martes, 16 de abril de 2024

El dilema woke


Según la definición del diccionario de Cambridge, ser woke implica ser consciente de los problemas sociales y políticos, especialmente en lo que respecta al racismo. Desde esta perspectiva, el concepto no debería llevar consigo connotaciones negativas, ya que implica una mayor conciencia del entorno y una disposición a adoptar perspectivas diferentes. Ser woke puede ser visto como un camino hacia la reflexión sobre temas serios como las desigualdades arraigadas en la sociedad. En un sentido más amplio, implica estar alerta y comprometido con la búsqueda de la justicia social y la equidad.

Sin embargo, en los últimos años, hemos observado que el #staywoke está acompañado de una creciente polarización, incomprensión y, en algunos casos, de odio hacia los demás. Esta paradoja plantea una pregunta: ¿por qué un concepto que debería fomentar empatía y comprensión se envuelve en controversias y divisiones?

Un adjetivo debatido

Para algunos, la percepción de esta palabra describe a personas que se consideran moralmente superiores, convencidas de tener un entendimiento más profundo de la sociedad. El término woke refiere al despertar ideológico.

Sin embargo, esta percepción puede radicalizarse, convirtiéndose en una actitud que rechaza todo lo que difiere de sus propias convicciones. En este sentido, ser woke se asocia con la cultura de la cancelación, en la que aquellos que no se expresan de manera políticamente correcta, o que no consideran todas las posibles interpretaciones que un mensaje público puede tener, son objeto de cancelación. A pesar de defender el discurso antirracial y antisexista, para algunas personas ser etiquetado como woke es uno de los insultos más despectivos en la actualidad. Esto refleja una percepción negativa hacia aquellos que abogan por una igualdad de derechos. Sugiere que ser consciente de las injusticias y luchar por cambiarlas es motivo de burla o menosprecio.  

Nueva interpretación de lo woke

La palabra woke ha experimentado una transformación en su significado, desviándose de su sentido original. Antes, se refería a personas informadas y conscientes de las injusticias y tensiones raciales. Ahora implica una inclinación hacia la acción política asociada a la izquierda identitaria. El politólogo Francis Fukuyama, crítico destacado de la ideología, argumenta que la izquierda liberal, especialmente en los Estados Unidos, contribuyó a fragmentar aún más la sociedad en vez de unirla en torno a metas comunes. En lugar de promover la solidaridad entre amplias comunidades, se ha centrado en grupos cada vez más pequeños y específicamente marginados. Esto alimentó una guerra cultural e identitaria que está dividiendo la sociedad. La polarización extrema también se manifiesta en América Latina y se refleja en la fragmentación social y política de la región.

La división en particular toca la izquierda identitaria y progresista contra los conservadores. Ambos grupos se acusan mutuamente de ser excluyentes, agresivos e intolerantes, y de querer imponer una dictadura del pensamiento.

Según la autora Susan Neiman, en su libro La izquierda no es woke, el enfoque exclusivo en ser y actuar woke llevó a una política de símbolos en lugar de promover un cambio social real. Esta tendencia ha marginado los principios universales de justicia y la confianza en el progreso, que solían ser fundamentales en los objetivos progresistas.

Si la corriente política de izquierda persiste en este curso actual identitario, existe el riesgo de que los electores, desencantados con lo que perciben como excesos antirepublicanos y antidemocráticos, opten por apoyar al campo político opuesto. Esta reacción podría llevar a las derechas radicales al poder. No solo buscarían desmantelar el wokeismo y sus ideales, sino que también podrían suprimir otras luchas legítimas por la igualdad y contra la discriminación. Esta situación representaría un peligro para los avances logrados en términos de justicia social y derechos civiles. Las políticas de derecha populista podrían revertir los progresos alcanzados en estos ámbitos, dejando a ciertos grupos marginados y vulnerables frente a la discriminación y la desigualdad.

Cultura popular

Una crítica significativa en las redes sociales hacia los representantes del wokeismo es la inconsistencia en las posturas que a veces adoptan. Un ejemplo superficial pero ilustrativo es la etiqueta #shutupgringo. La campaña surgió en 2022 en las redes sociales latinoamericanas para contraatacar a los estadounidenses que criticaron a un artista japonés por representar a los protagonistas (latinoamericanos) de la película Encanto con un tono de piel demasiado claro. El mensaje (cállate gringo) busca responder a esos críticos que, desde una supuesta superioridad moral, sienten el derecho de juzgar una obra de arte. Este ejemplo ejemplifica la ironía de aquellos que abogan por la inclusión y la justicia social, pero a veces terminan adoptando posturas excluyentes y contradictorias.

El fenómeno del wokeismo también fue objeto de críticas en el arte y en el entretenimiento. Un ejemplo notable es el gigante Disney. Acompañó a generaciones durante su infancia con historias que, si bien pueden ser criticadas por algunos mensajes obsoletos, perduraron como clásicos. Sin embargo, desde que adoptó una postura más woke, parece haber perdido su capacidad de hacer contenido de calidad y de generar nuevos clásicos. En lugar de centrarse en la pura narrativa y en la capacidad de contar historias, ahora prioriza un mensaje evidente y forzado por encima del arte de la narración.

El wokeismo dicta qué es lo mejor para contar y recibir. Pero, en realidad, puede resultar en una lección moral que nadie desea y que arruina la experiencia de la obra que se presencia. No es la razón por la que el público acude al cine para ver una película de entretenimiento de Disney. Especialmente si dicha lección es simplemente un cambio de dirección que Disney intentó realizar únicamente con el fin de vender más. El efecto que se obtiene es precisamente el contrario.

Complejidad woke

El fenómeno del wokeismo presenta un complejo panorama donde se entrelazan percepciones y contradicciones con consecuencias políticas y culturales. La etiqueta de “woke” ha sido tanto un llamado a la inclusión como un arma de división. La transformación del arte y la cultura bajo la influencia del wokeismo plantea desafíos sobre cómo abordar temas actuales manteniendo la esencia artística sin comprometer la libertad creativa y la calidad del contenido.

Los conservadores ven a los wokes como una amenaza para la tradición y la moralidad, mientras que los wokes ven a los conservadores como una amenaza para la igualdad y la justicia social. Disentir con la postura woke no implica automáticamente ser racista, sexista o clasista. Del mismo modo, aquellos que se oponen al wokeismo no deberían generalizar, considerando a todos los defensores de causas sociales como radicales.

Es importante recordar que la justicia no se logra persiguiendo a aquellos que son diferentes y que el odio en las redes sociales obstaculiza cualquier intento de diálogo constructivo.

Fuente: Dialogo Politico

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