La democracia, habitualmente el gobierno de la mayoría a través de sus representantes electos, está experimentando una gran crisis. Desde al menos el siglo V antes de Cristo en la polis ateniense, las sociedades humanas han experimentado con la democracia. Si la democracia es escalable o no, continúa siendo una pregunta abierta que puede ayudar a comprender el actual recelo hacia las instituciones democráticas y el aumento del populismo. El gobierno de la mayoría constituye una narrativa poderosa que se alimenta cada cierto tiempo mediante elecciones. En su obra Against Elections, el historiador cultural Van Reybrouck afirma que las elecciones nunca fueron concebidas para hacer posible la democracia, más bien al contrario, constituyeron una herramienta diseñada por aquellos que estaban en el poder para evitar “el gobierno de la multitud”. Las elecciones crearon una nueva élite y el poder permaneció en manos de una minoría, en esta ocasión, dotada de legitimidad democrática.
Si bien resulta indudablemente cierto que el sufragio universal constituye una realidad, hubo que esperar hasta 1920 para que el sufragio para hombres de color fuera enmendado en los Estados Unidos y solo una nación del mundo (Finlandia) permitía que las mujeres votaran en 1906.
Si se presta atención al inmenso papel que cumplen los donantes políticos, queda claro que la minoría más rica sigue gobernando. Existen precedentes históricos que demuestran que el poder de la minoría (no necesariamente rica) impone su pensamiento frente a una mayoría más heterogénea. Por ejemplo, como señaló Taleb, los primeros cristianos terminaron imponiéndose sobre grupos mucho más numerosos pero menos recalcitrantes. Un evento más reciente que apoya este punto de vista es el que encontramos en las leyes sobre evasión de impuestos. El Consejo Europeo, en aquellos momentos dirigido por Mario Monti, estableció que la evasión fiscal constituye un problema de competencia, lo que significa que está sujeto a la norma de unanimidad en el Consejo. En términos prácticos, esto significa que un solo miembro del Consejo, por ejemplo Irlanda, puede utilizar simplemente su derecho de veto para bloquear cualquier cambio que pudiera socavar los intereses de, por ejemplo, las filiales irlandesas de Apple.
Capitalismo y democracia: la ruptura del binomio
La crisis financiera de 2008 ha modificado la percepción de la naturaleza complementaria de la democracia y el capitalismo que, anteriormente, se daba por supuesta. La creencia de que el capitalismo y la democracia van de la mano ya no resulta creíble. El concepto de nación es una ficción que necesita un flujo continuo de creyentes intergeneracionales. El Estado-nación asimiló con éxito grupos heterogéneos de personas bajo el estandarte de un lenguaje común y valores culturales compartidos. Pero hoy, esto parece constituir un fundamento bastante frágil como para resistir las fuerzas centrífugas que el capitalismo financiero impone al tejido social.
El capitalismo financiero aumenta la desigualdad en términos de riqueza y frena el poder de los representantes elegidos en las democracias. Las características del capitalismo financiero son la descentralización, la velocidad y la eficiencia de la información. Por el contrario, la democracia parlamentaria tiene la inercia de las burocracias de orden y control y es leal a mitos históricos desgastados (por ej., la nación). La actual ola de nacionalismo y populismo pone de manifiesto que el ser humano está ávido de elementos de control y quiere lograr la comprensión a través de la narrativa que lo interpela.
El capitalismo de mercado tiene ventaja sobre la política
Esto tiene que ver con su diseño, ya que la gobernanza democrática de hoy en día posiblemente no puede seguir el ritmo de la velocidad y la complejidad de las transacciones financieras. La ideología que la política puede y debe utilizar para domeñar al capitalismo financiero es inocente y, en gran medida, ilusoria. Junto a estas líneas, el teórico social hace referencia a “la compresión social del tiempo y el espacio”, “el imperio de la velocidad” o a “la desincronización”. Particularmente, merece la pena destacar la idea de desincronización. Cuanto más rápido es el sistema menos predecible resulta, ya que se repetirá a sí mismo más raramente (está desincronizado). Si el capitalismo financiero fuese una persona sería un playboy con un estilo de vida extenuante: su pasado no sirve de mucho a la hora de predecir su futuro. Por otro lado, la gobernanza democrática sería un sacerdote de la España rural que tiende a seguir el mismo patrón, la historia se repite (está sincronizada).
El problema fundamental de los sistemas financieros modernos es que se trata de sistemas que no están autorregulados y están en manos de sus propios mecanismos que, inevitablemente, crearán deuda en cantidades excesivas. Adair Turner aduce de manera convincente que la estabilidad financiera radica en la intersección entre la infinita capacidad de los bancos para crear nuevo crédito, dinero y poder de compra y el suministro escaso de los terrenos urbanos irreproducibles. La idea comúnmente aceptada de que los bancos son sitios en los que la gente se reúne y trae su dinero de tal manera que los mismos bancos puedan prestárselo a otros, por ejemplo, a los propietarios de negocios, está totalmente equivocada. Los bancos no hacen de intermediarios en relación con el dinero que ya existe, sino que crean dinero y poder de compra que anteriormente no existía. Los economistas del Bundesbank se han dedicado a aportar una explicación accesible acerca de cómo los bancos pueden crear dinero escritural efectuando simplemente un asiento contable.
Un mecanismo industrial en la era digital
El estado-nación no colapsará de la noche a la mañana, pero constituye un mecanismo de la era industrial en un mundo digital. Para no convertirse en algo obsoleto debería modificar su sistema operativo. Desde que el capitalista de riesgo Marc Andreessen acuñó la frase “el software está devorando el mundo”, la lógica del capitalismo financiero ha acelerado esta tendencia. Cinco compañías de software: Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google (“FANG”), suponen más del 10 % de la capitalización del índice S&P 500. Las industrias dominantes de hoy en día en el campo del ocio, la venta al por menor, las telecomunicaciones, el marketing y otros terrenos son empresas de software. Asimismo, el software tiene una participación cada vez más amplia en industrias que tradicionalmente han existido en el espacio físico, como es el caso de los fabricantes de automóviles y la energía. La educación y la salud han mostrado más resistencia al cambio empresarial basado en software, pero ya está en marcha una transformación muy profunda. Esto ya resulta visible en la creciente popularidad de los MOOC y los sistemas personalizados de monitorización de la salud.
Los negocios basados en software no solo tienen una cuota de mercado cada vez mayor, sino que, lo que resulta más importante, el software puede reprogramar el mundo. El Internet de las Cosas permitirá tener conectividad total de dispositivos inteligentes en una economía con costes masivamente deflacionarios en lo que respecta a la informática. La informática incluso podría llegar a ser gratuita. Esto tiene profundas consecuencias para los negocios, la industria y, lo que es más importante, para la forma en que los ciudadanos desean organizar la sociedad y el gobierno.
La innovación tecnológica más prometedora de los últimos años es la tecnología denominada Blockchain, un sistema de contabilidad encriptada y distribuida. Blockchain es un depósito de documentos universal y accesible gratuitamente, incluyendo la propiedad y los contratos de seguros, públicamente auditable y resistente a la manipulación y la corrupción por parte de intereses de ciertos grupos. Utilizando Blockchain resulta posible testear e implementar nuevas clases de modelos de gobernanza y servicios. Los tiempos están maduros para realizar una transformación fundamental basada en software en lo que respecta a la gobernanza. Si la democracia y la sociedad libre ignoran esto último, lo harán por su cuenta y riesgo.
Imagen: Sophimania
Fuente: OpenMind
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