La Ilustración, revista semanal, aparecía todos los domingos, con el objetivo de obtener, primero, suscripciones de parte de ciertos personajes de la farándula intelectual del medio, para lograr mantener un capital estable para financiar y editar los siguientes números de las revistas y, después, promover la irreverencia en sus páginas, buscando a través de la burla e ironía combatir al gobierno de Saavedra.
Entre dibujantes y fotógrafos
La caricatura fue clave en el interés por la revista, promoviendo el talento, arte y euforia humorística. La revista movía el talento de dibujantes emergentes como los hermanos Guarachi, Fernando y Ernesto, Antonio Sotomayor y el ecuatoriano Luis Toro. Los dos artistas que liderarían a este grupo fueron Fernando Guarachi y Antonio Sotomayor.
Guarachi, paceño, joven de 21 años, había estudiado en la antigua Escuela de Arte, donde se formó, con mucha disciplina y dedicación, en pintura y dibujo. De carácter irreverente, su talento era magistral, basta con ver la mofa y parodia en sus dibujos y retratos, desnudando una tara física de algún militar, político o escritor afiliado a la bandera saavedrista. Fue invitado por Otero a colaborar en la revista, donde dispararía balas caricaturescas a sus adversarios.
Sotomayor, paceño, joven de 18 años, se inició en la Escuela de Artes Aplicadas de La Paz, donde empezó su carrera como dibujante. Invitado por Guarachi, estaba encargado de los retratos al “modo poroto” de los ministros, diputados y toda aquella antigua línea de personajes que pertenecieron al partido Liberal. Entre sus víctimas estaban Bautista Saavedra, Franz Tamayo, Alberto Gutiérrez, Daniel Salamanca entre otros.
El talento era notorio y sin ninguna intención de ocultar las malversaciones políticas, económicas y diplomáticas del gobierno. Basta con ver las ingeniosas caricaturas de cada “accidente saavedrista” colocado en diferentes partes de la revista, resaltando el humor y la burla directa al gobierno. El caso fue mayor a mediados de 1921, cuando el insigne poeta Ricardo Jaimes Freyre y el historiador Alberto Gutiérrez fueron invitados por Saavedra para asumir cargos ministeriales. Desde ese momento fueron caricaturizados por sus discursos llenos de promesas falsas. La triada Jaimes Freyre-Gutiérrez-Saavedra fue el circo humorístico de la revista, desnudando su falta de capacidad en la dirección del país. A diferencia de otras revistas nacionales, la Ilustración no se dejaba llevar por la amenaza de ser clausurada o que fueran exiliados sus miembros por el ataque constante al gobierno, ya que tenía una telaraña de protección por parte de intelectuales que, aunque a veces aparecían caricaturizados en la revista, daban su voto de confianza por el derecho a la libertad de expresión en un país plenamente flanqueado por un estado de sitio y un silencio opositor mágicamente anestesiado.
Otro punto destacado que caracterizó a la revista, desde su primer número, fueron sus portadas y fotografías de diversos acontecimientos, personajes y lugares del país. Retratos y fotografías de la ciudad adornaban de manera elegante y soberbia las páginas de la revista, aunque en varios números, situaban fotos de eventos sociales como bodas, cenas militares, almuerzos diplomáticos y romerías, dando amplia cobertura a esos espacios sociales, exhibiendo a la elite del momento, estando tranquila y continuando su vida cotidiana de manera estable en un momento de exilios y secuestros a varios opositores al gobierno. Algunas veces se lograba dar mayor cobertura a efemérides de ciertos departamentos, donde se hacía un recorrido fotográfico, mostrando varios lugares emblemáticos.
La demanda de adquisición la revista fue, además de las ilustraciones burlescas, la fotografía. Los aportes visuales fueron de José Nicolas Piérola, José Velarde y Enrique Kavlin, originario de Rusia, quienes se encargaron de publicar inauguraciones deportivas, exposiciones de arte, actividad de centros artísticos y casa comerciales, así como la promoción de pinturas de artistas emergentes; además, se tuvo como colaboradores a destacados fotógrafos de la ciudad como el italiano Luigi Doménico Gismondi, Luis Bazoberry y Julio Cordero, éste último exiliado por el gobierno de Saavedra, colaborando desde el exterior como corresponsal; estos últimos mandarían fotos selectas de vistas panorámicas de la ciudad, así como sus calles, mercados y el retrato de varios indígenas caminado por la ciudad. Así, se dio varios aportes en fotografía, caricatura y promoción artística. La revista se difundió por todo el país, el éxito fue de golpe y los tirajes se acababan rápidamente y, gracias a esas motivaciones juveniles, es una rica fuente visual de ese tiempo.
Fuente: Opinion
No hay comentarios.:
Publicar un comentario