Ahora que se celebra el 60 aniversario de la muerte de Albert Camus, el 4 de enero de 1960, es oportuno rescatar una de sus facetas biográficas menos conocida.
Escritor, pensador, dramaturgo, ensayista, premio Nobel de Literatura en 1957, el nombre de Albert Camus aparece ligado sobre todo al mundo literario, pero no hay que olvidar que ejerció el periodismo en varias etapas de su vida. Camus entró en el oficio con tan solo veinticinco años en Argelia, su tierra natal.
Trabajó como periodista en cinco cabeceras. Las dos primeras en Argel: Alger Républicain y Le Soir Républicain, desde 1938 hasta 1940. Allí se encuentran probablemente, como ha señalado Jean Daniel, algunas de sus mejores producciones periodísticas, como la serie de reportajes «Miseria de la Cabilia», publicada por episodios del 5 al 15 de junio de 1939, exponente del periodismo de investigación donde denuncia las condiciones de vida infrahumanas de la población de Cabilia. Durante diez días recorre a pié y en autobús esta zona. Tiene el mérito de interesarse por una región olvidada, ignorada por el resto de la prensa de Argel. Va allí donde nadie le espera, para descubrir lo que se silencia. Un buen ejemplo de lo que debe ser la misión del periodismo: desvelar las realidades sociales silenciadas o invisibles.
Territorios ignorados
Hoy como ayer sigue habiendo territorios ignorados por los medios de comunicación. El joven periodista Albert Camus penetró en esos territorios, encontró y habló con sus gentes. Informó sobre los oprimidos, los humillados, sobre la situación de los “sin voz”, denunciando la explotación y la miseria en que vivían. Aquí se encuentra la génesis de la obra posterior de Camus, quien, como un Don Quijote, denuncia incansablemente las injusticias cuando se enfrenta a situaciones que lo sublevan.
Esa sensibilidad social y ese compromiso le venían probablemente de su fidelidad a su origen familiar, muy modesto.
Conoció la miseria en su barrio obrero de Belcourt, Argelia. Allí vivía con su madre, una mujer sencilla, que no sabía leer ni escribir, limpiadora en fábricas y casas, pero con un gran sentido de la dignidad, y su abuela, que había inmigrado de un pueblo de Menorca, San Lluis.
A su madre analfabeta le dedicó su obra inacabada «El primer hombre». Una mujer que trabajó con abnegación para sacar adelante a la familia, ya que su marido, Lucien Camus, murió en la I Guerra Mundial. De su madre española aprenderá a desconfiar de los centros de poder. Cuando él le comenta que ha sido invitado al palacio del Elíseo, ella le responde: “Hijo, no vayas. No es un sitio para nosotros”. Y la cuestión queda zanjada. Camus nunca irá al Elíseo.
Cuando las autoridades argelinas cierran el diario Le Soir Républicain el 10 de enero de 1940 –periódico que sucede a Alger Républicain durante un año–, tras una tenaz lucha con los censores, Camus se convierte en persona non grata en Argelia y decide trasladarse ese mismo año a París. Su pacifismo a ultranza, y sus denuncias del fascismo molestan.
Gracias a su amigo y mentor, Pascal Pia, encuentra trabajo como secretario de redacción en Paris-Soir. Poco después, en otoño de 1943, entra a trabajar en el mítico diario Combat, órgano de la Resistencia. Primero lo hace como colaborador en la clandestinidad, jugándose la vida, y más tarde como redactor jefe y editorialista, de 1944 a 1947, encarnando la voz de la Resistencia sobre las reformas democráticas que debía acometer el país. Dejó escritos editoriales memorables y valientes, a veces a contracorriente de las opiniones dominantes, como su denuncia de la barbarie que supuso el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, editorial publicado el 8 de agosto de 1945.
La España del exilio
En sus editoriales en Combat, disponibles en una rigurosa edición realizada por Levi-Valensi, critica los nacionalismos, toda clase de totalitarismos, así como el dogmatismo.
Su oposición al fascismo la plasmó en una serie de editoriales que nos invitan a reflexionar hoy ante el ascenso de la extrema derecha en Europa.
Fiel defensor de la República española, y de la causa de los republicanos hasta su muerte, escribió numerosos editoriales y artículos exigiendo la vuelta de España a la democracia. Simpatizó y apoyó sin descanso a los exiliados españoles, que le consideraban “uno de los nuestros”.
En uno de los homenajes que éstos le rindieron en París tras obtener el galardón del Nobel en 1957, Camus les dijo:
“La España del exilio me ha mostrado con frecuencia una gratitud desproporcionada. Los exiliados españoles han combatido durante años y luego han aceptado con coraje el dolor interminable del exilio. Yo solo he escrito que tenían razón. Y por eso he recibido durante años, y todavía percibo esta tarde en sus miradas, la fiel y leal amistad española, que me ha ayudado a vivir. Esta amistad, aunque sea inmerecida, es el orgullo de mi vida”.
Su último adiós al periodismo fue con una columna en L’Express, donde colaboró durante un año en 1955, escribiendo especialmente sobre la crisis de Argelia, una problemática que le desgarró. Siempre a contracorriente, Camus defendía la opción de una Argelia francesa, una postura incomprendida por la mayoría de la izquierda francesa que apoyaba la independencia.
En muchas otras cuestiones el tiempo le ha dado también la razón. En su célebre polémica con Sartre en relación con la existencia de los gulags en la Unión Soviética, Camus, tratado de filósofo de segunda clase por el autor de El ser y la nada, acertó y supo vislumbrar los males que el comunismo acarreaba.
Influencia en su obra literaria
El ejercicio del periodismo, la confrontación con la actualidad, influyeron notablemente en su obra literaria. Puede observarse, por ejemplo, en el estilo narrativo sobrio y periodístico de El extranjero, donde su experiencia como cronista judicial en los años de Argel Républicain y Le Soir Républicain asoman en el proceso a Mersault. O en sus guiños al periodista comprometido, Rambert, en La Peste, obra que es una alegoría contra el nazismo y contra todos los totalitarismos.
Camus fue periodista a tiempo completo en breves periodos, vividos con una gran intensidad. Practicó diversos géneros periodísticos: desde el reportaje, hasta la crónica judicial –en sus inicios–, pasando por el editorial y la columna –cuando ya es un reconocido escritor comprometido–.
Precursor en la reivindicación deontológica de los medios de comunicación, construyó toda una teoría crítica de la prensa. Camus detestaba la prensa sensacionalista, ponía en solfa el ansia de instantaneidad de la información, alertaba de las falsas informaciones y de la dictadura de la audiencia… pero amaba el periodismo con pasión. Escribió: “Lo importante no es ser el primero, sino el mejor”. Defendió en sus editoriales un periodismo libre, crítico, e independiente. Y lo practicó. Un periodismo como pilar de la democracia.
Albert Camus es un referente para el ejercicio de la profesión periodística por su concepción exigente del oficio, basada en el rigor en la búsqueda de la verdad, en la independencia y la honestidad intelectual. En los textos periodísticos de Camus encontramos no sólo denuncias ante la barbarie, el terrorismo, y las víctimas, sino también un porfiado combate contra las injusticias y las desigualdades sociales. Sus artículos siguen resonando en nuestras conciencias contemporáneas.
Periodismo como resistencia
En el contexto actual teñido por las protestas sociales, expandidas por todos los rincones del planeta, frente a los desenfrenos del neoliberalismo y el capitalismo salvaje, que dejan a tantos sectores de la población en la cuneta, releer hoy los textos periodísticos de Camus puede servir de manual de resistencia.
Frente a la corrupción que mina la vida pública en muchos países, el autor de El hombre rebelde ya preconizó la importancia de la moral en la política. Hoy más que nunca, frente al ascenso de las fake-news, su lema “Resistir es no consentir la mentira”, indica el camino del periodismo rebelde.
Y apela a la responsabilidad social de los periodistas en el uso del lenguaje como instrumento de consenso para el diálogo: “Nombrar mal las cosas es añadir desgracias al mundo”.
En un editorial de 31 de agosto de 1946 señalaba un ambicioso objetivo: “Liberar a los diarios de las servidumbres del dinero y darles un tono y una verdad que pongan al público a la altura de lo mejor que hay en él”.
Lo singular de la obra de Albert Camus, tanto literaria como periodística, por lo que sigue siendo tan contemporáneo, reside en la unidad y coherencia de su pensamiento, en su búsqueda de la comprensión del mundo, en su sensibilidad y empatía social respecto de los oprimidos, en su denuncia del sufrimiento del inocente y, en definitiva, en su firme voluntad de ser un hombre libre.
La obra periodística de Camus sigue siendo un faro para la práctica del mejor periodismo.
Fuente: almendron.com
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