La pandemia de coronavirus (Covid-19) ha disparado nuestro nivel de dependencia de la tecnología. La empresa de análisis de apps App Annie ha descubierto que en abril de 2020 las personas dedicaron alrededor de cuatro horas y 18 minutos frente a sus dispositivos móviles, lo que representa un aumento del 20% frente a 2019 y equivale a 45 minutos diarios adicionales de exposición a pantalla.
Las investigaciones no han encontrado ningún efecto intrínsecamente negativo asociado a pasar más tiempo frente a las pantallas, especialmente en estos momentos. Además de los beneficios de conectar con amigos, familiares y compañeros de trabajo, recurrir a la tecnología puede ayudarnos a manejar las emociones difíciles e incluso a reducir el estrés.
Sin embargo, no todo el tiempo frente a la pantalla tiene la misma calidad. Algunas actividades online conllevan cierto riesgo. Pasar largos períodos navegando pasivamente por redes sociales, por ejemplo, está relacionado con un mayor sentimiento de envidia y soledad, y con un elevado riesgo de depresión.
Entonces, ¿qué deberíamos hacer en los próximos meses para asegurarnos de que nuestra relación con la tecnología sea lo más saludable y constructiva posible en estos momentos en los que dependemos tanto de ella?
La respuesta depende de nuestras propias inclinaciones. Puede que usted sea el tipo de persona que se siente calmada e inspirada después de pasar media hora seleccionando tableros temáticos en Pinterest, pero navegar por Instagram durante la misma cantidad de tiempo sin pensar puede cansar e irritar.
No obstante, independientemente de cómo seamos cada uno de nosotros, creo que todos podemos beneficiarnos de un enfoque más deliberado sobre cómo invertimos nuestro tiempo frente a la pantalla. Nuestro objetivo debería ser encontrar el equilibrio tecnológico personal. Reconocer que lo que funciona mejor para uno podría no funcionar para todos los demás.
Estas son algunas de las formas en las que podríamos cambiar nuestro comportamiento y actitud para lograr un mejor equilibrio en las próximas semanas y meses.
Crear conciencia. Resulta difícil cambiar cualquier comportamiento cuando no tenemos claro cómo es. Un buen comienzo consiste en identificar a qué dedicamos el tiempo frente a la pantalla mediante una app, como Moment, o con herramientas integradas en nuestro teléfono. Pero recuerde que buscar ese dato individual no basta; hay que comprobar las estadísticas con regularidad.
Mantener un control del tiempo en pantalla es importante porque algunos estudios sugieren que tendemos a subestimar el tiempo que pasamos navegando y deslizando el dedo. Ese seguimiento ofrecerá una perspectiva y nos dará una idea de los cambios que queremos realizar.
También recomiendo realizar "controles regulares de estado de ánimo" cada pocas horas que estemos online. Durante ese tiempo, a menudo no se ve claramente qué conversación, app o hilo de Twitter ha influido en nuestro estado de ánimo. Si uno lo controla conscientemente consigo mismo, podrá identificar mejor qué desencadena los malos sentimientos y decidir qué actividades evitar o repetir en el futuro.
Esto es importante porque una investigación muestra que cuando se nos pide que imaginemos cómo la tecnología afecta nuestro estado de ánimo, tendemos a pensar que el tiempo que pasamos en nuestros dispositivos nos hace sentir peor de lo que realmente sería el caso. Es posible que el miedo al potencial impacto de la tecnología en nuestra salud mental haya sesgado nuestras expectativas.
Así que pregúntese: ¿Me siento mal porque pasé 20 minutos en TikTok o porque creo que debería sentirme mal porque he pasado 20 minutos en TikTok?
Aclarar los beneficios. Nuestros dispositivos pueden ser una fuente de estrés y preocupación, pero también de alegría. No existe una forma adecuada de averiguar qué redes sociales o apps generan estos efectos positivos sin demasiadas desventajas. Por eso debemos entender qué nos va mejor a cada uno de nosotros.
Resulta demasiado simplista decirnos a nosotros mismos que tenemos que reducir nuestro consumo de tecnología. Las cosas que disfrutamos haciendo con nuestros dispositivos son importantes. Ya sea jugar a videojuegos, seleccionar tableros de imágenes o probar tipografías, hay que tener en cuenta estas actividades en pantalla en nuestro horario diario de la misma manera que incluimos el deporte o el trabajo. También es importante comunicar estas necesidades a las personas con las que convivimos para ayudar a todos a equilibrar el tiempo entre la realización de las actividades tecnológicas a solas y las otras offline (como cocinar la cena) juntos.
Vigilar el uso activo/pasivo de las redes sociales. El tiempo pasivo dedicado a las redes sociales puede ser peor para nuestro bienestar que el uso activo. Varios estudios sugieren que cuanto más tiempo pasamos desplazándonos por las publicaciones en las redes sociales sin participar, más probabilidades tenemos de experimentar depresión y otros efectos negativos de compararnos con los demás. El uso pasivo podría ser el ejemplo de ver una nueva foto publicada por un amigo y seguir desplazándonos, mientras que el uso activo sería escribir un comentario o enviar un mensaje corto.
Esto no significa que todos debamos escribir comentarios en cada nueva publicación que vemos, por supuesto, sino que solo deberíamos identificar cuándo no nos sentimos comunicativos y, quizá, buscar una actividad diferente digital para ocupar ese tiempo.
Actualizar nuestra forma de pensar. Las palabras que usamos para hablar sobre nosotros mismos y nuestras vidas son muy importantes. La "desintoxicación tecnológica" o "desintoxicación digital" se han convertido en formas de hablar sobre tomarnos un tiempo lejos de la tecnología. Pero una actitud de desintoxicación, que tiene que ver más con lograr un objetivo extremo a corto plazo, no aporta el valor a largo plazo que necesitamos para mantener un estilo de vida saludable en este mundo conectado digitalmente. Nuestro objetivo siempre debe ser encontrar el equilibrio que funcione para nosotros y respalde nuestro bienestar a largo plazo.
Fuente: MIT
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