Cerca de un 6% de la población ya consume alta cultura de forma digital. De ellos, algo menos de la mitad lo hace exclusivamente a través de este medio, lo que significa que la tecnología está ofreciendo nuevas oportunidades para disfrutar de expresiones culturales como el teatro, la danza o el ballet y reduciendo las barreras económicas de acceso. Sin embargo, la tecnología también está reproduciendo formas tradicionales de exclusión –como la relativa al nivel de educación– y creando otras nuevas, como la brecha digital.
Así se desprende de un reciente estudio elaborado por los investigadores de la Universitat de València Juan de Dios Montoro Pons y Manuel Cuadrado García, donde se analizan las barreras y oportunidades que está generando el entorno digital en aquellos espectáculos adscritos al a cultura de élite –teatro, danza, ópera, música clásica o zarzuela–. Un ámbito, según advierten, que todavía está muy lejos de caer bajo el dominio del entorno digital como ya ocurre con el cine o la música popular: según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, un tercio de la población en España reconoce haber acudido a algún evento de alta cultura. En el caso del consumo digital, el porcentaje es cinco veces menor.
Estas cifras se unen a otras variables socioeconómicas que demuestran la lenta ruptura que todavía está experimentado el ámbito de la cultura de élite, donde los canales tradicionales siguen siendo mayoritarios y están adscritos a un público de mayor edad, por encima de los 40 ó 50 años.
Frente a ello, el surgimiento del entorno digital está provocando un descenso de los puntos de inflexión de consumo, que a través de internet se sitúan en los 29-35 años, bastante por debajo de la media que arroja la participación física en alta cultura y que puede encontrar explicación en una brecha digital vinculada a la edad.
El consumo a través de nuevas tecnologías también está atenuando las diferencias socioeconómicas en el nivel de acceso a estas expresiones artísticas. Así, mientras que el desempleo, muy relacionado con el nivel de recursos con los que cuenta la población, ha tendido a reducir significativamente el consumo de alta cultura, en el ámbito digital el impacto de estas situaciones se ha demostrado bastante menor.
Por su parte, el nivel de estudios sigue siendo una barrera que se traslada de una forma de consumo a otra. Esto significa que, a mayor nivel educativo, mayor consumo de alta cultura tanto de en los formatos tradicionales como a través de las plataformas digitales.
Algo parecido ocurre con los determinantes geográficos, por mucho que internet pueda parecer una salvaguarda ante la distribución espacial de la oferta. De esta forma, el tamaño del municipio de residencia sigue afectando al nivel de consumo incluso si este se hace a través de internet, lo que puede sugerir problemas de conectividad o de acceso a la red en determinados lugares así como la existencia de brechas digitales relacionadas con la formación y capacitación de la población.
El estudio también hace hincapié en los cambios de las diferencias género dentro de las distintas vías de consumo de alta cultura. La mayor presencia femenina dentro del formato tradicional desaparece en la vía tecnológica, lo que según el documento también puede esconder una brecha de género en los usos de internet.
Por último, los autores apuntan a dos tendencias destacadas para valorar la incorporación de formato digital a la alta cultura: por un lado, la interdependencia de las decisiones de consumo que lleva a “que los individuos que participan en un ámbito incrementan la probabilidad de participar en el otro”. Esto, advierten, podría facilitar el acercamiento de nuevos públicos. Por otro, también se apunta al riesgo del efecto de sustitución que puede desencadenar internet, reduciendo la afluencia de público a espectáculos en vivo.
Imagen: Cadena Ser
Fuente: ctxt.es
No hay comentarios.:
Publicar un comentario