“Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo”, escribió Manuel Chaves Nogales (1897-1944). Hoy en día se elogia esa actitud, que obedece a la determinación de no deshumanizar al adversario, pero durante años se consideró que constituía una vergonzosa forma de no mancharse con el barro de la historia.
Se olvidaba que Chaves Nogales nunca permaneció al margen de los acontecimientos. Su repugnancia hacia la violencia jamás afectó a sus convicciones republicanas. Manuel Chaves Nogales. Barbarie y civilización en el siglo XX, la biografía de Francisco Cánovas Sánchez, narra con rigor y nitidez la tragedia del periodista sevillano, odiado con idéntico fervor por fascistas y revolucionarios.
Chaves Nogales se definió a sí mismo como un pequeño burgués de convicciones liberales. No ignoraba que esa posición le convertía en un “exiliado en potencia”, pues solo una pequeña minoría incomprendida había abogado por el Estado de derecho en un país con una larga tradición de intolerancia y fanatismo. Chaves Nogales no se equivocaba.
Su compromiso con la libertad y la democracia no le dejó otra alternativa que exiliarse. Cuando el gobierno republicano se trasladó a Valencia, se marchó a París. La ocupación alemana de Francia le obligó a un nuevo exilio, esta vez en Londres. Desde allí, continuó luchando contra el expansionismo nazi mediante artículos de prensa, pero una peritonitis acabó con su vida el 4 de mayo de 1944. Consciente de su gravedad, el periodista lamentó dejar el mundo sin poder contemplar la derrota de Hitler.
Francisco Cánovas Sánchez nos recuerda que desde su juventud Chaves Nogales condenó el caciquismo y las gravísimas desigualdades sociales. Ya en sus primeros artículos, advirtió que las elites económicas se aferraban a sus injustos privilegios y los campesinos y los obreros, explotados sin piedad, respondían a los agravios con una violencia estéril. Hijo de un periodista y académico, Manuel tuvo que abandonar sus estudios universitarios cuando su padre falleció prematuramente, pero eso no le impidió colaborar con la prensa local.
En sus primeros textos ya se aprecian, según Cánovas Sánchez, los incipientes rasgos de un estilo que se caracterizará por «la atención a lo que sucede en la calle, la escritura cuidada y la mirada analítica y crítica«. Tras instalarse en la capital, Chaves Nogales comenzó a trabajar para El Heraldo de Madrid, en el que colaboraban, entre otros, Pío Baroja, Ramón Pérez de Ayala y Concha Espina.
Combinó el columnismo, con los relatos y los reportajes. Fue uno de los primeros periodistas españoles que utilizaron la aviación. En 1928, recorrió los cielos europeos, realizando un viaje de 16.000 kilómetros. “La aviación ha empequeñecido el mundo”, escribió. Gracias a ella, la Tierra había adquirido «la medida de lo humano».
Desde la primera hora, Chaves Nogales apoyó el proyecto republicano. En 1927 ingresó en una logia masónica, adoptando el nombre simbólico de “Larra”, una de sus referencias intelectuales. Pensaba que no era suficiente informar. Además, había que educar, hacer pedagogía para que surgiera una conciencia crítica. Un buen periodista no podía cumplir esa misión sin viajar. No se podía escribir de oídas. Había que conocer las cosas de primera mano. “Andar y escribir es mi oficio”, escribió Chaves Nogales. Dispuesto a ser fiel a su divisa, viajó a la Unión Soviética, la Italia fascista y la Alemania nazi.
En la Rusia bolchevique, descubrió un despotismo digno de los zares. En Italia y Alemania, un autoritarismo impregnado de fantasías expansionistas. En 1930, se incorporó a la redacción del periódico Ahora, un medio identificado con la política de centro-izquierda promovida por Manuel Azaña. Chaves Nogales deploró los sucesos de Casas Viejas y condenó la Revolución de Asturias. La justicia social no prosperaría con insurrecciones, sino con las reformas de un régimen democrático.
Aunque no era aficionado a la tauromaquia, escribió una memorable biografía sobre Juan Belmonte, fascinado por la cultura y la personalidad del matador de toros. Su nombramiento como director de Ahora en julio de 1936 coincidió con la transformación del periódico en un foco de resistencia y propaganda. Sobrecogido por la violencia de los sublevados, que bombardeaban a la población civil, y las represalias de las milicias populares, que sembraron las afueras de Madrid de cadáveres, se marchó a París, convencido de que “todo estaba perdido”.
El proyecto de la República había fracasado. Chaves Nogales reflejó su desencanto en una serie de nueve relatos ambientados en la guerra civil que agrupó bajo el título: A sangre y fuego. Héroes, mártires y bestias en España. En el prólogo, escribió: “Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario”. En 1938, amplió su visión del conflicto con Los secretos de la defensa de Madrid, donde elogiaba al general Miaja por su genio militar y por frenar los crímenes perpetrados por grupos de incontrolados en la retaguardia republicana.
Durante la batalla de Inglaterra, Chaves Nogales siguió escribiendo artículos y realizando alocuciones radiofónicas. Los bombardeos no interrumpieron su trabajo. Rehusaba acudir a los refugios, pues no quería separarse de su mesa. La biografía de Cánovas Sánchez es un impecable retrato de un hombre honesto y valiente, que puso su talento como escritor y periodista al servicio de la República.
Chaves Nogales no fue neutral ni equidistante, sino fiel a sus ideas, sin preocuparse de las consecuencias personales. Siempre se mantuvo en la órbita del centro-izquierda y alentó la esperanza de que la derrota del Eje significaría el fin del franquismo. Se ha dicho que la Tercera España es un invento de la derecha, pero lo cierto es que todos sus representantes pertenecen al ámbito de la izquierda republicana. No hubo nada similar en el otro bando. Chaves Nogales identificó fascismo y comunismo.
Imagen: La Sexta
Fuente: Inmediaciones
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