Los gobiernos y los donantes internacionales intervienen con ayuda humanitaria cuando ocurren hambrunas. Cada año los países ricos donan en todo el mundo más de 130 mil millones de dólares no solo para alimentar a quienes pasan hambre, sino también para construir infraestructuras básicas y reducir las brechas en el acceso a la educación, la atención médica y el agua potable y saneamiento.
Todo ello tiene una importancia vital. Sin embargo, una de las inversiones más potentes que la comunidad del desarrollo podría efectuar no va destinada a los problemas de hoy, sino a la investigación que aborde los desafíos del mañana.
Se ha demostrado de forma consistente que un dólar gastado en investigación y desarrollo rinde algunos de los mayores beneficios sociales de entre otras formas de intervención de políticas. Un mayor gasto en I+D evitaría muchas de las habituales preocupaciones de los países donantes de “estar financiando la corrupción”. Y la investigación podría disminuir las grandes diferencias existentes en la base de conocimientos, para lo cual se requiere definir nuevos rumbos más allá de los temas populares de investigación, como la energía alternativa y las vacunas.
Pensemos en el hambre. No hay duda de que los donantes deben seguir proporcionando una red de seguridad para los países vulnerables. Pero necesitamos una visión de más largo plazo, que vaya más allá de la crisis de hoy o de los titulares de mañana.
La investigación realizada para el Consenso de Copenhague, el centro de estudios que dirijo, demuestra que invertir menos de 88 mil millones de dólares en I+D agrícola en todo el mundo desde hoy hasta 2050 aumentaría los rendimientos mundiales en 0,4 puntos porcentuales adicionales al año. Las cosechas extraordinarias resultantes y los menores precios de los alimentos salvarían del hambre a 79 millones de personas. Si sumamos los beneficios, ascenderían a tres billones de dólares. Cada dólar gastado en investigación generaría un retorno de 34 dólares.
Los principales donantes podrían marcar una gran diferencia en otras áreas. El Consenso de Copenhague ha estudiado las mejores oportunidades de I+D y el centro de estudios británico Policy Exchange acaba de publicar los resultados. Estos son relevantes no solo para el Reino Unido, que desde 1995 ha destinado solo el 0,9% de su ayuda en I+D, sino también para todos los países donantes.
Trabajamos con 32 de los mejores académicos y expertos del mundo para identificar casi 100 ideas de investigación que acelerarían los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, y 40 proyectos para los cuales se podría calcular una primera previsión de los beneficios y costos potenciales. Creemos que diez de estos proyectos merecen estar en la primera línea de la agenda del desarrollo.
Una idea consiste en investigar sobre cocinas más limpias. La contaminación del aire en interiores causada por cocinas y estufas es una de las mayores asesinas ambientales del mundo: la contaminación del aire del hogar mató a 2,9 millones de personas en 2015, y los costes anuales de sus efectos en la salud se estiman en cerca de 333 mil millones de dólares. Gastar solo 25 millones de dólares al año para crear cocinas que se adapten mejor a los hábitos culinarios del hogar e identificar cómo maximizar la adopción de soluciones más limpias de cocina para el conjunto de la comunidad, probablemente mejoraría en un 10-20% la absorción de las cocinas limpias. Ello sugiere que podrían salvarse entre 60.000 y 120.000 vidas cada año y que los beneficios equivaldrían a entre 250 y 500 veces el coste.
Otra cuestión que requiere un gasto importante en desarrollo de I+D es la violencia al interior de la pareja. Las víctimas anuales ascienden a más de 300 millones de mujeres, con un coste social anual que alcanza la alarmante cifra de 4,4 billones de dólares.
Es necesario centrarse especialmente en trabajar con los países africanos: la prevalencia de la violencia es más alta y los gobiernos tienen los menores recursos para abordar el problema. Los costos anuales de investigación se estiman en 100 millones de dólares aproximadamente, una cantidad considerable pero justificada por el gran tamaño y la complejidad del desafío.
Existe evidencia creciente de que los programas de educación para adolescentes pueden resultar eficaces para reducir la magnitud de la violencia en la pareja; se requiere poner a prueba este y otros enfoques en diferentes contextos. Nuestros investigadores estiman que hacerlo podría generar entre 45 y 450 dólares de beneficios por cada dólar gastado.
Una tercera idea es investigar tratamientos de asma más asequibles. La enfermedad está mayoritariamente controlada en los países desarrollados, pero para los pobres los inhaladores siguen siendo costosos y en general inaccesibles. Un desembolso relativamente pequeño de 10 millones de dólares podría generar avances que ayudarían a millones, generando eventualmente beneficios de hasta 600 dólares por cada dólar invertido.
El enfoque sobre el VIH se ha centrado en la profilaxis previa a la exposición y en el desarrollo de una vacuna. Sin embargo, una de las áreas menos exploradas es el desarrollo de un monitoreo en el hogar más barato y el envío de medicamentos para las personas que viven con el virus. Ello reduciría la necesidad de visitas médicas regulares y de repetición de recetas, lo que permitiría una mejor autogestión y mayores tasas de cumplimiento del tratamiento. Un gasto anual de aproximadamente 10 millones de dólares generaría beneficios más de 20 veces superiores a los costes.
Del mismo modo, gastar una cifra tan pequeña como 10 millones de dólares al año en investigación para desarrollar un anticonceptivo reversible de acción prolongada podría transformar millones de vidas, proporcionando un mejor control sobre la maternidad. Al mismo tiempo, empoderaría a las mujeres, impulsaría su participación en el mercado laboral y mejoraría su salud. En términos económicos, los beneficios podrían superar los 3 mil millones de dólares anuales.
Las otras diez mejores ideas de nuestros investigadores son: aumentar el potencial de riego en el África subsahariana; desarrollar una “polipíldora” comercializable para la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares; investigar formas de introducir impuestos al tabaco efectivos en los países en desarrollo; realizar investigación de acción, un enfoque y tipo de investigación particular que implica un alto nivel de interacción entre investigadores y profesionales médicos; y mejorar la capacidad de las oficinas de aduanas para identificar transacciones ilícitas.
Las investigaciones anteriores del Consenso de Copenhague, tanto a nivel global como nacional, han demostrado de forma concluyente que la I+D puede ser una inversión extraordinariamente buena para los donantes de ayuda, lo que es una razón no menos concluyente para priorizarla.
Fuente: Revista de Prensa
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