La policía nicaragüense allanó la redacción de Confidencial de madrugada. Se llevó las computadoras, los televisores y los apuntes que los periodistas tenían en sus escritorios. Al día siguiente, el director del portal Carlos Fernando Chamorro encontró la redacción saqueada. Era diciembre de 2018, el octavo mes de feroces protestas contra la decisión de Daniel Ortega de aumentar las contribuciones al sistema de seguridad social. Confidencial y otros medios de Chamorro reportaban las violaciones a los derechos humanos en la represión de las manifestaciones, en las que murieron más de trescientas personas, entre ellos el periodista Ángel Gahona. Le dieron un tiro en una protesta cuando transmitía en vivo por Facebook. Como no había ninguna instancia judicial que lo protegiera de los ataques del gobierno, Chamorro se exilió en la vecina Costa Rica.
El testimonio de Chamorro inauguró la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (Colpin) el jueves siete de noviembre de 2019, en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México. Chamorro proyectó un video con imágenes de grupos paramilitares armados que golpeaban a periodistas, fotógrafos acorralados por encapuchados, Gahona ensangrentado en el suelo. Los venezolanos en la sala se veían reflejados en Nicaragua. Chamorro se preguntó cómo los medios ganan la batalla de la credibilidad en plena polarización, cómo no se toma partido frente a una matanza. Aunque la noticia ahora está en Chile o Ecuador, pidió no olvidar a Nicaragua.
Colpin fue organizado por la ONG internacional Instituto de Prensa y Sociedad, con el apoyo de la Unesco, la Organización de Estados Americanos y Transparencia Internacional. Se celebraron ochenta y siete paneles y talleres durante cuatro días en el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) en México, el país donde matan más periodistas cada año.
Colpin comenzó con una conferencia de Toby Mendel, un activista canadiense que dirige la ONG internacional Center for Law and Democracy, que promueve los derechos a la información, la participación y la libertad de expresión. Dijo que la sostenibilidad económica de los medios es el principal reto que afronta el periodismo de investigación. El financiamiento se destina a la publicidad en las redes sociales y eso ha debilitado la capacidad de los medios para invertir en proyectos de largo aliento. La sobrevivencia de los medios dependerá de que dispongan de financiamiento suficiente, independiente y transparente para que el poder político no interfiera en sus actividades.
En el primer panel, la periodista estadounidense Lise Olsen presentó una investigación titulada Abuso de la fe, publicada por los diarios estadounidenses Houston Chronicle y Texas Observer, que recoge testimonios y evidencias judiciales de 700 víctimas de abusos sexuales cuando eran niños y adolescentes, cometidos por pastores de la iglesia bautista en el sur de Estados Unidos. Olsen contó que fue más fácil revisar mil quinientos registros públicos sobre denuncias e investigaciones contra los pastores que convencer a las víctimas de hablar sobre sus traumas. Un muchacho que fue abusado por un pastor cuando era niño le contó su historia a los periodistas antes que a su familia. Cuando logró decirle a sus amigos más cercanos lo que había vivido, otros revelaron que habían sido ultrajados por el mismo pastor. Olsen se sintió tan triste e impotente que pidió dos semanas de vacaciones. Ella también fue víctima de abuso.
En el mismo panel, la antropóloga y presentadora de televisión brasileña Camila Appel contó cómo investigó en TV Globo a Joao de Dios, un médium que hacía “cirugías espirituales” y decía encarnar a San Ignacio de Loyola. Trataba a empresarios, estrellas y políticos brasileños como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. La presentadora estadounidense Oprah Winfrey se entrevistó con Joao de Dios una vez. En un documental difundido por TV Globo, Appel publicó los testimonios de trece mujeres que fueron abusadas por el curandero durante consultas espirituales. Gracias a esa investigación, el Ministerio Público recibió denuncias de más de trescientas mujeres que dijeron haber sido abusadas por Joao. Tiempo después fue encarcelado por posesión de armas. Appel lloró junto con las víctimas durante las entrevistas y dijo que el acto de contar el trauma demostró ser una terapia curativa.
El periodista peruano Ricardo Uceda explicó cómo elaboró la investigación Muerte en el Pentagonito, un libro que cuenta los secretos militares de la lucha antiterrorista en Perú, gracias a las confesiones de un agente de inteligencia del Ejército. Durante la investigación, Uceda descubrió la importancia de entender qué mueve a los actores de una historia. La motivación de su informante fue un profundo resentimiento contra sus superiores. Contó la historia para vengarse de que lo llamaran asesino después de haber cumplido con su deber de seguir órdenes.
La periodista mexicana Daniela Rea, autora junto con Pablo Ferri del libro La Tropa. Por qué mata un soldado, entrevistó a decenas de soldados mexicanos para entender qué significa la obediencia, cómo se desdibuja la individualidad dentro de un cuerpo jerárquico cuando la ley obliga al funcionario a cometer ilegalidades si recibe una orden y qué mata la institución en el individuo antes de que sea capaz de matar. ¿Tiene derecho un perpetrador a ser escuchado? ¿Cómo se le escucha sin justificarlo? La reflexión quedó abierta para la audiencia.
El periodista chileno Juan Cristóbal Peña, autor del libro Jóvenes pistoleros. Violencia política en transición, investigó a una agrupación subversiva armada que luchó contra el gobierno de Augusto Pinochet cuando se consolidaba la salida electoral. Cuenta la historia a través de Ricardo Palma Salamanca, un pistolero que se convirtió en la cara visible del grupo. Al escribir una crónica o una investigación histórica, Peña recomendó diferenciar de qué trata la historia y qué significa, es decir, interpretar la realidad para explicarla sin enjuiciar ni criticar a los protagonistas.
Prodavinci presentó ante los periodistas latinoamericanos el especial Vivir sin agua, un análisis de cincuenta y siete planes de racionamiento de agua corriente que publicaron hidrológicas venezolanas entre 2016 y 2017 y revela que casi diez millones de personas estuvieron sometidas a racionamiento formal y recibieron en promedio dos días de agua corriente a la semana.
La periodista venezolana Sebastiana Barráez presentó una ponencia titulada El miedo más allá de la tortura en Venezuela. Explicó que el Estado recurre a tres fases para ejecutar las torturas. Primero, los cuerpos de inteligencia (Servicio Bolivariano de Inteligencia y la Dirección de Contrainteligencia Militar) capturan y aíslan a una persona durante treinta a cuarenta y cinco días en un período que llaman acostumbramiento. Segundo, impiden que el detenido tenga una defensa privada e independiente y les imponen defensores públicos. Tercero, después de que se ejecutan las torturas, los informes médicos no reflejan los síntomas de los maltratos. Las autoridades amenazan al detenido con represalias si cuenta lo que ha pasado, por eso las víctimas evitan hablar una vez que salen de las cárceles y no exigen justicia.
Julio Villanueva Chang, editor de la revista peruana Etiqueta Negra, recomendó a los periodistas aprender a intuir cómo el lector recuerda u olvida, para mejorar su capacidad de transmitir la experiencia de un conocimiento a través de la narración. El argentino Cristian Alarcón, editor de las revistas Anfibia y Cosecha Roja, cuestionó la vigencia de la crónica y el reportaje y habló de su experiencia en el periodismo performático, la combinación de investigaciones periodísticas con performance artísticos para conmover y sensibilizar a las audiencias. “En este caso, el periodismo de investigación se desembaraza de la obligación de revelar lo que el poder oculta y opta por un compromiso más universal con el conocimiento”.
Las periodistas mexicanas Alejandra Guillén, Paloma Robles y Alejandra Xanic contaron cómo elaboraron El país de las dos mil fosas, una investigación que revela la ubicación de fosas clandestinas entre 2006 y 2016, la década de la guerra contra el narco en México. El equipo se preguntó si el periodismo podía ayudar a encontrar a los desaparecidos y darle dimensión a las desapariciones. Recurrieron a la ley de acceso a la información pública de México para pedir datos sobre las fosas en las fiscalías locales y las gobernaciones. En algunos casos dilataban las respuestas, otras veces decían que no había “registros coincidentes” con las peticiones o alegaban que no era “entendible el término de fosas comunes”. El equipo usó visualizaciones que muestran la ubicación de las fosas en los municipios de todo el país y el aumento en la cantidad de fosas con el paso de los años. “La fosa es una forma de eliminar la identidad y la humanidad de la víctima, borrar cuál fue su historia”, dijo Robles. Por eso trabajaron con asociaciones de familiares de víctimas que han emprendido la búsqueda de sus parientes desaparecidos. Esta investigación recibió el premio Gabo este año en la categoría de Cobertura.
Los periodistas puertorriqueños Carla Minet y Luis Valentín, miembros del Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico, presentaron los Rickyleaks, una investigación que analiza la filtración de 889 páginas de conversaciones en Telegram entre el exgobernador de Puerto Rico, Roselló Narvaez y sus “brothers”, que demuestran el uso de recursos públicos para beneficios personales, la manipulación de sondeos de opinión, bromas sexuales, comentarios misóginos y burlas a periodistas.
El jurado de Colpin reconoció a El país de las dos mil fosas de México con el primer lugar en el premio anual de periodismo de investigación. La historia de TV Globo sobre Joao de Dios quedó en el segundo lugar y la filtración de los chats del gobernador de Puerto Rico ocupó el tercero. La investigación Fuga del oro venezolano del portal venezolano Runrunes obtuvo una mención honorífica.
La periodista venezolana Liza López, fundadora del portal Historias que laten, representó a un grupo de medios venezolanos y colombianos que ganaron una de las becas del concurso de proyectos transnacionales del Ipys.
Ipys también reconoció la calidad narrativa de varios medios y periodistas cubanos en la categoría Cubacron: “Por Dios, ¿cuándo va a entrar el nitrazepam?”, publicado en Escambray; UMAP: nada, nadie, nunca, publicado en Hypermedia Magazine; y las crónicas La revolución de los acuáticos y Los gallos finos no tienen nombres, difundidas en El Estornudo.
La Relatoría de la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reconoció tres coberturas por el acceso a la información pública y el periodismo de investigación: El fallido combate al lavado de dinero en México en el diario español El País, Las pruebas de cómo Mauricio Funes derrochó dinero público en el portal salvadoreño El Faro y En 28 años la familia Bolsonaro designó 102 personas familiares en cargos públicos, de los medios brasileños O Globo y Época.
Fuente: prodavinci.com
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