“Vuestro pulgar es vuestro banco”, dijo el primer ministro Modi, el año pasado durante el lanzamiento de una aplicación de pagos móviles en Nueva Delhi: se trataba de animar a todo el país a prescindir del dinero en efectivo. El 26% de los 1.200 millones de habitantes de India son analfabetos y utilizan la huella dactilar en lugar de una firma escrita. Los llaman angutha chaap, que en hindi quiere decir literalmente “los que firman con el pulgar”. Sin embargo, el término adquiere ahora un nuevo significado, con la llegada de la tecnología incluso a los segmentos más débiles de la sociedad para que participen y se beneficien del desarrollo económico del país.
En la base de esta transformación se encuentra el extraordinario programa de identificación llamado Aadhar, que, mediante las huellas dactilares y el escaneo de la retina, pretende proporcionar una identidad digital a cada individuo. En India, hace una década, no estaba identificada la mitad de la población, millones de ciudadanos que no podían demostrar quiénes eran ni, por tanto, acceder a servicios esenciales como una cuenta bancaria, un préstamo o una póliza de seguro. Hoy, más de mil millones de personas tienen ya su número de identidad de 12 cifras, fruto del proyecto más amplio y ambicioso de su categoría y la sofisticada infraestructura digital construida en torno a Aadhar. Toda esa gente puede ya tener una cuenta bancaria, y, de hecho, se han abierto más de 280 millones en los últimos tres años.
Esta extraordinaria infraestructura digital incluye un casillero digital, un lugar seguro en el que la gente puede guardar y compartir sus datos personales. El usuario controla qué quiere compartir y con quién. La autenticación biométrica permite cumplir todos los requisitos de identificación del cliente y disponer de informaciones verificables para aprobar préstamos de manera instantánea, lo cual no solo está transformando las operaciones de crédito sino otros servicios como la obtención de licencias y los registros e inscripciones.
India es el único país del mundo que ofrece una infraestructura digital abierta y segura y está convirtiéndose a toda velocidad en una economía digital. La infraestructura permite una Interfaz de Pago Unificado (UPI en sus siglas en inglés) con la que los clientes pueden hacer operaciones en su cuenta bancaria desde dispositivos móviles, sin intermediarios (como Visa o Mastercard) y con costes más bajos. El número de operaciones digitales no ha dejado de aumentar, gracias, además, a la audaz decisión de desmonetizar la economía, que eliminó el 84% del dinero en efectivo y ha hecho que las transacciones digitales se triplicaran en volumen y se cuadruplicaran en valor.
El propio sector de la tecnología es una fuente de prosperidad para la clase media. India ha creado unos servicios de tecnología de la información (TI) de primera categoría a base de innovación y calidad. Con una gran abundancia de ingenieros muy cualificados, el sector ha pasado de facturar 50 millones de dólares a 150.000 millones en menos de 30 años, y en la actualidad aporta el 8% del PIB y el 20% de las exportaciones. Más del 60% de la población laboral son personas menores de 25 años, y el consumidor indio joven se encuentra totalmente a gusto con la tecnología. El país cuenta con 432 millones de usuarios de internet —una cifra que crece al 31% anual—, 616 millones de usuarios únicos de los servicios móviles —-el segundo mercado móvil más grande del mundo— y el tercer mayor entorno mundial de empresas tecnológicas start-ups. Estas empresas están ofreciendo soluciones originales a varios de los mayores problemas del país, por ejemplo en la sanidad y la educación.
Desde el siglo I d.C., durante 1.500 años, dos tercios de la actividad económica mundial giraron en torno a India y China. El centro se trasladó a Occidente con la revolución industrial y a Estados Unidos tras las guerras mundiales y con la extensión del comunismo, mientras que Rusia y China se estancaron. La vuelta a Oriente comenzó en 1950, cuando Europa estaba todavía recuperándose de la gran depresión, con la espectacular reactivación de Japón. El proceso se aceleró con las liberalizaciones de 1978 en China y la incorporación de India a los mercados mundiales en 1990, impulsada por su floreciente sector de TI. Con la crisis de 2008 y la desaceleración posterior, Oriente ha recobrado su liderazgo, e India es la estrella rutilante, la economía que más deprisa está creciendo, gracias a su revolución digital.
Fuente: Revista de Prensa
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