Los emoticonos y emojis se han alzado con la distinción de palabra del año que concede desde hace siete años la Fundación del Español Urgente, promovida por la Agencia Efe y BBVA.
Tras elegir escrache en el 2013, selfi en el 2014, refugiado en el 2015, populismo en el 2016, aporofobia en el 2017 y microplástico en el 2018, el equipo de la Fundación ha optado en esta ocasión por destacar el papel de estos pequeños símbolos en la comunicación.
Los emoticonos y emojis (y sus evoluciones: bitmojis, memojis, animojis…) forman parte ya de nuestra comunicación diaria y conquistan día a día nuevos espacios más allá de las conversaciones privadas en chats y aplicaciones de mensajería en los que comenzó su uso.
Su innegable impacto en nuestra vida cotidiana, sus interesantes relaciones con el resto de los elementos que conforman la comunicación (palabras, frases, signos de puntuación…) y las perspectivas que se abren de cara al futuro han llevado a la Fundéu a ceder a los emoticonos y a los emojis la distinción de palabra del año.
La aparición en los años noventa de los emoticonos —pequeños dibujos creados con signos ortográficos que a menudo se leían inclinando la cabeza :-)— y su evolución ya en el siglo XXI hacia los emojis (pequeñas figuras dibujadas con valor simbólico 😀) han supuesto un cambio evidente en el modo de comunicarnos.
«No se trata, por supuesto, de que los emoticonos y los emojis vengan a robarnos palabras o a pervertir nuestra lengua, que ha mostrado durante siglos su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y a las tecnologías de cada época. Ni de que acabemos expresándonos solo con este tipo de elementos. Creemos más bien que constituyen un elemento más que contribuye a lograr el fin último de las lenguas: la comunicación entre las personas», señala el coordinador general de la Fundéu BBVA, Javier Lascuráin.
«En un mundo marcado por la velocidad, los emoticonos aportan agilidad y concisión. Y en un entorno en el que buena parte de lo que escribimos, sobre todo en chats y sistemas de mensajería instantánea, es comunicación oral puesta por escrito, estos elementos nos permiten añadir matices gestuales y de intención que de otro modo se perderían», añade.
Además, muchos de ellos tienen el valor de la universalidad, el de poder ser entendidos por personas de muy diferentes culturas y lenguas. Como afirmó el presidente de la Fundéu BBVA, Mario Tascón, durante su intervención este año en el Congreso de las Academias de la Lengua en Sevilla, «puede que los emojis sean lo más cercano a un lenguaje universal que ha creado nunca la humanidad».
Desde el punto de vista de la lengua, el uso de estos pequeños elementos plantea reflexiones y retos muy interesantes que ya se empiezan a abordar en las obras académicas: cómo usarlos en textos generales, cómo interactúan con el resto de las palabras, con los signos de puntuación…
La Fundéu BBVA es una institución sin ánimo de lucro cuyo objetivo es promover el buen uso del español, en especial en los medios de comunicación. Para ello emite cada día recomendaciones lingüísticas vinculadas a la actualidad informativa y responde cientos de consultas a través del teléfono, el correo electrónico, la web y las redes sociales.
La elección de su palabra del año, que llega en este 2019 a su séptima edición, es el fruto de los debates de sus integrantes (filólogos y periodistas) tras un año de trabajo con el lenguaje más relacionado con la actualidad informativa.
Fuente:Fundéu BBVA
Sitio para difundir investigaciones, analisis y opiniones sobre las TIC en Bolivia, sus connotaciones sociales culturales y economicas. Invitamos a comentar.
martes, 31 de diciembre de 2019
Inteligencia artificial
Telegráficamente intentaré en esta nota periodística demostrar que el título constituye una contradicción en los términos, que lo de la inteligencia artificial es un oxímoron.
Por una parte inteligencia deriva de inter-legum esto es leer adentro, captar significados o la esencia de lo observado cosa que la materia está imposibilitada de hacer y por otro lado y más importante aun, la inteligencia demanda capacidad de decisión, libertad, libre albedrío puesto que si está determinada por los nexos causales inherentes a la materia no hay posibilidad de elección independiente, hay programación inexorable.
La inteligencia del ser humano procede de que no solo se trata de kilos de protoplasma sino de psique, mente o estados de conciencia que permite revisar los propios juicios, ideas autogeneradas, distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, voluntad independiente, responsabilidad individual y moral. Si los humanos fuéramos aparatos programados, la libertad se tornaría en mera ficción.
Karl Popper ha bautizado como “determinismo físico” el supuesto de que el ser humano es pura materia que en ese caso no elije, decide y prefiere, es decir, no actúa, sino que está programado para decir y hacer lo que dice y hace, esto es, puro materialismo filosófico.
En la misma línea argumental, John Hick sostiene que allí donde no existe libertad intelectual -lo cual es propio del materialismo- naturalmente no hay vida racional, por ende, la creencia que el hombre está determinado “no puede demandar racionalidad”.
Con razón el premio Nobel en neurofisiología John Eccles concluye que “Uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos, no importa cuán complejo y sutil sea el condicionamiento”.
Es de interés destacar la opinión del premio Nobel en física Max Planck que en este contexto afirma que “se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza, como causa del movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta”.
Por su parte el lingüista Noam Chomsky señala que “No hay forma de que los ordenadores complejos puedan manifestar propiedades tales como la capacidad de elección […] Jugar al ajedrez puede ser reducido a un mecanismo y cuando un ordenador juega al ajedrez no lo hace del mismo modo que lo efectúa una persona; no desarrolla estrategias, no hace elecciones, simplemente recorre un proceso mecánico”.
El uso metafórico algunas veces se convierte en sentido literal, tal es el caso también de las expresiones “memoria” y “cálculo” aplicado a los ordenadores. Como apunta Raymond Tallis aplicar la idea de memoria a las computadoras es del todo inadecuado, de la misma manera que cuando nuestros abuelos solían hacer un nudo en su pañuelo para recordar algo no aludían a “la memoria del pañuelo” puesto que “la memoria es inseparable de la conciencia”. En el mismo sentido, este autor destaca que en rigor las computadoras no computan ni las calculadoras calculan puesto que se trata de impulsos eléctricos o mecánicos sin conciencia de computar o calcular.
Thomas Szasz se refiere a otra metáfora pastosa en cuanto a la llamada “enfermedad mental” cuando esto contradice la noción de la patología que enseña que una enfermedad es una lesión orgánica, de tejidos y células y, por tanto, no puede atribuirse a comportamientos e ideas. Una cosa son los problemas químicos, desajustes en los neurotrasmisores y la sinapsis en el cerebro y otra es la mente. También Szasz muestra errores de algunas interpretaciones de las neurociencias en la materia.
Howard Robinson apunta que “Lo físico es público en el sentido de que en principio cualquier estado físico es accesible (susceptible de percibirse, de conocerse) para cualquier persona normal […] Los estados de conciencia son diferentes porque el sujeto a quien pertenecen -y solo ese sujeto- tiene un acceso privilegiado a eso” (lo cual no quiere decir que todo lo físico pueda tocarse o, en su caso, siquiera verse, como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas).
Juan José Sanguineti resume bien el problema al escribir que “Los actos intencionados son de las personas, no de las partes ni potencias de las personas. Si doy un apretón de manos a un conocido para saludarlo calurosamente, no tiene sentido decir ´mis manos te saludan calurosamente´. Expresiones como ´mi cerebro cree´, ´mi hemisferio izquierdo interpreta´, ´la neocorteza percibe, ´las neuronas deciden´, ´el hipocampo recuerda´, ´mi sistema límbico está enfadado´ carecen de sentido, igual que atribuir a cosas como células o grupos de células actos como entender, tomar decisiones, preferir etc. […] Se puede decir mi ojo ve, aunque sería más exacto decir yo veo con mis ojos”.
En resumen, la tecnología y específicamente la robótica prestan servicios notables a la humanidad, de lo cual no se sigue que deban confundirse con los atributos humanos.
Fuente: El Independent
Por una parte inteligencia deriva de inter-legum esto es leer adentro, captar significados o la esencia de lo observado cosa que la materia está imposibilitada de hacer y por otro lado y más importante aun, la inteligencia demanda capacidad de decisión, libertad, libre albedrío puesto que si está determinada por los nexos causales inherentes a la materia no hay posibilidad de elección independiente, hay programación inexorable.
La inteligencia del ser humano procede de que no solo se trata de kilos de protoplasma sino de psique, mente o estados de conciencia que permite revisar los propios juicios, ideas autogeneradas, distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, voluntad independiente, responsabilidad individual y moral. Si los humanos fuéramos aparatos programados, la libertad se tornaría en mera ficción.
Karl Popper ha bautizado como “determinismo físico” el supuesto de que el ser humano es pura materia que en ese caso no elije, decide y prefiere, es decir, no actúa, sino que está programado para decir y hacer lo que dice y hace, esto es, puro materialismo filosófico.
En la misma línea argumental, John Hick sostiene que allí donde no existe libertad intelectual -lo cual es propio del materialismo- naturalmente no hay vida racional, por ende, la creencia que el hombre está determinado “no puede demandar racionalidad”.
Con razón el premio Nobel en neurofisiología John Eccles concluye que “Uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos, no importa cuán complejo y sutil sea el condicionamiento”.
Es de interés destacar la opinión del premio Nobel en física Max Planck que en este contexto afirma que “se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza, como causa del movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta”.
Por su parte el lingüista Noam Chomsky señala que “No hay forma de que los ordenadores complejos puedan manifestar propiedades tales como la capacidad de elección […] Jugar al ajedrez puede ser reducido a un mecanismo y cuando un ordenador juega al ajedrez no lo hace del mismo modo que lo efectúa una persona; no desarrolla estrategias, no hace elecciones, simplemente recorre un proceso mecánico”.
El uso metafórico algunas veces se convierte en sentido literal, tal es el caso también de las expresiones “memoria” y “cálculo” aplicado a los ordenadores. Como apunta Raymond Tallis aplicar la idea de memoria a las computadoras es del todo inadecuado, de la misma manera que cuando nuestros abuelos solían hacer un nudo en su pañuelo para recordar algo no aludían a “la memoria del pañuelo” puesto que “la memoria es inseparable de la conciencia”. En el mismo sentido, este autor destaca que en rigor las computadoras no computan ni las calculadoras calculan puesto que se trata de impulsos eléctricos o mecánicos sin conciencia de computar o calcular.
Thomas Szasz se refiere a otra metáfora pastosa en cuanto a la llamada “enfermedad mental” cuando esto contradice la noción de la patología que enseña que una enfermedad es una lesión orgánica, de tejidos y células y, por tanto, no puede atribuirse a comportamientos e ideas. Una cosa son los problemas químicos, desajustes en los neurotrasmisores y la sinapsis en el cerebro y otra es la mente. También Szasz muestra errores de algunas interpretaciones de las neurociencias en la materia.
Howard Robinson apunta que “Lo físico es público en el sentido de que en principio cualquier estado físico es accesible (susceptible de percibirse, de conocerse) para cualquier persona normal […] Los estados de conciencia son diferentes porque el sujeto a quien pertenecen -y solo ese sujeto- tiene un acceso privilegiado a eso” (lo cual no quiere decir que todo lo físico pueda tocarse o, en su caso, siquiera verse, como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas).
Juan José Sanguineti resume bien el problema al escribir que “Los actos intencionados son de las personas, no de las partes ni potencias de las personas. Si doy un apretón de manos a un conocido para saludarlo calurosamente, no tiene sentido decir ´mis manos te saludan calurosamente´. Expresiones como ´mi cerebro cree´, ´mi hemisferio izquierdo interpreta´, ´la neocorteza percibe, ´las neuronas deciden´, ´el hipocampo recuerda´, ´mi sistema límbico está enfadado´ carecen de sentido, igual que atribuir a cosas como células o grupos de células actos como entender, tomar decisiones, preferir etc. […] Se puede decir mi ojo ve, aunque sería más exacto decir yo veo con mis ojos”.
En resumen, la tecnología y específicamente la robótica prestan servicios notables a la humanidad, de lo cual no se sigue que deban confundirse con los atributos humanos.
Fuente: El Independent
lunes, 30 de diciembre de 2019
La filosofía de la honestidad
¿Qué se necesita para ser honesto? Aunque a menudo se invoca, el concepto de honestidad es bastante difícil de caracterizar. Mirando más de cerca, es una noción afín de autenticidad. Este es el por qué.
Si bien puede ser tentador definir la honestidad como decir la verdad y acatar las reglas , esta es una visión demasiado simplista de un concepto complejo. Decir la verdad, toda la verdad, es a veces práctica y teóricamente imposible, así como moralmente no se requiere o incluso es incorrecto .
Supongamos que su nuevo compañero le pide que sea honesto sobre lo que hizo durante la semana pasada, cuando estuvo separado: ¿significa esto que tendrá que contar todo lo que ha hecho? No solo es posible que no tenga suficiente tiempo y no recuerde todos los detalles, sino que ¿todo es realmente relevante? ¿Debería hablar también sobre la fiesta sorpresa que está organizando para la próxima semana para su pareja?
La relación entre la honestidad y la verdad es mucho más sutil. ¿Qué es la verdad sobre una persona, de todos modos? Cuando un juez le pide a un testigo que diga la verdad sobre lo que sucedió ese día, la solicitud no puede ser de algo en particular, sino solo de lo mas relevante. Pero, ¿Quién puede decir qué detalles son relevantes?
Honestidad y el Ser
Ser honesto implica la capacidad de seleccionar, de una manera sensible al contexto, ciertos detalles sobre nuestras vidas. Como mínimo, la honestidad requiere una comprensión de cómo nuestras acciones se ajustan o no a las reglas y expectativas del Otro, donde este representa a cualquier persona a la que nos sentimos obligados a informar, incluidos nosotros mismos.
Honestidad y autenticidad
Pero hay una relación entre la honestidad y el yo. ¿Has sido honesto contigo mismo? Esa es una pregunta importante, discutida no solo por figuras como Platón y Kierkegaard, sino también en la "Honestidad filosófica" de David Hume .
Ser honestos con nosotros mismos parece ser una parte clave de lo que se necesita para ser auténtico: solo aquellos que pueden enfrentarse a sí mismos, en toda su peculiaridad, parecen ser capaces de desarrollar una personalidad que sea fiel a sí misma, por lo tanto, auténtica.
La honestidad como disposición
Si la honestidad no dice toda la verdad, ¿qué es? Una forma de caracterizarlo, típicamente adoptada en virtud de la ética (esa escuela de ética que se desarrolló a partir de las enseñanzas de Aristóteles ), convierte la honestidad en una disposición. Aquí tenemos un ejemplo: Una persona es honesta cuando posee la disposición para enfrentar al Otro al hacer explícitos todos los detalles que son relevantes para la conversación en cuestión.
La disposición en cuestión es una tendencia que se ha cultivado con el tiempo. Es decir, una persona honesta es aquella que ha desarrollado el hábito de presentar al Otro todos los detalles de su vida que parecen relevantes en la conversación con el Otro. La capacidad de discernir lo que es relevante es parte de la honestidad y, por supuesto, es una habilidad bastante compleja de poseer.
Fuente: Bloghemia
Si bien puede ser tentador definir la honestidad como decir la verdad y acatar las reglas , esta es una visión demasiado simplista de un concepto complejo. Decir la verdad, toda la verdad, es a veces práctica y teóricamente imposible, así como moralmente no se requiere o incluso es incorrecto .
Supongamos que su nuevo compañero le pide que sea honesto sobre lo que hizo durante la semana pasada, cuando estuvo separado: ¿significa esto que tendrá que contar todo lo que ha hecho? No solo es posible que no tenga suficiente tiempo y no recuerde todos los detalles, sino que ¿todo es realmente relevante? ¿Debería hablar también sobre la fiesta sorpresa que está organizando para la próxima semana para su pareja?
La relación entre la honestidad y la verdad es mucho más sutil. ¿Qué es la verdad sobre una persona, de todos modos? Cuando un juez le pide a un testigo que diga la verdad sobre lo que sucedió ese día, la solicitud no puede ser de algo en particular, sino solo de lo mas relevante. Pero, ¿Quién puede decir qué detalles son relevantes?
Honestidad y el Ser
Ser honesto implica la capacidad de seleccionar, de una manera sensible al contexto, ciertos detalles sobre nuestras vidas. Como mínimo, la honestidad requiere una comprensión de cómo nuestras acciones se ajustan o no a las reglas y expectativas del Otro, donde este representa a cualquier persona a la que nos sentimos obligados a informar, incluidos nosotros mismos.
Honestidad y autenticidad
Pero hay una relación entre la honestidad y el yo. ¿Has sido honesto contigo mismo? Esa es una pregunta importante, discutida no solo por figuras como Platón y Kierkegaard, sino también en la "Honestidad filosófica" de David Hume .
Ser honestos con nosotros mismos parece ser una parte clave de lo que se necesita para ser auténtico: solo aquellos que pueden enfrentarse a sí mismos, en toda su peculiaridad, parecen ser capaces de desarrollar una personalidad que sea fiel a sí misma, por lo tanto, auténtica.
La honestidad como disposición
Si la honestidad no dice toda la verdad, ¿qué es? Una forma de caracterizarlo, típicamente adoptada en virtud de la ética (esa escuela de ética que se desarrolló a partir de las enseñanzas de Aristóteles ), convierte la honestidad en una disposición. Aquí tenemos un ejemplo: Una persona es honesta cuando posee la disposición para enfrentar al Otro al hacer explícitos todos los detalles que son relevantes para la conversación en cuestión.
La disposición en cuestión es una tendencia que se ha cultivado con el tiempo. Es decir, una persona honesta es aquella que ha desarrollado el hábito de presentar al Otro todos los detalles de su vida que parecen relevantes en la conversación con el Otro. La capacidad de discernir lo que es relevante es parte de la honestidad y, por supuesto, es una habilidad bastante compleja de poseer.
Fuente: Bloghemia
viernes, 27 de diciembre de 2019
Filmocracy, una plataforma con más de 1000 película de cine independiente
Cuando se trata de ver películas, la cantidad de opciones que tenemos a la mano empezando desde los servicios de streaming es enorme. Además de Netflix, Amazon Prime Video y el resto de alternativas, anteriormente hemos hablado sobre aplicaciones muy interesantes como Flixerr, capaces de realizar streaming de torrents. Sin embargo, todas estas opciones están llenan de películas que podríamos catalogar como mainstream, de modo que, si gustas del cine independiente y alternativo, debes recurrir a un sitio como el que te presentaremos a continuación.
Su nombre es Filmocracy y es una plataforma en donde encontrarás más de 1000 películas independientes que probablemente no puedas encontrar en otras páginas web y servicios.
Para los amantes del cine indie
El cine independiente suele verse opacado por las multimillonarias producciones de Hollywood y otras productoras que se mantienen muy visibles en el mercado. En ese sentido, para los amantes de este tipo de películas puede resultar complicado encontrar los filmes que quieren ver o incluso, descubrir joyas escondidas detrás del marketing de las películas tradicionales. Por ello Filmocracy resulta una verdadera bendición para todos los seguidores del cine independiente, considerando que alberga alrededor de mil títulos que podemos disfrutar sin ningún costo.
La plataforma se mantiene con base en anuncios, por lo que verás algunos al momento de ingresar aunque no resultan tan molestos y numerosos como en los otros sitios. El uso del servicio implica darse de alta con tu correo electrónico y validar la cuenta con tu número telefónico. Esto es motivado a que además de ver películas, la plataforma cuenta con un sistema de logros y recompensas que te permitirán desde mejorar tu avatar hasta obtener giftcards por solo ver y calificar películas.
Adicionalmente, los creadores de la página prometen repartir entre los usuarios el 10% de su recaudación mensual. De esta manera, si te gusta ver y calificar películas tendrás un incentivo para hacerlo repetidas veces y obtener algunas ganancias.
Para visitar Filmocracy, sigue este enlace.
Fuente: TekCrispy
Su nombre es Filmocracy y es una plataforma en donde encontrarás más de 1000 películas independientes que probablemente no puedas encontrar en otras páginas web y servicios.
Para los amantes del cine indie
El cine independiente suele verse opacado por las multimillonarias producciones de Hollywood y otras productoras que se mantienen muy visibles en el mercado. En ese sentido, para los amantes de este tipo de películas puede resultar complicado encontrar los filmes que quieren ver o incluso, descubrir joyas escondidas detrás del marketing de las películas tradicionales. Por ello Filmocracy resulta una verdadera bendición para todos los seguidores del cine independiente, considerando que alberga alrededor de mil títulos que podemos disfrutar sin ningún costo.
La plataforma se mantiene con base en anuncios, por lo que verás algunos al momento de ingresar aunque no resultan tan molestos y numerosos como en los otros sitios. El uso del servicio implica darse de alta con tu correo electrónico y validar la cuenta con tu número telefónico. Esto es motivado a que además de ver películas, la plataforma cuenta con un sistema de logros y recompensas que te permitirán desde mejorar tu avatar hasta obtener giftcards por solo ver y calificar películas.
Adicionalmente, los creadores de la página prometen repartir entre los usuarios el 10% de su recaudación mensual. De esta manera, si te gusta ver y calificar películas tendrás un incentivo para hacerlo repetidas veces y obtener algunas ganancias.
Para visitar Filmocracy, sigue este enlace.
Fuente: TekCrispy
El entrenamiento computarizado mejora la atención selectiva de los jugadores de fútbol
Investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga (UMA) han descrito cómo el entrenamiento computarizado –a través de un software específico– puede mejorar la capacidad de atención de los deportistas, en concreto de los jugadores de fútbol.
A partir de un estudio desarrollado durante 9 semanas, con un total de 27 sesiones de entrenamiento, el equipo de la UMA ha constatado la eficacia de este tipo de preparación computarizada en el desarrollo de la atención selectiva de los futbolistas.
“Sobre todo en deportes abiertos como el fútbol con grandes dosis de variabilidad, se aprenden patrones de juego que activan de forma casi automática ante un estímulo. Sin embargo, en muchos momentos del partido suceden eventos inesperados a estos patrones aprendidos que requieren decidir de una forma creativa”, explica Antonio Hernández Mendo, autor principal y el catedrático de Psicología Social.
Este trabajo, publicado en la revista Frontiers in Psychology, revela que es precisamente ante esos imprevistos cuando las habilidades perceptivo-atencionales son esenciales para un procesamiento rápido y eficaz de la información.
“El desarrollo de la atención selectiva permite centrarse en estímulos específicos inesperados y desechar otros en cada momento del partido”, aclara Hernández Mendo.
Los resultados de este estudio, que forma parte de una línea de investigación más amplia que comenzó hace unos 3 años, prueban que los futbolistas que tienen mejor funcionamiento cognitivo muestran mayor rendimiento en el campo.
Los expertos, que han diseñado una herramienta informática para el entrenamiento de la atención, tienen entre sus próximos pasos evaluar qué tipo de entrenamiento específico es más adecuado en función del deporte y la posición ocupada por el jugador en el terreno de juego.
Fuente: Agencia Sinc
A partir de un estudio desarrollado durante 9 semanas, con un total de 27 sesiones de entrenamiento, el equipo de la UMA ha constatado la eficacia de este tipo de preparación computarizada en el desarrollo de la atención selectiva de los futbolistas.
“Sobre todo en deportes abiertos como el fútbol con grandes dosis de variabilidad, se aprenden patrones de juego que activan de forma casi automática ante un estímulo. Sin embargo, en muchos momentos del partido suceden eventos inesperados a estos patrones aprendidos que requieren decidir de una forma creativa”, explica Antonio Hernández Mendo, autor principal y el catedrático de Psicología Social.
Este trabajo, publicado en la revista Frontiers in Psychology, revela que es precisamente ante esos imprevistos cuando las habilidades perceptivo-atencionales son esenciales para un procesamiento rápido y eficaz de la información.
“El desarrollo de la atención selectiva permite centrarse en estímulos específicos inesperados y desechar otros en cada momento del partido”, aclara Hernández Mendo.
Los resultados de este estudio, que forma parte de una línea de investigación más amplia que comenzó hace unos 3 años, prueban que los futbolistas que tienen mejor funcionamiento cognitivo muestran mayor rendimiento en el campo.
Los expertos, que han diseñado una herramienta informática para el entrenamiento de la atención, tienen entre sus próximos pasos evaluar qué tipo de entrenamiento específico es más adecuado en función del deporte y la posición ocupada por el jugador en el terreno de juego.
Fuente: Agencia Sinc
jueves, 26 de diciembre de 2019
9 de las 10 personas más ricas del mundo son emprendedores por cuenta propia
Cada año Forbes publica su lista de los 400 estadounidenses más ricos. A la cabeza de la lista en 2019 por segundo año consecutivo estaba, para sorpresa de nadie, Jeff Bezos. El fundador de Amazon mantuvo el primer lugar a pesar de un divorcio que hizo que su patrimonio neto cayera de $160 mil millones a $114 mil millones.
En todo el mundo, los estadounidenses representan una porción considerable de las personas más ricas del planeta, (tomando) siete de los diez primeros puestos (ver arriba). Muchos de los nombres que hacen la lista de las personas más ricas del mundo son familiares, al igual que sus respectivas marcas —Google, Facebook, Microsoft, etc.— (Algunos —como Amancio Ortega y su imperio de la moda Zara— son probablemente menos familiares).
Es un grupo bastante diverso, pero lo que une a estos individuos (aparte de su enorme riqueza) es que cada uno, con la excepción de Bernard Arnault, el presidente de Louis Vuitton que se unió a la compañía de su padre en 1971, son empresarios que se hicieron ellos mismos (esto contrasta con los primeros tiempos de la historia de la humanidad, cuando los individuos más ricos eran conquistadores y gobernantes políticos).
Sin excepción, la historia de cada hombre es impresionante y convincente.
Larry Ellison
Larry Ellison, fundador y director ejecutivo de Oracle, nació en 1944 de una madre soltera de origen judío en la ciudad de Nueva York y fue criado por sus padres adoptivos (su tía y su tío) en el sur de Chicago. A la edad de 22 años, Ellison abandonó la Universidad de Chicago después de haber completado un solo semestre y se mudó a California, donde fue contratado por una compañía de electrónica. En 1977, con 1 200 dólares de su propio dinero, fundó una pequeña empresa con dos socios y obtuvo un contrato para construir un sistema de gestión de bases de datos para la CIA, a la que llamaron Oracle. Se convertiría en el nombre de la empresa en 1982 (Oracle Systems Corporation, más tarde denominada simplemente Oracle).
Amancio Ortega
El menor de cuatro hijos, Amancio Ortega, nació en Busdongo de Arbás, León, España. Hijo de un ferroviario, en su adolescencia Ortega se trasladó con su familia a La Coruña, donde trabajó con un camisero local y aprendió a confeccionar ropa a mano. A los 16 años determinó que la clave del éxito en el negocio no era almacenar inventarios de ropa sino dar a los clientes exactamente lo que querían cuando lo querían. En 1975, Ortega utilizó sus pequeños ahorros para comprar su primera tienda, a pocas cuadras de la tienda en la que había trabajado. La llamó Zara. Más de cuatro décadas después, las tiendas de Zara en todo el mundo siguen aplicando la estrategia de la «moda rápida«, refrescando el stock de ropa dos veces por semana y llevando los pedidos en las primeras 48 horas.
Bill Gates
¿Quién puede olvidar a Bill Gates? A los 13 años, cuando la mayoría de los niños están jugando deportes o videojuegos, Gates escribió su primer programa de software. Se matriculó en Harvard en el otoño de 1973, pero abandonó la carrera después de tan solo dos años para unirse a su amigo Paul Allen en Albuquerque, Nuevo México, donde comercializaron su nuevo lenguaje de programación: Microsoft Basic.
Carlos Slim
Carlos Slim nació en la Ciudad de México en 1940. Hijo de inmigrantes libaneses, Slim aprendió finanzas de su padre, que murió en 1953 cuando Slim tenía solo 13 años. Para entonces, Slim ya había comprado su primer bono del gobierno y acciones en el banco más grande de México.
Después de graduarse de la universidad en 1961, se convirtió en corredor de bolsa, a menudo trabajando 14 horas al día. Después de cuatro años había ganado lo suficiente para iniciar su propia firma de corredores —Inversora Bursátil— y comenzar a sentar las bases para el Grupo Carso, el conglomerado global Slim se formaría en 1990.
Larry Page
Larry Page nació en Lansing, Michigan. Hijo de un profesor de informática, decidió escribir su tesis doctoral sobre la estructura de enlaces de las redes y el papel de las citas autorizadas. Page se unirá a su compañero de posgrado de Stanford, Sergey Brin para usar la investigación y desarrollar el algoritmo PageRank de Google, que impulsa el mejor motor de búsqueda del mundo.
La lista continúa. Warren Buffet ganó miles de dólares vendiendo periódicos cuando era adolescente y vendió su primer negocio cuando tenía 17 años. Mark Zuckerberg lanzó Facebook desde su residencia universitaria con amigos de la universidad, a los que trataba de fastidiar como a casi todos los demás con los que trabajaba. Michael Bloomberg era el hijo de un contador. Después de ser despedido de su banco de inversiones (sin indemnización por despido), utilizó el capital que había ganado para crear su propia empresa, que vendía información comercial a sus clientes. Hoy en día, Bloomberg L.P. es el líder mundial en datos e información de negocios, empleando a 20 000 personas en 167 oficinas en dos continentes.
Jeff Bezos
Y luego está Bezos. El propietario de la mayor empresa de venta al por menor en línea del mundo nació como Jeffrey Preston Jorgensen en Albuquerque, hijo de una estudiante de secundaria de 17 años y propietario de una tienda de bicicletas en 1964. Después de divorciarse, su madre se casaría con un inmigrante cubano cuatro años más tarde, Miguel «Mike» Bezos, quien reubicaría a su familia en Houston y, más tarde, en Miami. Antes de asistir a Princeton y luego lanzar Amazon desde su garaje en 1994, Bezos tuvo la doble distinción de ser el mejor de la escuela secundaria y trabajar en el turno de desayuno en McDonald’s como cocinero para pedidos de corto plazo.
La moraleja de la historia
Existe la creencia generalizada de que los ricos suelen heredar su dinero de un tío rico o nacen con cucharas de plata en la boca, pero en realidad es todo lo contrario. En su libro The Millionaire Next Door: los sorprendentes secretos de los ricos de Estados Unidos, los autores William D. Danko y Thomas J. Stanley señalan que menos del 20 % de los millonarios en Estados Unidos heredaron más del 10 % de su riqueza.
Lo mismo ocurre con los multimillonarios, pero más aún. Incluso Bernard Arnault, el único hombre de la lista que no creó su propia empresa, puede decir que la gran mayoría de su riqueza fue ganada. En 1976, cuando Arnault convenció a su padre para que liquidara su división de construcción y cambiara a bienes raíces, la empresa se vendió por unos 40 millones de francos, unos 31 millones de dólares en 2018. Eso es menos de un décimo del 1 % de su riqueza estimada en 76.000 millones de dólares hoy en día.
Esto no quiere decir que algunos de estos multimillonarios no tuvieran ciertas ventajas o privilegios. Warren Buffett era hijo de un congresista. Carlos Slim trabajó muy duro, pero su familia no estaba mal. Bill Gates y Mark Zuckerberg y quizás otros asistieron a escuelas privadas de élite que sin duda eran sustancialmente mejores que las típicas escuelas públicas.
Lo que es innegable es que estos emprendedores autodidactas se volvieron locamente ricos al tomar el riesgo de actuar con visión, lo que resultó en una innovación que mejoró el mundo que los rodeaba. Y de eso se trata el espíritu emprendedor.
Fuente: Panam Post
En todo el mundo, los estadounidenses representan una porción considerable de las personas más ricas del planeta, (tomando) siete de los diez primeros puestos (ver arriba). Muchos de los nombres que hacen la lista de las personas más ricas del mundo son familiares, al igual que sus respectivas marcas —Google, Facebook, Microsoft, etc.— (Algunos —como Amancio Ortega y su imperio de la moda Zara— son probablemente menos familiares).
Es un grupo bastante diverso, pero lo que une a estos individuos (aparte de su enorme riqueza) es que cada uno, con la excepción de Bernard Arnault, el presidente de Louis Vuitton que se unió a la compañía de su padre en 1971, son empresarios que se hicieron ellos mismos (esto contrasta con los primeros tiempos de la historia de la humanidad, cuando los individuos más ricos eran conquistadores y gobernantes políticos).
Sin excepción, la historia de cada hombre es impresionante y convincente.
Larry Ellison
Larry Ellison, fundador y director ejecutivo de Oracle, nació en 1944 de una madre soltera de origen judío en la ciudad de Nueva York y fue criado por sus padres adoptivos (su tía y su tío) en el sur de Chicago. A la edad de 22 años, Ellison abandonó la Universidad de Chicago después de haber completado un solo semestre y se mudó a California, donde fue contratado por una compañía de electrónica. En 1977, con 1 200 dólares de su propio dinero, fundó una pequeña empresa con dos socios y obtuvo un contrato para construir un sistema de gestión de bases de datos para la CIA, a la que llamaron Oracle. Se convertiría en el nombre de la empresa en 1982 (Oracle Systems Corporation, más tarde denominada simplemente Oracle).
Amancio Ortega
El menor de cuatro hijos, Amancio Ortega, nació en Busdongo de Arbás, León, España. Hijo de un ferroviario, en su adolescencia Ortega se trasladó con su familia a La Coruña, donde trabajó con un camisero local y aprendió a confeccionar ropa a mano. A los 16 años determinó que la clave del éxito en el negocio no era almacenar inventarios de ropa sino dar a los clientes exactamente lo que querían cuando lo querían. En 1975, Ortega utilizó sus pequeños ahorros para comprar su primera tienda, a pocas cuadras de la tienda en la que había trabajado. La llamó Zara. Más de cuatro décadas después, las tiendas de Zara en todo el mundo siguen aplicando la estrategia de la «moda rápida«, refrescando el stock de ropa dos veces por semana y llevando los pedidos en las primeras 48 horas.
Bill Gates
¿Quién puede olvidar a Bill Gates? A los 13 años, cuando la mayoría de los niños están jugando deportes o videojuegos, Gates escribió su primer programa de software. Se matriculó en Harvard en el otoño de 1973, pero abandonó la carrera después de tan solo dos años para unirse a su amigo Paul Allen en Albuquerque, Nuevo México, donde comercializaron su nuevo lenguaje de programación: Microsoft Basic.
Carlos Slim
Carlos Slim nació en la Ciudad de México en 1940. Hijo de inmigrantes libaneses, Slim aprendió finanzas de su padre, que murió en 1953 cuando Slim tenía solo 13 años. Para entonces, Slim ya había comprado su primer bono del gobierno y acciones en el banco más grande de México.
Después de graduarse de la universidad en 1961, se convirtió en corredor de bolsa, a menudo trabajando 14 horas al día. Después de cuatro años había ganado lo suficiente para iniciar su propia firma de corredores —Inversora Bursátil— y comenzar a sentar las bases para el Grupo Carso, el conglomerado global Slim se formaría en 1990.
Larry Page
Larry Page nació en Lansing, Michigan. Hijo de un profesor de informática, decidió escribir su tesis doctoral sobre la estructura de enlaces de las redes y el papel de las citas autorizadas. Page se unirá a su compañero de posgrado de Stanford, Sergey Brin para usar la investigación y desarrollar el algoritmo PageRank de Google, que impulsa el mejor motor de búsqueda del mundo.
La lista continúa. Warren Buffet ganó miles de dólares vendiendo periódicos cuando era adolescente y vendió su primer negocio cuando tenía 17 años. Mark Zuckerberg lanzó Facebook desde su residencia universitaria con amigos de la universidad, a los que trataba de fastidiar como a casi todos los demás con los que trabajaba. Michael Bloomberg era el hijo de un contador. Después de ser despedido de su banco de inversiones (sin indemnización por despido), utilizó el capital que había ganado para crear su propia empresa, que vendía información comercial a sus clientes. Hoy en día, Bloomberg L.P. es el líder mundial en datos e información de negocios, empleando a 20 000 personas en 167 oficinas en dos continentes.
Jeff Bezos
Y luego está Bezos. El propietario de la mayor empresa de venta al por menor en línea del mundo nació como Jeffrey Preston Jorgensen en Albuquerque, hijo de una estudiante de secundaria de 17 años y propietario de una tienda de bicicletas en 1964. Después de divorciarse, su madre se casaría con un inmigrante cubano cuatro años más tarde, Miguel «Mike» Bezos, quien reubicaría a su familia en Houston y, más tarde, en Miami. Antes de asistir a Princeton y luego lanzar Amazon desde su garaje en 1994, Bezos tuvo la doble distinción de ser el mejor de la escuela secundaria y trabajar en el turno de desayuno en McDonald’s como cocinero para pedidos de corto plazo.
La moraleja de la historia
Existe la creencia generalizada de que los ricos suelen heredar su dinero de un tío rico o nacen con cucharas de plata en la boca, pero en realidad es todo lo contrario. En su libro The Millionaire Next Door: los sorprendentes secretos de los ricos de Estados Unidos, los autores William D. Danko y Thomas J. Stanley señalan que menos del 20 % de los millonarios en Estados Unidos heredaron más del 10 % de su riqueza.
Lo mismo ocurre con los multimillonarios, pero más aún. Incluso Bernard Arnault, el único hombre de la lista que no creó su propia empresa, puede decir que la gran mayoría de su riqueza fue ganada. En 1976, cuando Arnault convenció a su padre para que liquidara su división de construcción y cambiara a bienes raíces, la empresa se vendió por unos 40 millones de francos, unos 31 millones de dólares en 2018. Eso es menos de un décimo del 1 % de su riqueza estimada en 76.000 millones de dólares hoy en día.
Esto no quiere decir que algunos de estos multimillonarios no tuvieran ciertas ventajas o privilegios. Warren Buffett era hijo de un congresista. Carlos Slim trabajó muy duro, pero su familia no estaba mal. Bill Gates y Mark Zuckerberg y quizás otros asistieron a escuelas privadas de élite que sin duda eran sustancialmente mejores que las típicas escuelas públicas.
Lo que es innegable es que estos emprendedores autodidactas se volvieron locamente ricos al tomar el riesgo de actuar con visión, lo que resultó en una innovación que mejoró el mundo que los rodeaba. Y de eso se trata el espíritu emprendedor.
Fuente: Panam Post
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Las herramientas digitales pueden prevenir recetas de medicamentos inapropiados
Cuando tienes una cita con un médico, una de las primeras preguntas probablemente será si estas usando algún medicamento. Para algunas personas, este es un momento incómodo, en otros casos, los pacientes olvidan el nombre o la dosis de los medicamentos que están tomando. Cuando se trata con un paciente que no puede responder, el problema es peor. ¿Y qué sucede cuando dos drogas tienen nombres similares? En su libro “La Información”, James Gleick advierte sobre el peligro de confundir, por ejemplo, Metadona, una droga usada para tratar la dependencia de opiáceos, con Metadato, usada para tratar el trastorno por déficit de atención.
En 2018 en Corea del Sur, se detectaron sustancias cancerígenas en un tipo específico importado de Valsartán, un medicamento para tratar la presión arterial alta y la insuficiencia cardíaca. Con datos concretos sobre cuándo y a quién se le recetó el medicamento, el Ministerio de Salud de ese país pudo reaccionar de inmediato. Se retiraron las drogas, se advirtió a los ciudadanos y se reembolsó y se volvió a recetar a los pacientes afectados. Este es un ejemplo de cómo las herramientas digitales pueden ayudar a mejorar los servicios de salud e incluso salvar vidas. Y esto es solo una parte de la capacidad total que tienen los datos de calidad cuando son combinados con la herramienta digital adecuada.
Recolectando datos en salud digital
En el siglo XXI, la información es un recurso económico. Recopilar y gestionar información de calidad puede aumentar la eficiencia y estimular la creatividad y la innovación en salud. El informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) 2018, “Brindar servicios de salud de calidad“, asegura que mejorar la calidad se basa en datos claros y precisos. Para medir y analizar el desempeño es fundamental un sistema de información que refuerce los esfuerzos de calidad impulsados a nivel nacional. En consecuencia, la aplicación de tecnologías digitales en los sistemas de información de salud ha surgido como una nueva solución para mejorar la calidad y la eficiencia.
Mejores datos para mejores sistemas: el ejemplo colombiano
Algunos países de la región han avanzado en la recopilación y utilización de la información para la salud.
Por ejemplo, el Ministerio de Salud de Colombia opera una plataforma digital llamada SISPRO (Sistema Integrado de Información de la Protección Social), que consiste en indicadores relacionados con la provisión de servicios de salud y sus resultados. SISPRO combina toda la información del sector, incluida la afiliación, los servicios prestados, los costos de atención y el pago de los servicios. Además, SISPRO permite a todos los actores del sistema de salud y protección social acceder a información epidemiológica y estadística, así como una herramienta de análisis para facilitar la gestión y la toma de decisiones. También contiene datos sobre cuentas de financiamiento y atención médica y sobre indicadores de calidad y resultados para proveedores, que pueden ayudar a evaluar la rentabilidad de la atención médica en Colombia.
No obstante, el sistema enfrenta desafíos tales como mejorar el uso de datos y fortalecer la integración de datos de la comunidad y las personas en el sistema de información de SISPRO.
¿Cómo podría Colombia administrar y utilizar este sistema de una mejor manera? ¿Y cómo podrían otros países de la región desarrollar sistemas similares de información de salud basados en el contexto utilizando la transformación digital para mejorar la calidad de los servicios y la atención médica? Estudiar casos en otros países puede ayudar.
Aprendiendo de Corea del Sur
En el tercer puesto en el ranking DEA, Corea del Sur, lidera la recopilación y el uso de datos de alta calidad para los consumidores y los gobiernos.
El país tiene un sistema de seguro de pago único y cobertura de salud universal, que permite la recopilación de datos relacionados con la salud de toda la población. La evaluación y revisión de la atención médica son llevadas a cabo por el Servicio de Evaluación de Seguros de Salud (HIRA, por sus siglas en inglés), una institución dedicada a garantizar la calidad y la rentabilidad de la atención médica en Corea. HIRA recopila y gestiona información sobre honorarios médicos y evalúa la idoneidad de los servicios. El sistema sigue códigos estrictos sobre leyes de privacidad, lo que garantiza su legitimidad para recopilar datos personales, necesarios para revisión y evaluación únicamente.
Estos son algunos otros ejemplos del trabajo de HIRA a través de herramientas digitales:
Mejora de la prescripción de medicamentos
HIRA opera el programa de Revisión de Utilización de Medicamentos (DUR, por sus siglas en inglés), que recopila y proporciona información en tiempo real sobre la seguridad de los medicamentos a médicos y farmacéuticos a través de un canal de comunicación que conecta los registros digitales de los profesionales con el sistema HIRA.
Con el consentimiento de los proveedores, el DUR analiza las contraindicaciones de diferentes medicamentos o el uso de medicamentos prohibidos para grupos vulnerables, como las mujeres embarazadas o los niños, y alerta a los proveedores de atención médica que dispensan el medicamento. En 2019, el 96% de los proveedores de atención médica en Corea han consentido usar el sistema DUR
Costo y Eficiencia de Cuidado
El gobierno coreano ha aumentado la eficiencia y la calidad de los servicios de salud a través del sistema HIRA. La gestión sistemática de HIRA y las mejoras en los procesos de compra significaron un ahorro de alrededor de 14 mil millones de dólares anualmente. El Programa DUR resultó en un ahorro de 1.7 millones de dólares. Solo en 2017, el programa monitoreó más de 11 mil millones de casos y evitó más de 6.6 millones de casos de uso inseguro de drogas. Los países de la región podrían aprender potencialmente de dicho sistema.
Además, mediante el análisis de big data con un centro de procesamiento de datos en tiempo real, el HIRA aporta a la elaboración de políticas públicas y de servicios estadísticos nacionales. En el centro se pueden buscar estadísticas sobre más de 2,000 enfermedades definidas por los estándares nacionales de salud de Corea. Los resultados incluyen estadísticas relacionadas con un resumen de visitas con resultados detallados por región, edad y sexo, así como datos financieros para proveedores y pacientes. Por ejemplo, la imagen que figura arriba muestra el número de pacientes con gripe tratados entre 2014 y 2018. Entre ellos, el 90,3% fueron pacientes ambulatorios y el 9,7% hospitalizados. Esta información ayuda al gobierno a crear políticas de salud bien focalizadas para sus ciudadanos.
¿Qué sigue?
Un primer paso necesario para que la región avance en esta dirección será trabajar en la recopilación de datos de calidad, que podrían utilizarse para crear sistemas más sofisticados en el futuro. Esto sería posible a través de la colaboración con naciones que ya han pasado por este proceso y pueden compartir lecciones aprendidas, como Corea, fomentando oportunidades para el aprendizaje y el crecimiento bilateral.
Fuente: Gente saludable
En 2018 en Corea del Sur, se detectaron sustancias cancerígenas en un tipo específico importado de Valsartán, un medicamento para tratar la presión arterial alta y la insuficiencia cardíaca. Con datos concretos sobre cuándo y a quién se le recetó el medicamento, el Ministerio de Salud de ese país pudo reaccionar de inmediato. Se retiraron las drogas, se advirtió a los ciudadanos y se reembolsó y se volvió a recetar a los pacientes afectados. Este es un ejemplo de cómo las herramientas digitales pueden ayudar a mejorar los servicios de salud e incluso salvar vidas. Y esto es solo una parte de la capacidad total que tienen los datos de calidad cuando son combinados con la herramienta digital adecuada.
Recolectando datos en salud digital
En el siglo XXI, la información es un recurso económico. Recopilar y gestionar información de calidad puede aumentar la eficiencia y estimular la creatividad y la innovación en salud. El informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) 2018, “Brindar servicios de salud de calidad“, asegura que mejorar la calidad se basa en datos claros y precisos. Para medir y analizar el desempeño es fundamental un sistema de información que refuerce los esfuerzos de calidad impulsados a nivel nacional. En consecuencia, la aplicación de tecnologías digitales en los sistemas de información de salud ha surgido como una nueva solución para mejorar la calidad y la eficiencia.
Mejores datos para mejores sistemas: el ejemplo colombiano
Algunos países de la región han avanzado en la recopilación y utilización de la información para la salud.
Por ejemplo, el Ministerio de Salud de Colombia opera una plataforma digital llamada SISPRO (Sistema Integrado de Información de la Protección Social), que consiste en indicadores relacionados con la provisión de servicios de salud y sus resultados. SISPRO combina toda la información del sector, incluida la afiliación, los servicios prestados, los costos de atención y el pago de los servicios. Además, SISPRO permite a todos los actores del sistema de salud y protección social acceder a información epidemiológica y estadística, así como una herramienta de análisis para facilitar la gestión y la toma de decisiones. También contiene datos sobre cuentas de financiamiento y atención médica y sobre indicadores de calidad y resultados para proveedores, que pueden ayudar a evaluar la rentabilidad de la atención médica en Colombia.
No obstante, el sistema enfrenta desafíos tales como mejorar el uso de datos y fortalecer la integración de datos de la comunidad y las personas en el sistema de información de SISPRO.
¿Cómo podría Colombia administrar y utilizar este sistema de una mejor manera? ¿Y cómo podrían otros países de la región desarrollar sistemas similares de información de salud basados en el contexto utilizando la transformación digital para mejorar la calidad de los servicios y la atención médica? Estudiar casos en otros países puede ayudar.
Aprendiendo de Corea del Sur
En el tercer puesto en el ranking DEA, Corea del Sur, lidera la recopilación y el uso de datos de alta calidad para los consumidores y los gobiernos.
El país tiene un sistema de seguro de pago único y cobertura de salud universal, que permite la recopilación de datos relacionados con la salud de toda la población. La evaluación y revisión de la atención médica son llevadas a cabo por el Servicio de Evaluación de Seguros de Salud (HIRA, por sus siglas en inglés), una institución dedicada a garantizar la calidad y la rentabilidad de la atención médica en Corea. HIRA recopila y gestiona información sobre honorarios médicos y evalúa la idoneidad de los servicios. El sistema sigue códigos estrictos sobre leyes de privacidad, lo que garantiza su legitimidad para recopilar datos personales, necesarios para revisión y evaluación únicamente.
Estos son algunos otros ejemplos del trabajo de HIRA a través de herramientas digitales:
Mejora de la prescripción de medicamentos
HIRA opera el programa de Revisión de Utilización de Medicamentos (DUR, por sus siglas en inglés), que recopila y proporciona información en tiempo real sobre la seguridad de los medicamentos a médicos y farmacéuticos a través de un canal de comunicación que conecta los registros digitales de los profesionales con el sistema HIRA.
Con el consentimiento de los proveedores, el DUR analiza las contraindicaciones de diferentes medicamentos o el uso de medicamentos prohibidos para grupos vulnerables, como las mujeres embarazadas o los niños, y alerta a los proveedores de atención médica que dispensan el medicamento. En 2019, el 96% de los proveedores de atención médica en Corea han consentido usar el sistema DUR
Costo y Eficiencia de Cuidado
El gobierno coreano ha aumentado la eficiencia y la calidad de los servicios de salud a través del sistema HIRA. La gestión sistemática de HIRA y las mejoras en los procesos de compra significaron un ahorro de alrededor de 14 mil millones de dólares anualmente. El Programa DUR resultó en un ahorro de 1.7 millones de dólares. Solo en 2017, el programa monitoreó más de 11 mil millones de casos y evitó más de 6.6 millones de casos de uso inseguro de drogas. Los países de la región podrían aprender potencialmente de dicho sistema.
Además, mediante el análisis de big data con un centro de procesamiento de datos en tiempo real, el HIRA aporta a la elaboración de políticas públicas y de servicios estadísticos nacionales. En el centro se pueden buscar estadísticas sobre más de 2,000 enfermedades definidas por los estándares nacionales de salud de Corea. Los resultados incluyen estadísticas relacionadas con un resumen de visitas con resultados detallados por región, edad y sexo, así como datos financieros para proveedores y pacientes. Por ejemplo, la imagen que figura arriba muestra el número de pacientes con gripe tratados entre 2014 y 2018. Entre ellos, el 90,3% fueron pacientes ambulatorios y el 9,7% hospitalizados. Esta información ayuda al gobierno a crear políticas de salud bien focalizadas para sus ciudadanos.
¿Qué sigue?
Un primer paso necesario para que la región avance en esta dirección será trabajar en la recopilación de datos de calidad, que podrían utilizarse para crear sistemas más sofisticados en el futuro. Esto sería posible a través de la colaboración con naciones que ya han pasado por este proceso y pueden compartir lecciones aprendidas, como Corea, fomentando oportunidades para el aprendizaje y el crecimiento bilateral.
Fuente: Gente saludable
martes, 24 de diciembre de 2019
Y las redes expandieron el plano vital
Si los años sesenta fueron conocidos como la década de las revoluciones y los noventa, la década de la globalización, la que ahora termina será conocida como la década de la hiperconectividad. Es que el crecimiento exponencial de las redes vivido en estos últimos años cambió la forma de desplegar afectos y amistades, de trazar relaciones sociales y laborales, y también de hacer política y de consumir y producir cultura. Linkedin (2003) Facebook (2004), Twitter (2007), WhatsApp (2009), Instagram (2010), Tiktok (2016) y Snapchat (2012), para mencionar sólo las más populares, se convirtieron en parte de nuestras vidas y es raro el día en que no usemos alguna de ellas. Es también la década de Chrome, el buscador de Google, esencial como fuente de conocimiento y registro total de nuestras búsquedas, con lo que crea algoritmos usados para descubrir los deseos e intereses de todos nosotros. Mediante las redes, la supresión de las distancias y la inmediatez resultan ya algo cotidiano. Habitamos un mundo Instagram que afecta el modo en el que se consume la cultura, se producen obras e intervenciones creativas y se piensa el lugar del arte y la literatura. Sin embargo, aun siendo omnipresentes, las redes no lo son todo y la cultura ha ofrecido en estos años usos, radicalizaciones, críticas y contrapesos.
Todos nuestros algoritmos
El filósofo francés Gilles Deleuze ya había advertido sobre el advenimiento de lo que llamó “sociedad de control” pero nunca hubiera podido imaginar (murió en 1995) la dimensión monstruosa que adquiriría la vigilancia y el almacenamiento de datos a escala global. De cualquier modo, el dominio de la sociedad de control no se produce sin resistencia: así como captura infinidad de los movimientos que hacemos (nuestros celulares tienen algo de tobillera electrónica), las redes también son un ámbito de fortalecimiento de subjetividades, despliegue de afectos y construcción de movimientos colectivos. La relación que tenemos con los archivos, la configuración de un campo experimental y el modo en que forjamos ficciones se han transformado en el cruce entre las redes y los grandes conflictos de la década que termina.
Para ensayar una síntesis temática: la caída del patriarcado y las luchas feministas, los contingentes migratorios y las millones de personas abandonadas por los Estados nacionales, la catástrofe climática y el extractivismo como modo de vida, el fin de la binariedad sexual, la desigualdad social y el poder económico concentrado en pocas manos (justamente las más grandes fortunas son de empresarios de internet), las afirmaciones étnicas para desarmar la historia escrita desde una perspectiva colonial no suceden necesariamente en las redes pero adquieren nuevas modalidades desde que pasan por ellas.
La cuestión de los archivos es sintomática y estratégica para pensar las relaciones entre las redes y la cultura. Los archivos digitales han crecido desmesuradamente y no solo se alimentan de documentos del pasado, sino también de nuestra actividad diaria (todas las huellas quedan archivadas). Eso ha hecho que muchas de las batallas culturales y políticas se hayan dado en torno a cómo usar los archivos. En este contexto, el trabajo de las feministas ha sido central: han revisado y resignificado los archivos (como lo hizo Andrea Giunta en su muestra fotográfica Radical Women), han dado protagonismo a artistas mujeres invisibilizadas, han reescrito la historia del arte (un hito en este sentido fue la muestra de la artista de principios de siglo Hilma al Klint, en el Guggenheim de Nueva York).
No se trata solamente de una cuestión cuantitativa sino de transformar los fundamentos patriarcales de la experiencia artística. Obviamente estas vindicaciones exceden internet pero se benefician de la transformación que produjo en la noción de archivo y en sus posibilidades. En otro orden, las redes produjeron un archivo astillado: la serie y la unidad han sido sustituidas por la constelación y la dispersión (en todo caso, algo de la serialidad retorna con los algoritmos, que siempre suelen imponer los recorridos más convencionales). Ya no nos manejamos tanto con obras ni con autores sino más bien con fragmentos que recomponemos como mejor podemos.
La totalidad astillada
El ámbito donde esto se hace más evidente es el cine, que abandonó la sala como lugar privilegiado para instalarse en las plataformas de streaming.
La década cinematográfica concluye con la película El irlandés, de Martin Scorsese, que a la vez que remite al viejo sistema de la película monumental de larga duración proyectada en una sala, es producida por la plataforma Netflix, que la programa para que el espectador pueda consumirla por partes. En la música se observa la misma fragmentación (solo que este término evoca más claramente una totalidad perdida desde la que seguimos pensando ciertos fenómenos provocados por las nuevas tecnologías).
En esta década, Spotify reemplazó a Napster y acentuó el astillamiento del archivo: la música dejó de organizarse en discos o en CDs para hacerlo en canciones. El álbum conceptual fue reemplazado por la playlist, también conceptual. No es la única gran transformación en el terreno de la música popular: uno de los hechos más destacados de la década es el agotamiento del rock como fuente única e inobjetable de rebeldía y antagonismo juvenil. Sin duda, la mirada feminista puso en evidencia el machismo de muchos rockeros, de sus prácticas (las groupies, a las que se les podía hacer cualquier cosa) y de parte su público. Los adolescentes de la década 10 ya buscan otros estilos, entre los que el rock sigue presente pero dejó de ser dominante.
En cuanto a la relación con los objetos de la cultura, ha cambiado drásticamente. Si uno recorre Facebook o Instagram puede encontrarse con una canción, una foto familiar, una invitación al teatro, un artículo académico, un poema, una selfie en una marcha y un link que nos lleva a una película. Al mundo hiperconectado en el que predomina la contigüidad de lo que antes era distante, las artes han respondido con un campo experimental en el que se fusionan el cine, el teatro, la música, la literatura, la danza. El fenómeno es viejo pero no lo es el modo novedoso en que se está produciendo: no se trata de un gesto vanguardista sino de la necesidad de construir narrativas con los materiales a disposición. La transversalidad convive con un entramado institucional que todavía sostiene diferencias rígidas entre las diversas disciplinas y en esa tensión está una de las marcas más interesantes del arte contemporáneo (el campo experimental crece pero el peso de las instituciones también).
La performance reina
Una palabra da cuenta de muchos de estos dislocamientos: la performance, que no es música ni teatro ni literatura ni danza pero puede ser todo eso y aún más. La performance dominó como género artístico e institucional los principios del nuevo siglo pero en esta década se diluyó (cualquier acto teatral o evento puede ser denominado “performance”) y a la vez se diseminó por todos los ámbitos, desde el académico en el que comienza a haber conferencias performáticas hasta el periodístico (ya existe el “periodismo performático”), pasando por el político, donde marcha callejera, performance y flash mob ya son parte de un mismo fenómeno (recuerdo cuando, en los noventa, casi es escrachada una profesora universitaria en Filosofía y Letras porque habló de la “performance” en los actos de las Madres de Plaza de Mayo).
En este campo experimental, otra clave es la combinación de los diferentes activismos con una densidad formal que eluda el panfleto y la bajada de línea. Eso es lo que se ve en las Bienales, un fenómeno creciente del nuevo siglo. Está claro que a muchos de los artistas contemporáneos no les interesa testear qué es el arte sino cómo circula. No les importa si es autónomo o no sino cómo rinde en cada espacio; no buscan determinar su producción por lógicas inmanentes sino que producen para museos, galerías y bienales. Paradójicamente, la zona más politizada de la creación contemporánea, las artes visuales, es la más atrapada en la lógica financiera del capitalismo y, aunque esta contradicción a veces aparece (como en el boicot a la Bienal del Whitney Museum de este año por el origen de la fortuna de uno de sus auspiciantes, Warren Kanders), está lejos de agudizarse o estallar (e incluso algunos artistas parecen aprovecharse de este matrimonio por conveniencia). En la articulación entre arte y mercado juegan un papel reparador los museos, que se han convertido en el lugar público por excelencia para acceder al arte. Defenestrados durante mucho tiempo por su carácter conservador, oficial y elitista, hoy –sean comunitarios, oficiales o privados– son la herramienta de un cambio profundo en los gustos y en la producción de conocimiento. El fenómeno de los museos ya viene dándose desde hace varios años, pero cuando una muestra de un artista lleva más de 200 mil personas (es lo que sucedió con Leandro Erlich en el MALBA este año) se hace evidente que algo ha cambiado.
En los movimientos financieros y económicos que atraviesan el mundo del arte y del cine, la literatura es algo así como la prima pobre. Cada escritor funciona como una pyme y sólo eventualmente puede ingresar en el mundo del espectáculo. Para autopromocionarse usa facebook y hasta twitter y se inclina más por formar parte de tribus y de significativas editoriales pequeñas que por llegar a las masas. Las narraciones extensas, a la vez, tienen dificultades para entrar en el mundo digital. Esta década es también la del ascenso, auge y caída del e-book (la frecuencia de lo obsoleto –y la resurrección de lo obsoleto– es otra de las marcas del periodo). El podcast, en cambio, por los traslados de la gente en auto o en transporte público, volvió a traer a la narración oral al consumo y la producción literaria.
Las redes y las agitaciones políticas de la época también han provocado una transformación de las ficciones: cómo se cuentan las historias y qué historias contamos. La necesidad o la presión de lo llamado “políticamente correcto” introdujeron factores éticos en las narraciones, en las resoluciones dramáticas y en el casting. El nexo con lo viviente prolifera y casi no hay historia (exceptuando las de superhéroes) que no sea “basada en hechos reales”, como si necesitáramos comprender, mediante el orden narrativo, las inverosimilitudes o incoherencias de la realidad en una pulsión que podríamos denominar naturalista. La la proliferación desesperada de los biopics es una respuesta traumática y desviada a este deseo ambivalente de vincular a la imagen con lo real y con lo viviente. En diferentes planos, los reality shows (en los que la vida misma es capturada para hacer vivir a sus protagonistas en la imagen), el biodrama, el auge de los géneros documentales y los youtubers y las diversas home movies que circulan por internet –nuestra convivencia con las imágenes de internet en cualquier lugar y en cualquier momento– parecen indicar que las unidades del relato ya no son ficcionales sino vitales, sea lo vital tanto una tajada de lo cotidiano como un caso de dimensión política o jurídica.
La década termina con Guasón (Joker), una ficción que combina las fantasías controladas de la catástrofe de los superhéroes con escenas de un naturalismo abrumador en un pequeño departamento como cualquier otro (y se trata nada menos que de una mujer que dice ser abusada). La película de superhéroes y la pulsión naturalista se fusionan en esta historia.
Aunque es demasiado apresurado consignar los rasgos de identidad de la década, ya que suele pasar un tiempo antes que se cristalice en una idea, todo indica que será recordada como la década en la que todos comenzamos a llevar celulares, convirtiendo nuestros cuerpos en un nudo más de esa red virtual infinita y perturbadoramente real, casi al borde de lo transhumano.
Fuente: Revista Ñ
Todos nuestros algoritmos
El filósofo francés Gilles Deleuze ya había advertido sobre el advenimiento de lo que llamó “sociedad de control” pero nunca hubiera podido imaginar (murió en 1995) la dimensión monstruosa que adquiriría la vigilancia y el almacenamiento de datos a escala global. De cualquier modo, el dominio de la sociedad de control no se produce sin resistencia: así como captura infinidad de los movimientos que hacemos (nuestros celulares tienen algo de tobillera electrónica), las redes también son un ámbito de fortalecimiento de subjetividades, despliegue de afectos y construcción de movimientos colectivos. La relación que tenemos con los archivos, la configuración de un campo experimental y el modo en que forjamos ficciones se han transformado en el cruce entre las redes y los grandes conflictos de la década que termina.
Para ensayar una síntesis temática: la caída del patriarcado y las luchas feministas, los contingentes migratorios y las millones de personas abandonadas por los Estados nacionales, la catástrofe climática y el extractivismo como modo de vida, el fin de la binariedad sexual, la desigualdad social y el poder económico concentrado en pocas manos (justamente las más grandes fortunas son de empresarios de internet), las afirmaciones étnicas para desarmar la historia escrita desde una perspectiva colonial no suceden necesariamente en las redes pero adquieren nuevas modalidades desde que pasan por ellas.
La cuestión de los archivos es sintomática y estratégica para pensar las relaciones entre las redes y la cultura. Los archivos digitales han crecido desmesuradamente y no solo se alimentan de documentos del pasado, sino también de nuestra actividad diaria (todas las huellas quedan archivadas). Eso ha hecho que muchas de las batallas culturales y políticas se hayan dado en torno a cómo usar los archivos. En este contexto, el trabajo de las feministas ha sido central: han revisado y resignificado los archivos (como lo hizo Andrea Giunta en su muestra fotográfica Radical Women), han dado protagonismo a artistas mujeres invisibilizadas, han reescrito la historia del arte (un hito en este sentido fue la muestra de la artista de principios de siglo Hilma al Klint, en el Guggenheim de Nueva York).
No se trata solamente de una cuestión cuantitativa sino de transformar los fundamentos patriarcales de la experiencia artística. Obviamente estas vindicaciones exceden internet pero se benefician de la transformación que produjo en la noción de archivo y en sus posibilidades. En otro orden, las redes produjeron un archivo astillado: la serie y la unidad han sido sustituidas por la constelación y la dispersión (en todo caso, algo de la serialidad retorna con los algoritmos, que siempre suelen imponer los recorridos más convencionales). Ya no nos manejamos tanto con obras ni con autores sino más bien con fragmentos que recomponemos como mejor podemos.
La totalidad astillada
El ámbito donde esto se hace más evidente es el cine, que abandonó la sala como lugar privilegiado para instalarse en las plataformas de streaming.
La década cinematográfica concluye con la película El irlandés, de Martin Scorsese, que a la vez que remite al viejo sistema de la película monumental de larga duración proyectada en una sala, es producida por la plataforma Netflix, que la programa para que el espectador pueda consumirla por partes. En la música se observa la misma fragmentación (solo que este término evoca más claramente una totalidad perdida desde la que seguimos pensando ciertos fenómenos provocados por las nuevas tecnologías).
En esta década, Spotify reemplazó a Napster y acentuó el astillamiento del archivo: la música dejó de organizarse en discos o en CDs para hacerlo en canciones. El álbum conceptual fue reemplazado por la playlist, también conceptual. No es la única gran transformación en el terreno de la música popular: uno de los hechos más destacados de la década es el agotamiento del rock como fuente única e inobjetable de rebeldía y antagonismo juvenil. Sin duda, la mirada feminista puso en evidencia el machismo de muchos rockeros, de sus prácticas (las groupies, a las que se les podía hacer cualquier cosa) y de parte su público. Los adolescentes de la década 10 ya buscan otros estilos, entre los que el rock sigue presente pero dejó de ser dominante.
En cuanto a la relación con los objetos de la cultura, ha cambiado drásticamente. Si uno recorre Facebook o Instagram puede encontrarse con una canción, una foto familiar, una invitación al teatro, un artículo académico, un poema, una selfie en una marcha y un link que nos lleva a una película. Al mundo hiperconectado en el que predomina la contigüidad de lo que antes era distante, las artes han respondido con un campo experimental en el que se fusionan el cine, el teatro, la música, la literatura, la danza. El fenómeno es viejo pero no lo es el modo novedoso en que se está produciendo: no se trata de un gesto vanguardista sino de la necesidad de construir narrativas con los materiales a disposición. La transversalidad convive con un entramado institucional que todavía sostiene diferencias rígidas entre las diversas disciplinas y en esa tensión está una de las marcas más interesantes del arte contemporáneo (el campo experimental crece pero el peso de las instituciones también).
La performance reina
Una palabra da cuenta de muchos de estos dislocamientos: la performance, que no es música ni teatro ni literatura ni danza pero puede ser todo eso y aún más. La performance dominó como género artístico e institucional los principios del nuevo siglo pero en esta década se diluyó (cualquier acto teatral o evento puede ser denominado “performance”) y a la vez se diseminó por todos los ámbitos, desde el académico en el que comienza a haber conferencias performáticas hasta el periodístico (ya existe el “periodismo performático”), pasando por el político, donde marcha callejera, performance y flash mob ya son parte de un mismo fenómeno (recuerdo cuando, en los noventa, casi es escrachada una profesora universitaria en Filosofía y Letras porque habló de la “performance” en los actos de las Madres de Plaza de Mayo).
En este campo experimental, otra clave es la combinación de los diferentes activismos con una densidad formal que eluda el panfleto y la bajada de línea. Eso es lo que se ve en las Bienales, un fenómeno creciente del nuevo siglo. Está claro que a muchos de los artistas contemporáneos no les interesa testear qué es el arte sino cómo circula. No les importa si es autónomo o no sino cómo rinde en cada espacio; no buscan determinar su producción por lógicas inmanentes sino que producen para museos, galerías y bienales. Paradójicamente, la zona más politizada de la creación contemporánea, las artes visuales, es la más atrapada en la lógica financiera del capitalismo y, aunque esta contradicción a veces aparece (como en el boicot a la Bienal del Whitney Museum de este año por el origen de la fortuna de uno de sus auspiciantes, Warren Kanders), está lejos de agudizarse o estallar (e incluso algunos artistas parecen aprovecharse de este matrimonio por conveniencia). En la articulación entre arte y mercado juegan un papel reparador los museos, que se han convertido en el lugar público por excelencia para acceder al arte. Defenestrados durante mucho tiempo por su carácter conservador, oficial y elitista, hoy –sean comunitarios, oficiales o privados– son la herramienta de un cambio profundo en los gustos y en la producción de conocimiento. El fenómeno de los museos ya viene dándose desde hace varios años, pero cuando una muestra de un artista lleva más de 200 mil personas (es lo que sucedió con Leandro Erlich en el MALBA este año) se hace evidente que algo ha cambiado.
En los movimientos financieros y económicos que atraviesan el mundo del arte y del cine, la literatura es algo así como la prima pobre. Cada escritor funciona como una pyme y sólo eventualmente puede ingresar en el mundo del espectáculo. Para autopromocionarse usa facebook y hasta twitter y se inclina más por formar parte de tribus y de significativas editoriales pequeñas que por llegar a las masas. Las narraciones extensas, a la vez, tienen dificultades para entrar en el mundo digital. Esta década es también la del ascenso, auge y caída del e-book (la frecuencia de lo obsoleto –y la resurrección de lo obsoleto– es otra de las marcas del periodo). El podcast, en cambio, por los traslados de la gente en auto o en transporte público, volvió a traer a la narración oral al consumo y la producción literaria.
Las redes y las agitaciones políticas de la época también han provocado una transformación de las ficciones: cómo se cuentan las historias y qué historias contamos. La necesidad o la presión de lo llamado “políticamente correcto” introdujeron factores éticos en las narraciones, en las resoluciones dramáticas y en el casting. El nexo con lo viviente prolifera y casi no hay historia (exceptuando las de superhéroes) que no sea “basada en hechos reales”, como si necesitáramos comprender, mediante el orden narrativo, las inverosimilitudes o incoherencias de la realidad en una pulsión que podríamos denominar naturalista. La la proliferación desesperada de los biopics es una respuesta traumática y desviada a este deseo ambivalente de vincular a la imagen con lo real y con lo viviente. En diferentes planos, los reality shows (en los que la vida misma es capturada para hacer vivir a sus protagonistas en la imagen), el biodrama, el auge de los géneros documentales y los youtubers y las diversas home movies que circulan por internet –nuestra convivencia con las imágenes de internet en cualquier lugar y en cualquier momento– parecen indicar que las unidades del relato ya no son ficcionales sino vitales, sea lo vital tanto una tajada de lo cotidiano como un caso de dimensión política o jurídica.
La década termina con Guasón (Joker), una ficción que combina las fantasías controladas de la catástrofe de los superhéroes con escenas de un naturalismo abrumador en un pequeño departamento como cualquier otro (y se trata nada menos que de una mujer que dice ser abusada). La película de superhéroes y la pulsión naturalista se fusionan en esta historia.
Aunque es demasiado apresurado consignar los rasgos de identidad de la década, ya que suele pasar un tiempo antes que se cristalice en una idea, todo indica que será recordada como la década en la que todos comenzamos a llevar celulares, convirtiendo nuestros cuerpos en un nudo más de esa red virtual infinita y perturbadoramente real, casi al borde de lo transhumano.
Fuente: Revista Ñ
lunes, 23 de diciembre de 2019
La empresa española que consigue visibilizar a los invisibles del mundo
Si no estás registrado, no existes y más del 20% de la población mundial, alrededor de 1.500 millones de personas, no tiene un carnet de identidad que los identifique como ciudadanos. Si no tienes identificación, no estás registrado en el sistema sanitario o educativo por lo que no puedes recibir educación o ser atendido por el médico, no puedes inscribir tu casa, ni tener derecho a la tierra, no puedes abrir una cuenta bancaria, ni tener un trabajo formal, ni siquiera recibir mucha de la ayuda humanitaria que te correspondería.
De entre los más invisibles de nuestra sociedad, la mayoría son niños. Unicef estima que entre 100 y 150 millones de ellos viven solos en la calle, víctimas de explotación, mendicidad, prostitución, trabajo infantil, tráfico de órganos, desnutrición, prisioneros de las mafias y condenados a sobrevivir en la miseria. Las ONG que los intentan atender, trabajan de forma independiente, con bases de datos no fiables, muchas veces en papel, en las que registran a un niño varias veces con que sólo se cambie de nombre, o se traslade a otra cuidad, algo que pasa en cuanto se sienten amenazados. Sin saber nunca si son los que dicen ser.
Itwillbe, una organización española de innovación social, está cambiando, de forma pionera, esta triste realidad a través de la biometría. Como ellos dicen, “identificando cada realidad a través de la biometría podemos protegerles.” Para ello crearon en 2016 PPa, People´s Protection App, una aplicación de reconocimiento biométrico multifactorial —que realiza reconocimiento facial, huella dactilar y huella de las venas de la mano—, que permite desde un dispositivo móvil la recopilación de datos clave para la identificación con alta confiabilidad. El «patrón palmar» es de vital importancia para los menores, ya que apenas cambia con el crecimiento y es la única biometría fiable en este colectivo.
Esta forma de reconocimiento, que no había sido utilizada antes en el sector social, permite ser mucho más eficiente en la gestión de las necesidades de los colectivos identificados. Como dice Arancha Martínez, fundadora de Itwillbe, “todos los sectores se han transformado gracias a la tecnología. ¿Porqué el sector social, que es de los que más lo necesita, no la está empleando en todo su potencial?” Para eso nació Itwillbe, para lograr hacerlo más eficiente y eficaz a través de la tecnología.
En este momento PPa está siendo utilizada para la identificación de menores en tres realidades sumamente distintas y todas a cada cual más cruel. En India, como se contó en este árticulo, alrededor de 10 millones de niños viven solos en la calle, sin protección familiar o social. Estos menores llegan a las estaciones de tren procedentes de otros Estados empobrecidos de India, con problemas sociales y enfermedades. Cada 5 minutos, un niño llega solo a un andén en India. Miles de ellos huyen cada año del abuso, la pobreza y la violencia y utilizan la extensa red ferroviaria de la India para migrar a las ciudades, donde esperan encontrar una vida mejor. Algunos tienen la intención de regresar a sus familias con dinero para comida, pero terminan perdidos en las estaciones. Por eso, alrededor de ellas, se articula toda una red de abuso y explotación controlada por mafias que se aprovechan de la desprotección de estos menores para utilizarlos con fines económicos, obligándoles a mendigar en la propia estación y sometiéndoles a situaciones de indigencia y miseria en condiciones de salubridad pésimas y en régimen de esclavitud. Itwillbe trabaja en la identificación de estos menores con más de 350 ONG indias unidas dentro de la iniciativa Youth at Risk, A Child is Missing, ya han conseguido sacar a unos 300.000 menores de edad de las calles del país. Algo nada fácil por la desconfianza que a estos niños les generan los adultos o cualquier promesa de vida mejor.
El segundo de los proyectos en los que el reconocimiento biométrico de Itwillbe puede resultar clave es en Senegal, dónde Human Rights Watch declara que más de 100.000 niños son obligados a mendigar. Y en Sierra Leona, se focalizan en mejorar los programas de niñas victimas de trata. Según informe de Human Rights Watch, en este país el 47% de las niñas, cuando llegan a los 18 años ya tienen un hijo o están embarazadas como resultado de una violación, de la prostitución o de la ignorancia. La mayoría de las víctimas de explotación sexual duermen en el cuarto de sus clientes o en algún cuartito que les deja él o la proxeneta. Turnándose para dormir en el suelo.
PPa se ha focalizado en infancia por ser tan vulnerable y haber tantos programas de ayuda a los que hacer más eficientes, pero sirve para cualquier colectivo con necesidades de identificación: refugiados, gestión de programas sociales en zonas remotas, migrantes,… A pesar de la gran necesidad, fiabilidad e impacto, no ha sido nada fácil. En la fase de diseño se dieron cuenta de que nadie estaba usando biometría para identificación de colectivos vulnerables más que en pilotos sin potencial de escalabilidad. Desarrollar algo en este área tenía sentido para todo el sector, pero además tenía que ser portable (a los niños hay que tratarlos en la calle) y asequible para las organizaciones ya que el modelo de negocio de PPa se basa en una licencia de uso para cada ONG.
Tanto a nivel de impacto, como a nivel de eficiencia y eficacia de los programas la identificación en el sector social es clave. Pero invertir en innovación tecnológica en este sector es caro, como en cualquier otro, y hay que asumir riesgos. Y ahí es dónde está el mayor problema. Desde la experiencia de Arancha, los donantes y grandes fondos filantrópicos no parecen dispuestos a asumir estos riesgos. «Y quien no arriesga no gana», dice, “porque, si estamos hablando de ganar la batalla al hambre, a la desnutrición, a la trata, o al trabajo infantil, ¿no es de cajón que hay que innovar si llevamos años intentándolo y no los hemos solucionado?”. Sin apoyamos a las ONG y a las entidades que conocen de primera mano estos problemas para invertir en innovación, no se va a conseguir, asegura.
El emprendimiento social se está configurando como la principal respuesta a los programas sociales y realmente hacen falta modelos de negocio y tecnología que hagan sostenible la solución a tales retos. Pero llegar a desarrollar estos modelos sostenibles requiere tomar riesgos e invertir en modelos de negocio que no están probados, en innovación sin retorno evidente. Ahí es dónde debe actuar la filantropía y la solidaridad, para la cual, la vida de una sola persona es suficiente y cuando se trata de salvarla no se puede hablar ni de inversión ni de riesgo.
Nos dice Itwillbe que “los datos son conocimiento y el conocimiento es poder”; poder para cambiar las vidas de miles de millones de personas invisibles en nuestro planeta, de miles de niños maltratados y abusados. Los datos recogidos a través de PPa cambian la intervención social, la educación, la asistencia médica, el apoyo psicológico, para que estos menores de edad tengan una infancia con dignidad y futuro. Seamos audaces, atrevámonos a arriesgar e invertir de manera filantrópica, para dar el pistoletazo de salida a modelos ganadores que acaben con la invisibilidad, uno de los problemas sociales de nuestro tiempo. Ya hemos tardado demasiado.
Imagen: BBVA
Fuente: Almendron
De entre los más invisibles de nuestra sociedad, la mayoría son niños. Unicef estima que entre 100 y 150 millones de ellos viven solos en la calle, víctimas de explotación, mendicidad, prostitución, trabajo infantil, tráfico de órganos, desnutrición, prisioneros de las mafias y condenados a sobrevivir en la miseria. Las ONG que los intentan atender, trabajan de forma independiente, con bases de datos no fiables, muchas veces en papel, en las que registran a un niño varias veces con que sólo se cambie de nombre, o se traslade a otra cuidad, algo que pasa en cuanto se sienten amenazados. Sin saber nunca si son los que dicen ser.
Itwillbe, una organización española de innovación social, está cambiando, de forma pionera, esta triste realidad a través de la biometría. Como ellos dicen, “identificando cada realidad a través de la biometría podemos protegerles.” Para ello crearon en 2016 PPa, People´s Protection App, una aplicación de reconocimiento biométrico multifactorial —que realiza reconocimiento facial, huella dactilar y huella de las venas de la mano—, que permite desde un dispositivo móvil la recopilación de datos clave para la identificación con alta confiabilidad. El «patrón palmar» es de vital importancia para los menores, ya que apenas cambia con el crecimiento y es la única biometría fiable en este colectivo.
Esta forma de reconocimiento, que no había sido utilizada antes en el sector social, permite ser mucho más eficiente en la gestión de las necesidades de los colectivos identificados. Como dice Arancha Martínez, fundadora de Itwillbe, “todos los sectores se han transformado gracias a la tecnología. ¿Porqué el sector social, que es de los que más lo necesita, no la está empleando en todo su potencial?” Para eso nació Itwillbe, para lograr hacerlo más eficiente y eficaz a través de la tecnología.
En este momento PPa está siendo utilizada para la identificación de menores en tres realidades sumamente distintas y todas a cada cual más cruel. En India, como se contó en este árticulo, alrededor de 10 millones de niños viven solos en la calle, sin protección familiar o social. Estos menores llegan a las estaciones de tren procedentes de otros Estados empobrecidos de India, con problemas sociales y enfermedades. Cada 5 minutos, un niño llega solo a un andén en India. Miles de ellos huyen cada año del abuso, la pobreza y la violencia y utilizan la extensa red ferroviaria de la India para migrar a las ciudades, donde esperan encontrar una vida mejor. Algunos tienen la intención de regresar a sus familias con dinero para comida, pero terminan perdidos en las estaciones. Por eso, alrededor de ellas, se articula toda una red de abuso y explotación controlada por mafias que se aprovechan de la desprotección de estos menores para utilizarlos con fines económicos, obligándoles a mendigar en la propia estación y sometiéndoles a situaciones de indigencia y miseria en condiciones de salubridad pésimas y en régimen de esclavitud. Itwillbe trabaja en la identificación de estos menores con más de 350 ONG indias unidas dentro de la iniciativa Youth at Risk, A Child is Missing, ya han conseguido sacar a unos 300.000 menores de edad de las calles del país. Algo nada fácil por la desconfianza que a estos niños les generan los adultos o cualquier promesa de vida mejor.
El segundo de los proyectos en los que el reconocimiento biométrico de Itwillbe puede resultar clave es en Senegal, dónde Human Rights Watch declara que más de 100.000 niños son obligados a mendigar. Y en Sierra Leona, se focalizan en mejorar los programas de niñas victimas de trata. Según informe de Human Rights Watch, en este país el 47% de las niñas, cuando llegan a los 18 años ya tienen un hijo o están embarazadas como resultado de una violación, de la prostitución o de la ignorancia. La mayoría de las víctimas de explotación sexual duermen en el cuarto de sus clientes o en algún cuartito que les deja él o la proxeneta. Turnándose para dormir en el suelo.
PPa se ha focalizado en infancia por ser tan vulnerable y haber tantos programas de ayuda a los que hacer más eficientes, pero sirve para cualquier colectivo con necesidades de identificación: refugiados, gestión de programas sociales en zonas remotas, migrantes,… A pesar de la gran necesidad, fiabilidad e impacto, no ha sido nada fácil. En la fase de diseño se dieron cuenta de que nadie estaba usando biometría para identificación de colectivos vulnerables más que en pilotos sin potencial de escalabilidad. Desarrollar algo en este área tenía sentido para todo el sector, pero además tenía que ser portable (a los niños hay que tratarlos en la calle) y asequible para las organizaciones ya que el modelo de negocio de PPa se basa en una licencia de uso para cada ONG.
Tanto a nivel de impacto, como a nivel de eficiencia y eficacia de los programas la identificación en el sector social es clave. Pero invertir en innovación tecnológica en este sector es caro, como en cualquier otro, y hay que asumir riesgos. Y ahí es dónde está el mayor problema. Desde la experiencia de Arancha, los donantes y grandes fondos filantrópicos no parecen dispuestos a asumir estos riesgos. «Y quien no arriesga no gana», dice, “porque, si estamos hablando de ganar la batalla al hambre, a la desnutrición, a la trata, o al trabajo infantil, ¿no es de cajón que hay que innovar si llevamos años intentándolo y no los hemos solucionado?”. Sin apoyamos a las ONG y a las entidades que conocen de primera mano estos problemas para invertir en innovación, no se va a conseguir, asegura.
El emprendimiento social se está configurando como la principal respuesta a los programas sociales y realmente hacen falta modelos de negocio y tecnología que hagan sostenible la solución a tales retos. Pero llegar a desarrollar estos modelos sostenibles requiere tomar riesgos e invertir en modelos de negocio que no están probados, en innovación sin retorno evidente. Ahí es dónde debe actuar la filantropía y la solidaridad, para la cual, la vida de una sola persona es suficiente y cuando se trata de salvarla no se puede hablar ni de inversión ni de riesgo.
Nos dice Itwillbe que “los datos son conocimiento y el conocimiento es poder”; poder para cambiar las vidas de miles de millones de personas invisibles en nuestro planeta, de miles de niños maltratados y abusados. Los datos recogidos a través de PPa cambian la intervención social, la educación, la asistencia médica, el apoyo psicológico, para que estos menores de edad tengan una infancia con dignidad y futuro. Seamos audaces, atrevámonos a arriesgar e invertir de manera filantrópica, para dar el pistoletazo de salida a modelos ganadores que acaben con la invisibilidad, uno de los problemas sociales de nuestro tiempo. Ya hemos tardado demasiado.
Imagen: BBVA
Fuente: Almendron
sábado, 21 de diciembre de 2019
La app que Conecta a los Pueblos Indígenas de Ecuador
El 18 de diciembre de 2019, el equipo de jóvenes desarrolladores Uma Maki culminó el proceso de diseño de la APP “Conecta Culturas” con la entrega oficial de la misma ante UNESCO Quito, Corape, Medialab-CIESPAL y Deutsche Welle (DW) Akademie. Esta iniciativa por la lenguas indígenas, que transversaliza diversidad cultural, tecnología y empoderamiento digital, se sustenta en una plataforma colaborativa que suma experiencia y recursos, en el marco del Año Internacional de las Lenguas Indígenas, con el objetivo de dotar al Centro de Documentación Digital de los Pueblos y Nacionalidades del Ecuador de las condiciones de accesibilidad para instrumentar su uso a través de la tecnología móvil a los fines de generar y compartir contenidos desde la diversidad cultural.
Yeimmy Clemencia -productora radial- y James Medrano, Jean Karlo Obando, Alexander Mejía, Wladymir Buborich y Bryan Oscullo -estudiantes universitarios en Ingeniería en Sistemas- conforman el equipo desarrollador de la APP que permitirá, por primera vez en la historia del Ecuador, que las nacionalidades y pueblos originarios puedan generar y subir contenido –en formato de vídeo, audio, imagen o texto- de forma fácil y directa y sin necesidad de conexión inmediata a Internet, al Centro de Documentación Digital que se creó con el fin de reducir la brecha digital y epistemológica que impide la democratización del ecosistema digital.
Ése fue, precisamente, el principal reto al que tuvieron que enfrentarse los más de 47 jóvenes que participaron en el Hackatón “Conecta Culturas”, quienes, organizados en 8 equipos mixtos, desarrollaron y presentaron ante el jurado –conformado por representantes de Corape, Medialab-CIESPAL, DW Akademie y la Oficina de la UNESCO en Quito- un prototipo de APP diseñado para suministrar a comunicadoras y comunicadores de los pueblos y nacionalidades del Ecuador una herramienta de uso fácil, intuitiva y eficaz, para alimentar su Centro de Documentación digital con contenidos propios y de valor cultural. El equipo Uma Maki, con su propuesta que resultó ganadora, logró responder a los retos técnicos y sociales que se enmarcan en un proceso innovador para la construcción de entornos democráticos y diversos sustentados en contenidos propios, la construcción de memoria e interacciones interculturales; como parte del aporte a las necesidades de preservación y transmisión de identidades, prácticas, relatos y saberes, propios de un país plurinacional e intercultural como Ecuador.
Tras casi cinco meses de trabajo intenso, en el que no faltaron las reuniones de trabajo y discusión con los futuros usuarios, sesiones de prueba, retroalimentación, rectificaciones y ajustes, el prototipo ganador del Hackatón “Conecta Culturas” –que se llevó a cabo del 26 al 28 de julio de 2019- es ya una APP atractiva y funcional, disponible en el Play Store de cualquier smartphone, que cumple con su misión inicial de compatibilizar la preservación de la riqueza y diversidad cultural con la integración y conexión de los pueblos y nacionalidades del Ecuador en el ciberespacio a través de las TIC.
Es una APP que permite a usuarias/os –personas de los diversos pueblos y nacionalidades del Ecuador- acceder fácilmente a un espacio atractivo, intuitivo, que estimula la participación, para comenzar a generar y subir contenido a través de tres categorías: Conocedor, Compa y Comunicador. Quienes registren la mayor cantidad de contenido de calidad en la APP, lo cual requiere de puntajes, que se traducen en número de likes otorgados por el resto de las y los usuarios, podrán ir subiendo de categoría, hasta llegar a obtener el rango de Comunicador y poder comenzar, a partir de ese momento, a subir un contenido que tendrá mayor visibilidad, toda vez que será automáticamente –cuando el celular se conecte a una red Wifi- publicado en el Centro de Documentación Digital de los Pueblos y Nacionalidades del Ecuador.
Cabe apuntar que las y los usuarios de la APP “Conecta Culturas” podrán obtener la expresa licencia para que sean reconocidos los derechos de autor de la producción de las nacionalidades y pueblos indígenas. El próximo reto, por tanto, consiste en que, junto con el debido derecho a la autoría, los pueblos y nacionalidades del Ecuador acojan esta APP como una herramienta útil que coadyuve el ejercicio de su derecho a la identidad cultural; que comiencen a hacer uso de la misma, a socializarla, a integrarla en su cotidianidad para la generación, el intercambio y la dinamización de contenido propio, apostando por la autonomía cultural y el empoderamiento de los pueblos indígenas.
Imagen: Ciespal
Fuente: Unesco
Yeimmy Clemencia -productora radial- y James Medrano, Jean Karlo Obando, Alexander Mejía, Wladymir Buborich y Bryan Oscullo -estudiantes universitarios en Ingeniería en Sistemas- conforman el equipo desarrollador de la APP que permitirá, por primera vez en la historia del Ecuador, que las nacionalidades y pueblos originarios puedan generar y subir contenido –en formato de vídeo, audio, imagen o texto- de forma fácil y directa y sin necesidad de conexión inmediata a Internet, al Centro de Documentación Digital que se creó con el fin de reducir la brecha digital y epistemológica que impide la democratización del ecosistema digital.
Ése fue, precisamente, el principal reto al que tuvieron que enfrentarse los más de 47 jóvenes que participaron en el Hackatón “Conecta Culturas”, quienes, organizados en 8 equipos mixtos, desarrollaron y presentaron ante el jurado –conformado por representantes de Corape, Medialab-CIESPAL, DW Akademie y la Oficina de la UNESCO en Quito- un prototipo de APP diseñado para suministrar a comunicadoras y comunicadores de los pueblos y nacionalidades del Ecuador una herramienta de uso fácil, intuitiva y eficaz, para alimentar su Centro de Documentación digital con contenidos propios y de valor cultural. El equipo Uma Maki, con su propuesta que resultó ganadora, logró responder a los retos técnicos y sociales que se enmarcan en un proceso innovador para la construcción de entornos democráticos y diversos sustentados en contenidos propios, la construcción de memoria e interacciones interculturales; como parte del aporte a las necesidades de preservación y transmisión de identidades, prácticas, relatos y saberes, propios de un país plurinacional e intercultural como Ecuador.
Tras casi cinco meses de trabajo intenso, en el que no faltaron las reuniones de trabajo y discusión con los futuros usuarios, sesiones de prueba, retroalimentación, rectificaciones y ajustes, el prototipo ganador del Hackatón “Conecta Culturas” –que se llevó a cabo del 26 al 28 de julio de 2019- es ya una APP atractiva y funcional, disponible en el Play Store de cualquier smartphone, que cumple con su misión inicial de compatibilizar la preservación de la riqueza y diversidad cultural con la integración y conexión de los pueblos y nacionalidades del Ecuador en el ciberespacio a través de las TIC.
Es una APP que permite a usuarias/os –personas de los diversos pueblos y nacionalidades del Ecuador- acceder fácilmente a un espacio atractivo, intuitivo, que estimula la participación, para comenzar a generar y subir contenido a través de tres categorías: Conocedor, Compa y Comunicador. Quienes registren la mayor cantidad de contenido de calidad en la APP, lo cual requiere de puntajes, que se traducen en número de likes otorgados por el resto de las y los usuarios, podrán ir subiendo de categoría, hasta llegar a obtener el rango de Comunicador y poder comenzar, a partir de ese momento, a subir un contenido que tendrá mayor visibilidad, toda vez que será automáticamente –cuando el celular se conecte a una red Wifi- publicado en el Centro de Documentación Digital de los Pueblos y Nacionalidades del Ecuador.
Cabe apuntar que las y los usuarios de la APP “Conecta Culturas” podrán obtener la expresa licencia para que sean reconocidos los derechos de autor de la producción de las nacionalidades y pueblos indígenas. El próximo reto, por tanto, consiste en que, junto con el debido derecho a la autoría, los pueblos y nacionalidades del Ecuador acojan esta APP como una herramienta útil que coadyuve el ejercicio de su derecho a la identidad cultural; que comiencen a hacer uso de la misma, a socializarla, a integrarla en su cotidianidad para la generación, el intercambio y la dinamización de contenido propio, apostando por la autonomía cultural y el empoderamiento de los pueblos indígenas.
Imagen: Ciespal
Fuente: Unesco
viernes, 20 de diciembre de 2019
¿Por qué es tan difícil cambiar de opinión?
Decía Mark Twain que es más fácil engañar a alguien, que convencerle de que ha sido engañado. Puede ocurrir, y de hecho ocurre cada día, que la gente cambia de idea y opinión. No obstante una vez un pensamiento toma una forma clara en nuestra cabeza, es tremendamente difícil claudicar de él. Renunciar a una postura o reenunciar y asimilar un pensamiento contrario a uno anteriormente establecido, es un proceso que puede resultar, cuanto menos, agresivo para nuestro cerebro.
Mantenerse en sus trece
Cuando nuestras ideas son confrontadas, no importa que sea por una opinión o por hechos fácilmente contrastables, la química de nuestro cerebro experimenta los mismos mecanismos que cuando nos sentimos amenazados o en peligro. Así, en ocasiones, en este momento el sistema límbico toma el control sobre la parte racional de nuestro cerebro, y no importa cuan valiosa sea la nueva idea que tengamos delante o lo evidente que pueda resultar, ya que nuestro cerebro se encuentra en modo defensivo.
Cualquiera en alguna ocasión ha podido apreciar como actúa este mecanismo: es esa situación, en una discusión por ejemplo, en la que una de las partes, aún acorralada por la evidencia, sigue defendiendo lo indefendible. Presumiblemente y en un ejercicio de honestidad, es más que probable que el propio lector pueda reconocerse con facilidad en una tesitura similar.
Para demostrar como a los seres humanos nos cuesta cambian de opinión, Victoria Horner y Andrew Whiten, dos psicólogos de la Universidad de St. Andrews en Escocia, se lanzaron ya hace algún tiempo a realizar un experimento en que analizaron las diferencias en la forma en que aprenden niños y chimpancés. Los resultados se recogen en el artículo Causal knowledge and imitation/emulation switching in chimpanzees (Pan troglodytes) and children (Homo sapiens).
Fue así que Horner y Whiten mostraron a humanos y primates una caja opaca cuyo interior era inescrutable. Mediante la ayuda de un palo, los sujetos tenían que activar una serie de mecanismos para obtener una recompensa en forma de caramelo. Tras mostrar a ambos el procedimiento a seguir, comprobaron que en sendos casos, tanto los niños como los chimpancés, reprodujeron el ritual mostrado en aras de conseguir su recompensa.
La segunda parte de su experimento consistió en repetir la experiencia, esta vez sin embargo, con una caja transparente que dejaba entrever como estos mecanismos realmente eran innecesarios para conseguir la recompensa.
Sorprendentemente, y aunque pueda resultar contraintuitivo, los científicos pudieron comprobar como en la mayoría de los casos los chimpancés fueron los únicos en tomar el caramelo directamente, obviando lo que habían visto con anterioridad. Los niños, por el contrario, pese lo irrelevante de realizar las maniobras para conseguir la recompensa, reprodujeron el patrón aprendido para tomar el caramelo de la caja. Entre los resultados del experimento, los psicólogos concluyeron que, mientras los chimpancés, de una manera más pragmática se centraron en los resultados, los seres humanos, en este caso los niños, se limitaron a repetir el comportamiento que les había resultado exitoso en el pasado, reforzando así la idea que los seres humanos, en este caso los niños, aprenden por imitación y sin apenas cuestionar o analizar las variantes en el procedimiento.
Los seres humanos observamos, escuchamos; y aprendemos o adoptamos patrones que después reproducimos: un comportamiento que forma parte de lo que se denomina aprendizaje social. Si este ejemplo se desarrolla en un contexto de aprendizaje y con niños, sujetos cuyo pensamiento aún es maleable y que todavía no han desarrollado criterios sólidos sobre análisis de la realidad ¿Qué cabe esperar cuando se pretende hacer cambiar de opinión a un adulto, cuya escala de valores se presume bien establecida? Parte de la respuesta podemos encontrarla en el hecho de que para un ser humano resulta tremendamente amenazante admitir que no se tiene razón. Confrontar una idea contraria a la propia lleva a las personas, en gran parte de los casos, a valorarse como individuos menos inteligentes. Y es por ello que las personas, más que acercarnos a la realidad de una forma objetiva, lo hacemos del modo en el que más nos conviene, de manera más bien subjetiva, o de un modo en que no se tambaleen las ideas que teníamos asumidas previamente.
Vencer no es convencer
Visto lo difícil que puede resultar cambiar de idea, la frase "rectificar es de sabios" adquiere una nueva dimensión. Los seres humanos podemos conformar nuestras opiniones o establecer nuestros modos de actuar en base al aprendizaje social o por simple imitación de nuestros semejantes. Sin embargo, cambiar de opinión requiere de un esfuerzo de reflexión y en ocasiones, hasta supone un verdadero acto de voluntad, a veces inconsciente.
Si como hemos explicado el cerebro percibe una amenaza ante el hecho de cambiar de opinión, imagínese el lector cuan violento puede resultar para una persona escuchar de un tercero que sus ideas están equivocadas. Más, cuando esta tercera persona es ajena al círculo ideológico al que pertenece el sujeto. Tal y como explica el escritor Tim Urban, los seres humanos poseemos una irracional e improductiva obsesión por lo que los demás piensan de nosotros. Así, como explica Urban, la necesidad de "sentirse parte de la tribu" hunde sus raíces hasta los mismos comienzos de la vida en sociedad, momento en el cual, la tribu, significaba comida y protección y no ser aceptado en ella suponía, literalmente una condena a muerte. Este instinto, en definitiva, esta necesidad de aceptación, sigue formando parte de nuestra naturaleza.
Al hilo de lo que explica Urban y retomando la premisa de que interpretamos la realidad no como es, si no como nos conviene, no es de extrañar que insconscientemente, al igual que sentimos rechazo por ideas que no compartimos, busquemos refugio en opiniones parecidas a las nuestras. Opiniones que refuercen lo que creemos. Es entonces cuando caemos en lo que conocemos como un sesgo de confirmación, es decir, tendemos a aceptar mucho más fácilmente las ideas que corresponden con nuestra visión de la realidad.
Al contrario que ocurre cuando nuestras ideas son cuestionadas, cuando nuestras opiniones son valoradas de forma positiva o coinciden con la de nuestros semejantes, en el cerebro se activan los sistemas de recompensa en los que la dopamina y serotonina -dos neurotransmisores que regulan las sensaciones del placer, el bienestar y la felicidad- cumplen su función haciéndonos sentir más importantes y afectando positivamente a nuestra autoestima.
Por otro lado, ahora también sabemos gracias a como acaba de poner de manifiesto un nuevo estudio titulado The formation of confirmation bias in the brain publicado recientemente en la revista Nature Neuroscience que la región posterior de la corteza prefrontal media del cerebro -pMFC-, contribuye a este sesgo de confirmación en seres humanos.
Para llegar a esta conclusión el equipo de Andreas Kappes, del departamento de psicología de la universidad de Londres, tomó a 42 adultos, los separó en parejas y les pidió que juzgaran individualmente si el precio de una casa correspondía con el precio dado por los investigadores. Tras dicha valoración, los participantes deberían apostar entre 1 y 60 centavos de dólar, según la confianza en su propio criterio, si habían acertado en el precio dado.
Luego, los investigadores colocaron a los participantes en un escáner de resonancia magnética, les mostraron de nuevo las propiedades recordándoles sus juicios y apuestas iniciales y analizaron la actividad de la pMFC, para después mostrarles los juicios y apuestas de sus socios y pedirles que realizaran una apuesta final, indicando cuán seguros estaban de su evaluación inicial.
Los autores encontraron que, cuando el juicio del socio confirmó la evaluación inicial de un participante, los participantes aumentaron sus apuestas finales a cantidades mayores, las cuales también se correlacionaron con las apuestas de sus socios. Los autores también determinaron que la actividad de pMFC, medió el efecto que la apuesta del socio tuvo en la apuesta final del participante, pero solo cuando los participantes estuvieron de acuerdo, lo que sugiere que la actividad de la corteza prefrontal media del cerebro se fortalece frente al acuerdo con las opiniones de los demás, y se reduce durante el desacuerdo, lo que podría contribuir como refuerzo al sesgo de confirmación.
Fuente: National Geographic España
Mantenerse en sus trece
Cuando nuestras ideas son confrontadas, no importa que sea por una opinión o por hechos fácilmente contrastables, la química de nuestro cerebro experimenta los mismos mecanismos que cuando nos sentimos amenazados o en peligro. Así, en ocasiones, en este momento el sistema límbico toma el control sobre la parte racional de nuestro cerebro, y no importa cuan valiosa sea la nueva idea que tengamos delante o lo evidente que pueda resultar, ya que nuestro cerebro se encuentra en modo defensivo.
Cualquiera en alguna ocasión ha podido apreciar como actúa este mecanismo: es esa situación, en una discusión por ejemplo, en la que una de las partes, aún acorralada por la evidencia, sigue defendiendo lo indefendible. Presumiblemente y en un ejercicio de honestidad, es más que probable que el propio lector pueda reconocerse con facilidad en una tesitura similar.
Para demostrar como a los seres humanos nos cuesta cambian de opinión, Victoria Horner y Andrew Whiten, dos psicólogos de la Universidad de St. Andrews en Escocia, se lanzaron ya hace algún tiempo a realizar un experimento en que analizaron las diferencias en la forma en que aprenden niños y chimpancés. Los resultados se recogen en el artículo Causal knowledge and imitation/emulation switching in chimpanzees (Pan troglodytes) and children (Homo sapiens).
Fue así que Horner y Whiten mostraron a humanos y primates una caja opaca cuyo interior era inescrutable. Mediante la ayuda de un palo, los sujetos tenían que activar una serie de mecanismos para obtener una recompensa en forma de caramelo. Tras mostrar a ambos el procedimiento a seguir, comprobaron que en sendos casos, tanto los niños como los chimpancés, reprodujeron el ritual mostrado en aras de conseguir su recompensa.
La segunda parte de su experimento consistió en repetir la experiencia, esta vez sin embargo, con una caja transparente que dejaba entrever como estos mecanismos realmente eran innecesarios para conseguir la recompensa.
Sorprendentemente, y aunque pueda resultar contraintuitivo, los científicos pudieron comprobar como en la mayoría de los casos los chimpancés fueron los únicos en tomar el caramelo directamente, obviando lo que habían visto con anterioridad. Los niños, por el contrario, pese lo irrelevante de realizar las maniobras para conseguir la recompensa, reprodujeron el patrón aprendido para tomar el caramelo de la caja. Entre los resultados del experimento, los psicólogos concluyeron que, mientras los chimpancés, de una manera más pragmática se centraron en los resultados, los seres humanos, en este caso los niños, se limitaron a repetir el comportamiento que les había resultado exitoso en el pasado, reforzando así la idea que los seres humanos, en este caso los niños, aprenden por imitación y sin apenas cuestionar o analizar las variantes en el procedimiento.
Los seres humanos observamos, escuchamos; y aprendemos o adoptamos patrones que después reproducimos: un comportamiento que forma parte de lo que se denomina aprendizaje social. Si este ejemplo se desarrolla en un contexto de aprendizaje y con niños, sujetos cuyo pensamiento aún es maleable y que todavía no han desarrollado criterios sólidos sobre análisis de la realidad ¿Qué cabe esperar cuando se pretende hacer cambiar de opinión a un adulto, cuya escala de valores se presume bien establecida? Parte de la respuesta podemos encontrarla en el hecho de que para un ser humano resulta tremendamente amenazante admitir que no se tiene razón. Confrontar una idea contraria a la propia lleva a las personas, en gran parte de los casos, a valorarse como individuos menos inteligentes. Y es por ello que las personas, más que acercarnos a la realidad de una forma objetiva, lo hacemos del modo en el que más nos conviene, de manera más bien subjetiva, o de un modo en que no se tambaleen las ideas que teníamos asumidas previamente.
Vencer no es convencer
Visto lo difícil que puede resultar cambiar de idea, la frase "rectificar es de sabios" adquiere una nueva dimensión. Los seres humanos podemos conformar nuestras opiniones o establecer nuestros modos de actuar en base al aprendizaje social o por simple imitación de nuestros semejantes. Sin embargo, cambiar de opinión requiere de un esfuerzo de reflexión y en ocasiones, hasta supone un verdadero acto de voluntad, a veces inconsciente.
Si como hemos explicado el cerebro percibe una amenaza ante el hecho de cambiar de opinión, imagínese el lector cuan violento puede resultar para una persona escuchar de un tercero que sus ideas están equivocadas. Más, cuando esta tercera persona es ajena al círculo ideológico al que pertenece el sujeto. Tal y como explica el escritor Tim Urban, los seres humanos poseemos una irracional e improductiva obsesión por lo que los demás piensan de nosotros. Así, como explica Urban, la necesidad de "sentirse parte de la tribu" hunde sus raíces hasta los mismos comienzos de la vida en sociedad, momento en el cual, la tribu, significaba comida y protección y no ser aceptado en ella suponía, literalmente una condena a muerte. Este instinto, en definitiva, esta necesidad de aceptación, sigue formando parte de nuestra naturaleza.
Al hilo de lo que explica Urban y retomando la premisa de que interpretamos la realidad no como es, si no como nos conviene, no es de extrañar que insconscientemente, al igual que sentimos rechazo por ideas que no compartimos, busquemos refugio en opiniones parecidas a las nuestras. Opiniones que refuercen lo que creemos. Es entonces cuando caemos en lo que conocemos como un sesgo de confirmación, es decir, tendemos a aceptar mucho más fácilmente las ideas que corresponden con nuestra visión de la realidad.
Al contrario que ocurre cuando nuestras ideas son cuestionadas, cuando nuestras opiniones son valoradas de forma positiva o coinciden con la de nuestros semejantes, en el cerebro se activan los sistemas de recompensa en los que la dopamina y serotonina -dos neurotransmisores que regulan las sensaciones del placer, el bienestar y la felicidad- cumplen su función haciéndonos sentir más importantes y afectando positivamente a nuestra autoestima.
Por otro lado, ahora también sabemos gracias a como acaba de poner de manifiesto un nuevo estudio titulado The formation of confirmation bias in the brain publicado recientemente en la revista Nature Neuroscience que la región posterior de la corteza prefrontal media del cerebro -pMFC-, contribuye a este sesgo de confirmación en seres humanos.
Para llegar a esta conclusión el equipo de Andreas Kappes, del departamento de psicología de la universidad de Londres, tomó a 42 adultos, los separó en parejas y les pidió que juzgaran individualmente si el precio de una casa correspondía con el precio dado por los investigadores. Tras dicha valoración, los participantes deberían apostar entre 1 y 60 centavos de dólar, según la confianza en su propio criterio, si habían acertado en el precio dado.
Luego, los investigadores colocaron a los participantes en un escáner de resonancia magnética, les mostraron de nuevo las propiedades recordándoles sus juicios y apuestas iniciales y analizaron la actividad de la pMFC, para después mostrarles los juicios y apuestas de sus socios y pedirles que realizaran una apuesta final, indicando cuán seguros estaban de su evaluación inicial.
Los autores encontraron que, cuando el juicio del socio confirmó la evaluación inicial de un participante, los participantes aumentaron sus apuestas finales a cantidades mayores, las cuales también se correlacionaron con las apuestas de sus socios. Los autores también determinaron que la actividad de pMFC, medió el efecto que la apuesta del socio tuvo en la apuesta final del participante, pero solo cuando los participantes estuvieron de acuerdo, lo que sugiere que la actividad de la corteza prefrontal media del cerebro se fortalece frente al acuerdo con las opiniones de los demás, y se reduce durante el desacuerdo, lo que podría contribuir como refuerzo al sesgo de confirmación.
Fuente: National Geographic España
Elogio de la palabra
Los filósofos neopositivistas (Russell, Carnap, el primer Wittgenstein…) gustaban de repetir una afirmación que convendría no echar del todo en saco roto. Era una afirmación tan sencilla como demoledora: nuestro lenguaje permite construir frases de apariencia significativa pero que carecen por completo de significado. Ellos utilizaban la rotunda afirmación como arma arrojadiza contra la metafísica y sus excesos, y les servía para mostrar el sinsentido profundo de algunos filosofemas que sus adversarios teóricos tenían por profundos (por señalar la célebre invectiva carnapiana: la tesis de Heidegger “la nada nadea”, que parece querer significar algo, incluso trascendente, es una construcción tan vacía como lo sería “la lluvia llueve”). Sin duda se pasaban de frenada en la crítica, como la filosofía posterior no se ha cansado de señalar, lo que no significa que no observaran algo pertinente. Cosa que queda clara si, en vez de enredarnos con la filosofía (siempre tan suya), aplicamos la advertencia neopositivista a nuestro lenguaje habitual, especialmente al utilizado en la esfera pública. Si nos detenemos en este ámbito certificaremos en qué medida el lenguaje puede terminar jugándonos malas pasadas, hasta qué punto resulta frecuente hacer (y hacerse) trampas con las palabras. Pero de dicha constatación deberíamos extraer, además de una advertencia ante esos peligros, un elogio inequívoco.
En efecto, el lenguaje es un artefacto de un poder tal que puede servir tanto para generar el mayor de los daños como para provocar la más intensa felicidad (que se lo pregunten, si no, a los enamorados), que tanto permite iluminar la realidad, contribuyendo a hacerla más inteligible (cómo no recordar aquí el “¡Inteligencia!, dame el nombre exacto de las cosas! / … Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente”, de Juan Ramón Jiménez), como puede oscurecerla por completo, lo que sucede cuando caemos presos de las mil formas de embrujo del lenguaje.
Para nuestra desgracia, es de esto último de lo que resulta más fácil encontrar ejemplos. El lenguaje político, utilizado tanto por los representantes de los ciudadanos como por los medios de comunicación, es fuente casi inagotable de ilustraciones al respecto. Pensemos en la cantidad de ocasiones en las que aceptamos acríticamente la valoración que desliza una expresión que viene cargada de connotaciones (que estas sean positivas o negativas es en cierto modo lo de menos). Así, en momentos en los que las circunstancias parecen obligar a que las fuerzas políticas se sienten a dialogar es frecuente que alguien saque a relucir, obviamente para rechazarla, la expresión “líneas rojas”, dando por descontado que aquel que ose plantear alguna está acreditando por este solo hecho su intransigencia y escasa disposición al diálogo.
Pero el supuesto está lejos de ser obvio. ¿O acaso alguien consideraría una línea roja afirmar que hemos de organizar nuestra convivencia en el marco del respeto a los derechos humanos? En el bien entendido de que, además, defender un tal marco no implica en absoluto resistirse a modificarlo: podemos ampliar o modular los derechos, aunque siempre bajo la premisa de que es solo su negación lo que nos resulta inaceptable. Sin embargo, no faltan entre nosotros los que consideran, por ejemplo, que la propuesta de que el diálogo político únicamente puede transcurrir en el marco del respeto a la legalidad constituye un apriorismo (una línea roja) inaceptable, que delataría según ellos la estrechez mental y el dogmatismo de quien sostiene semejante cosa. Pero ninguno de estos peligros debería hacernos olvidar que la palabra es también precisamente la mejor herramienta de la que disponemos para sortearlos y, a continuación, empezar a construir entre todos el modelo de sociedad en el que queremos vivir o, si se prefiere, el ideal de vida buena que estamos dispuestos a perseguir. No otra cosa, en definitiva, debería ser la política. Por eso, sostener que ha llegado la hora de la política es un sinónimo de afirmar que ha llegado la hora de la palabra. De la buena palabra, claro está, de la palabra que ilumina y no de la que oscurece, de la palabra que nos ayuda a vivir juntos y no de la que legitima el rechazo del otro.
Nadie ha dicho que vaya a ser una tarea fácil. Nuestra sociedad está fuertemente emotivizada, y nada hay de casual en dicha deriva. En tiempos de incertidumbre como los que nos está tocando vivir, definitivamente abandonados todos los grandes relatos que antaño nos cobijaban, los sentimientos han venido a sustituir a las convicciones. Sabíamos, porque nos lo dejó dicho Marcel Proust (y Miguel Ángel Aguilar ha hecho suya la tarea de recordárnoslo), que hay convicciones que crean evidencias. Lo nuevo de nuestro tiempo es que esa tarea de producción de evidencias la han asumido los sentimientos. Ellos parecen haber pasado a ser para muchos el único lugar seguro, el único lugar a salvo del cuestionamiento permanente de todo.
Pero los sentimientos no pueden constituir por definición la última instancia. Porque lo que nos hace propiamente seres humanos no es que experimentemos sentimientos o pasiones, sino que seamos capaces de gobernarlas. Se ha jaleado en exceso desde hace ya un tiempo esta dimensión emocional, como si dicho registro fuera un valor en sí mismo, un valor incuestionable. No deja de ser curioso que se hable tanto últimamente en ciertos ámbitos de inteligencia emocional y de la necesidad de educar las emociones, y que, no obstante, no le pongamos el menor reparo a ese registro, y lo aceptemos sin más tal como se da, cuando afecta a los nuestros. En el fondo, aunque no nos atrevamos a explicitarlo, el convencimiento que parece subyacer a esta actitud es el de que las emociones que necesitan ser educadas son siempre, por definición, las de los demás.
No cabe, en ese sentido, mayor elogio de la palabra que este: la última instancia de la argumentación solo la puede constituir la palabra misma. O, dicho de una manera un tanto redundante, la última palabra le ha de corresponder siempre a la palabra misma. De ahí que no haya mayor rechazo de la política que el que representa negarse a escuchar la palabra del otro, ni mayor contradicción que la de unos representantes políticos en sede parlamentaria ahogando con sus gritos y abucheos la intervención de un adversario. No se trata, por tanto, de reincidir en viejas y probablemente inanes contraposiciones entre razón y emociones. Porque el lenguaje es ya, en sí mismo, la materialización de la razón. Y si alguien contraargumentara que hay muchos usos del lenguaje, la respuesta inevitable sería la de que también la razón se dice de muchas maneras. En todo caso, es en la palabra donde se pone a prueba el valor de cualquier propuesta.
Por eso, quienes convierten lo que debería ser confrontación de ideas en pura esgrima verbal, quienes sustituyen el argumento por el insulto, quienes se niegan a hablar de todo (como si carecieran de argumentos para defender sus ideas) y quienes solo quieren hablar de una cosa (como si todo lo demás no les importara lo más mínimo), no solo acreditan con semejantes actitudes no estar a la altura de la herencia recibida, sino que llevan a cabo algo mucho más grave. Porque empeñarse en destruir ese específico lugar de encuentro entre los ciudadanos que es la palabra solo puede ser considerado, a la vista de todo lo que hemos visto hasta aquí, como una forma de barbarie. La más actual y acorde con los tiempos, por cierto.
Fuente: Revista de prensa
En efecto, el lenguaje es un artefacto de un poder tal que puede servir tanto para generar el mayor de los daños como para provocar la más intensa felicidad (que se lo pregunten, si no, a los enamorados), que tanto permite iluminar la realidad, contribuyendo a hacerla más inteligible (cómo no recordar aquí el “¡Inteligencia!, dame el nombre exacto de las cosas! / … Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente”, de Juan Ramón Jiménez), como puede oscurecerla por completo, lo que sucede cuando caemos presos de las mil formas de embrujo del lenguaje.
Para nuestra desgracia, es de esto último de lo que resulta más fácil encontrar ejemplos. El lenguaje político, utilizado tanto por los representantes de los ciudadanos como por los medios de comunicación, es fuente casi inagotable de ilustraciones al respecto. Pensemos en la cantidad de ocasiones en las que aceptamos acríticamente la valoración que desliza una expresión que viene cargada de connotaciones (que estas sean positivas o negativas es en cierto modo lo de menos). Así, en momentos en los que las circunstancias parecen obligar a que las fuerzas políticas se sienten a dialogar es frecuente que alguien saque a relucir, obviamente para rechazarla, la expresión “líneas rojas”, dando por descontado que aquel que ose plantear alguna está acreditando por este solo hecho su intransigencia y escasa disposición al diálogo.
Pero el supuesto está lejos de ser obvio. ¿O acaso alguien consideraría una línea roja afirmar que hemos de organizar nuestra convivencia en el marco del respeto a los derechos humanos? En el bien entendido de que, además, defender un tal marco no implica en absoluto resistirse a modificarlo: podemos ampliar o modular los derechos, aunque siempre bajo la premisa de que es solo su negación lo que nos resulta inaceptable. Sin embargo, no faltan entre nosotros los que consideran, por ejemplo, que la propuesta de que el diálogo político únicamente puede transcurrir en el marco del respeto a la legalidad constituye un apriorismo (una línea roja) inaceptable, que delataría según ellos la estrechez mental y el dogmatismo de quien sostiene semejante cosa. Pero ninguno de estos peligros debería hacernos olvidar que la palabra es también precisamente la mejor herramienta de la que disponemos para sortearlos y, a continuación, empezar a construir entre todos el modelo de sociedad en el que queremos vivir o, si se prefiere, el ideal de vida buena que estamos dispuestos a perseguir. No otra cosa, en definitiva, debería ser la política. Por eso, sostener que ha llegado la hora de la política es un sinónimo de afirmar que ha llegado la hora de la palabra. De la buena palabra, claro está, de la palabra que ilumina y no de la que oscurece, de la palabra que nos ayuda a vivir juntos y no de la que legitima el rechazo del otro.
Nadie ha dicho que vaya a ser una tarea fácil. Nuestra sociedad está fuertemente emotivizada, y nada hay de casual en dicha deriva. En tiempos de incertidumbre como los que nos está tocando vivir, definitivamente abandonados todos los grandes relatos que antaño nos cobijaban, los sentimientos han venido a sustituir a las convicciones. Sabíamos, porque nos lo dejó dicho Marcel Proust (y Miguel Ángel Aguilar ha hecho suya la tarea de recordárnoslo), que hay convicciones que crean evidencias. Lo nuevo de nuestro tiempo es que esa tarea de producción de evidencias la han asumido los sentimientos. Ellos parecen haber pasado a ser para muchos el único lugar seguro, el único lugar a salvo del cuestionamiento permanente de todo.
Pero los sentimientos no pueden constituir por definición la última instancia. Porque lo que nos hace propiamente seres humanos no es que experimentemos sentimientos o pasiones, sino que seamos capaces de gobernarlas. Se ha jaleado en exceso desde hace ya un tiempo esta dimensión emocional, como si dicho registro fuera un valor en sí mismo, un valor incuestionable. No deja de ser curioso que se hable tanto últimamente en ciertos ámbitos de inteligencia emocional y de la necesidad de educar las emociones, y que, no obstante, no le pongamos el menor reparo a ese registro, y lo aceptemos sin más tal como se da, cuando afecta a los nuestros. En el fondo, aunque no nos atrevamos a explicitarlo, el convencimiento que parece subyacer a esta actitud es el de que las emociones que necesitan ser educadas son siempre, por definición, las de los demás.
No cabe, en ese sentido, mayor elogio de la palabra que este: la última instancia de la argumentación solo la puede constituir la palabra misma. O, dicho de una manera un tanto redundante, la última palabra le ha de corresponder siempre a la palabra misma. De ahí que no haya mayor rechazo de la política que el que representa negarse a escuchar la palabra del otro, ni mayor contradicción que la de unos representantes políticos en sede parlamentaria ahogando con sus gritos y abucheos la intervención de un adversario. No se trata, por tanto, de reincidir en viejas y probablemente inanes contraposiciones entre razón y emociones. Porque el lenguaje es ya, en sí mismo, la materialización de la razón. Y si alguien contraargumentara que hay muchos usos del lenguaje, la respuesta inevitable sería la de que también la razón se dice de muchas maneras. En todo caso, es en la palabra donde se pone a prueba el valor de cualquier propuesta.
Por eso, quienes convierten lo que debería ser confrontación de ideas en pura esgrima verbal, quienes sustituyen el argumento por el insulto, quienes se niegan a hablar de todo (como si carecieran de argumentos para defender sus ideas) y quienes solo quieren hablar de una cosa (como si todo lo demás no les importara lo más mínimo), no solo acreditan con semejantes actitudes no estar a la altura de la herencia recibida, sino que llevan a cabo algo mucho más grave. Porque empeñarse en destruir ese específico lugar de encuentro entre los ciudadanos que es la palabra solo puede ser considerado, a la vista de todo lo que hemos visto hasta aquí, como una forma de barbarie. La más actual y acorde con los tiempos, por cierto.
Fuente: Revista de prensa
lunes, 16 de diciembre de 2019
Cazadores de información: bibliotecarios, soldados y espías se unieron en Europa en la Segunda Guerra Mundial
Si bien los ejércitos se han apoderado de los registros enemigos y textos raros como botín a lo largo de la historia, fue solo durante la Segunda Guerra Mundial que un grupo poco probable de bibliotecarios, archiveros y académicos viajaron al extranjero para recolectar libros y documentos para ayudar a la causa militar. Estimulados por los acontecimientos de la guerra para adquirir y preservar la palabra escrita, así como para proporcionar información crítica con fines de inteligencia, estos civiles estadounidenses emprendieron misiones para recopilar publicaciones e información extranjeras en toda Europa. Viajaron a ciudades neutrales en busca de textos enemigos, siguieron un paso detrás de los ejércitos que avanzaban para capturar registros y confiscaron obras nazis de librerías y escuelas. Cuando terminó la guerra, encontraron colecciones saqueadas escondidas en bodegas y cuevas. Su misión era documentar, explotar, preservar y restituir estas obras.
En este relato fascinante, la historiadora cultural Kathy Peiss revela cómo la recolección de libros y documentos se convirtió en parte del nuevo aparato de inteligencia y seguridad nacional, planificación militar y reconstrucción de posguerra. Centrándose en los estadounidenses que llevaron a cabo estas misiones, muestra cómo tomaron decisiones sobre el terreno para adquirir fuentes que serían útiles en la zona de guerra, como en el frente interno.
Estas misiones de recolección también impulsaron las ambiciones de posguerra de las bibliotecas de investigación estadounidenses, ofreciéndoles la oportunidad de convertirse en grandes depósitos internacionales de informes científicos, literatura y fuentes históricas. Su trabajo en tiempos de guerra no solo tuvo implicaciones duraderas para las instituciones académicas, la formulación de políticas exteriores y la seguridad nacional, sino que también condujo al desarrollo de las herramientas esenciales de ciencia de la información de hoy.
Las publicaciones se remontan a las décadas de 1930 y 1940, algunas incluso antes. Escritos en muchos idiomas, incluyen todo, desde documentos del gobierno y periódicos hasta panfletos clandestinos y ficción barata. Después de la Segunda Guerra Mundial, dos millones de libros y publicaciones periódicas extranjeras llegaron a la Biblioteca del Congreso y a las principales bibliotecas de investigación estadounidenses. Otros 160.000 volúmenes saqueados de judíos europeos se dirigieron a seminarios judíos y otros depósitos en Estados Unidos. Miles de carretes de microfilm llenos de publicaciones periódicas enemigas y otros materiales, una vez estudiados ávidamente por funcionarios del gobierno de Estados Unidos, están ahora dispersos, sin catalogar, e incluso en subasta en Internet. Rara vez los catálogos de las bibliotecas ofrecen a los lectores una manera de descubrir los orígenes de estas obras. Sólo un sello, un librero, una etiqueta o una anotación escrita a mano aluden a sus viajes. Estos son los vestigios de un esfuerzo estadounidense sin precedentes para adquirir publicaciones e información extranjeras durante la Segunda Guerra Mundial y en el período inmediatamente posterior.
Al inicio de este conflicto devastador, nadie podía prever que el coleccionismo de libros -el dominio de los bibliógrafos y los bibliófilos- se convertiría en un compromiso gubernamental. Al final, las habilidades, la experiencia y las aspiraciones de los bibliotecarios y coleccionistas se alinearon con los objetivos militares y políticos estadounidenses. Los participantes llevaban consigo un fuerte compromiso de ganar la guerra, sentían repugnancia contra el régimen nazi y compartían la confianza de que Estados Unidos rescataría la civilización en peligro. Sin embargo, en la base de este sentido de propósito nacional se encontraban preguntas incómodas sobre la ética de la adquisición, los derechos de los vencedores, la relación entre la lectura y la libertad, y la justicia de la restitución.
¿Por qué el coleccionismo llegó a ser tan importante en la lucha americana de la Segunda Guerra Mundial? La respuesta está en la naturaleza misma de los libros y de los textos impresos, y en el carácter particular de la guerra. Los libros sirven a los lectores de muchas maneras diferentes: como fuentes de información útil, como formas de comunicación y como manifestaciones materiales del conocimiento y la tradición cultural. En una guerra total, estos atributos generales se convirtieron en terrenos de batalla. Para luchar contra el enemigo se requería la movilización de conocimientos, lo que produjo un compromiso arrollador con la recopilación de inteligencia, incluida la inteligencia de “código abierto” recogida en las publicaciones. También exigía confrontaciones ideológicas que contrastaban fuertemente la libertad y el fascismo; los libros alemanes y otros medios de comunicación eran vistos como portadores de propaganda nazi que debían ser eliminados. El asalto de la guerra moderna a la vida civil también provocó una nueva atención a la preservación de libros y otros materiales culturales.
La idea de que las fuentes abiertas proporcionarían la información necesaria para ganar la guerra era una idea fascinante, no necesariamente evidente. A diferencia de la interceptación y el análisis de mensajes codificados (inteligencia de señales), las publicaciones estaban abiertamente disponibles y a menudo no eran oportunas. Sin embargo, en el transcurso de la guerra, las publicaciones se transmutaron en información valiosa -indicada, irónicamente, por el hecho de que se convirtieron en información clasificada-, fueron retiradas del acceso público y a menudo permanecieron en secreto mucho tiempo después de terminada la guerra. En el proceso, bibliotecarios y académicos se convirtieron en improbables agentes de inteligencia, que aplicaron sus conocimientos profesionales a la guerra clandestina y al gran esfuerzo por derrotar al Eje.
“Este libro surgió de un descubrimiento casual durante un homenaje en línea a un tío que nunca conocí. Reuben Peiss había sido bibliotecario en Harvard cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, y como muchos fue reclutado en la Oficina de Servicios Estratégicos, la primera agencia de inteligencia de la nación. Como agente de campo con sede en Lisboa y Berna, desarrolló una red de libreros y particulares para adquirir publicaciones oportunas para el análisis de inteligencia. Cuando los Aliados entraron en Alemania, trabajó con equipos de recolección de documentos para descubrir registros de crímenes de guerra, alijos de propaganda nazi y colecciones de libros enterrados en cuevas y minas. Después de la guerra, dirigió una misión en el extranjero de la Biblioteca del Congreso para adquirir obras publicadas en la Alemania de la época de la guerra y en los países ocupados para las bibliotecas de investigación estadounidenses. Cuando regresó, trabajó en el Departamento de Estado y enseñó en la escuela de la biblioteca de la Universidad de California, Berkeley. Plagado de enfermedades crónicas, vivió una corta vida, muriendo en 1952 a la edad de cuarenta años.”
Imagen: Infobae
Fuente: Universo abierto
En este relato fascinante, la historiadora cultural Kathy Peiss revela cómo la recolección de libros y documentos se convirtió en parte del nuevo aparato de inteligencia y seguridad nacional, planificación militar y reconstrucción de posguerra. Centrándose en los estadounidenses que llevaron a cabo estas misiones, muestra cómo tomaron decisiones sobre el terreno para adquirir fuentes que serían útiles en la zona de guerra, como en el frente interno.
Estas misiones de recolección también impulsaron las ambiciones de posguerra de las bibliotecas de investigación estadounidenses, ofreciéndoles la oportunidad de convertirse en grandes depósitos internacionales de informes científicos, literatura y fuentes históricas. Su trabajo en tiempos de guerra no solo tuvo implicaciones duraderas para las instituciones académicas, la formulación de políticas exteriores y la seguridad nacional, sino que también condujo al desarrollo de las herramientas esenciales de ciencia de la información de hoy.
Las publicaciones se remontan a las décadas de 1930 y 1940, algunas incluso antes. Escritos en muchos idiomas, incluyen todo, desde documentos del gobierno y periódicos hasta panfletos clandestinos y ficción barata. Después de la Segunda Guerra Mundial, dos millones de libros y publicaciones periódicas extranjeras llegaron a la Biblioteca del Congreso y a las principales bibliotecas de investigación estadounidenses. Otros 160.000 volúmenes saqueados de judíos europeos se dirigieron a seminarios judíos y otros depósitos en Estados Unidos. Miles de carretes de microfilm llenos de publicaciones periódicas enemigas y otros materiales, una vez estudiados ávidamente por funcionarios del gobierno de Estados Unidos, están ahora dispersos, sin catalogar, e incluso en subasta en Internet. Rara vez los catálogos de las bibliotecas ofrecen a los lectores una manera de descubrir los orígenes de estas obras. Sólo un sello, un librero, una etiqueta o una anotación escrita a mano aluden a sus viajes. Estos son los vestigios de un esfuerzo estadounidense sin precedentes para adquirir publicaciones e información extranjeras durante la Segunda Guerra Mundial y en el período inmediatamente posterior.
Al inicio de este conflicto devastador, nadie podía prever que el coleccionismo de libros -el dominio de los bibliógrafos y los bibliófilos- se convertiría en un compromiso gubernamental. Al final, las habilidades, la experiencia y las aspiraciones de los bibliotecarios y coleccionistas se alinearon con los objetivos militares y políticos estadounidenses. Los participantes llevaban consigo un fuerte compromiso de ganar la guerra, sentían repugnancia contra el régimen nazi y compartían la confianza de que Estados Unidos rescataría la civilización en peligro. Sin embargo, en la base de este sentido de propósito nacional se encontraban preguntas incómodas sobre la ética de la adquisición, los derechos de los vencedores, la relación entre la lectura y la libertad, y la justicia de la restitución.
¿Por qué el coleccionismo llegó a ser tan importante en la lucha americana de la Segunda Guerra Mundial? La respuesta está en la naturaleza misma de los libros y de los textos impresos, y en el carácter particular de la guerra. Los libros sirven a los lectores de muchas maneras diferentes: como fuentes de información útil, como formas de comunicación y como manifestaciones materiales del conocimiento y la tradición cultural. En una guerra total, estos atributos generales se convirtieron en terrenos de batalla. Para luchar contra el enemigo se requería la movilización de conocimientos, lo que produjo un compromiso arrollador con la recopilación de inteligencia, incluida la inteligencia de “código abierto” recogida en las publicaciones. También exigía confrontaciones ideológicas que contrastaban fuertemente la libertad y el fascismo; los libros alemanes y otros medios de comunicación eran vistos como portadores de propaganda nazi que debían ser eliminados. El asalto de la guerra moderna a la vida civil también provocó una nueva atención a la preservación de libros y otros materiales culturales.
La idea de que las fuentes abiertas proporcionarían la información necesaria para ganar la guerra era una idea fascinante, no necesariamente evidente. A diferencia de la interceptación y el análisis de mensajes codificados (inteligencia de señales), las publicaciones estaban abiertamente disponibles y a menudo no eran oportunas. Sin embargo, en el transcurso de la guerra, las publicaciones se transmutaron en información valiosa -indicada, irónicamente, por el hecho de que se convirtieron en información clasificada-, fueron retiradas del acceso público y a menudo permanecieron en secreto mucho tiempo después de terminada la guerra. En el proceso, bibliotecarios y académicos se convirtieron en improbables agentes de inteligencia, que aplicaron sus conocimientos profesionales a la guerra clandestina y al gran esfuerzo por derrotar al Eje.
“Este libro surgió de un descubrimiento casual durante un homenaje en línea a un tío que nunca conocí. Reuben Peiss había sido bibliotecario en Harvard cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, y como muchos fue reclutado en la Oficina de Servicios Estratégicos, la primera agencia de inteligencia de la nación. Como agente de campo con sede en Lisboa y Berna, desarrolló una red de libreros y particulares para adquirir publicaciones oportunas para el análisis de inteligencia. Cuando los Aliados entraron en Alemania, trabajó con equipos de recolección de documentos para descubrir registros de crímenes de guerra, alijos de propaganda nazi y colecciones de libros enterrados en cuevas y minas. Después de la guerra, dirigió una misión en el extranjero de la Biblioteca del Congreso para adquirir obras publicadas en la Alemania de la época de la guerra y en los países ocupados para las bibliotecas de investigación estadounidenses. Cuando regresó, trabajó en el Departamento de Estado y enseñó en la escuela de la biblioteca de la Universidad de California, Berkeley. Plagado de enfermedades crónicas, vivió una corta vida, muriendo en 1952 a la edad de cuarenta años.”
Imagen: Infobae
Fuente: Universo abierto
Qué dice la guía de la OEA y Twitter sobre ciberseguridad y redes sociales
Las redes sociales se convirtieron en un espacio para compartir noticias y opiniones. En este sentido reconfiguraron la forma de mantenerse conectados e informados. Reforzaron más que nunca el concepto de la inmediatez.
Y así como las plataformas ayudan a instalar temas, amplificar mensajes de la comunidad y darle voz a quienes, por el lugar en el que están corren el riesgo de ser silenciados, en ocasiones, estos espacios virtuales pueden ser utilizados para viralizar noticias falsas, acosar usuarios u obtener información confidencial que puede afectar a la privacidad o seguridad de quienes los utilizan.
En este contexto, aprender sobre alfabetismo y seguridad digital se convirtió en algo vital. Éste fue uno de los temas que se abordó en el taller “Medios y Procesos Democráticos en la Era de la Desinformación”, que organizó la Secretaría del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE), de la Organización de los Estados Americanos (OEA) la semana pasada y en el que estuvo presente Infobae.
En el esta charla se mencionaron algunos de los consejos que figuran en la guía que elaboró con OEA junto con Twitter, publicada en septiembre, y que hace referencia a las mejores prácticas de uso para esa red social y que se pueden aplicar, en su mayoría, a otras plataformas también.
Cabe remarcar que cuando se habla de alfabetismo digital, que fue uno de los ejes de la charla, se hace alusión a la capacidad de encontrar, identificar, evaluar y usar la información encontrada en medios digitales de manera efectiva.
En este sentido no sólo basta con saber usar una computadora o celular sino en saber encontrar e interpretar los contenidos que se encuentran. Tiene que ver con acceder a información relevante, genuina y poder utilizarla de manera responsable.
Así es que en esta era se ha vuelto vital aprender cómo acceder y sopesar la calidad de la información para no caer víctimas de engaños, campañas de desinformación y ataques de ciberseguridad.
En este contexto, en la guía de mejores prácticas se ofrecen algunas recomendaciones para, entre otras cosas cuidar la privacidad. Para eso hay que tener en cuenta, varias cuestiones:
La privacidad
1. A la hora de crear una cuenta en una red social hay que elegir si se quiere tener un perfil público o privado. Habrá que pensar qué contenido se publicará, si se añadirán etiquetas y quién lo verá. Uno se puede preguntar, por ejemplo, si es conveniente o seguro dar a conocer que uno saldrá de vacaciones o a dónde irá. Porque al hacerlo estaría revelando información que podría ser utilizada para un ladrón para saber que su hogar quedará solo.
2. En otro orden de cosas, también hay que pensar para cualquier contenido que se va a publicar quién será la audiencia de ese material, con qué fin se publicará el contenido o se retuiteará o dará me gusta a un post. ¿Cuál es el propósito? Hay que considerar seriamente cuánta información se quiere compartir en las redes.
3. Otro tema a considerar es la geolocalización. “Cuando se activan los servicios de ubicación en la plataforma de redes sociales, estos les permiten a los usuarios rastrear el origen de cualquier actividad de medios en línea”, se menciona en el manual. Es importante revisar esta opción desde el menú de configuración. Allí se puede optar por desactivarla, por ejemplo.
4. Antes de descargar una app, hay que leer los términos y condiciones así como la política de privacidad. También verificar qué tipo de permisos se le otorgará y si realmente los necesita para funcionar o no.
La seguridad
Otra cuestión importante es cuidar la seguridad de la cuenta, para eso se sugiere:
5. Crear una contraseña robusta que implique una combinación de letras, números y caracteres.
6. Utilizar un gestor de contraseñas que tiene dos funciones: por un lado almacenar las contraseñas y por el otro generar passwords que sean seguros y únicos. “Al utilizar un administrador de contraseñas, se evita el error común de usar una sola contraseña en las diversas plataformas en línea, evitando así ataques de relleno decredenciales (credential stuffing)”, se menciona en el manual.
7. Activar el segundo factor de autenticación. Esta opción quiere decir que para ingresar a la cuenta se requerirá no sólo la contraseña sino que el usuario también deberá ingresar un código que recibirá por mensaje de texto o una app de terceros, entre otras opciones, para terminar de validar su identidad.
8. Monitorear la información de inicio de sesión y verificar que no se haya registrado ninguna actividad sospechosa o desconocida.
9. Evaluar qué aplicaciones están vinculadas a la red social que estás utilizando y fijate qué a qué tipo de datos acceden. Esto se puede revisar desde el menú de configuración de varias redes sociales en Twitter así como en Facebook, Instagram o Gmail, por nombrar algunos ejemplos.
10. Usar un navegador privado o en modo incógnito cuando accedas a sitios en un dispositivo público.
11. Filtros y bloqueos. “El uso de bloqueo, denuncias y filtros para correos electrónicos, publicaciones y usuarios, les permite a los servicios de redes sociales monitorear y garantizar que los servicios permanezcan seguros y resistentes”, se remarca en la guía. Existen varios filtros para activar desde el menú de configuración en las redes tanto en Twitter como en otras redes sociales. Incluso es posible, en el caso de Instagram bloquear la posibilidad de dejar comentarios o configurar un posteo para que quede oculto o sólo lo vean determinados usuarios. Esto último también se puede hacer en Facebook.
12. Actualizar el software o sistema operativo del dispositivo. Esto ayuda a que el equipo cuente con los últimos parches que incluyen correcciones a errores, y mayor protección contra ciberamenazas ya identificadas.
13. Tener instalada una solución de seguridad o antivirus que permitirá escanear el equipo y alertar sobre cualquier problema que identifique.
14. Al usar una red privada virtual, o VPN, el usuario se conecta a una dirección IP única, lo que permite que permanezca oculta la conexión o dirección IP inicial. A su vez, al estar la comunicación cifrada ésta permanece segura.
15. Conectarse sólo a redes wifi seguras que tengan un nivel de cifrado seguro. Aquí, en esta nota se puede ver los tipos de certificados de seguridad que hay. Por otra parte, hay que ingresar sólo a sitios con credencial HTTPS
16. Elegir qué compartir. Antes de compartir una publicación o dar me gusta uno se debería hacer algunas preguntas, como las siguientes:
¿Conocés a la persona u organización que está compartiendo la información y sabes si es o no una fuente confiable? Una sugerencia es ir al perfil en cuestión y verificar la biografía, ubicación, antigüedad de la cuenta, así como publicaciones anteriores y las interacciones que han generado. ¿Es un perfil verificado?
¿Cuál es la página web señalada en el perfil? Si el perfil te genera sospechas, podés ir a su página web. Fijate cómo es la URL del sitio, si se ve confiable y el contenido que tiene. Muchas veces hay sitios que tiene un nombre parecido al de algún sitio relevante pero difieren en una letra. Hay que revisar bien esta información.
¿El contenido que vas a compartir refleja una opinión o una información? Hay que leer más allá del titular, verificar el contenido y evaluar si el contenido nos parece confiable antes de compartirlo; caso contrario podemos terminar convirtiéndonos en difusor de contenido falso.
Imagen: Dinero
Fuente: Infobae
Y así como las plataformas ayudan a instalar temas, amplificar mensajes de la comunidad y darle voz a quienes, por el lugar en el que están corren el riesgo de ser silenciados, en ocasiones, estos espacios virtuales pueden ser utilizados para viralizar noticias falsas, acosar usuarios u obtener información confidencial que puede afectar a la privacidad o seguridad de quienes los utilizan.
En este contexto, aprender sobre alfabetismo y seguridad digital se convirtió en algo vital. Éste fue uno de los temas que se abordó en el taller “Medios y Procesos Democráticos en la Era de la Desinformación”, que organizó la Secretaría del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE), de la Organización de los Estados Americanos (OEA) la semana pasada y en el que estuvo presente Infobae.
En el esta charla se mencionaron algunos de los consejos que figuran en la guía que elaboró con OEA junto con Twitter, publicada en septiembre, y que hace referencia a las mejores prácticas de uso para esa red social y que se pueden aplicar, en su mayoría, a otras plataformas también.
Cabe remarcar que cuando se habla de alfabetismo digital, que fue uno de los ejes de la charla, se hace alusión a la capacidad de encontrar, identificar, evaluar y usar la información encontrada en medios digitales de manera efectiva.
En este sentido no sólo basta con saber usar una computadora o celular sino en saber encontrar e interpretar los contenidos que se encuentran. Tiene que ver con acceder a información relevante, genuina y poder utilizarla de manera responsable.
Así es que en esta era se ha vuelto vital aprender cómo acceder y sopesar la calidad de la información para no caer víctimas de engaños, campañas de desinformación y ataques de ciberseguridad.
En este contexto, en la guía de mejores prácticas se ofrecen algunas recomendaciones para, entre otras cosas cuidar la privacidad. Para eso hay que tener en cuenta, varias cuestiones:
La privacidad
1. A la hora de crear una cuenta en una red social hay que elegir si se quiere tener un perfil público o privado. Habrá que pensar qué contenido se publicará, si se añadirán etiquetas y quién lo verá. Uno se puede preguntar, por ejemplo, si es conveniente o seguro dar a conocer que uno saldrá de vacaciones o a dónde irá. Porque al hacerlo estaría revelando información que podría ser utilizada para un ladrón para saber que su hogar quedará solo.
2. En otro orden de cosas, también hay que pensar para cualquier contenido que se va a publicar quién será la audiencia de ese material, con qué fin se publicará el contenido o se retuiteará o dará me gusta a un post. ¿Cuál es el propósito? Hay que considerar seriamente cuánta información se quiere compartir en las redes.
3. Otro tema a considerar es la geolocalización. “Cuando se activan los servicios de ubicación en la plataforma de redes sociales, estos les permiten a los usuarios rastrear el origen de cualquier actividad de medios en línea”, se menciona en el manual. Es importante revisar esta opción desde el menú de configuración. Allí se puede optar por desactivarla, por ejemplo.
4. Antes de descargar una app, hay que leer los términos y condiciones así como la política de privacidad. También verificar qué tipo de permisos se le otorgará y si realmente los necesita para funcionar o no.
La seguridad
Otra cuestión importante es cuidar la seguridad de la cuenta, para eso se sugiere:
5. Crear una contraseña robusta que implique una combinación de letras, números y caracteres.
6. Utilizar un gestor de contraseñas que tiene dos funciones: por un lado almacenar las contraseñas y por el otro generar passwords que sean seguros y únicos. “Al utilizar un administrador de contraseñas, se evita el error común de usar una sola contraseña en las diversas plataformas en línea, evitando así ataques de relleno decredenciales (credential stuffing)”, se menciona en el manual.
7. Activar el segundo factor de autenticación. Esta opción quiere decir que para ingresar a la cuenta se requerirá no sólo la contraseña sino que el usuario también deberá ingresar un código que recibirá por mensaje de texto o una app de terceros, entre otras opciones, para terminar de validar su identidad.
8. Monitorear la información de inicio de sesión y verificar que no se haya registrado ninguna actividad sospechosa o desconocida.
9. Evaluar qué aplicaciones están vinculadas a la red social que estás utilizando y fijate qué a qué tipo de datos acceden. Esto se puede revisar desde el menú de configuración de varias redes sociales en Twitter así como en Facebook, Instagram o Gmail, por nombrar algunos ejemplos.
10. Usar un navegador privado o en modo incógnito cuando accedas a sitios en un dispositivo público.
11. Filtros y bloqueos. “El uso de bloqueo, denuncias y filtros para correos electrónicos, publicaciones y usuarios, les permite a los servicios de redes sociales monitorear y garantizar que los servicios permanezcan seguros y resistentes”, se remarca en la guía. Existen varios filtros para activar desde el menú de configuración en las redes tanto en Twitter como en otras redes sociales. Incluso es posible, en el caso de Instagram bloquear la posibilidad de dejar comentarios o configurar un posteo para que quede oculto o sólo lo vean determinados usuarios. Esto último también se puede hacer en Facebook.
12. Actualizar el software o sistema operativo del dispositivo. Esto ayuda a que el equipo cuente con los últimos parches que incluyen correcciones a errores, y mayor protección contra ciberamenazas ya identificadas.
13. Tener instalada una solución de seguridad o antivirus que permitirá escanear el equipo y alertar sobre cualquier problema que identifique.
14. Al usar una red privada virtual, o VPN, el usuario se conecta a una dirección IP única, lo que permite que permanezca oculta la conexión o dirección IP inicial. A su vez, al estar la comunicación cifrada ésta permanece segura.
15. Conectarse sólo a redes wifi seguras que tengan un nivel de cifrado seguro. Aquí, en esta nota se puede ver los tipos de certificados de seguridad que hay. Por otra parte, hay que ingresar sólo a sitios con credencial HTTPS
16. Elegir qué compartir. Antes de compartir una publicación o dar me gusta uno se debería hacer algunas preguntas, como las siguientes:
¿Conocés a la persona u organización que está compartiendo la información y sabes si es o no una fuente confiable? Una sugerencia es ir al perfil en cuestión y verificar la biografía, ubicación, antigüedad de la cuenta, así como publicaciones anteriores y las interacciones que han generado. ¿Es un perfil verificado?
¿Cuál es la página web señalada en el perfil? Si el perfil te genera sospechas, podés ir a su página web. Fijate cómo es la URL del sitio, si se ve confiable y el contenido que tiene. Muchas veces hay sitios que tiene un nombre parecido al de algún sitio relevante pero difieren en una letra. Hay que revisar bien esta información.
¿El contenido que vas a compartir refleja una opinión o una información? Hay que leer más allá del titular, verificar el contenido y evaluar si el contenido nos parece confiable antes de compartirlo; caso contrario podemos terminar convirtiéndonos en difusor de contenido falso.
Imagen: Dinero
Fuente: Infobae
La distancia que ha mapeado el coche de Google Maps equivale a dar la vuelta al mundo 400 veces
Google Maps es una de las aplicaciones de navegación más populares en todo el mundo, por lo que no cesa en su empeño por lanzar contenido que mantenga a su gran masa de usuarios, como la llegada del Traductor de Google o su “modo motocicleta” en algunos países, entre otros. Sin embargo, la app de la compañía de Mountain View también ha dado a conocer ciertos detalles, como que la distancia que ha mapeado el coche de Google Maps equivale a dar la vuelta al mundo 400 veces.
La aplicación de Google ha alcanzado un nuevo hito al tener ya fotografiados por satélite el 98% de las áreas habitadas de la Tierra, gracias a sus característicos coches de Street View que se pasean por las calles de todas las ciudades del mundo para mapear toda la superficie. Como informan desde CNET, Google ha compartido los datos de mapeo y fotografías que están actualmente presentes en su aplicación de Mapas, como que cuentan con más de 10 millones de millas de imágenes de Street View, lo que supone unos 16 millones de kilómetros.
Unas imágenes que permite a los usuarios conocer esos lugares que va a visitar o que le gustaría visitar en un futuro desde el ordenador de su casa. Entre otros datos, la compañía de Mountain View también ha revelado que ha conseguido mapear el 98% de todas las áreas habitadas del planeta, lo que supone 36 millones de millas cuadradas de imágenes, unos 93 millones de kilómetros cuadrados.
Google Maps ha conseguido mapear el 98% de todas las áreas habitables
Unos 16 millones de kilómetros de imágenes que equivalen a 400 viajes alrededor del mundo, lo que supone todo un hito para la compañía de Mountain View. Además, también es un dato que sirve para comprobar la cantidad de fotografías que el coche de la gran G ha conseguido tomar durante toda su estancia, aunque en ocasiones han sido ayudados por otros vehículos, como bicicletas o camellos, debido a los diferentes terrenos.
Google Maps cuenta en la actualidad con millones de usuarios en activo alrededor del mundo, que además de disfrutar de las imágenes de Street View, con el paso del tiempo reciben nuevas funciones que mejoran la experiencia de uso, como información sobre la iluminación de las calles para trayectos a pie más seguros, entre muchos otros.
Fuente: andro4all.com
La aplicación de Google ha alcanzado un nuevo hito al tener ya fotografiados por satélite el 98% de las áreas habitadas de la Tierra, gracias a sus característicos coches de Street View que se pasean por las calles de todas las ciudades del mundo para mapear toda la superficie. Como informan desde CNET, Google ha compartido los datos de mapeo y fotografías que están actualmente presentes en su aplicación de Mapas, como que cuentan con más de 10 millones de millas de imágenes de Street View, lo que supone unos 16 millones de kilómetros.
Unas imágenes que permite a los usuarios conocer esos lugares que va a visitar o que le gustaría visitar en un futuro desde el ordenador de su casa. Entre otros datos, la compañía de Mountain View también ha revelado que ha conseguido mapear el 98% de todas las áreas habitadas del planeta, lo que supone 36 millones de millas cuadradas de imágenes, unos 93 millones de kilómetros cuadrados.
Google Maps ha conseguido mapear el 98% de todas las áreas habitables
Unos 16 millones de kilómetros de imágenes que equivalen a 400 viajes alrededor del mundo, lo que supone todo un hito para la compañía de Mountain View. Además, también es un dato que sirve para comprobar la cantidad de fotografías que el coche de la gran G ha conseguido tomar durante toda su estancia, aunque en ocasiones han sido ayudados por otros vehículos, como bicicletas o camellos, debido a los diferentes terrenos.
Google Maps cuenta en la actualidad con millones de usuarios en activo alrededor del mundo, que además de disfrutar de las imágenes de Street View, con el paso del tiempo reciben nuevas funciones que mejoran la experiencia de uso, como información sobre la iluminación de las calles para trayectos a pie más seguros, entre muchos otros.
Fuente: andro4all.com
Las falsas dietas virales y los alimentos que no curan el cáncer
Nos habéis preguntado a través de nuestro servicio de WhatsApp si son ciertas algunas publicaciones que revelan recetas «milagrosas» que pueden curar un cáncer. A este respecto, la Asociación Española Contra el Cáncer es clara: “no existe ningún alimento ni combinación de alimentos que cure el cáncer”.
El mito del limón y el bicarbonato
Entre los bulos más compartidos se encuentra uno que indica que tomar todos los días una solución compuesta por limón y bicarbonato «ayuda a que nuestra sangre sea alcalina». El bulo continúa diciendo que el jugo de limón «es 10.000 veces más potente que la quimioterapia para matar las células cancerosas», algo totalmente falso.
Guillermo de Velasco, secretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica y especialista en Oncología del Hospital 12 de octubre de Madrid reconoce que el limón, al igual que otros cítricos, ha demostrado que «pueden tener un efecto beneficioso sobre las células tumorales». Sin embargo, añade, que la formación de tumores es «extremadamente compleja y el efecto de un solo elemento no es suficiente para prevenir o curar el cáncer».
Incluso se ha llegado a afirmar que el olor del limón puede prevenir el cáncer, pero es otro bulo. Así lo contó en directo en 2015 una presentadora de TVE, dando por bueno un estudio preliminar de la Universidad del Ruhr sobre el aroma de cítrico y su posible efecto en células tumorales de laboratorio. Una afirmación que la Organización Médica Colegial criticó duramente al no existir base científica que sustente tal afirmación.
La AECC además avisa que hay que tener en cuenta que cuando eres paciente de cáncer hay determinados tipos de alimentos que podrían interferir con el tratamiento, por ejemplo el limón, por lo que se recomienda que cualquier tipo de dieta se consensúe primero con el oncólogo.
Tomar aloe vera con whisky no cura el cáncer
Otro de los fakes es un post que se ha compartido más de 584 mil veces y que pide compartir una receta proporcionada por el Fray Romano, un supuesto sacerdote franciscano cuya receta “causó revuelo en las montañas de Judea”.
El usuario explica que la receta para curar el cáncer está formada por miel, hojas de aloe y cucharadas de coñac, whisky, tequila o aguardiente que funcionarían como vasodilatador. Es, también, un bulo. No hay evidencias científicas que respalden este supuesto remedio.
El doctor Guillermo de Velasco reconoce que, aunque el gel de aloe vera tiene propiedades suavizantes, y que hay quien lo usa para tratar problemas de piel y quemaduras derivadas del tratamiento con radioterapia, no hay evidencia científica que demuestre que pueda tratar un cáncer. Además, asegura que, en ciertos casos, puede causar efectos secundarios graves.
Las bebidas frías no producen cáncer pero una alimentación correcta ayuda a prevenirlo
Otro de los bulos ampliamente extendido por todo el mundo es el que dice que “beber agua fría después de una comida = cáncer” debido a que “el agua fría solidifica el alimento grasoso”. Lo cierto es que no hay ningún estudio científico que soporte esta teoría.
El portal de fact-checking estadounidense Snopes ya desmintió este hecho en 2006. Tras revisar la literatura científica a este respecto concluyeron que no había ninguna mención a la relación entre la ingesta de líquidos fríos y el cáncer. Añaden que “la temperatura interna del cuerpo humano anula rápidamente las diferencias de temperatura entre los productos que consumimos y los ácidos gástricos actúan con total eficiencia sobre lo ingerido previamente a su paso a los intestinos”.
Según la AECC, la única evidencia científica que hay con respecto a la alimentación no es que cure el cáncer, es que puede prevenirlo: “la prevención primaria -hábitos de vida saludable- y la secundaria -detección precoz- podría evitar hasta el 50% de los casos de cáncer”.
Sus recomendaciones para reducir el riesgo de desarrollar cáncer son llevar una alimentación saludable, hacer ejercicio de manera regular, no fumar, no beber alcohol, tomar el sol de manera adecuada y participar en los programas de cribado, como las mamografías periódicas para detectar el cáncer de mamá.
Desde Newtral.es recomendamos siempre que si tiene alguna duda médica se la haga llegar a un profesional sanitario.
Fuente: Newtral
El mito del limón y el bicarbonato
Entre los bulos más compartidos se encuentra uno que indica que tomar todos los días una solución compuesta por limón y bicarbonato «ayuda a que nuestra sangre sea alcalina». El bulo continúa diciendo que el jugo de limón «es 10.000 veces más potente que la quimioterapia para matar las células cancerosas», algo totalmente falso.
Guillermo de Velasco, secretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica y especialista en Oncología del Hospital 12 de octubre de Madrid reconoce que el limón, al igual que otros cítricos, ha demostrado que «pueden tener un efecto beneficioso sobre las células tumorales». Sin embargo, añade, que la formación de tumores es «extremadamente compleja y el efecto de un solo elemento no es suficiente para prevenir o curar el cáncer».
Incluso se ha llegado a afirmar que el olor del limón puede prevenir el cáncer, pero es otro bulo. Así lo contó en directo en 2015 una presentadora de TVE, dando por bueno un estudio preliminar de la Universidad del Ruhr sobre el aroma de cítrico y su posible efecto en células tumorales de laboratorio. Una afirmación que la Organización Médica Colegial criticó duramente al no existir base científica que sustente tal afirmación.
La AECC además avisa que hay que tener en cuenta que cuando eres paciente de cáncer hay determinados tipos de alimentos que podrían interferir con el tratamiento, por ejemplo el limón, por lo que se recomienda que cualquier tipo de dieta se consensúe primero con el oncólogo.
Tomar aloe vera con whisky no cura el cáncer
Otro de los fakes es un post que se ha compartido más de 584 mil veces y que pide compartir una receta proporcionada por el Fray Romano, un supuesto sacerdote franciscano cuya receta “causó revuelo en las montañas de Judea”.
El usuario explica que la receta para curar el cáncer está formada por miel, hojas de aloe y cucharadas de coñac, whisky, tequila o aguardiente que funcionarían como vasodilatador. Es, también, un bulo. No hay evidencias científicas que respalden este supuesto remedio.
El doctor Guillermo de Velasco reconoce que, aunque el gel de aloe vera tiene propiedades suavizantes, y que hay quien lo usa para tratar problemas de piel y quemaduras derivadas del tratamiento con radioterapia, no hay evidencia científica que demuestre que pueda tratar un cáncer. Además, asegura que, en ciertos casos, puede causar efectos secundarios graves.
Las bebidas frías no producen cáncer pero una alimentación correcta ayuda a prevenirlo
Otro de los bulos ampliamente extendido por todo el mundo es el que dice que “beber agua fría después de una comida = cáncer” debido a que “el agua fría solidifica el alimento grasoso”. Lo cierto es que no hay ningún estudio científico que soporte esta teoría.
El portal de fact-checking estadounidense Snopes ya desmintió este hecho en 2006. Tras revisar la literatura científica a este respecto concluyeron que no había ninguna mención a la relación entre la ingesta de líquidos fríos y el cáncer. Añaden que “la temperatura interna del cuerpo humano anula rápidamente las diferencias de temperatura entre los productos que consumimos y los ácidos gástricos actúan con total eficiencia sobre lo ingerido previamente a su paso a los intestinos”.
Según la AECC, la única evidencia científica que hay con respecto a la alimentación no es que cure el cáncer, es que puede prevenirlo: “la prevención primaria -hábitos de vida saludable- y la secundaria -detección precoz- podría evitar hasta el 50% de los casos de cáncer”.
Sus recomendaciones para reducir el riesgo de desarrollar cáncer son llevar una alimentación saludable, hacer ejercicio de manera regular, no fumar, no beber alcohol, tomar el sol de manera adecuada y participar en los programas de cribado, como las mamografías periódicas para detectar el cáncer de mamá.
Desde Newtral.es recomendamos siempre que si tiene alguna duda médica se la haga llegar a un profesional sanitario.
Fuente: Newtral
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