizada sobre el pensamiento crítico de los estudiantes?”
Engorrosas y didácticas, las máquinas de enseñanza resultaron ser una sensación a corto plazo en las aulas, a la vez sobrevaloradas y temidas de forma exagerada. El lanzamiento de nuevos bots de IA educativos ha seguido una narrativa similar sobre posibles transformaciones y daños a la educación.
Sin embargo, a diferencia de las antiguas máquinas de enseñanza del siglo XX, los chatbots de IA parecieran improvisar. Generan respuestas instantáneas a estudiantes individuales en lenguaje conversacional. Eso significa que pueden ser divertidos, atractivos e interesantes.
Algunos entusiastas prevén que los robots tutores de IA se conviertan en compañeros de estudio a los que los alumnos puedan consultar tranquilamente sin avergonzarse. Si las escuelas adoptaran ampliamente este tipo de herramientas, podrían modificar profundamente la manera de aprender de los niños.
Esto ha inspirado a algunos antiguos ejecutivos de las grandes empresas tecnológicas a pasarse a la educación. Jerome Pesenti, exvicepresidente de inteligencia artificial de Meta, fundó en fechas recientes un servicio de tutoría llamado Sizzle A.I. El chatbot de IA de la aplicación utiliza un formato de opción múltiple para ayudar a los estudiantes a resolver problemas de matemáticas y ciencias.
Por su parte, Jared Grusd, exdirector de estrategia de la empresa de redes sociales Snap, cofundó una empresa emergente de escritura llamada Ethiqly. El chatbot de inteligencia artificial de la aplicación puede ayudar a los estudiantes a organizar y estructurar sus ensayos, así como darles su opinión sobre su redacción.
Khan es uno de los defensores más visibles de los bots de tutoría. Khan Academy presentó el año pasado un chatbot de IA llamado Khanmigo específicamente para uso escolar. Está diseñado para ayudar a los estudiantes a pensar y resolver problemas de matemáticas y otras asignaturas, no para hacer el trabajo escolar por ellos.
El sistema también almacena las conversaciones que los alumnos mantienen con Khanmigo para que los profesores puedan revisarlas. El sitio advierte claramente a los usuarios: “En ocasiones, Khanmigo comete errores”. Colegios de Indiana, Nueva Jersey y otros estados están probando el chatbot tutor.
La visión de Khan de los bots de tutoría se remonta en parte a libros populares de ciencia ficción como La era del diamante, una novela ciberpunk de Neal Stephenson. En esa novela, un dispositivo imaginario parecido a una tableta es capaz de enseñarle a una joven huérfana exactamente lo que necesita saber en el momento exacto, en parte porque puede analizar instantáneamente su voz, su expresión facial y su entorno.
Khan predijo que dentro de cinco años aproximadamente, los bots de tutoría como Khanmigo podrán hacer algo similar, con salvaguardas de privacidad y seguridad establecidas.
Fuente: NYT
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