A la polémica le gusta exagerar los conflictos, llevarlos al límite del antagonismo. Ese carácter irreconciliable inspira a Ruth Amossy para desarrollar su defensa. En libros como Apología de la polémica o La presentación de sí (Editorial Prometeo), la semióloga belga sistematiza esta forma discursiva como un personaje a retratar. La voz de la controversia propicia los vínculos sociales, es la idea misma de comunidad en batalla permanente.
Amossy, profesora de la Universidad de Tel Aviv, asume cada crítica que el intercambio polémico despierta en una época donde el conflicto social es visto como una falencia que el consenso deberá corregir. El ejercicio que propone piensa la polémica como el lenguaje donde mejor se expresan las relaciones de fuerza. Amossy, que visitó Buenos Aires para dictar el seminario “El discurso público, entre la argumentación y la polémica” en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), identifica en la intervención que hace posible el desacuerdo un modo de habitar la democracia a partir de un discurso participativo que incluye actores inesperados. En la argumentación, pero también en la implicancia y en la palabra arrebatada que la polémica promueve, surgen las singularidades de una política de la presencia.
–¿Podríamos decir que en las sociedades contemporáneas la articulación entre el intercambio polémico y la movilización es lo que permite las transformaciones sociales?
–En una sociedad democrática se suele decir que tenemos que llegar a un consenso para evitar la violencia. El problema de la polémica es que no logra poner a la gente de acuerdo y, por esta razón, solemos considerarla un fracaso pero nos damos cuenta que estos intercambios polémicos pueden tener otra función. Hace tiempo que los sociólogos vienen marcando el desacuerdo como el motor del cambio social. Lo que sostengo en mis libros es que sin la función de protesta, propia de la polémica, no puede haber cambios importantes. El problema es saber cómo canalizar esa protesta violenta para que no desborde y no se convierta en violencia física porque ese es el verdadero fracaso. Esta es una de las discusiones que hay hoy en Francia en torno al movimiento de los Chalecos Amarillos.
–En general los conflictos no se resuelven por medio del consenso, lo que termina ocurriendo es que una postura triunfa sobre la otra.
–La politóloga Chantal Mouffe dice que hay que pensar en términos de adversario y no de enemigo porque el enemigo es alguien a quien puedo destruir. El adversario es alguien que tiene una posición contraria a la tuya pero tiene derecho a expresarla. En sociedades donde siempre hay conflictos, hay que encontrar un modo de gestionarlos. Para mí, la polémica es uno de estos modos ya que aparece como un sustituto del debate que no llega a un acuerdo. La polémica consiste en una confrontación que permanece en el plano verbal. Yo vivo en un país pequeño como Israel, donde hay divisiones políticas y religiosas muy fuertes pero toda esa gente debe vivir junta en el mismo espacio sin violencia física. Lo ideal sería que pudieran debatir, pero a veces el debate no llega a resultados debido a que los desacuerdos son profundos. La polémica no tiene una solución. El tribunal decide, la política decide, siempre gana alguien pero la polémica no se termina. Entonces, las minorías que perdieron pueden igual continuar haciendo oír su voz. Incluso cuando hay una decisión tomada, la libertad de palabra que habilita la polémica permite que se pueda seguir intentado convencer a los demás.
–¿La polémica puede modificar momentáneamente las relaciones de fuerza cuando un sector relegado logra protagonismo y consigue cierta incidencia en las decisiones políticas?
–Absolutamente. Siempre en la polémica está la creación de un ethos colectivo, una imagen del grupo. Hay muchos actores en la polémica pero en general hay dos polos, el proponente y el oponente y los demás actores, muy diversos, tienden a agruparse en estos dos polos que son en sí mismos actantes. Cada uno de estos actantes construye una imagen de sí mismo y del grupo que se deja ver en el espacio público. Ahora tenemos Internet, los foros de discusión, las redes sociales. El ciudadano común puede implicarse en discusiones políticas, no es más un actor pasivo, puede devenir activo en la escena política con sus reivindicaciones. Para ver en qué medida la polémica puede dar vuelta y alterar las relaciones de fuerza debe ser acompañada por movimientos sociales. Habría que estudiar la relación entre la polémica y los movimientos sociales porque no son lo mismo. Hay movimientos sociales que son acompañados por una polémica y también hay una retórica en el movimiento social .
–Usted defiende los comentarios de los foros y redes que suelen ser bastante cuestionados…
–En las redes sociales no solo hay insultos. Por ejemplo, en el seminario estuvimos viendo una polémica en torno a la figura de Emmanuel Macron. El presidente de Francia dijo en la CNN, después de dictar el proyecto de flexibilización laboral en el año 2017 , “lo lamento por los que protestan pero la democracia no es la calle” cuando le preguntaron por las manifestaciones en contra de la ley. Yo vi en los blogs y los foros de discusión una polémica a favor y en contra de Macron en torno a la definición de democracia ¿Qué es la democracia? ¿ La calle? ¿Las manifestaciones? ¿Los votos? Es muy interesante que la gente se tome el trabajo de escribir en un foro de discusión y confrontar para defender una definición de democracia. Como la polémica exacerba los conflictos, en vez de calmarlos, todo el mundo se siente interpelado, la gente se implica y esto no sucede en un espacio privado con tu familia, con tus amigos, sucede en el espacio público con gente que no conoces.
–Usted menciona al sociólogo alemán Georg Simmel que veía en el conflicto un modo de establecer un vínculo social. Algo similar ocurrió en torno a la discusión sobre el aborto en la Argentina donde también se creó una idea de comunidad
–Una comunidad que se formó alrededor de una causa. La ley no se aprobó pero la polémica no terminó. Y esa es otra de las funciones de la polémica, genera vínculos sociales porque personas que no se conocen pueden discutir, pueden confrontar en un intercambio antagónico. Hay instituciones que regulan la vida de un país pero no pueden regular las polémicas, los debates. Se suele culpar a la polémica por exacerbar los conflictos pero le da mayor visibilidad a sectores relegados, llama la atención de la gente y les permite actuar
–¿Entonces por qué se presenta a las sociedades con menor nivel de conflicto como ideales o ejemplares?
–Estuve en un simposio en Costa de Marfil y me preguntaron ¿Cómo podemos tener una verdadera polémica en un país donde no tenemos libertad para expresarnos? La polémica tiene que ver con las características de un régimen democrático. En los países emergentes, la polémica suele ser muy problemática y en los países que no son democráticos, no existe. Donde no hay polémica no hay realmente una democracia. Tiendo a pensar que el debate y la polémica son características propias de la democracia donde se valoriza la diversidad y se autoriza la diferencia: necesariamente van a existir puntos de vista en conflicto.
Fuente: Clarin
No hay comentarios.:
Publicar un comentario