Entrevistamos a Marc Masip, psicólogo y director de Desconecta, para hablar sobre el uso y el impacto del móvil y las redes sociales en la educación.
¿Cree que el móvil es una herramienta útil dentro de las aulas?
Yo creo que no es nada útil. De hecho pienso que debería estar prohibido y en todo caso, regulado por ley a qué edad los niños y jóvenes pueden llevar dispositivos móviles a la escuela, pero nunca dentro de las aulas como herramienta. No tiene ningún sentido como herramienta educativa, no creo en ella. No veo qué utilidad puede tener, qué puede sustituir.
Puedo creer que el móvil puede ser una herramienta tecnológica que ayuda a muchas cosas, pero en la escuela en absoluto.
¿En las escuelas se educa en el uso de las tecnologías?
En absoluto. Hay una necesidad evidente de tener una asignatura obligatoria, en primaria, secundaria o bachillerato, o en las tres etapas, en las que se trabajarán las herramientas. Esta educación debe abordarse desde una perspectiva emocional donde las inseguridades, la autoestima, etc. puedan tener su cabida. ¡Esto sería realmente útil!
¿Pero los adultos estamos preparados para formar a los jóvenes en estos aspectos?
Tampoco. De hecho, los adultos somos los que deberíamos formarnos primero para ser capaces de explicar a los pequeños qué consecuencias tiene un uso inadecuado o abusivo de un dispositivo.
Es un poco difícil mantener a los niños y niñas de hoy en día a una distancia prudencial de las pantallas.
Yo creo que entre los 0 y los 6 años no es tan difícil mantener esta distancia de seguridad. Hay un montón de recursos que los niños y niñas tienen a su alcance para aprender, divertirse, y para aburrirse también. Cuando empiezan a tener más edad ellos harán lo que hagan sus referentes. Si ven que en casa el uso es abusivo, seguramente sigan esta misma pauta de relación con los dispositivos cuando los tengan a su alcance.
Es evidente que trabajaran con pantallas o, como mínimo, que convivirán con ellas. Mantenerles alejados permanentemente no es fácil, pero sí deseable.
¿Los adultos somos ejemplares para ellos?
¡Deberíamos serlo! En este y en muchísimos otros aspectos, ¿no? Como en todo, si nuestros hijos o alumnos no nos ven interactuar con otras personas, disfrutar de entornos no digitales, conversar con personas de carne y hueso, no esperemos que ellos lo hagan. Si nos ven permanentemente distraídos con dispositivos, mirando series, conversando por mensajería, o colgando fotos en las redes, lo más seguro es que ellos se refugien también en el mundo digital.
¿Los niños y niñas o jóvenes son nativos digitales? ¿Por qué?
Los nativos digitales no existen. Para ser nativo en algo tienes que nacer sabiendo o estando predispuesto a saber o tener una habilidad. No nacemos sabiendo usar una tablet, pero es fácil que aprendamos rápidamente a pasar de pantalla deslizando el dedo, igual que aprenden a pasar páginas de un cuento y no por ello saben leer.
A los niños y niñas hay que enseñarles a relacionarse con la tecnología igual que deberíamos aprender nosotros mismos, para utilizarla como una herramienta que puede ser útil o facilitar muchas tareas, pero no para sustituir las relaciones humanas, por ejemplo.
¿Cómo afectan las nuevas tecnologías precisamente a esto, a las relaciones entre personas?
Cuando primamos nuestras relaciones digitales por encima de las humanas estamos perdiendo un montón de habilidades sociales por el camino. Aquí vemos como muchos adolescentes que están realmente enganchados a las redes, son muy valientes y muy seguros cuando tienen una pantalla delante, pero son incapaces de trasladar esta seguridad o valentía a la relación física. Vemos que tienen dificultades serias para tener amigos, para tener pareja, hasta el punto que no saben cómo relacionarse físicamente con otras personas.
¿Son conscientes los adolescentes de las consecuencias que tienen muchas de las prácticas que tienen en internet, y sobre la huella digital que dejan?
De esto no somos conscientes ni los adultos y es muy peligroso porque es infinitamente complicado eliminar este rastro. Cuando les explicamos a los chicos y chicas las consecuencias que tiene un uso excesivo de los dispositivos son mucho más receptivos que los adultos.
¿Y sobre la intimidad y la privacidad, tienen conciencia?
Sí, sí que tienen conciencia de esto, pero no la valoran suficientemente. Saben muy bien qué consecuencias tiene pero vemos que no estiman suficientemente este valor y que a menudo, por ser poco cuidadosos dejan al descubierto cosas que luego les pueden incomodar. Es importante que hablemos de los riesgos que esto tiene, pero también es importante que los adultos, de nuevo, demos ejemplos.
Hablemos de adicciones, ¿qué es la nomofobia?
Este término lo acuñaron en Reino Unido para poner nombre a ese pánico irracional que empezaban a sufrir algunas personas a estar sin teléfono móvil, a estar sin conexión. Es una patología que vemos que va en aumento y que además afecta a personas de edades muy distintas, también a los más jóvenes.
Para frenar esto, usted propone la dieta digital.
La dieta digital no es más que una etiqueta a unas pautas de comportamiento o unos hábitos saludables para relacionarse con la tecnología. Igual que con la comida, por ejemplo, la dieta digital restringe aquellas conductas inadecuadas y propone otras que no afectan o afectan menos a nuestra salud.
¿El uso del móvil, por ejemplo, afecta al rendimiento escolar?
Por supuesto, y está demostradísimo porque es una distracción constante. Incluso cuando tienen el aparato lejos físicamente les cuesta concentrarse porque piensan constantemente en ello, en si les llega un mensaje, en sí se están perdiendo algo…
Esto último también tiene un nombre
Si, el síndrome de FOMO, por sus siglas en inglés, Fear Of Missing Out, que es este miedo o esta creencia a que están pasando cosas en el ámbito digital y que nosotros nos estamos quedando fuera por no estar conectado. Las personas que sufren este síndrome no pueden evitar consultar de forma obsesiva y constante todas sus redes sociales cada poco rato.
¿Hay otros trastornos de este tipo?
Sí, y van en aumento. El Phubbing por ejemplo, que lo practican, a menudo inconscientemente, estas personas que, estando con otras, están pendientes de sus redes o apps. Es una falta grave de respeto y la pérdida de oportunidades constantes de socialización con los que tienes más cerca.
¿Como podemos poner límites a las TIC para evitar llegar a estos extremos?
Es curioso como herramientas que llamamos “sociales” nos acercan a los que están lejos y nos alejan de los que están cerca. Se trata de poner sentido común a nuestra práctica diaria. Por parte de los adultos, hay que dar ejemplo y enseñar, enseñar y enseñar, que los niños no vienen con el manejo de la tecnología de serie. Hay que explicarles las virtudes, pero también los límites y las consecuencias.
Fuente: Blog de Educación y TIC
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