La pandemia de COVID-19 estuvo marcada por una avalancha de información falsa y engañosa en las redes sociales, sobre todo contra el uso de mascarillas, en defensa de medicamentos sin eficacia comprobada contra el nuevo coronavirus (Sars-CoV-2) y también contra las vacunas.
Además de confundir y generar dudas entre la población, estos mensajes llevaron a muchas personas a tomar decisiones que terminaron poniendo en riesgo su vida y la de otras personas.
La bióloga Juliana Magalhães perdió a su tío, Maurício, debido a la COVID-19 porque creyó en informaciones falsas. “Él y mi tía participaban en grupos de WhatsApp y Facebook en donde decían que la enfermedad no existía y que la pandemia era una estrategia para desestabilizar el gobierno del presidente [Jair] Bolsonaro”, dijo Magalhães a SciDev.Net.
Ninguno de los dos usaba mascarillas ni se aisló en los momentos necesarios. La medida de “prevención” que eligieron fue tomar medicamentos sin eficacia contra el COVID-19, como el antiparasitario Ivermectina.
Maurício tenía 70 años cuando se infectó con el virus y su estado empeoró rápidamente. Fue hospitalizado y falleció en junio de 2021. “Mi tía y mis primos llegaron a contactar al Ministerio de Salud Pública para intentar eliminar la causa de muerte por COVID-19 del certificado de defunción emitido en el hospital”, señaló Magalhães.
Las noticias falsas sobre la pandemia han sido un fenómeno global y encontraron terreno fértil en países con educación precaria y poblaciones con fuerte presencia en las redes sociales. En Brasil, según estimó un estudio de 2020, hasta 110 millones de personas —un poco más del 50 por ciento de la población del país— creían en noticias falsas sobre el COVID-19.
“La desinformación puede ser aún más nociva en el caso de las vacunas, porque la decisión de recibirla o no puede ser fatal”, dice a SciDev.Net, Dayane Machado, del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), Brasil, que estudia los movimientos antivacunas en internet.
El WhatsApp fue y sigue siendo la principal red de desinformación sobre la COVID-19. Según un estudio de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), 73,7 por ciento de las noticias falsas sobre el nuevo coronavirus circularon por esta aplicación de mensajería, muchas de ellas generando diferentes dudas sobre las vacunas.
En relación con la vacuna desarrollada por Pfizer-BioNTech, las mensajes propagaban temores vinculados a aspectos de la seguridad del compuesto y que había sido creada para alterar el ADN de los niños y hacerlos andróginos.
Los mensajes sobre la CoronaVac, de la farmacéutica china Sinovac Biotech, insinuaban que su producción no había sido transparente y que China había creado el virus para luego ofrecer la solución como forma de obtener ganancias.
Los padres del empresario João Paulo Magdalena, 32 años, fueron víctimas de este tipo de narrativa. “Dijeron que las vacunas no habían sido suficientemente probadas y que la pandemia había sido creada para promover la venta de vacunas y enriquecer a las compañías farmacéuticas”, dijo a SciDev.Net.
“También creían que las vacunas contra el COVID-19 estaban provocando complicaciones como ataques cardíacos y trombosis, y que esto estaba matando a la gente”, agregó.
Magdalena perdió a su hermano antes de que las vacunas estuvieran listas, lo que le hizo rogar a sus padres para que se vacunaran. “Mi madre se vacunó a regañadientes, pero mi padre se niega hasta hoy”.
Sabrina Almeida, profesora de la Facultad de Comunicación, Medios e Información de la Fundación Getulio Vargas (FGV), Brasil, explica que “a pesar de la acumulación de evidencia y el consenso científico sobre la confiabilidad y eficacia de las vacunas, todavía hay grupos y líderes que apoyan la resistencia a la vacunación, ya sea indicando efectos secundarios en casos aislados o generando un discurso de libertad que no presta atención al daño colectivo”.
Machado, de la Unicamp, agregó que el rechazo a las vacunas muchas veces se convierte en la identidad del individuo, guiando la forma en que se relacionará con otras personas.
Priscila Ellen de Andrade Piva, un ama de casa de 41 años, se sigue resistiendo a la vacuna. “Tengo miedo de sus efectos adversos”, señaló a SciDev.Net.
Ella admite que no entiende nada sobre cómo se fabricaron y cómo funcionan, pero asegura que los compuestos contra el Sars-CoV-2 se han desarrollado muy rápidamente y sin pasar por todas las pruebas. Por eso no tiene intención de vacunarse, incluso después de que muchas personas ya se han vacunado y nadie ha muerto a causa de ellas.
Tampoco piensa vacunar a sus hijos, aunque el padre de uno de ellos murió por la enfermedad antes de que las vacunas estuvieran listas.
La circulación de contenidos desinformativos sobre el COVID-19 y las vacunas continúa ampliamente en Brasil, señala Almeida, de la FGV. “Más recientemente, con el anuncio de la inclusión de la inmunización contra el COVID-19 para niños de hasta cinco años en Brasil, aumentó el debate, liderado por políticos de derecha, induciendo a comprender que la obligatoriedad de la vacuna sería una supuesta afrenta a la libertad de elección de los padres”.
Fuente: SciDev
No hay comentarios.:
Publicar un comentario