El error es usualmente considerado como algo malo, algo que denota la ineptitud de parte de los alumnos, haciendo que, el hecho de equivocarse sea visto por éstos como un tabú. El error es fundamental para que los niños puedan aprender, ya que se les puede “enseñar” que existen algunas acciones o situaciones impredecibles, de las cuales nadie está exento de que ocurran. Por ello, hoy se hace perentorio cambiar este paradigma, hacia la necesidad de considerar el error como la puerta del aprendizaje.
Giordan, (1985). En el interés didáctico de los errores de los estudiantes, sostiene que el problema del error, se vincula al problema de la verdad y de la fuente última del conocimiento. Doctrina propuesta por Sócrates, según la cual el hombre puede errar individual y colectivamente; pero debe aspirar a la verdad objetiva examinando sus errores mediante la autocrítica y la crítica racional
En este mismo sentido, Jean Pierre Astolfi, (2000) afirma que “solo dejan de equivocarse los que no hacen nada”. La vida diaria de los seres humanos está llena de errores. Toda persona comete errores, es decir, se equivoca al no hacer lo correcto en las diferentes actividades que realiza. Suele pasar la mayoría de las veces sin darse cuenta de que es un error, por lo que se sigue haciendo hasta que llegan las consecuencias. Sin embargo cada error tiene un aprendizaje.
La visión que se da al error en las instituciones educativas cambia por completo. Cuántas veces se hace del error una fuente de angustia, de estrés y hasta de violencia. En cuántas ocasiones se pregunta, o se pasa a un alumno al tablero, y con el simple tono de voz que se utiliza, causa situaciones en los estudiantes que se podrían traducir en un olvido de la respuesta, causado por el temor que se infunde o el miedo a cometer errores. Además, como existe ésa contienda permanente que pretende que cada grupo sea el número uno, el que mejor se desempeña, el que sería el reflejo de lo que se espera del mundo ideal; perfecto para el maestro, entonces, no se consiente la idea de caer en el error.
Es oportuno considerar, el hecho que el alumno se equivoque y que tenga consciencia de ello, porque esto sirve como punto de partida para enfocar el rumbo del proceso escolar. Es más importante enseñar a conciencia, para saber qué aprenden los estudiantes. Además, es tiempo de acabar con el síndrome del marcador rojo, utilizado para resaltar lo malo, por la rotulación que produce en los estudiantes, mucho menos que reciten lo que aprenden, sabiendo que se puede aprender del error, de la misma manera en que la práctica hace al maestro. Pues nadie es perfecto. Así que es tiempo de dejar de lado la idea de que los errores en el proceso de enseñanza y aprendizaje son uno de los mayores problemas que afronta la educación, ya que se puede hacer del error una nueva manera de acceder al conocimiento.
Neus Sanmartí, (2000) en El error en el proceso de enseñanza, sugiere estimular la expresión del error mediante un clima de aula no amenazador, donde no exista ese sumergimiento al fallo, que toda cultura castiga por haberlo cometido. A cambio, exhorta a brindar la oportunidad a quien aprende, para que pueda participar con libertad, donde sienta que sus ideas son escuchadas, donde pueda desarrollar capacidades, que propendan por la superación de estos obstáculos.
Así queda un gran desafío para la academia escolar en cuanto a metodología y didáctica se refiere, para utilizar el error que cometen los estudiantes como materia prima del desarrollo del aprendizaje. Pero esto requiere una postura profesional del docente, que reflexione respecto a las prácticas y métodos que se utiliza en el aula, pues, de alguna manera inciden en el tipo de errores que cometen los estudiantes, por ello, se debe dar sentido al aprendizaje, marcando la diferencia entre lo que se aprende de manera significativa y entre una decepción escolar.
Fuente: http://blog.tiching.com
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