miércoles, 10 de abril de 2024

Actores políticos digitalizados


El escenario de disputa política se trasladó hace varios años de los medios masivos a las redes sociales. En Bolivia eso ocurrió el 21-F, el año 2016, cuando el oficialismo fue derrotado en las urnas en un clima de denuncias que afectaron la imagen de los gobernantes. Todo ocurrió en las redes sociales más importantes de la época, en un contexto de libertad de expresión y poca capacidad de respuesta por parte de los gestores oficialistas, concentrados en digitar unidireccionalmente los medios de comunicación, como en épocas pasadas.

A las pocas semanas crearon la Dirección Nacional de Redes como dependencia del Ministerio de Comunicación, abrieron la cuenta Twitter (hoy X) para el presidente y meses después, declararon la “guerra digital” contra el “cartel de la mentira”, con la intervención improvisada y tosca de los “guerreros digitales”. Nada detuvo la consolidación de un nuevo escenario de disputa y lucha política caracterizado por la ausencia de control de contenidos, el activismo contundente de colectivos ciudadanos y personas simples que se apropiaron de la condición comunicacional de ser productores y emisores de mensajes. Fue un hito en la historia de la comunicación política nacional, que dejó relegados a los medios de comunicación cuyos compromisos económicos y políticos acabaron perjudicándolos ante la opinión pública. La población, siempre demanda, a gritos, información confiable y veraz, sin la contaminación propia de un sistema mediático invadido por el sistema político. 

Ha pasado casi una década de ese viraje comunicacional y también muchas piedras han sonado en el río de la convulsionada historia del país. Las redes sociales se han fortalecido como alternativa para el ejercicio de los derechos constitucionalizados a la información y a la comunicación. Pero también han sido invadidas por grupos políticos que transitan entre la disponibilidad de informar mejor que los medios, hasta desinformar a través de la generación de fakenews de toda naturaleza, con objetivos claramente reñidos con los derechos mencionados. 

Muchos periodistas perseguidos y acosados por los actos paranoicos de políticos oficialistas que son intolerantes al pluralismo ideológico, han creado sus propios canales informativos como respuesta al autoritarismo propio de los regímenes reñidos con los principios de la libertad de pensamiento y expresión en democracia. Algunos tienen mucho éxito y su presencia es importante para ciertas definiciones del quehacer político. 

De hecho, el beneficiado es el ciudadano que puede contrastar la información producida por las salas de prensa formales de los medios masivos, con la información buena o mala de las redes sociales. En este nuevo ecosistema comunicacional que incluye medios, redes, organizaciones, instituciones e imaginarios sociales; se están gestando nuevos líderes políticos que pueden dar sorpresas en los próximos años. Se trata de personas que tienen proyectos concretos de ser electos como autoridades o simplemente desarrollan un trabajo de denuncia ante los atropellos de la burocracia estatal. Tienen proyectos diversos, pero acciones similares. 

Fiscalizan la gestión pública y ponen en evidencia la pesadez de los procesos burocráticos, así como denuncian la corrupción que está ampliamente extendida en los municipios y en el aparato judicial del país. En todo lado. 
Los usuarios de redes los siguen con asiduidad. No dudan en elogiar sus acciones en defensa de ciudadanos vulnerables. Los consideran valientes y oportunos. Viralizan sus contenidos apoyándolos abiertamente. Los proponen como futuros gobernantes y retroalimentan su activismo comentando y enriqueciendo su rol fiscalizador con rasgo de justicieros. Son nuevos actores que se están gestando en el complejo e informal espacio de las redes sociales. Actúan al margen de la institucionalidad de las organizaciones y en contra de ellas, por sus debilidades y decadencia. Están desafiando al sistema político en sus viejas mañas y anquilosamiento comunicacional, factores que acabarán favoreciendo a los nuevos actores, en esta transformación profunda de su componente comunicacional.

Imagen: WKM

Fuente: Post-mentira

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