En el año 2013 el investigador Ziming Lu, de la Universidad Estatal de San José (Estados Unidos), se propuso averiguar cómo habían cambiado los hábitos lectores con el uso de soportes electrónicos. Y se encontró con una diferencia clara con respecto a la lectura tradicional en papel: el formato digital ofrece la posibilidad de incluir contenidos que permitan al lector interactuar a través de imágenes, vídeos, sonidos o, incluso, enlaces web. Como consecuencia de ello, se produce lo que ha denominado“comportamiento de lectura basado en pantalla”: se salta de un recurso a otro para consumir contenidos en detrimento de una lectura profunda y reposada.
El efecto “pantalla luminosa”
Trasladado a la etapa de aprendizaje ha supuesto un importante cambio en la forma de asimilar los contenidos. Así lo recoge el informe elaborado por Julie Coro, de la Universidad de Rhode Island (Estados Unidos), que estudió el comportamiento de los estudiantes de Secundaria, Bachillerato y Universidad. Esta investigadora analizó cómo leer online les obliga a tomar decisiones ante las múltiples opciones que se encuentran durante la navegación.
Han de elegir si optan por ver un vídeo, pinchan sobre un enlace o continúan con la lectura de un texto. Es un proceso que no realizan de manera consciente, sino que el cerebro ha aprendido a desarrollar para seleccionar la opción más adecuada. En el mismo informe se apunta a que un buen lector en papel no tiene necesariamente que serlo en digital. Las habilidades que se desarrollan son distintas.
De hecho, el especialista en neurología pediátrica Manuel Antonio Fernández alerta de los peligros de esta variedad de recursos: “pueden ser útiles para potenciar el aprendizaje siempre que se usen de forma correcta y se evite la dispersión con acceso a otros materiales inadecuados”.
Con gratificación
Aunque el proceso de aprendizaje es el mismo (en teoría) independientemente del soporte utilizado, sí se dan cambios en los hábitos lectores del alumnado de todas las edades. Tal y como recoge Daniel Willingham, profesor de psicología de la Universidad de Virginia, en su libro The Reading Mind, los estudiantes están acostumbrados a que las actividades digitales les ofrezcan gratificaciones inmediatas. Por lo que, según él, su interés por mantener la atención disminuye si se aburren y tratan de buscar otra experiencia. Una actitud que contrasta con el esfuerzo que hay que hacer a la hora de leer y cuya recompensa se obtiene al final.
Alejandro Gómez Marín, investigador en el Instituto de Neurociencias de la Universidad Miguel Hernández, comparte su opinión. “El contenido de un libro (si por sus letras se entiende) será el mismo si la luz la proyectan los LEDs de una tableta o la refleja la hoja de un libro”. Sin embargo, puntualiza, no se debe subestimar el carácter del medio y pone un ejemplo muy gráfico: “No sabe igual el mismo vino en una copa de cristal que en un vaso de papel”.
En ello influyen, además, las propias características físicas del soporte. “El efecto de la pantalla luminosa en la percepción visual o el uso de los dedos para el paso de página en un libro digital son aspectos que repercuten sobre el procesamiento cognitivo que hacemos todos y, por lo tanto, también los niños. Esto hace que se modifiquen los circuitos cerebrales implicados”, concluye Manuel Antonio Fernández, especialista en neurología infantil.
Fuente: Educacion 3.0
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